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El capital todo lo penetra: el lado obscuro del «transgenerismo» — Tita Barahona
Canarias Semanal – 21/07/2020
Jennifer Pritzker, una exponente y financista del transgenerismo, es una de las 11 herederas multimillonarias del clan Pritzker, con sede en Chicago, y es la única multimillonaria transgénero conocida en el mundo. Heredó las participaciones en la cadena de hoteles Hyatt de la familia, así como las empresas industriales dirigidas por su difunto padre Robert y sus hermanos Jay y Donald. Entró al Ejercito y se retiró como una mujer transgénero en 2013 con el grado de teniente coronel. Pritzker es también el fundador y CEO de la firma privada de gestión de patrimonio Tawani Enterprises. En 2003, Pritzker abrió el Museo y Biblioteca Militar Pritzker en Chicago, con una colección de más de 65,000 libros y artefactos militares
La «identidad de género» como mercancía e instrumento de control social. El transgenerismo –o lo que en el mundo aglosajón llaman “gender ideology”– se está revelando como una auténtica ofensiva política e ideológica contra los avances sociales logrados por los movimientos de emancipación durante la última mitad del pasado siglo.
Bien organizado y mejor financiado, el transgenerismo, inspirado en la posmoderna teoría queer, debería preocupar a todas las personas, grupos y organizaciones anti-capitalistas y especialmente a la clase trabajadora. Y ello por varios motivos.
En primer lugar, si ya la conocida en España como Ley Mordaza reprime nuestro derecho de manifestación y expresión, extorsionándonos con multas exorbitantes -cuando no la cárcel-; lo que está en perspectiva es sumar denuncias por supuestos “delitos de odio” (todo lo que el transgenerismo considere”) de los que no podremos defendernos porque la justicia ya es sólo accesible para quien pueda pagarla. Además, esas denuncias pueden conducirnos a perder nuestros empleos, si los tenemos, o a restarnos oportunidades si somos demandantes.
En segundo lugar, el transgenerismo, expresado en leyes como la que está pendiente de aprobación en España, podría despojarnos de la tutela de nuestros hijos si nos negamos a su supuesta voluntad de someterse a tratamientos hormonales para el cambio se sexo, porque ello se considerará maltrato. Aunque más grave aún es el hecho de que niños y adolescentes están siendo utilizados como conejillos de indias en dichos tratamientos a pesar de las graves secuelas físicas y psicológicas que dejan para toda la vida.
«El transgenerismo no es un movimiento que surja de la base social, de las propias personas transexuales, y menos de las que sólo viven de su trabajo. Estamos ante un movimiento de elite, dirigido desde arriba e incorporado en la agenda de la propia ONU»
En tercer lugar, el transgenerismo está promovido por poderosos grupos de presión, a su vez relacionados con:
1.– la explotación de la capacidad reproductiva de las mujeres (madres de alquiler);
2.– la conversión legal de la prostitución como un “trabajo” más;
3.– la clausura de servicios y normas que protegen a las mujeres en situación vulnerable (por violación, maltrato, mutilación genital…), y
4.– la eliminación de las palabras que definen nuestro sexo y capacidad de gestación y crianza (p. ej.: “madre” se sustituye por “progenitor gestante”), algo que incluso algunos transexuales han denunciado.
Todo esto lleva un tiempo sucediendo en otros países. Reino Unido, Canadá, Estados Unidos van a la vanguardia y podemos extraer ya algunas conclusiones para evitar que siga tomando fuerza allí donde, como en el caso español, comienza a enseñar la garra y no sólo con la propuesta Ley Trans del actual gobierno de coalición.
Lo primero que debemos tener claro es que el transgenerismo no es un movimiento que surja de la base social, de las propias personas transexuales y menos de las que sólo viven de su trabajo. Estamos ante un movimiento de elite, dirigido desde arriba e incorporado en la agenda de la propia ONU, que se apoya en cinco puntales:
«Lo que está en perspectiva es sumar a la Ley Mordaza denuncias por supuestos “delitos de odio” (todo lo que el transgenerismo considere “transbofia”) de los que no podremos defendernos y que pueden conducirnos a perder nuestros empleos, si los tenemos, o a restarnos oportunidades si somos demandantes»
1.– Multimillonarios que ejercen de filántropos de fundaciones y entidades “sin ánimo de lucro”;
2.– grandes empresas farmacéuticas que comercializan fármacos que no han sido suficientemente testados;
3.– profesionales médicos que se prestan a ganar mucho dinero “vendiendo” el transgenerismo al público;
4.– una tropa de “transactivistas” profesionales y bots que se mueven por las redes y en las secciones de comentarios repitiendo el mismo mensaje, para crear la sensación de que su opinión es mayoritaria; y
5.– los medios corporativos que diseminan la ideología transgenerista constantemente. Hace poco vimos en la televisión catalana (Planta baixa TV3) la última de una serie de noticias sobre “hombres embarazados”.
La acción combinada de este pentágono explica que el transgenerismo haya experimentado un ascenso meteórico. En Estados Unidos, según Funders for LGBTQ Issues (Financiadores de temas LGTB), el dinero para la causa «transgénero» aumentó considerablemente en 2012, y en 2016 ya sobrepasaba con creces al destinado a gays, lesbianas y bisexuales (LGB).
¿De dónde cae el maná?
Este dinero procede de una gama de agentes filantrópicos. En Estados Unidos, están las fundaciones que ya citamos otro artículo: Open Society Foundation de George Soros, Arcus Foundation, del director gay de Stryker Corps, empresa de suministros médicos; y la farmacéutica Gilead Science. A estas cabe añadir Tides Foundation (que ha sido acusada de lavado de dinero), Human Rights Campaign y Tawani Foundation de la millonaria transexual Jennifer Pritzker, republicana de extrema derecha que apoyó el ascenso de Trump en 2016.
«Este movimiento de elite está impulsado por multimillonarios que ejercen de filántropos, grandes empresas farmacéuticas, profesionales médicos que se prestan a ganar mucho dinero y medios corporativos que diseminan la ideología transgenerista constantemente»
Estas entidades donan generosamente a las organizaciones transgeneristas como Global Action for Trans Equality (GATE), cuyo director ejecutivo es Mauro Cabral, activista trans que fue signatario de la declaración de Yogyakarta de 2006 (1), o The National Center for Transgender Equality (NCTE), fundado por otra transexual, Mara Keisling, jefe de personal de un ex-gobernador del Pensilvania. A NCTE se la conoce internacionalmente por su US Transgender Survey (encuesta sobre transgenerismo de EE.UU), que ha sentado las bases de la política transgénero a nivel mundial.
¿Por qué esta inversión millonaria?
Parte importante de la respuesta es la Terapia Hormonal de Reasignación (en ingles, Hormone Replacement Therapy). En el pasado siglo, esta terapia se usaba comúnmente para el tratamiento de la menopausia, aunque pronto se demostró que era peligrosa por sus efectos secundarios y se desaconsejó. Después se ha utilizado como tratamiento para el cambio de sexo. Empresas farmacéuticas como Pfizer y Wyeth llevan mucho tiempo comercializando estos productos, aunque lo hacen ilegalmente porque todavía no están aprobados. Como estrategia de marketing recurren a artículos científicos de falsa autoría financiados por las propias farmacéuticas (el llamado ghostwriting) (2).
Los fármacos que comercializan (Primarin y Androgel, entre otros) han de tomarse de por vida, lo que asegura un suculento negocio, a pesar de que dejan secuelas de las que a menudo no se informa. El transgenerismo, sin embargo, los promueve con el argumento de que así se evita que las personas con “disforia de género” padezcan graves problemas psicológicos o se suiciden.
Empresas farmacéuticas como Pfizer y Wyeth llevan mucho tiempo comercializando fármacos que han de tomarse de por vida, lo que asegura un suculento negocio, a pesar de que dejan secuelas de las que a menudo no se informa.
Los científicos estrellas mediáticas del transgenerismo
En Estados Unidos hay al menos tres científicos que entran en esta categoría: Diane Ehrensaft, Stephen Rosenthal y Johanna Olson. Los tres tienen vínculos con AbbVie, fabricante de Androgel y Lupron -este último utilizado para el bloqueo de la pubertad. Tanto Olson como Ehrensft han formado parte del consejo asesor de AbbVie.
Estos científicos promocionan el uso de estos fármacos en los medios de comunicación y a través de charlas y conferencias, alegando que su uso constituye un derecho humano. Por dinero y fama, son capaces de decir sandeces como que, antes de aprender a hablar, ya tenemos conciencia de nuestro “género”, que puede no corresponder al “sexo asignado” (ya que, en consonancia con la teoría queer, sostienen que el sexo binario es una construcción social). No se inhiben, además, de echar por tierra toda investigación seria que cuestione sus postulados, porque, a falta de argumentos sólidos de réplica, disponen del ejército de “transactivistas” para salir a la carga, normalmente con insultos y amenazas de agresión física.
El mercado para la cirugía de Reasignación de Sexo en 2019 generó más de $316 millones y se calcula que entre 2020 y 2026 aumentará un 25,1%.
Su consigna es que, para proceder a la terapia de reasignación, se debe aceptar a toda costa la sola autoidentificación de la persona, algo que hace un par de décadas no era práctica aceptada. La investigación con menores diagnosticados con “disforia de género” demuestra que, en muchos casos, en la edad adulta son simplemente homosexuales. Lo malo es que hay familias que, antes de tener un hijo o hija homosexual, prefieren hacerle heterosexual con el cambio de sexo. En otros casos, se trata de chicos y chicas que han sufrido abusos o presentan problemas psicológicos de distinto origen. De ahí que, hasta ahora, se haya procedido cautelosamente en las terapias, aplicando la llamada “espera observante”, antes de tomar decisiones.
Aunque no hay datos concluyentes, dado que las terapias hormonales y las cirugías de reasignación son todavía un campo experimental, se sabe que facilitan el desarrollo de distintas enfermedades, aparte de que también producen esterilidad. Y estos efectos adversos son irreversibles, a pasar de lo que afirman los profesionales promotores del transgenerismo, que optan por castrar a niños y niñas sin mayores evaluaciones ni esperas previas.
Las celebrities aliadas
Famosos actores, actrices, cantantes, modelos, influencers, productos del showbusiness, están ahí para marcar tendencias que ejercen un gran poder de atracción e imitación sobre sus fans y seguidores. Del mismo modo que están prestando un valioso servicio a la industria de las madres de alquiler, también son propagandistas del transgenerismo. Angelina Jolie, por ejemplo, contó al mundo que a su hija, ya con tres o cuatro años, “le gustaba vestirse como niño, ella quiere ser niño. Entonces le tuvimos que cortar el cabello. Ella piensa que es uno más de sus hermanos”. Hoy la criatura tiene 13 años y está sometida a tratamiento hormonal. Porque, claro, según la reaccionaria ideología transgenerista, si una niña de cuatro años rodeada de niños prefiere ropa y juegos “de niños”, es porque es niño.
De las organizaciones a los medios de comunicación y las escuelas
El prestigioso –y en progresivo deterioro– Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS por sus siglas en inglés) tiene conciertos con clínicas donde se aplica la terapia de reasignación a niños y adolescentes. El más conocido es el Tavistock Institute, cuyos orígenes están ligados a la inteligencia militar británica. Ahora constituye el Tavistock & Portman NHS Trust, a cuyo Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (Gender Identity Development Service -GIDS) se deriva a los menores con presunta “disforia de género”. La tarea se la facilita el propio Estado.
Hay un creciente número de jóvenes que han pasado por la terapia de reasignación –y muchos de ellos también por cirugía–, que se han arrepentido y desean volver a su sexo original. Cientos de ellos han formado una asociación de autoayuda
En 2014, la BBC comenzó a introducir cuñas en los espacios infantiles televisivos, donde la directora general de Tavistock, Polly Carmichael, contaba a los jóvenes los “beneficios” de tomar hormonas y bloqueadores de la pubertad (completados más adelante con cirugía de reasignación). Estas cuñas se repitieron en numerosas ocasiones a partir de entonces. Esta publicidad, junto al trabajo proselitista que el gobierno permite introducir en los programas escolares a cargo de entidades transgeneristas como Mermaids y Stonewall (3), entre otras, hizo posible que la demanda de atención en el Tavistock & Portman Trust haya experimentado un ascenso de más de un 400 por cien desde 2014. Según un reciente informe de Government Equalities Offices, se estima que hoy en Reino Unido hay entre 200.000 y 500.000 personas transgénero (del 0,4 al 0,7 % de la población total).
Una industria millonaria y en crecimiento
La prensa económica es clara al respecto. El mercado para la cirugía de Reasignación de Sexo en 2019 generó más de $316 millones y se calcula que entre 2020 y 2026 aumentará un 25,1%. Entre los factores que apuntalan esta previsión de crecimiento señala, entre otros, las políticas favorables de los gobiernos. Citan, por ejemplo, la ley estadounidense Affordable Care Act que provee seguros a las personas «transgénero y de género no conforme”.
El multimillonario negocio del «transgenerismo» en cifras
En un país, como EE.UU, donde muchos diabéticos recurren a la insulina de perro porque no pueden pagar el alto precio de la destinada a humanos, el gobierno se muestra generoso con quienes desean pasar por el quirófano para cambiar de sexo. Pero incluso con seguro, pocas personas pueden hacer frente al coste del tratamiento hormonal para la “transición”. Por ejemplo, en el centro del doctor-estrella Stephen Rosenthal, para un niño de 10 años que tome bloqueadores de la pubertad (Lupron) hasta los 16, el precio puede superar los $86.000.
Lo posmoderno traía a lo premoderno escondido bajo el delantal. La izquierda posmoderna, servidora del transgenerismo -mientras tras bambalinas la derecha calla y otorga- no hace sino alimentar a la bestia; porque la oposición popular al transgenerismo intentarán capitalizarla los grupos fascistas y los fundamentalismos religiosos
La prensa económica no oculta que la investigación tanto científica como social que se realiza en diferentes Universidades será un buen aliado para la expansión de este mercado. Lo que no dicen, obviamente, es que los estudios que salgan a la luz serán los que canten las bondades de los tratamientos hormonales y quirúrgicos de reasignación, porque los críticos seguirán siendo silenciados cuando no suprimidos “para no ofender”.
Cuestionamiento, censura y cambio de tendencia
En Reino Unido vemos cómo los problemas derivados del transgenerismo comienzan a aflorar a un triple nivel. Hay, en primer lugar, un creciente número de jóvenes que han pasado por la terapia de reasignación –y muchos de ellos también por cirugía–, que se han arrepentido y desean volver a su sexo original. Cientos de ellos han formado una asociación de autoayuda.
En segundo lugar, ya son más de 40 los terapeutas empleados por el Tavistock & Portman Trust que han dimitido y dado a conocer públicamente sus quejas de que la institución se apresura a aplicar a los niños y niñas la terapia de reasignación sin una evaluación previa suficiente. Todo ello a costa de verse censurados y coaccionados.
Uno de los terapeutas dimitidos, el doctor Marcus Evans, que fue director clínico asociado en Tavistock & Portman NHS Trust, explica cómo en los últimos años, junto al vertiginoso aumento de demandas de cambio de sexo, ha habido también un brusco cambio en la composición de los menores que buscan tratamiento. Antes, una significativa mayoría eran varones; ahora son sobre todo chicas. Y añade: “No entendemos cabalmente lo que está sucediendo en esta compleja área, y es esencial examinar el fenómeno sistemática y objetivamente. Pero esto se ha vuelto difícil en el ambiente actual, ya que continuamente se cierra el debate entre acusaciones de transfobia (…) este régimen de censura de facto está dañando a los niños”.
Ya son más de 40 los terapeutas empleados por el Tavistock & Portman Trust que han dimitido y dado a conocer públicamente sus quejas de que la institución se apresura a aplicar a los niños y niñas la terapia de reasignación sin una evaluación previa suficiente
Para Evans y otros científicos como James Cantor, los centros que se apresuran a aplicar la Terapia Hormonal de Reasignación “parecen hacerlo más por ideología política que por las necesidades clínicas de los niños (…). En parte, esta tendencia radica en la idea caprichosa de que todo el mundo –niños incluidos– posee una identidad de género innata, equivalente a un alma religiosa, que uno descubre y alimenta”.
Pero el lobby transgenerista es poderoso. Su presión ha logrado clausurar investigaciones en curso. En 2017, por ejemplo, la Spa University (Bath, Inglaterra) denegó la renovación de un estudio dirigido por el psicoterapéuta James Caspian sobre pacientes que desean revertir su cirugía de reasignación. La razón dada por la Universidad fue –en palabras de Caspian– que “podría levantar las críticas en las redes sociales, y las críticas a la investigación serían críticas a la universidad, y añadían que era mejor no ofender a la gente”.
En tercer lugar, crecen las denuncias de padres y pacientes contra Tavistock por prácticas poco éticas. Tres demandantes han logrado reunir más de 37.000 libras mediante crowdfunding para pagar las costas del proceso. Paralelamente toma cada vez más impulso la oposición de las organizaciones de base –feministas aunque no sólo– a la dictadura del transgenerismo por lo que implica de pérdida de derechos para las mujeres e incluso para las personas transexuales (4).
Desde que en el otoño de 2018 se abriera la consulta de la nueva Gender Recognition Act (Ley de Reconocimiento de Género), el trabajo militante de estos movimientos ha logrado que el gobierno haya dado marcha atrás en su aprobación definitiva. En Escocia, los políticos tiemblan ante una ley que ya llaman “Vote-Killer” (asesina de votos). También en España la campaña con el hashtag “No voto traidores” puede haber contribuido a la deblacle sufrida por la coalición proponente de la Ley Trans en las recientes elecciones de Galicia y País Vasco.
Tal es el giro que en Reino Unido está dando la opinión pública, que la BBC a finales de junio pasado borró de la sección llamada “Information and Support: Gender Identity” a las entidades LGBT Foundation, Mermaids, The Gender Trust y The Gender Identity Research and Education Society (GIRES). Estas, por supuesto, han exigido explicaciones y rectificación.
El capital no tiene escrúpulos
Antes, a una niña o un niño que mostraban algún gusto o inclinación por cosas que se consideraban propias del sexo opuesto se les intentaba disuadir o corregir por varios medios. Ahora se recomienda a los padres enviarlos a terapia de reasignación hormonal. La diferencia fundamental es que este último método rinde beneficios contables a costa de la salud de los menores. Hoy hay ya una empresa de cirugía estética que vende camisetas para chicas que quieren ser chicos con los dibujos de dos cicatrices horizontales a la altura del pecho, representando la masectomía (amputación de los senos) por la que seguramente optarán (hay espacios en redes y en YouTube que fomentan estas prácticas).
Y, como, según la ideología transgenerista, las niñas de 5 años pueden mostrar claramente que su “identidad de género” es masculina, también hay empresas que fabrican pequeños penes de silicona para que se los pongan debajo de las braguitas. Mientras la industria de juguetes sexistas les ofrece muñecas y cocinitas para que aprendan el rol principal que se esperará de ellas de mayores, otras les ofrecen genitales masculinos de pega, que sus posmodernos papás les comprarán en cuanto la nena muestre interés en “cosas de niños”.
Hay, en efecto, personas transexuales que se sienten mejor con la hormonación y la cirugía. Pero para tener el derecho a ser respetadas no hace falta volver al oscurantismo del pensamiento mágico (y profundamente sexista) que fomenta la ideolgía transgenerista.
Tenemos que parar esta irracionalidad, que se está filtrando en los programas escolares. A los maestros los están entrenando para que controlen el comportamiento de sus alumnos. Si alguno o alguna se sale un milímetro del estereotipo de género, deben considerarlo «transgénero» y, por tanto, susceptible de ser derivado a terapia y tratamiento, mientras sus mayores nos veremos en riesgo de ser difamados, despedidos o incluso penalizados, si no respetamos la nueva doctrina y su neolenguaje.
Sostener que el sexo biológico es real, que no hay lesbianas con pene y que los hombres no pueden gestar son anatemas. Expresar esta opinión le ha costado el despido a una profesora asociada de Antropología en una Universidad canadiense. Es el último caso conocido de una larga serie. Si sigue la tendencia, de los profesionales la represión pasará al resto de sectores laborales.
Lo posmoderno traía a lo premoderno escondido bajo el delantal. La izquierda posmoderna, servidora del transgenerismo –mientras tras bambalinas la derecha calla y otorga– no hace sino alimentar a la bestia; porque la oposición popular al transgenerismo intentarán capitalizarla los grupos fascistas y los fundamentalismos religiosos. Por ello debemos estar alerta y destapar su carácter reaccionario y retrógado, que pone en peligro derechos logrados durante mucho tiempo de lucha.
Notas y referencias bibliográficas:
(*) Usamos el término «transgenerismo» para designar una ideología basada en las supuestas «identidades de género», no al colectivo de personas transexuales.
(1) En Yogyakarta (Indonesia) se reunieron varios ex-funcionarios de la ONU para sentar las bases del reconocimiento de la “orientación sexual” y la “identidad de género” como derecho humano.
(2) El ghostwriting (lit escritura fantasma) consiste en que una compañía farmacéutica encarga a una empresa médica que uno o varios de sus doctores firmen un artículo que ya se les da escrito, a cambio por supuesto de una remuneración.
(3) No es un dato baladí que Stonwall esté patrocinada por multinacionales como CocaCola, Adidas y Pierson, entre otras; y que Marmaids haya hecho campañas junto con Starbucks.
(4) Algunas personas transexuales, como Miranda Yardley, opinan que la ley que permite cambiar legalmente de sexo sólo con la autoidentificación les borra del mapa como grupo distintivo y tiene ramificaciones legales que pueden hacer retroceder los derechos conquistados en los últimos años.