
Miles de millones de personas obligadas a trabajar en condiciones de calor extremo sufren de manera desproporcionada sus efectos.
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Ilustración del dossier no. 93 del Tricontinental, La crisis ambiental como parte de la crisis del capital.
Queridas amigas y amigos,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Este verano, hubo días en ciudades tropicales en los que era insoportable caminar bajo el sol. En Mango, Togo, por ejemplo, la temperatura se elevó hasta los 44°C en marzo y abril. Los mapas de calor muestran un mundo en llamas, con lenguas de fuego rojo incandescente lamiendo el planeta desde el ecuador hacia afuera. Si la temperatura del aire ronda los 44°C, la del asfalto y las superficies de concreto puede superar los 60°C. Dado que las quemaduras de segundo grado se producen en menos de cinco segundos a 60 °C, las personas expuestas a ese calor pueden sufrir quemaduras en la piel.
Caminar por las calles de estas ciudades ardientes es suficientemente difícil con calzado. Imaginemos cómo será para los millones de personas que carecen de calzado adecuado, pero deben trabajar al aire libre durante las horas más calurosas del día. Solo unos pocos países, la mayoría de ellos en la Península Arábiga y en el sur de Europa, han prohibido trabajar al aire libre para prevenir el estrés térmico. Pero incluso en estos países, es posible ver a trabajadorxs de la construcción y de limpieza obligadxs a enfrentar el calor. Esto puede ser fatal, como se vio en Qatar durante la construcción de los estadios para la Copa Mundial de la FIFA de 2022.
Un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por su sigla en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), titulado Cambio climático y estrés térmico en el lugar de trabajo, señala que el 70% de la fuerza laboral global –2.400 millones de trabajadorxs– está en riesgo de exposición a calor excesivo. El informe señala que, por cada grado sobre los 20°C, la productividad de lxs trabajadorxs disminuye entre un 2% y un 3%. Lxs trabajadorxs que se esfuerzan bajo el sol ardiente sufren golpes de calor, deshidratación, disfunción renal y trastornos neurológicos de diversa índole. Resulta sorprendente que no exista un número preciso de muertes globales en el lugar de trabajo debido al estrés térmico.
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Portada del dossier no. 93 del Tricontinental, La crisis ambiental como parte de la crisis del capital. Fotografía de ©️ Sebastião Salgado.
Una noticia alentadora del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) es que ha creado un comité para elaborar el Informe Especial sobre Cambio Climático y Ciudades (que se publicará en marzo de 2027). El único estudio importante que tenemos del IPCC sobre centros urbanos es el sexto capítulo de su informe de 2022, titulado Ciudades, asentamientos e infraestructura clave. Su principal conclusión fue que los 1.000 millones de personas que viven en asentamientos urbanos informales en el Sur Global se encuentran en zonas de gran vulnerabilidad ante desastres inducidos por el clima, como inundaciones y sequías. Las infraestructuras verdes y azules que mitigan los desastres climáticos, como los manglares y los humedales, están siendo privatizadas, construidas y degradadas, lo que reduce aún más la capacidad de adaptación de las ciudades en crecimiento. Con base en esta investigación, el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED, por su sigla en inglés) ha estado estudiando las olas de calor estivales en las ciudades y concluyó, en su informe del 30 de septiembre de 2025 que en 40 de las ciudades más pobladas del mundo el número de días al año en que la temperatura superó los 35°C ha aumentado un 26% desde 1994. Las ciudades representan el 70% de las emisiones globales y del consumo de energía. Esperamos que el informe del IPCC previsto para 2027 considere el estrés térmico que soporta de manera desproporcionada la clase trabajadora internacional y suscite un mayor debate sobre las ciudades y el cambio climático.
Por ahora, les animo a todxs a descargar, leer, compartir y debatir nuestro último dossier, La crisis ambiental como parte de la crisis del capital. Escrito por nuestro equipo en Brasil, este texto llega en vísperas de la trigésima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o COP 30, que se celebrará el próximo mes en Belém, Brasil. Será compartido y debatido en reuniones previas en todo el mundo con quienes forman parte de la lucha por la justicia climática.
Tenemos poca fe en el proceso de las COP, ya que todo el aparato parece haber sido tomado por capitalistas del greenwashing [lavado verde] que quieren continuar con las viejas costumbres mientras se hacen pasar por salvadores. Por ejemplo:
Según una publicación de Global Witness, a 636 lobbistas de combustibles fósiles se les concedió acceso a la COP 27 en Sharm El Sheikh, Egipto. Esto significa que había “el doble de lobbistas de combustibles fósiles que de delegadxs de la circunscripción oficial de la ONU para los pueblos indígenas”.
Según el artículo de Kick Out Big Polluters, 2.456 lobbistas de combustibles fósiles asistieron a la COP 28 en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, por lo que este grupo era más numeroso que casi todas las delegaciones de la reunión.
En la COP 29 en Bakú, Azerbaiyán, hubo más lobbistas de combustibles fósiles que todas las personas delegadas de los diez países más vulnerables al cambio climático.
No obstante, seguimos creyendo que el proceso de las COP revitaliza los debates necesarios para formar y sostener la conciencia de los movimientos populares.
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Ilustración del dossier no. 93 del Tricontinental, La crisis ambiental como parte de la crisis del capital.
Entre los numerosos puntos importantes de nuestro dossier, me gustaría destacar ocho reivindicaciones de una agenda para enfrentar la crisis medioambiental impulsada junto con el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil:
Exigir responsabilidades al Norte Global por la deuda ecológica. Los antiguos Estados coloniales han abusado del presupuesto de carbono y han hecho compromisos vacíos con el Fondo Verde para el Clima. Es hora de que paguen.
Poner fin al greenwashing. Rechazar la idea de los mercados de carbono y los esquemas de compensación que mercantilizan los bienes comunes (aire, biodiversidad y bosques).
Abogar por el control comunitario, y no corporativo, de la política ambiental.
Impulsar la reforma agraria y defender las tierras del campesinado y las comunidades indígenas. Establecer constitucionalmente e implementar la redistribución de la tierra, los derechos colectivos sobre la tierra, el control sobre las semillas y la protección de la biodiversidad.
Construir la soberanía alimentaria e hídrica. Sustituir los monocultivos orientados a la exportación por sistemas alimentarios agroecológicos y cooperativos que democraticen la producción y la distribución de alimentos. Priorizar el derecho a la alimentación sobre el derecho a lucrar con los alimentos.
Hacer cumplir la reforestación bajo control comunitario. Proteger las grandes selvas tropicales que son sumideros de carbono.
Penalizar el ecocidio. Construir regímenes legales para sancionar a las corporaciones transnacionales que destruyen la naturaleza y procesarlas tanto en sus países de origen como en los lugares donde cometen los crímenes.
Implementar una transición energética justa, planificada y socializada. Las nuevas formas de energía deben ser controladas democráticamente y no utilizarse para la especulación financiera.
Estamos animadxs por debatir estos puntos en nuestras comunidades de todo el mundo. Estos debates no deben tener lugar a puertas cerradas.
Para ampliar aún más la discusión en torno a la COP 30, nuestro investigador José Seoane ha producido un podcast en español llamado Los pueblos frente a la crisis climática, pueden escuchar el primero de tres episodios aquí.
Las fotografías de este dossier pertenecen a la notable colección de Sebastião Salgado (1944-2025), amigo del MST, que fundó un instituto para la reforestación en su ciudad natal, Minas Gerais. Es poco conocido que Salgado comenzó su carrera como economista en la Organización Internacional del Café (OIC), una entidad respaldada por la ONU. Fueron sus visitas a las plantaciones de café en todo el mundo las que despertaron su aprecio por el poder de la clase trabajadora. Cambió su pluma por una Pentax de 35 mm.
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Ilustración del dossier no. 93 del Tricontinental, La crisis ambiental como parte de la crisis del capital.
El 13 de marzo de 2024, Julio César Centeno fue a trabajar a los huertos de naranjos y limoneros propiedad del Grupo Ledesma, una de las empresas más lucrativas de Argentina, que en los últimos 12 meses reportó ingresos de 823 millones de dólares. Estos huertos se encuentran en la provincia de Jujuy, al norte de Argentina, en la localidad de Libertador General San Martín, llamada así por uno de los próceres de las guerras de independencia de Sudamérica contra España. Ese día, la temperatura en los campos superó los 40°C. Centeno, también conocido como Penano (el Sufridor) y Brujo, comenzó a quejarse de estrés térmico poco después de que comenzara su jornada laboral a las 10 de la mañana. Pero no hubo tregua. Contratado por ManpowerGroup, una proveedora transnacional de mano de obra temporal con sede en Estados Unidos, Centeno se vio obligado a seguir subiendo escaleras altas para cosechar limones. Al mediodía, sufrió una convulsión y se desmayó. La ambulancia tardó una hora en llegar, tras lo cual se abrió camino hasta el Hospital Regional Oscar Orías. Lxs médicxs intentaron reanimarlo, pero murió de un shock séptico.
Ledesma, que tiene un historial nefasto, habiendo hecho desaparecer a decenas de trabajadorxs durante la dictadura argentina de 1976-1983, no se detuvo. Impasible ante la muerte de Centeno, la empresa obligó a lxs trabajadorxs, que cosechan 500 kg de fruta al día, a volver a los huertos. La Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) emitió una declaración de solidaridad dos días después, pero estxs trabajadorxs contratadxs no tienen ningún poder real para presionar a la empresa.
La muerte de Centeno no es algo inusual. Existen innumerables relatos de trabajadorxs contratadxs sin protecciones legales ni sindicales que mueren por estrés térmico, quemadxs vivxs por las ganancias.
Cordialmente,
Vijay