Fuentes: Voces del Mundo
Al matar a Ismail Haniyeh, el jefe de la oficina política de Hamás en Teherán, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha enviado el mensaje más claro hasta ahora a Irán y a los movimientos de resistencia de que quiere una guerra regional.
Al negar cualquier participación o conocimiento previo del ataque con drones que mató a Haniyeh, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, dañó aún más la maltrecha credibilidad de Washington.
Los funcionarios de seguridad estadounidenses informaron a los periodistas una hora después del ataque de que un miembro de alto rango del Eje de la Resistencia había sido asesinado. No especificaron dónde ni a quién, y en un principio se pensó que se trataba de un segundo ataque en el Líbano, después del que se dirigió contra Fuad Shukr, el comandante militar de mayor rango de Hizbolá y mano derecha del líder Hassan Nasrallah.
Pero lo que es seguro es que los funcionarios de seguridad estadounidenses conocían el ataque con aviones no tripulados contra Haniyeh a los pocos minutos de que ocurriera. Presentar a Netanyahu como un líder en manos de fascistas mesiánicos judíos al ordenar este ataque es sólo la mitad de la historia.
Cuando lo conocí hace dos décadas como un paria político apodado extremista por mis anfitriones sionistas liberales, Netanyahu solo tenía una idea que transmitir: Irán era la nave nodriza. Hamás y Hizbolá eran solo sus portaaviones.
La creencia de toda la vida de Netanyahu de que conducirá a su nación a la victoria aplastando la causa nacional palestina e impidiendo que un Estado vea la luz del día no puede descartarse nunca.
Hoy podría pensar que está a punto de lograr su mayor logro político como primer ministro de Israel con más años en el cargo, al arrastrar a Estados Unidos y Gran Bretaña a una guerra con Irán.
Negociaciones interrumpidas
Netanyahu también envió otros mensajes al matar a Haniyeh, que no tuvo participación en el ataque de Hamás del 7 de octubre y cuya oficina estaba a cargo de las negociaciones con los mediadores Qatar y Egipto.
Netanyahu ha destruido las negociaciones y cualquier idea de recuperar con vida a los rehenes. Esto ya debería haber sido obvio en la última ronda de conversaciones en Roma, donde la parte israelí multiplicó sus condiciones en torno a la primera fase del acuerdo.
También fue evidente en la última visita de Netanyahu a Rafah, donde prometió que Israel mantendría el control indefinido del corredor Filadelfia.
El primer ministro qatarí Mohammed bin Abdulrahman Al Thani se preguntó cómo pueden continuar las negociaciones cuando Israel ha asesinado a su contraparte negociadora.
En realidad, Haniyeh era uno de los miembros de un comité negociador que seguirá adelante sin él.
La reacción mordaz de Al Thani estaba dirigida a Netanyahu, que ha hecho todo lo posible para aumentar las tensiones regionales y socavar la posición de la administración estadounidense sobre un alto el fuego permanente y su oposición constante a abrir un segundo frente en el Líbano.
Al matar a un hombre apacible como Haniyeh, que no se escondía bajo tierra, sino que vivía al aire libre y que dedicó su carrera a las negociaciones y al compromiso con el mundo islámico en Qatar, Turquía e Irán, Israel ha matado a un líder que algún día podría necesitar para negociar una hudna, o alto el fuego a largo plazo.
Fuera de la ecuación
En persona, Haniyeh era amable, de modales suaves, un oyente atento, modesto: el diplomático completo. Nunca fue de los que hablaban mal de Fatah o del presidente palestino Mahmud Abbas.
Si, como ahora, debe ser obvio incluso para el ejército israelí, que no podrá derrotar o inutilizar a Hamás en Gaza, Israel necesitará gente de Hamás con la que negociar. Acaban de matar a uno de ellos.
Desde un punto de vista estratégico, la acción de Israel es una locura. No es mi palabra, sino la que utilizó el exgeneral israelí Amiram Levin, quien agregó, con cierta sutileza, que las “fuerzas de seguridad deberían haberse opuesto firmemente” a la operación.
Incluso sin un alto el fuego, Haniyeh valía más para Israel vivo que muerto.
Israel podría haber argumentado de manera plausible ante una audiencia occidental que no entregaría a Netanyahu y al ministro de Defensa Yoav Gallant a la Corte Penal Internacional en La Haya mientras otro de los nombrados en la solicitud de órdenes de arresto de la CPI, Haniyeh, fuera libre de vivir en Qatar y vagar por la región.
Inevitablemente, se habría ejercido presión sobre Qatar para que lo entregara y expulsara a la oficina política de Hamás.
Ahora que está fuera de la ecuación, Israel ha perdido esa excusa. Todo esto lo ha logrado matando a Haniyeh.
Hamás fortalecido
De lo que Netanyahu puede estar seguro es de que no ha debilitado a Hamás.
Bien al contrario. Haniyeh, un hombre modesto que perdió a 60 miembros de su familia, incluidos hijos y nietos, a manos de Israel en esta guerra, pasará a la historia como uno de los mayores mártires de Hamás.
En el momento en que Haniyeh se enteró de que sus hijos y nietos habían muerto en automóviles machacados por las fuerzas israelíes durante el Eid, estaba visitando un hospital en Doha donde estaban tratando a palestinos heridos de Gaza. Se limitó a decir: «Que Dios tenga piedad de ellos», pero se negó a interrumpir su visita. El vídeo se volvió viral, porque decía más de lo que podrían haber hecho las palabras sobre su capacidad para poner la causa palestina por encima de su dolor personal como padre.
Israel ha matado a innumerables líderes y comandantes de Hamás, y el movimiento no ha hecho más que crecer, en reclutas, armamento e influencia política. Hoy, las encuestas muestran que Hamás ganaría en Cisjordania si se permitiera que se celebraran elecciones libres allí.
El Hamás que ha resistido el ataque de Israel sobre Gaza durante diez meses es mucho más grande y tiene más capacidad que el Hamás de los días del jeque Ahmed Yassin. El fundador de Hamás, tetrapléjico, murió cuando un helicóptero artillado israelí le disparó un misil cuando lo trasladaban en silla de ruedas desde la oración del Fajr en Gaza. Haniyeh era su jefe de personal. Ese asesinato fue condenado internacionalmente.
El valor de Hamás ha subido, no bajado, en Palestina y en el mundo árabe y musulmán desde el ataque del 7 de octubre. Esta es la única razón por la que Abbas, de 88 años, que ha roto continuamente los acuerdos de reconciliación, rindió homenaje el miércoles a su rival asesinado.
Abbas condenó el asesinato como «un acto cobarde y un acontecimiento peligroso», y llamó a los palestinos a unirse. Abbas habló por miedo y necesidad política, no por amor a Hamás.
A los pocos días de que se negociara en Pekín un acuerdo de reconciliación entre las facciones palestinas, las fuerzas de seguridad de Abbas intentaron, sin éxito, detener a un comandante herido del Batallón Tulkarem en un hospital de la Cisjordania ocupada.
De modo que pueden estar absolutamente seguros de que Abbas no tiene intención de unificar a Fatah con las demás facciones palestinas. El negociador de Fatah en Pekín puede haber sido sincero, pero para Abbas, Pekín era sólo una fachada. No supuso ninguna diferencia sobre el terreno en la Cisjordania ocupada.
Fuego en la región, fuego en casa
Tampoco es una coincidencia que el asesinato de Haniyeh se ordenara un día después de que fascistas israelíes y miembros de extrema derecha de la Knesset irrumpieran en un centro de detención en un intento de impedir que se detuviera a unos soldados por violar a un preso palestino.
Prender fuego a la región es la única respuesta de Netanyahu a los incendios que se están desatando en su casa y en su puerta.
Cientos de detenidos han salido a la luz con relatos desgarradores sobre el tristemente célebre centro de detención de Sde Teiman. Middle East Eye fue el primero en informar sobre el uso de barras de hierro, descargas eléctricas, perros y quemaduras de cigarrillos para torturar a los detenidos palestinos en los centros de detención israelíes.
Omar Mahmud Abdel Qader Samud, que estuvo detenido durante más de 42 días, dijo que una de las habitaciones de la instalación era conocida como la “discoteca”.
“Un soldado me arrastró por el suelo, desnudo y esposado, y me colocó sobre una alfombra”, dijo Samoud a MEE. “Los soldados me rociaron con agua helada y colocaron un ventilador delante de mí. Me dejaban durante unos días, sin comida ni agua y sin la posibilidad de levantarme e ir al baño. Me oriné encima y supliqué clemencia, pero no les importó.
“Los soldados me pateaban en todas partes del cuerpo”, añadió. “Imagínate desnudo, esposado en el suelo con cinco o seis soldados pateándote con sus botas, golpeándote con armas y bates. Luego me pidieron que me sentara. ¿Cómo iba a sentarme? Cuando no podía seguir sus órdenes, me golpeaban aún más fuerte. Me destrozaron por completo. Pensé que esa pesadilla nunca iba a terminar”.
Un mes después, un médico anónimo que trabajaba en el mismo centro dijo que le amputaron miembros debido a las heridas causadas por las esposas y señaló: “Todos somos cómplices de infringir la ley”.
Nadie fue detenido; no se investigó nada. Pero a medida que aumentaba la presión de la CPI sobre los crímenes de guerra en Gaza, junto con el caso de genocidio en curso en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, los fiscales militares israelíes se sintieron obligados a actuar.
Israel no podía argumentar que existía un proceso judicial interno para examinar tales acusaciones de tortura durante la detención, si el Estado no lo utilizaba. Nueve soldados acusados de abuso sexual contra un detenido, que llevó a que fuera hospitalizado con graves heridas en el recto, fueron arrestados.
Colapso del Estado
Lo que sucedió a continuación fue un colapso total del Estado, similar al asalto al Congreso de 2021 por parte de los partidarios de Trump.
Los arrestos fueron respondidos con manifestaciones furiosas en las puertas de Sde Teiman, con varios manifestantes que traspasaron temporalmente las puertas. Entre los manifestantes había soldados reservistas, así como dos parlamentarios de extrema derecha: Zvi Sukkot, miembro del movimiento sionista religioso, y el ministro de Patrimonio Amichai Eliyahu, del partido Poder Judío.
La policía tardó tres horas en llegar. Herzi Halevi, jefe del Estado Mayor del ejército, tuvo que interrumpir una reunión de defensa sobre la respuesta de Israel al reciente ataque a los Altos del Golán para abordar la crisis. El ejército y la policía se culparon mutuamente por la ruptura del orden público.
Durante un tiempo, los soldados acusados se atrincheraron en Sde Teiman y utilizaron gas pimienta para defenderse de la detención, antes de ser finalmente detenidos.
Es un error que cometen a menudo quienes se proclaman amigos de Israel al presentar esas escenas como una lucha entre moderados y la extrema derecha mesiánica. Esto es totalmente ilusorio, porque los “moderados” están totalmente de acuerdo con continuar la campaña asesina en Gaza. Los “moderados” votaron a favor del reciente proyecto de ley de la Knesset que rechaza el establecimiento de un Estado palestino.
En lo que difieren es en los medios, no en los fines.
Los israelíes que se aferran a su identidad occidental son maestros consumados en apoderarse de tierras palestinas en rebanadas de salami, de manera sutil, silenciosa, sin grandes alardes, pero con paciencia, una propiedad, una calle, un caso judicial a la vez. Les importa su imagen, que los llamen parias globales y que se les atribuya la etiqueta de apartheid o de crímenes de guerra.
Por otra parte, a la derecha sionista religiosa no le importa un comino la opinión mundial ni los tribunales internacionales. Quieren la anexión de Cisjordania ya. Cuanto antes ocurra, mejor.
Llamémoslo sionismo de dos velocidades, pero el objetivo es el mismo: una solución de un solo Estado en el que el Estado moderno de Israel domine, si no se superponga, a la Tierra de Israel bíblica, la tierra desde el río hasta el mar.
Fracturas cada vez más profundas
Pero también es un error restar importancia a las fracturas cada vez más profundas dentro de Israel, que se están produciendo en medio de una gran guerra.
Israel se presenta al mundo exterior como el único Estado funcional en un vecindario de Estados fallidos. No es necesario construir un Estado en Israel, se jactó Netanyahu una vez ante los políticos estadounidenses en una de sus muchas apariciones ante el Congreso: “Ya estamos construidos”.
Pero ese Estado también está mostrando claras señales de fracaso.
Napoleón y Hitler estaban en la cima de sus poderes, y sus respectivos ejércitos habían domado a Europa bajo sus botas militares, cuando cada dictador pensó que sería una buena idea atacar a Rusia.
Por lo tanto, Netanyahu también está poniendo en peligro todo lo que Israel ha logrado al establecer un Estado fuerte al crear abiertamente las condiciones para una guerra regional.
El ejército israelí sabe la verdad: matar a Haniyeh era lo último que debían hacer si querían ver a alguno de sus rehenes de vuelta con vida. Saben que no están preparados para atacar el sur del Líbano porque no tienen suficientes tanques ni municiones.
Saben lo bien armados que están Hezbolá, los hutíes y otros grupos de la resistencia, y lo eficaces que son sus cohetes. Conocen la geografía y las distancias, y la vulnerabilidad de la población y la economía de Israel a una guerra en cinco frentes simultáneamente. Cuando Hizbolá amenaza con cerrar el aeropuerto Ben Gurion o con destruir la red eléctrica israelí, no son amenazas vacías.
Los estamentos de seguridad israelíes también saben que corren el peligro de perder el mando y el control de sus tropas, y si dan la orden de retirarse, muchas unidades pueden no obedecer.
Israel, bajo el liderazgo de Netanyahu, está cometiendo el error clásico de todas las potencias coloniales: está exagerando en la creencia mesiánica de que los judíos son realmente el pueblo elegido de Dios, que la Biblia ordenó todo lo que está sucediendo ahora y que Israel puede lograr su objetivo de una victoria militar completa.
Es precisamente en este momento cuando está en su punto más vulnerable y cuando el proyecto podría derrumbarse.
En los últimos años del apartheid, el régimen sudafricano se puso en marcha a toda máquina. Decidió derrocar al gobierno de Angola, instalar un régimen títere en Namibia y atacar a Zimbabwe, Botswana y Zambia, todos proyectos infructuosos que no podían evitar el colapso del régimen. El Israel de Netanyahu está siguiendo el mismo camino.
Por nada más que la autopreservación, quienes lo comprendan deberían actuar antes de que Netanyahu los involucre en una guerra que no podrían detener, y mucho menos ganar.
David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.
Texto original Middle East Eye, traducido del inglés por Sinfo Fernández.