El arma secreta de Estados Unidos en Oriente Medio: los yihadistas

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Más de seis años después de declarar la victoria sobre el Califato Islámico, los informes de inteligencia irakíes indican ahora que miles de yihadistas escaparon ilesos, bajo la protección de las tropas estadounidenses en dos zonas del oeste de Irak.

El Califato Islámico tenía más de 35.000 combatientes en Irak en su apogeo: 25.000 de ellos murieron, mientras que más de 10.000 simplemente “desaparecieron”. Cientos de combatientes del Califato Islámico huyeron a Turquía y Siria a finales de 2017. Después de que Abdullah Qardash fuera nombrado dirigente del Califato Islámico en 2019, tras la muerte del califa Abu Bakr al-Baghdadi, el nuevo califa comenzó a reestructurar la organización y ordenó a sus seguidores que regresaran a Irak. La organización aprovechó la larga frontera con Siria, los disturbios en materia de seguridad y la diversidad de fuerzas en ambos lados de la frontera para infiltrarse nuevamente en territorio irakí.

Los miembros del Califato Islámico encarcelados admiten que infiltrarse en esa frontera no es una tarea fácil, debido al estricto control impuesto por los guardias fronterizos irakíes y al uso de tecnología moderna, como las cámaras térmicas. Es necesario que a los terroristas les ayuden intermediarios capaces de atravesar o eludir las fortificaciones para cruzar las fronteras.

Estados Unidos desempeña un papel clave en las violaciones fronterizas. Varios incidentes confirman la asistencia estadounidense para asegurar las rutas de cruce de los miembros del Califato Islámico, principalmente bombardeando unidades irakíes en la frontera, particularmente las Unidades de Movilización Popular (PMU), para crear espacios para que los combatientes del Califato Islámico crucen la frontera.

Hay informes confirmados de que helicópteros Chinook estadounidenses transportaron combatientes desde el este de Siria al desierto de Anbar en el oeste de Irak y a Jebel Hamreen en el este del país.

Las preocupaciones internacionales por las guerras de Gaza y Rusia-Ucrania han permitido al Califato Islámico recuperar sus efectivos, al tiempo que sigue beneficiándose del apoyo logístico interno y externo.

Los padrinos del terrorismo yihadista

El valle de Huran es el más grande de su tipo en Irak. Se extiende 369 kilómetros desde la frontera entre Irak y Arabia Saudita hasta el Éufrates, cerca de la ciudad de Haditha en la provincia de Anbar. Su topografía está marcada por vertiginosos acantilados con una altura de 150 a 200 metros, e incluye las colinas que rodean los valles bajos que se extienden por los alrededores.

Sigue siendo uno de los entornos estratégicos más peligrosos del estado. Los grupos terroristas lo utilizan como refugio debido a su paisaje desértico y su distancia de las zonas urbanas congestionadas. Ha sido escenario de numerosos incidentes de seguridad, incluido el de diciembre de 2013, cuando el Califato Islámico mató al comandante de la séptima división del ejército irakí, a su asistente, al director de inteligencia de la provincia irakí de Anbar, a ocho oficiales y a trece soldados.

El parlamentario irakí Hassan Salem pidió una operación militar para limpiar el valle de Huran de terroristas. Confirmó que “hay miles de miembros del Califato Islámico en este valle recibiendo entrenamiento en campos privados, bajo protección estadounidense”, señalando que las tropas estadounidenses han “transferido a cientos de miembros del Califato Islámico de diferentes nacionalidades”.

La política exterior estadounidense está plagada de evidencia histórica de la creación de milicias armadas en Asia occidental y América Latina, que a menudo utilizan esas organizaciones para derrocar a los gobiernos de los países objetivo. Washington no tiene ninguna renuencia a aliarse con yihadistas, principalmente debido a su participación directa en el armamento y financiación de los muyahidines afganos, de donde surgieron los talibanes y Al-Qaeda.

Hay una conexión de larga data entre Estados Unidos y el Califato Islámico. Los dirigente del grupo terrorista se encontraban entre los reclusos de la prisión de Camp Bucca en el sur de Irak, un centro de internamiento dirigido por el ejército estadounidense. La lista de los terroristas más peligrosos capturados y luego liberados por los estadounidenses es bastante extraordinaria: el dirigente del Califato Islámico Abu Bakr al-Baghdadi, su sucesor Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi, Abu Mohammed al-Adnani, Abu Muslim al-Turkmani, Haji Bakr, Abu Abdulrahman al-Bilawi, Abu Ayman al-Iraqi, entre otros.

Camp Bucca, famoso por los abusos contra sus detenidos, reunió a elementos yihadistas, dejó que esa fórmula explosiva se cocinara a fuego lento durante seis años (2003-2009) y luego liberó a los yihadistas, ahora bien organizados en red.

Los clérigos del Califato Islámico incluso afirman que aprovecharon su tiempo en la prisión para lograr que los prisioneros se comprometieran a unirse al grupo después de su liberación.

La inteligencia estadounidense también protegió indirectamente a la organización terrorista, al permitir que los convoyes del Califato Islámico se movieran entre ciudades que entonces estaban bajo su control. Otras formas de protección, según los expertos en seguridad irakíes, incluyen negarse a implementar las sentencias de muerte dictadas por los tribunales irakíes contra miembros detenidos del Califato Islámico y establecer refugios seguros para los miembros de la organización en el oeste y el este de Irak.

Los yihadistas son los pequeños soldados estadounidenses en Oriente Medio

En un discurso pronunciado el 5 de enero, el secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, advirtió que Estados Unidos estaba apoyando un resurgimiento del Califato Islámico en la región. Los servicios de inteligencia del ejército libanés detuvieron recientemente a un grupo de libaneses y sirios que se preparaban para llevar a cabo atentados terroristas.

Este aumento de las actividades terroristas se produce en un momento en que la resistencia libanesa está inmersa en una batalla estratégica y militar con Israel, que podría convertirse en una guerra abierta en cualquier momento. Cabe señalar también que la renovada actividad del Califato Islámico se concentra en el Líbano, Siria, Irak e Irán, es decir en los países de apoyo político, militar y logístico a la resistencia palestina.

El 4 de enero el Califato Islámico se atribuyó oficialmente la responsabilidad de dos atentados con bombas en la ciudad iraní de Kerman, que tuvieron como objetivo ceremonias conmemorativas que marcaban el aniversario del asesinato del comandante de la Fuerza Quds, Qassem Soleimani, por fuerzas estadounidenses. Las dos explosiones mataron a unas 90 personas e hirieron a decenas más, en un ataque sin precedentes dirigido al mayor adversario israelí-estadounidense en Asia occidental, apenas un día después de que Tel Aviv matara al máximo dirigente de Hamas, Saleh al-Arouri, en Beirut.

Anteriormente, el 5 de octubre de 2023, el Califato Islámico atacó con un dron una ceremonia de graduación de oficiales en la escuela militar en la ciudad siria de Homs, matando a unas 100 personas. Estos ataques, junto con otros en Irak, Siria, Irán, Pakistán, Afganistán y África, indican que -una vez más- están aportando sangre fresca, dinero y armas a las arterias del Califato Islámico.

Las tropas estadounidenses están impidiendo que los irakíes se acerquen al valle de Huran, atacando a todas las fuerzas de seguridad que se acercan a la zona. Así ocurrió cuando aviones estadounidenses apuntaban a las PMU (Unidades de Movilización Popular) que atacaban al Califato Islámico en la región. Informes de inteligencia confirman la presencia de decenas de miembros del Califato Islámico y otras organizaciones yihadistas en el valle, donde reciben entrenamiento y equipo del ejército estadounidense.

El Comando de Operaciones de Anbar confirma esta información. “Hace unas semanas se registró una notable actividad de la organización en el oeste del país. Cerca del desierto de Rutba, se vio a combatientes del Califato Islámico cavando escondites subterráneos”. Los informes indican que la organización está llevando a cabo operaciones terroristas en muchos lugares.

Al mismo tiempo, el Califato Islámico está ampliando sus operaciones en el este de Irak, en el triángulo geográfico que incluye el este de la gobernación de Salah al-Din, el noreste de Diyala y el sur de Kirkuk, particularmente en áreas geográficamente difíciles de Makhoul, Hamrin, Ghurra, Wadi al-Shay y Zaghitun.

Las tropas estadounidenses están desplegadas en Irak precisamente con el pretexto de “luchar contra el Califato Islámico”. La semana pasada, cuatro años después de que el Parlamento irakí votara por primera vez a favor de expulsar a las fuerzas extranjeras, el Primer Ministro irakí Mohammad Shia al-Sudani habló sobre el impacto “desestabilizador” de las tropas estadounidenses y exigió una salida “rápida y ordenada” de sus unidades.

Washington no sólo respondió afirmando que no tenía “la más mínima intención” de retirarse de Irak, sino que el 14 de enero anunció que enviaría 1.500 tropas adicionales a Irak y Siria, ilegalmente y sin el consentimiento de ambos países.

El Califato Islámico gana terreno cada vez que el gobierno de Bagdad exige la retirada del ejército estadounidense de Irak. No es una coincidencia que el grupo terrorista esté reuniendo una vez más sus fuerzas para atacar a los enemigos regionales más poderosos de Washington y Tel Aviv, el Eje de la Resistencia, en el mismo momento en que Estados Unidos e Israel hacen frente a un ataque multilateral del Eje en toda la región.

Las sinergias entre los estadounidenses y el grupo terrorista más grande del mundo no pueden ignorarse: sus objetivos son los mismos, y el Califato Islámico está entrando ahora en la lucha, cuando Washington comienza a perder su control sobre Oriente Medio.

—https://new.thecradle.co/articles/reviving-isis-a-us-weapon-against-the-resistance-axis

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