Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/02/23/pers-f23.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Ulaş Ateşçi, Alex Lantier 23.02.23
El terremoto del 6 de febrero en Turquía y Siria constituye una condena devastadora para el capitalismo mundial y su horrible derroche de los recursos sociales creados por el trabajo humano.
El sismo y sus réplicas han destruido una región de 25 millones de personas. La tasa oficial de víctimas mortales confirmadas se acerca a 50.000, incluyendo al menos 42.000 en Turquía y 7.000 en Siria. Aún quedan miles y miles enterrados bajo los escombros.
Un gobernador de la zona afectada en Turquía admitió que la cifra podría superar las 150.000 víctimas, convirtiendo el terremoto en uno de los más letales en la historia moderna.
Estas muertes masivas eran prevenibles. La ciencia moderna y la tecnología permiten que la humanidad construya viviendas que soporten fuertes terremotos para minimizar la pérdida de vidas. En el terremoto de 2022 en Fukushima, Japón, de una magnitud similar a la del sismo en Turquía y Siria, solo hubo cuatro muertes.
Sin embargo, en 2023, hubo más fallecidos por el terremoto turco-sirio que por los fuertes terremotos en la misma región en los años 1759 y 847, ambos con aproximadamente 20.000 muertes. El último terremoto que posiblemente mató a más personas en la región ocurrió en el año 526, cuando hubo aproximadamente un cuarto de millón de fallecidos.
A pesar de los inmensos avances tecnológicos e industriales desde los tiempos del Imperio romano, ¿por qué los terremotos siguen cobrándose decenas o cientos de miles de vidas y dejando a millones sin hogar en temperaturas bajo cero?
La respuesta es que los Gobiernos capitalistas derrochan muchísimos recursos en las guerras y las muertes, mientras ignoran las necesidades más urgentes. Los Gobiernos y las empresas no consideran lucrativo el trabajo vital de construir viviendas resistentes a los terremotos, así que hacen la vista gorda. Esta realidad fue demostrada claramente por la ayuda anunciada por las potencias de la OTAN para las víctimas del terremoto, cuando asignan miles de millones de dólares para la guerra con Rusia que ha empujado al mundo al borde de un conflicto nuclear.
Se espera que la Administración de Biden solicite en marzo el mayor presupuesto militar de la historia de Estados Unidos, unos 900.000 millones de dólares. Bajo su dirección, las potencias de la OTAN, incluida Turquía, han proporcionado equipos militares y ayuda financiera por valor de al menos 100.000 millones de dólares a sus fuerzas interpuestas en Ucrania para hacer la guerra a Rusia. B las estimaciones estadounidenses de que Rusia ha sufrido 100.000 bajas, esto significa gastar la asombrosa cifra de un millón de dólares para matar o herir a cada soldado ruso perdido en la guerra.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, que visitó Turquía el domingo y sobrevoló en helicóptero la zona afectada por el terremoto, anunció que Washington ha aumentado la ayuda a Turquía y Siria por el terremoto de 85 millones de dólares a 185 millones. Esto equivale a solo 7,40 dólares por cada uno de los 25 millones de personas afectadas por los sismos.
El imperialismo alemán aumentó el año pasado su gasto militar en 100.000 millones de euros, embarcándose en la mayor campaña de rearme desde la caída del régimen nazi dirigido por Hitler. La semana pasada anunció que había enviado “bienes por valor de 6,9 millones de euros para las zonas afectadas por el terremoto de Turquía y 1,5 millones de euros para las de Siria”. Esto es menos de lo que cuesta uno de los tanques Leopard 2 que Berlín está enviando a Ucrania.
En Turquía, la mayor parte del presupuesto se destina al aparato militar y de seguridad. Del presupuesto turco de aproximadamente 4,5 billones de liras turcas (TL) en 2023, 390.000 millones de TL (20.700 millones de dólares) se destinaron a la maquinaria bélica. La burguesía turca presume de ser la undécima más fuerte del mundo y la potencia militar más fuerte de la región de Oriente Próximo y el norte de África. Sin embargo, no puede proporcionar a millones de sus ciudadanos una vivienda digna ni, por tanto, proteger su derecho a la vida.
Mientras el Gobierno turco se jactaba la semana pasada de haber recaudado 115.000 millones de TL (6.100 millones de dólares) en ayuda, 85.000 millones de los cuales procedían en realidad de bancos estatales, miles de personas de la zona afectada por el terremoto siguen sin tiendas ni contenedores para cobijarse. Esto obligó a muchas personas a regresar a sus casas dañadas, donde el 20 de febrero les sorprendió un nuevo seísmo de magnitud 6,4 grados. Al menos seis personas murieron y unas 300 resultaron heridas. Mientras tanto, innumerables hoteles y apartamentos permanecen vacíos en toda Turquía.
En Siria, Washington y las demás potencias imperialistas de la OTAN son los principales responsables de la catástrofe sísmica, que afectó a casi 10 millones de personas y dejó sin hogar a 5,4 millones. La guerra por el cambio de régimen que lanzaron en 2011 para derrocar al régimen del presidente Bashar al Asad dejó en escombros a uno de los países más avanzados del mundo árabe incluso antes del terremoto.
Washington y sus aliados de la OTAN, incluida Turquía, han gastado cientos de miles de millones de dólares en una guerra que mató a más de 500.000 personas y convirtió en refugiados a más de 10 millones.
Cuatro días después del terremoto, ante la indignación internacional, Washington levantó parcialmente, durante seis meses, sus paralizantes sanciones a Siria. Esta medida simbólica, que llegó demasiado tarde para los miles de personas sepultadas bajo los escombros, no fue seguida de ningún esfuerzo global de búsqueda y rescate y de ayuda. En lugar de ello, las víctimas sirias del terremoto fueron abandonadas en gran medida a su suerte.
Desde la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991, Washington ha gastado billones de dólares en guerras imperialistas y operaciones de cambio de régimen en la región. Bagdad, Kabul, Faluya, Mosul y Alepo fueron bombardeadas y convertidas en escombros antes de que este terremoto devastara la región. El desenfreno imperialista a través de Asia central y Oriente Próximo, mientras las potencias imperialistas se disputaban el dominio del mundo, costó millones de vidas.
Estas guerras interminables, llevadas a cabo por los Gobiernos de la OTAN con total indiferencia por la oposición pública en casa, prepararon el escenario para el desastre actual. La guerra indirecta entre la OTAN y Rusia que estalló en Siria cuando la OTAN trató de derrocar al régimen de Asad, respaldado por Rusia, se extendió a Ucrania después de que el golpe de Estado de 2014 en Kiev, respaldado por la OTAN, derrocara a un Gobierno prorruso. Ahora, tras haber incitado al presidente ruso Vladimir Putin a una invasión reaccionaria de Ucrania, la OTAN aboga por una economía de guerra para orientar cada vez más la industria a la producción militar.
En la sociedad globalmente integrada de hoy, los terremotos y otros problemas medioambientales críticos como el cambio climático o la pandemia del COVID-19 son problemas mundiales interconectados, que requieren una respuesta internacional coordinada. Pero es imposible concebir esa respuesta en el callejón sin salida de los Estados nación capitalistas, los cuales son dominado por oligarquías financieras indolentes respecto a los trabajadores y que exigen que todos los recursos disponibles se destinen a la guerra.
Su política en el desastre del terremoto turco-sirio, como su incapacidad para organizar cualquier respuesta coordinada a nivel mundial a la pandemia del COVID-19, que ha costado la asombrosa cifra de 20 millones de vidas, es una prueba de que estas oligarquías no están capacitadas para gobernar. Para evitar nuevos desastres y una escalada catastrófica de la guerra, es urgente que la clase obrera internacional arrebate el poder a las oligarquías y construya una sociedad socialista basada en las necesidades sociales y no las ganancias privadas.
(Publicado originalmente en inglés el 21 de febrero de 2023)