EEUU: Epstein, poder y narrativa política: claves del nuevo paquete de documentos revelado

15 de noviembre de 2025 Hora: 04:39

En uno de esos correos, Epstein destacó que “el perro que no ha ladrado es Trump”.

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La muerte de Epstein en 2019 —calificada oficialmente como suicidio, aunque rodeada de dudas— no puso fin a las preguntas fundamentales sobre quiénes se beneficiaron de su red. Foto: Archivo


La publicación de miles de correos electrónicos y documentos vinculados a Jeffrey Epstein, divulgados por el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes de Estados Unidos (EE.UU.), vuelve a colocar bajo escrutinio el complejo entramado de relaciones que el magnate mantuvo con figuras políticas, empresariales y mediáticas incluso después de su condena por delitos sexuales contra menores.

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Aunque inicialmente los demócratas difundieron solo tres correos que mencionan al presidente Donald Trump, la respuesta republicana al liberar un archivo más amplio expuso no solo la disputa partidista por controlar la narrativa, sino también la profunda opacidad que rodea el caso Epstein.

Uno de los elementos más llamativos del nuevo material es un mensaje en el que Epstein le asegura al periodista Michael Wolff que Trump “sabía sobre las chicas”, aunque el sentido exacto del comentario permanece ambiguo.

El intercambio se inserta en un contexto donde varias figuras mediáticas buscan, desde hace años, que Epstein revelara posibles vínculos comprometedores entre Trump y los entornos donde operaba su red de explotación sexual.

Pese a ello, las declaraciones públicas de Virginia Giuffre —una de las principales denunciantes, fallecida este año— siempre exculparon directamente a Trump. La imprecisión del correo, sumada a su tono informal, deja más interrogantes que certezas, alimentando la disputa política sin establecer hechos verificables.

Los documentos también muestran cómo Epstein se ocupó personalmente de defender a figuras de alto perfil, en particular al entonces príncipe Andrew de York, a quien Giuffre señaló reiteradamente como parte de la red.

En un correo de 2011, Epstein calificó a la denunciante como una «mentirosa», defendió su relación con Andrew y prometió gestionar cooperación con su equipo. Resulta significativo que, paralelamente, mantuviera conversaciones con Ghislaine Maxwell en las que ambos reconocían la exposición mediática generada por las revelaciones de Giuffre.

En uno de esos correos, Epstein destacó que “el perro que no ha ladrado es Trump”, insinuando que, pese a la frecuencia con la que Giuffre estuvo en su casa, no había formulado acusaciones en su contra. Maxwell, pieza clave del entramado, respondió mostrando interés en el comentario, lo que revela un cálculo político permanente en torno a qué nombres podían volverse detonantes del escándalo.

El nuevo paquete de correos también confirma el papel de Epstein como intermediario privilegiado entre periodistas, ejecutivos y líderes políticos, incluso años después de su condena. Los mensajes muestran a reporteros solicitándole opiniones sobre mercados financieros, relaciones internacionales y dinámicas del poder en Washington.

Esta cercanía con sectores mediáticos le permitió a Epstein influir en la cobertura sobre su caso, refutar acusaciones y promover versiones que lo beneficiaran. En uno de los correos revelados, niega haber compartido espacios privados con Bill Clinton o Al Gore en su isla del Caribe, a pesar de que la prensa estadounidense lleva años investigando la presencia de personalidades políticas en propiedades vinculadas a Epstein.

El documento más amplio publicado por los republicanos no solo busca contrarrestar una supuesta manipulación por parte de los demócratas, sino que también expone cómo el caso Epstein permanece incrustado en la lucha por el control narrativo en EE.UU.

La insistencia de la Casa Blanca y del Partido Republicano en denunciar “filtraciones selectivas” refleja una mayor preocupación por el impacto electoral de estas revelaciones que por el contenido de los abusos investigados.

Para los demócratas, en cambio, cualquier referencia de Epstein a Trump constituye un activo político, aunque las pruebas directas sobre su relación con la red ilícita sigan siendo difusas.

Más allá del enfrentamiento partidista, los nuevos correos ponen en evidencia la estructura sistémica del poder en torno a Epstein: un personaje condenado por delitos sexuales que, sin embargo, continuó intersectando con élites políticas, financieras y mediáticas de primer nivel.

La publicación de estas comunicaciones refuerza la idea de que Epstein operaba como nodo entre distintos sectores de influencia, capaz de ofrecer favores, gestionar vínculos y moldear información, incluso mientras crecía el escrutinio público sobre sus crímenes.

La muerte de Epstein en 2019 —calificada oficialmente como suicidio, aunque rodeada de dudas— no puso fin a las preguntas fundamentales sobre quiénes se beneficiaron de su red y por qué logró conservar acceso a círculos de poder durante tanto tiempo.

Los documentos liberados esta semana no cierran esas interrogantes; por el contrario, sugieren que todavía quedan capas por develar en una trama donde las fronteras entre política, medios y poder económico permanecen deliberadamente difuminadas.

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