Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/04/14/pers-a14.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Niles Niemuth
El cielo en Richmond, Indiana, una ciudad desindustrializada de 35.000 habitantes que limita con Ohio, se cubrió con una nube masiva de humo negro y tóxico el martes después se que una planta recicladora de plásticos se alzara en llamas en medio de la ciudad, poniendo en riesgo la salud de miles en toda la región.
Se emitió una orden de evacuación para cualquier residente a 800 metros del incendio, haciendo que aproximadamente 2.000 personas huyeran de sus hogares. Los residentes que viven fuera de la zona de evacuación fueron informados que permanezcan dentro de sus hogares, apaguen sus sistemas de ventilación, mantengan las ventanas y puertas cerradas y mantengan a sus mascotas dentro.
Todavía no se ha esclarecido cuáles químicos ha expulsado el fuego, que continuaba ardiendo el miércoles. Sin embargo, el jefe de bomberos del estado de Indiana, Steve Jones, dijo a reporteros que el humano “definitivamente es tóxico”.
El jefe de bomberos de Richmond, Tim Brown, reportó que la enorme planta de reciclaje de más de 16.000 metros cuadrados estaba “totalmente llena” de plásticos y era un peligro de incendio conocido. “Es muy frustrante para todos nosotros”, dijo Brown a reporteros locales, “sabíamos que no era una cuestión de si ocurriría, sino cuándo”. Se sabe que la quema de plásticos emite un conjunto de químicos cancerígenos como dioxinas, benzopireno e hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Brown señaló que el dueño de la instalación, Seth Smith, había sido citado varias veces por violaciones de seguridad y que los funcionarios de la ciudad conocían el riesgo de incendio. “Se lo habían advertido varias veces”, dijo Brown sobre Smith. “No sé exactamente cuándo fue esto, pero estábamos al tanto de la situación que enfrentábamos”.
Los funcionarios han dicho que es seguro beber el agua de la ciudad y la Agencia de Protección Ambiental reporta que no ha detectado ningún químico peligroso en el suelo, ni estireno ni benceno, que son dos de los contaminantes más comunes que produce el plástico al quemarse.
Pero los residentes tienen derecho a dudar de las afirmaciones oficiales de que todo va bien, dada la larga historia de contaminación industrial y su encubrimiento en Estados Unidos, incluidos Love Canal, el envenenamiento del agua de Flint y la contaminación de las aguas subterráneas de Hinkley, California. Los vientos dominantes están empujando la nube tóxica que emite la planta de reciclaje hacia el este, es decir, hacia la zona densamente poblada de los alrededores de Dayton, Ohio.
Este último incendio industrial en el centro del país se suma a una serie de catástrofes recientes, entre las que destaca el descarrilamiento de un tren y la “quema controlada” en East Palestine, Ohio, en febrero, que emitió una gran cantidad de sustancias cancerígenas a las aguas subterráneas y al aire. A pesar de las repetidas promesas del Gobierno y de los funcionarios de las empresas, los residentes de la zona siguen manifestando síntomas de exposición a sustancias químicas, y los análisis han detectado subproductos del cloruro de vinilo en las personas.
Las empresas contaminan sistemáticamente los barrios obreros y crean a sabiendas condiciones peligrosas en las fábricas y otros lugares de trabajo, provocando la muerte de cientos de trabajadores cada año. Luego, solo enfrentan multas leves de los reguladores gubernamentales. Los capitalistas consideran que matar y envenenar a los trabajadores y a sus familias es un mal necesario como parte de su afán de lucro. Las multas se incluyen al coste de hacer negocios.
El mes pasado, siete trabajadores fueron las víctimas más recientes de este matadero industrial. Fallecieron en una explosión en la fábrica de chocolate R.M. Palmer Company de West Reading, Pensilvania. La compañía había sido citada por incidentes en 2018 y 2019 en los que los trabajadores habían resultado heridos, lo que resultó en multas de solo $13.000 y $26.000.
También el mes pasado, BP Products North America fue multada con solo $156.250 después de que dos hermanos, Ben y Max Morrisey, murieran en una explosión e incendio en la refinería de petróleo BP Husky en Oregón, Ohio, a las afueras de Toledo, en septiembre de 2022. La dirección hizo caso omiso de las advertencias de los trabajadores sobre las peligrosas condiciones de la unidad que explotó y de sus peticiones de que se cerrara para repararla.
BP es quizás más conocida por el derrame de petróleo de 2010 en el golfo de México, en el que murieron 11 trabajadores, se envenenaron hábitats marinos y se contaminaron las costas de Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida. Ninguno de los cargos penales presentados por el Gobierno federal contra directivos de bajo nivel se saldó con penas de prisión, y ningún ejecutivo fue acusado. La empresa acordó pagar $4.500 millones en multas, lo que apenas supuso una mella en sus ganancias.
Al inicio de la pandemia de COVID-19 en 2020, los empresarios expusieron deliberadamente a los trabajadores a un virus de rápida propagación y sumamente mortal. Los estados controlados tanto por demócratas como por republicanos aprobaron rápidamente leyes que otorgaban a las empresas inmunidad legal frente a la exposición de los trabajadores al COVID-19 mientras laboraban.
A pesar de los paros espontáneos en la industria automotriz y la oposición de los trabajadores de la educación que forzaron la implementación temporal de confinamientos y la imposición de medidas limitadas de mitigación, la clase dominante exigió inmediatamente que se levantaran rápidamente todas las restricciones. Como resultado, más de 1,1 millones de estadounidenses han muerto oficialmente a causa del virus, y unos 20 millones más padecen COVID persistente.
Las burocracias sindicales, que falsamente afirman representar y luchar por los intereses de los trabajadores, son cómplices de esta mortífera situación. Han facilitado el enfoque de “ganancias antes que vidas” durante la pandemia y no han hecho nada para luchar contra las condiciones de trabajo peligrosas, que provocan la muerte de 340 trabajadores cada día.
A medida que la clase dominante estadounidense intensifica su guerra con Rusia en Ucrania y los preparativos para la guerra con China, la clase trabajadora, sometida a formas de explotación cada vez más brutales, es la que está soportando el coste social de la guerra en el extranjero y de los rescates bancarios en casa.
La clase obrera tiene el poder colectivo para detener la masacre industrial y garantizar un entorno seguro para todos. Esto requiere la formación de comités de base en cada industria, que luchen por lo que los trabajadores necesitan. Estos comités, que se están construyendo bajo la dirección de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), se opondrán a la dictadura de la patronal y lucharán por el control obrero sobre la producción y las condiciones de salud y seguridad.
La lucha por construir comités de base sentará las bases de un poderoso movimiento de la clase obrera, la única fuerza social que puede poner fin a la tiranía del capital mediante la transformación socialista de la sociedad para satisfacer las necesidades humanas en lugar del asesino afán de lucro.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de abril de 2023