Educación y migración – 20/06/24

Adalberto Santana

Foto: EFE/Archivo


Tal política de integrar a un determinado segmento de migrantes irregulares en los EU, se inserta coyunturalmente en medio de la campaña electoral de los demócratas.

En el escenario internacional y específicamente en los países latinoamericanos y caribeños, uno de los temas centrales del desarrollo  económico, social y cultural de nuestros países se refiere esencialmente a la vertiente de la educación. Pero todavía más destacado es ese aspecto cuando se inserta en un contexto donde se hace presente el tema migratorio. Pensemos que buena parte de la población latinoamericana ha emigrado regular o irregularmente en las últimas décadas a las economías de los países desarrollados. Principalmente a los Estados Unidos (EU). Pero también dicho fenómeno de la educación en la migración latinoamericana se hace presente en Europa. En esa condición por ejemplo,  afirma Juan Isidro Escámez Marsilla, en su ensayo:  “Las desigualdades del alumno extranjero en la educación obligatoria española. Una visión crítica desde la teoría del cuidado”, que “La condición de extranjería del alumnado no es un asunto menor. Como han argumentado los Nobel en economía Banerjee y Duflo (2019), la inmigración es una cuestión tan importante como para condicionar la política en general y la política educativa en especial; y, sobre todo, produce un clima social de prejuicios en amplios sectores de la población de acogida y en una parte sustancial del profesorado.

Las sinrazones (o prejuicios) son múltiples; entre ellos, que los niveles educativos de los extranjeros son inferiores a los de los nativos para promover el aprendizaje de competencias y para contribuir al desarrollo económico del país de acogida”. En ese mismo sentido también se reconoce que “la migración puede ser voluntaria o forzada, por ejemplo, refugiados que huyen de la persecución, el desplazamiento causado por desastres ambientales, el cambio climático, los conflictos prolongados, la pobreza extrema y el despojo de tierras. Por tanto, la migración transnacional plantea desafíos para la educación, entre otras cosas, porque expone un terreno de nuevos lenguajes, culturas, cosmogonías y sistemas académicos (Oscar A. Peláez H, Adriana María Gallego Henao, Leisy Magdali Arroyave Taborda y Juan Luis Gaviria Pérez, “Migración como fenómeno social que afecta la educación, la economía y el bienestar integral”).

En ese sentido se afirma que la diversidad cultural de los migrantes latinoamericanos (ya sea en los EU o en países europeos) en una economía muy diferente a la suya, va implicar que emerja un fenómeno cultural y educativo propio del proceso de la migración y  la inserción en  economías de distinto nivel de desarrollo. Recientemente el 18 de junio de 2024, el presidente Joe Biden, implementó un nueva política de regulaciones administrativas de “hasta 500 mil inmigrantes indocumentados, en medio de la campaña electoral de 2024, relativa a regularizar a casados con ciudadanos estadounidense si es que han vivido en este país por lo menos durante 10 años y no tienen historial criminal” (La Jornada, 19/06/24). Esto puede leerse en el sentido que, tal política de integrar a un determinado segmento de migrantes irregulares en los EU, se inserta coyunturalmente en medio de la campaña electoral de los demócratas. Sectores y actores políticos que intentan ganarse mayoritariamente al voto hispano o latino, principalmente frente a la campaña del republicanismo. Ala electoral estadounidense, donde el discurso antimigrante es más que evidente en las posturas de la candidatura de Donal Trump.

Por ejemplo, se reconoce que la amenaza extranjera en la educación formal, dado el creciente número de migrantes en EU o en Europa,  configura un escenario en los países desarrollados donde necesitan mano de obra de los países periféricos, pero a su vez la rechazan por sus distintas costumbres y expresiones político-culturales. Situación que en la lógica puritanista atenta contra su seguridad nacional.

De esa manera el fenómeno migratorio repercute en el sistema cultural y educativo del país receptor, pero esencialmente impacta mucho más en la situación del migrante. Es decir, en su inserción en el mercado de trabajo. Pero también  en la vida social y  en la vida política  de la economía receptora. En resumen los migrantes son mano de obra dispuesta a insertarse en el mercado de trabajo. Pero si su nivel educativo es mayor en la medida que sean migrantes regulares (no indocumentados) sus ingresos van a ser más rentables y estarán en mejores condiciones de defender su inserción en la vida política, social y cultural de la nación receptora. Por el contrario, aquellos migrantes irregulares que viven en condiciones mucho más frágiles en el mercado de trabajo. Por lo tanto se encuentran en condiciones desventajosas al tener que aceptar situaciones laborales que lesionan sus derechos económicos y sociales, así como educativos y culturales. Su vulnerabilidad será mucho más frágil y más rentable para el capital que los contratan. Situación que día con día padecen millones de latinoamericanos y caribeños y de otros países periféricos en las economías desarrolladas. Contradicción esencial en la dinámica capitalista e imperialista entre el centro y la periferia.

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