Edad Media laboral está a tu alcance

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AraInfo · Diario Libre d'Aragón

Las muertes por accidente laboral se han disparado en Aragón y en lo que llevamos de año ya han perdido la vida 28 personas. Los accidentes laborales y las muertes siguen produciéndose ante la pasividad e ineficaz actuación de las instituciones a la hora de frenar esta sangría.

La edad media laboral está a tu alcance

Almuerzo sobre un rascacielos

Las últimas muertes por accidente laboral se produjeron el pasado viernes. La primera se originó a las 9.45 horas en una finca situada en Valareña (Exeya) cuando un empleado de una empresa de Luceni, moría al quedar atrapado bajo una paca de alfalfa de 700 kilos. El segundo accidente mortal ocurría a las 11.45 en un viñedo situado en el Aladrén, cuando una vendimiadora volcó sobre el techo y el conductor quedó atrapado en el interior de la cabina.

Igualmente, la semana pasada perdían la vida en accidentes laborales un empleado del parque de maquinaria de Balbastro, que murió mientras estaba trabajando en la carretera autonómica 2214, entre Candasnos y Ontiñena y un trabajador de 29 años tras ser aplastado por el toro mecánico que conducía en la localidad oscense de Esplús.

Violencia estructural

Los accidentes laborales llevan cobrándose miles y miles de muertes sin que desde las instituciones se apliquen políticas de calado encaminadas a erradicar esta terrible sangría. Según cifras del Ministerio de Trabajo y Economía Social, en el año 2022 fallecieron en el Estado español un total de 826 personas en accidente de trabajo. Dicho de otro modo: casi tres personas mueren al día por accidente laboral. Si vemos la trayectoria de los últimos 35 años, en el Estado español han fallecido más de 41.500 personas en el trabajo. Y a esta cifra habría que añadirle los accidentes con origen laboral que las mutuas -en un ejercicio de complicidad con la patronal- no han querido reconocer y aquellos accidentes invisibilizados de las personas más vulnerables: personas inmigrantes, sin papeles, sin contrato, así como todo el trabajo doméstico y en torno a los cuidados, que en muchos casos no se reflejan en las cifras oficiales.

Hace unos años un empresario de Caspe fue condenado por intentar falsificar la firma de un peón para que el propio trabajador asumiese la responsabilidad del accidente en el que perdió una pierna y casi muere. También en el año 2019 un propietario de una explotación olivarera en Pozo Alcón (Jaén) fue detenido por abandonar en el centro de salud del municipio el cuerpo sin vida de un joven inmigrante marroquí, el cual había fallecido en su finca recogiendo aceitunas y no tenía contrato de trabajo.

Recientemente, en junio de este año, se desarticuló en Aragón un entramado criminal dedicado a la explotación laboral en el campo. La operación se inició tras detectar en una gran empresa agrícola que operaba en Sariñena, Mallén, Quinto y Pina de Ebro a trabajadores en posible situación irregular. Finalmente se demostró que los encargados de la empresa vulneraban los derechos laborales, les obligaban a mal vivir en naves insalubres y no respetaban la normativa básica laboral, llegando incluso a ser coaccionados a vacunarse y a trabajar para otros empresarios.

Otro caso más de inhumanidad y brutalidad empresarial que abrió todos los telediarios, fue llevado a cabo por la empresa Konecta BTO, ubicada en Madrid, cuando el pasado 13 de junio obligó a sus empleados a seguir trabajando como teleoperadoras a pesar de que una trabajadora acababa de fallecer. Cuando llegó el delegado de prevención de riesgos laborales de la CGT se encontró una escena espeluznante: trabajadoras contestando llamadas en torno al cuerpo sin vida cubierto de la persona fallecida. “Nos dicen que sigamos cogiendo llamadas”, explicaban las trabajadoras del Call Center. La fallecida se llamaba Inma, tenía 57 años y llevaba más de 15 años trabajando para Konecta BTO como operadora telefónica.

El grado violencia en el trabajo puede llegar a tal extremo que incluso hay empresas que obligan a llevar pañales a sus trabajadores para no “perder tiempo” en ir al baño y aumentar así la productividad. En el año 2013 el caso de una compañía surcoreana asentada en Honduras transcendió internacionalmente a raíz de una denuncia que presentó la Central General de Trabajadores (CGT) hondureña. “Se ha denunciado que los empleados usan pañales para que se orinen encima y no vayan a los baños”, afirmaba Daniel Durón, secretario general de CGT.

Por su parte, en países como Qatar que violan sistemáticamente los Derechos Humanos la esclavitud moderna está a la orden del día. Solo para la construcción del estadio para la copa del mundo de fútbol murieron más de 6.500 migrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka. Y todo esto con la complicidad de quienes fomentaron y apoyaron dicho mundial. El futbolista Eric Cantona declaró: “No veré el mundial de Qatar. Ha muerto mucha gente construyendo los estadios. No es un país de fútbol”.

Estos sucesos, lejos de ser la excepción, son una ínfima parte de toda la violencia arraigada y sistematizada en torno a las relaciones laborales. Y es que, recortar en derechos y en medidas de seguridad y prevención de riesgos laborales tiene una repercusión directa en la salud de las personas trabajadoras, ya que el grueso de los accidentes se podría evitar si se cumpliera la normativa y los protocolos de actuación. Como por ejemplo en el caso de José Antonio, barrendero madrileño que se desplomó y falleció tras estar tres horas trabajando a 40 grados en plena ola de calor. O el accidente que tuvo un obrero de 44 años en las obras del Hospital de Valdebebas, que cayó de una altura de siete metros y finalmente falleció al no estar anclado a ningún arnés de seguridad.

Las mutuas al servicio de la patronal: un fraude con la complicidad del Estado

No podemos soslayar el papel que están jugando las mutuas en todo esto, al no reconocer y derivar a la Seguridad Social aquellos accidentes que claramente tienen un origen laboral. Un fraude, con la complicidad del Estado, que beneficia a las empresas y fomenta que los accidentes sigan ocurriendo, ya que, al ocultar los datos de accidente de trabajo, las empresas evitan tener que revisar sus medidas preventivas y se libran de posibles seguimientos por parte de la Inspección de Trabajo. Una estafa que repercute directamente en la salud de las personas trabajadoras.

Criminalización de la clase trabajadora en los medios de comunicación

Las muertes y accidentes con origen laboral en Aragón, en el resto del Estado y en cualquier parte del mundo deberían activar todas las alarmas, abriendo portadas y telediarios en lo grandes medios de comunicación. Sin embargo y a excepción de los medios alternativos, rara vez informan sobre los datos totales de accidentes de trabajo, como por ejemplo sí que lo hacen con los de tráfico. Cuando suelen hablar de algún fallecimiento por accidente laboral lo hacen de forma individualizada, muchas veces utilizando el sensacionalismo, poniendo el foco en ese caso concreto y obviando que estamos ante un problema estructural del sistema capitalista.

Asimismo, es ya una constante en los medios la criminalización y coacción a las personas trabajadoras, tildando de “generación de cristal” a las jóvenes que no soportan más acoso o explotación laboral y repitiendo los mantras de que “los jóvenes no quieren trabajar” o que “los hosteleros se quejan porque no encuentran camareros”. Configurando así subjetividades encaminadas a disciplinar a la clase trabajadora.

¿No quieres trabajar 12 horas diarias por 700 euros al mes? ¡Seguro que eres un vago que prefiere vivir de las paguitas del Estado! ¿No soportas el estrés y la ansiedad que te provoca estar cogiendo llamadas sin descanso en el call center? ¡Gestiona el estrés, tómate un lorazepam y apúntate a mindfulness! Cacarean los lacayos neoliberales que cooptan los departamentos de recursos (in) humanos, las universidades o los medios de comunicación día tras día.

“El fascismo basaba su poder en la iglesia y el ejército, que no son nada comparados con la televisión”, afirmaba Pasolini. Visto con perspectiva, no le faltaba razón. Los medios de comunicación se han convertido en uno de los principales actores políticos e ideológico de nuestros tiempos, con capacidad de hacer pasar por sentido común lo que es simple y llanamente la ideología del capital y su violencia. No sería descabellado pensar que los pistoleros del Sindicato Libre que asesinaron a Salvador Segui, el Noi del Sucre, hoy se sentaran por los platós de Atresmedia y Mediaset como hace Daniel Esteve, líder de los matones neonazis de Desokupa.

Hagamos un juego imaginario: ¿Os imagináis a Ana Rosa Quintana o a Ferreras haciendo programas especiales e instando a buscar soluciones reales cada vez que hay un accidente laboral? ¿Os imagináis a Susana Griso hablando de terrorismo empresarial cada vez que una persona trabajadora se quita la vida al no poder soportar más el acoso de su jefe? ¿Os imagináis que se tratase la depresión, la ansiedad o el acoso sexual en las empresas con la misma intensidad que la ‘terrible’ okupación? ¿Os imagináis que en vez de El jefe infiltrado hiciesen El Inspector de Trabajo infiltrado en La Sexta? Yo tampoco.

La ofensiva neoliberal contra los derechos laborales

Pese a la terrible realidad que hemos ido desgranando, hay una ofensiva neoliberal que no viene de ahora y que busca erradicar los ya menguados derechos laborales. Esta nueva visión neoliberal del trabajo se consolidó, especialmente, tras los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en 1979 y 1980. El conflicto que se produjo entre el gobierno de Thatcher y el Sindicato Nacional de Mineros de Reino Unido marcaría un antes y un después en el mundo laboral, pues la “dama de hierro” había conseguido ganar la batalla a uno de los sindicatos más poderosos del país.

Esta ofensiva política contra los derechos laborales va acompañada de una ofensiva cultural (reproducida especialmente en los medios de comunicación como hemos visto anteriormente) que siempre ha pretendido cambiar el paradigma en las relaciones laborales. Sustituyendo en la clase trabajadora los valores de solidaridad, cooperación, apoyo mutuo e internacionalismo, por una concepción que busca diluir las clases sociales y fomentar valores de competitividad e individualismo en torno a una subjetividad basada en que los propios trabajadores se piensen como empresarios de sí mismos.

Este paradigma neoliberal lo sintetizaba a la perfección el grupo de rapcore Riot Propaganda:

Combate este sistema que te envenena.

Te embauca y te condena a que ames tus cadenas.

Que hace que repudies ser de clase obrera.

Odiar al barrendero, admirar a Amancio Ortega.

Creerte clase media y eso no existe.

Como en democracia occidental el periodismo libre.

En el Estado español, la trampa del consenso instaurada en los Pactos de la Moncloa permitió que sindicatos mayoritarios, patronal y gobierno precarizaran (aunque no de forma lineal) durante décadas el modelo laboral, consolidándose especialmente este ataque a través de la (contra) reforma laboral, a golpe de decretazo, que aprobó el PP en el año 2012 tras su mayoría absoluta. Una reforma que “el gobierno más progresista de la historia” no ha derogado en su integridad a día de hoy.

Recientemente hemos visto también como Grecia daba un giro de tuerca más aprobando una (contra) reforma laboral que dinamita de una forma brutal los derechos laborales, permitiendo a las personas trabajadoras tener un segundo empleo de un máximo de 5 horas diarias, además de su trabajo principal de 8 horas al día y permitiendo los seis días laborables a la semana. La oposición y los sindicatos helenos ya han alertado de que en la práctica esta ley hará que los seis días de trabajo se conviertan en algo habitual en el país.

Aunque la ampliación a las 78 horas semanales es la parte más llamativa de la reforma, hay más: se abre la puerta al despido sin necesidad de preaviso ni indemnización durante el primer año de los contratos indefinidos; se regula un nuevo contrato de guardia, conocido como “contrato de cero horas” el cual no existe un horario fijo, sino que el trabajador en función de las necesidades de producción acudirá cuando el empleador lo necesite, avisándole simplemente con 24 horas de antelación; y se limita el derecho a huelga, castigando severamente las acciones sindicales y aplicando fuertes sanciones y penas de cárcel para los piquetes. Cabe resaltar que Grecia es uno de los países en el que en las últimas décadas ha habido mayor número de huelgas generales.

Esta reforma, sin precedentes, ha puesto en alerta a todas las organizaciones sindicales de clase a nivel internacional. No obstante, cabe tener presente que en el Estado español el pluriempleo no tiene límite para el total de la jornada, ya que el único requisito es respetar las jornadas de descanso de 12 horas entre trabajo. Siendo viable que una persona pueda tener una carga laboral incluso de 18 horas, ya que el propio Estatuto de los Trabajadores establece que no se podrán superar las 9 horas diarias por contrato, y no por persona.

No obstante, tal y como señalaba el economista Eduardo Garzón en su cuenta de Twitter: «En España se pluriemplean sobre todo trabajadores que tienen contrato a jornada parcial, que en España son muchísimos más que en Grecia. En Grecia se suelen pluriemplear trabajadores con jornada completa cuyo salario no les permite llegar a fin de mes; en España no es eso lo habitual”. Según la Encuesta de Población Activa (junio, 2023) hay 558.300 personas que están pluriempleadas en el Estado español.

En medio de esta ofensiva internacional contra la clase trabajadora y sus derechos, el presidente de la confederación de Hostelería de España, José Luis Izuel, se puso recientemente en modo Torrente frivolizando y choteándose de los derechos laborales cuando afirmó, entre otras lindezas, que “toda la vida hemos hecho media jornada, de 12 a 12”. Posteriormente, cuando se había generado el revuelo, afirmó que era “un chascarrillo” que hizo en un momento inadecuado. Sin embargo, deberíamos estar agradecidos a Izuel. Primero por expresar tan bien lo que piensa de los y las trabajadoras y segundo porque se atrevió a decir lo que la mayoría de la patronal piensa, pero no se atreve a decir en público.

Y es que, los mismos que defienden las jornadas interminables, los salarios de miseria o se aprovechan de que exista un alto desempleo (lo que Marx llamó “ejercito industrial de reserva”) para aumentar la explotación, son quienes criminalizan a la juventud tildándola de “nini” o “generación de Z” y ponen el grito en el cielo por no encontrar personas trabajadoras para un curro basura en la hostelería. Pero en el fondo, sabemos que no están buscando trabajadores, están buscando esclavos. Ya lo dijo el sabio de Evaristo Paramos cuando cantaba aquello de “en el siglo XXI, igual que en el XVIII, la Edad Media está a tu alcance, si te esfuerzas lo bastante”.

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