El Sudamericano 22/10/25
Briega | Artículo Boletín Briega en papel n.º 70, octubre 2025
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En las últimas semanas estamos comprobando como la solidaridad con el pueblo palestino y contra la colonización y el genocidio perpetrado por el estado sionista de Israel está mutando cada vez más de las políticas de visibilización (manifestaciones, performances, obras de arte, escenografía, simbología con pancartas, banderas, etc) a las políticas de la interrupción logística y el sabotaje económico y material. Incluso en nuestro contexto local este hecho se puede percibir modestamente con pequeñas victorias como la ruptura de lazos por parte del Instituto de Física de Cantabria con la Universidad de Tel Aviv tras las críticas por su patrocinio en el congreso Higgs Days 2025 gracias a la movilización y presión popular, o como las movilizaciones contra la participación del equipo israelí en la Vuelta ciclista a Españ
Si bien, a nivel estatal estos actos han marcado un antes y un después gracias, sobre todo, a las cancelaciones de las llegadas en Bilbao, Galicia y Madrid, en otros territorios la resistencia no ha sido desdeñable. Ejemplos los ha habido en Asturies y en Valladolid pero también en Cantabria con un corte de carretera en Cabezón de la sal y con una presión movilizadora importante también en Laredo, que ha llevado a una mujer multada con 3.000 euros, así como en Corrales de Buelna a que personas fueran identificadas selectivamente.
Esta «mutación» responde a que cada vez son más visibles una serie de prácticas efectivas de solidaridad internacionalista que llevan mucho tiempo pasando desapercibidas pero que redes de acción directa como Palestine Action llevan practicando incluso desde antes del 7 de octubre de 2023. Esta red ha conseguido dar el salto cualitativo de la visibilidad de las movillizaciones al daño económico de los sabotajes a la industria armamentística, hecho que ha conseguido cerrar contratos para Elbit, el mayor fabricante de drones para Israel, en una campaña de sabotaje a sus instalaciones y a las empresas y proveedores en vinculación con dicha marca.
¿Qué suele pasar con este tipo de solidaridad? El coste represivo suele ser muy alto y las condenas penales, las multas económicas inasumibles y la persecución policial y mediática no tardan en escalar. De ahí que esta red tan efectiva haya sufrido la represión de la manera más agresiva que tienen los gobiernos para acallar las protestas; la acusación de ese palabro llamado «terrorismo». Desde el 5 de julio de 2025 Palestine Action es una organización terrorista oficialmente en el Reino Unido. Hecho que ha desatado protestas multitudinarias con cientos de personas detenidas, apoyo de personas famosas y nuevos bloqueos y sabotajes a fábricas de armas en otros puntos del planeta como Alemania. La actividad de Palestine action no era meramente la de aquellas personas que se suben a los tejados a destrozar las instalaciones desde afuera a dentro, sino la de toda la red de apoyo que permanecía fuera y se encargaba de otras tareas igual de importantes. En el vídeo «To kill a War machine» que se está proyectando en distintos espacios de Cantabria, se puede observar esta realidad. Desde personas que llevan mantas y comida, hasta las que protestan fuera para que los furgones policiales no se puedan llevar a las compañeras detenidas, pasando por quienes publican las acciones en redes y las difunden para que el método de lucha siga vivo y se haga popular.
Pero últimamente, no es sólo la red Palestine Action quien está sufriendo ese tipo de represión extrema, ahora toca a una cuestión mucho más amplia que una red concreta de acción en solidaridad con el pueblo palestino. Desde el asesinato del supremacista blanco Charlie Kirk en Orem (Utah) el pasado 10 de septiembre, el tirano ultraliberal Donald Trump, ha declarado la guerra a la supuesta organización «ANTIFA». Cualquiera que conozca el movimiento anarquista en las dos últimas décadas estará más familiarizado con esta idea de atribuir el cariz de «organización» a unas siglas, aunque estas no se correspondan con nada parecido y tengan más que ver con un movimiento sin líderes ni estructura formal. La función de Trump es poder neutralizar toda disidencia a su tiranía gubernamental bajo el paraguas antiterrorista en base a un término que puede incluir a cualquier persona; Desde un joven de izquierdas, hasta una compañera anarquista, desde un activista ecologista hasta un youtuber antirracista, desde un anciano que sale a protestar en una movilización, hasta un activista Queer que lleva a cabo performance artísticas. El gobierno estadounidense, sin importar su color político, es experto en saber cómo funciona la estrategia antiterrorista para perseguir y vigilar a cientos de personas dentro y fuera de sus fronteras. Ejemplos claros son su guerra al frente de liberación animal y de la tierra o su guerra a las personas árabes y/o musulmanas tras el 11S en la llamada lucha contra el terrorismo yihadista.
En todo caso, las cosas están dando un giro muy ensordecedor y la aparente amabilidad de una paz social bienestarista se está rompiendo. De esta manera, el concepto «terrorismo» se está intentando aplicar a escala global de una forma cada vez más amplia hacia más sectores de la población y el ejemplo reciente de Trump contra el movimiento antifascista es de los más claros. Ello resulta, valga la redundancia, aterrador. La muerte de Kirk es sólo una escusa para un gobierno estadounidense que sufre grandes protestas dentro de sus fronteras contra sus políticas lgtbiq+fobas y racistas y cuyos movimientos antifascistas tienen capacidad de confluencia con estallidos sociales antirracistas como las protestas recientes contra las deportaciones y la policía fronteriza ICE. La escalada pública en este llamamiento a declarar terrorista «ANTIFA» debe entenderse más como un intento de neutralizar el enemigo interno que los Estados Unidos tiene y que lucha por una sociedad distinta a la tiranía trumpista. Tiranía que no es una rareza ni una anomalía, sino un gobierno alineado con la internacional reaccionaria, así como una apuesta política para preservar los intereses del capitalismo actual y la amenazada hegemonía estadounidense en el marco internacional. Es necesario entender la persecución del término abstracto Antifa como una medida pensada, antes que como una reacción moral por un asesinato.
Sin embargo, podría ser que declarar como terrorista a Antifa no le salga tan bien al Trumpismo, al igual que tampoco la ilegalización de Palestine Action está consiguiendo la disolución de sus prácticas, pues éstas llevan tiempo contagiándose más allá de las fronteras británicas. Es por ello que surge la reflexión de si esta coyuntura represiva a nivel internacional puede servir colateralmente para que cada vez más personas se den cuenta de que el concepto «terrorismo» y las leyes antiterroristas que lo articulan, se corresponde, en contadas ocasiones, como herramienta de disolución, criminalización y neutralización de la disidencia política y de las luchas sociales que superan los límites del activismo ciudadano.
Declarar como «terroristas» a las personas de los movimientos tiene varias funciones que muchas activistas y disidentes han experimentado. Una, la excusa estatal para aplicar la supresión de los derechos legales mediante un estado de excepcionalidad, un estado de no derecho sobre los cuerpos de las personas. La otra, el aislamiento moral, mediático, económico, emocional y social sobre aquellas que lo sufren. La duda es si al estar aplicándolo sobre redes con tanto apoyo como Palestine Action en Reino Unido, o con conceptos tan abstractos y generales que implican a tantas personas de distinta tendencia como «Antifa», el poder de esta manera podrá conseguir lo que si ha conseguido históricamente con entornos mas herméticos y menos mediáticos o con menor legitimidad social otorgada por la población.
Recordemos que el concepto «Antifa» reúne a miles de personas en todo el mundo que simpatizan con sus postulados, aunque incluso muchas puedan ser críticas con dicha etiqueta. Recordemos también que a principios del pasado septiembre un total de 890 personas fueron detenidas en Londres en una concentración de la Coalición por Palestina en apoyo al grupo ilegalizado Palestine Action.
Lo que queremos plantear es que esta situación represiva en aumento constante puede dejar flecos sueltos que los movimientos sociales pueden aprovechar y es que, cuando tildas casi todo de «terrorismo» el impacto que pueda tener sobre la población tiene menos capacidad de aislar a las personas estigmatizadas por su vinculación. Es decir, si la solidaridad con Palestina y el antifascismo es terrorista, entonces todas lo seremos.
Para quienes piensan que en el estado español se está lejos de situaciones tan extremas como lo ocurrido en Reino Unido o en los EE.UU., debemos recordar y hacer mención de la Fiscalía General del Estado y la publicación de su Memoria Anual, que en 2023 y haciendo alusión al 2022, se señalaba el movimiento antifascista dentro del apartado de amenaza terrorista. De forma similar y aunque posteriormente hubo rectificación, se nombraba a organizaciones como Futuro Vegetal y Extinction Rebellion dentro del apartado de terrorismo en relación al ecologismo radical. Los abogados penales Daniel Amelang y Eduardo Gómez Cuadrado argumentaban entonces que después de estas memorias anuales podían darse golpes represivos que fueran en esa dirección, basándose en los años 2013 y 2014, cuando comenzaron a proliferar artículos y declaraciones institucionales vinculando al anarquismo y a los denominados ‘antisistema’ con el terrorismo en diversos medios de comunicación, hecho que fue antesala de las operaciones Pandora, Piñata, Pandora II y ICE contra determinados sectores del anarquismo, que se saldaron con decenas de anarquistas detenidas y algunas incluso encarceladas preventivamente. No olvidemos que la agenda política de Vox está muy influenciada por el trumpismo. Prueba de ello es que días después de hacerse oficial la declaración de «Antifa» como terrorista, el partido de Abascal ha solicitado Bruselas que en el estado español se haga lo mismo.
En conclusión, la represión no nos hace más fuertes pese a lo que dice dicho chascarrillo. Tiene la función y la capacidad de fracturar los movimientos y aislar a las personas. Sin embargo, ello no quiere decir que los movimientos no tengamos la capacidad de encontrar rendijas entre tanta violencia institucionalizada para abordar la situación lo mejor posible y que los movimientos no mueran. Lo que las personas involucradas en prácticas similares a las de Palestine action están teniendo que afrontar, así como lo que seguramente van a tener que afrontar las compañeras catalogadas de Antifa en EEUU, es lo que seguramente tenga que afrontar todo el mundo involucrado en la lucha contra el colonialismo y el genocidio palestino, así como en la lucha contra el fascismo. Es lo que vamos a tener que afrontar todas las personas que queremos estar en el lado correcto de la historia.
En los momentos en los que se escribe este artículo, los líderes Geert Wilders y Caroline van der Plas, principales partidos de ultraderecha en Países bajos han recomendado la ilegalización de «Antifa», así como La Hungría de Orban ha seguido los mismos pasos de Trump.El ministro de Relaciones Exteriores de Hungría exigió el 20 de septiembre que la Unión Europea siga el ejemplo del presidente estadounidense Donald Trump y clasifique como grupo «terrorista» al movimiento Antifa