Un dicho popular en muchas partes del mundo (y he recorrido 31 países) dice que solo hay alguien más estúpido que un occidental: otro occidental. Obvio, aunque se puede hacer una apreciación aún más exacta dentro de lo que se ha dado en llamar el Occidente colectivo: solo hay alguien más estúpido que un estadounidense, otro estadounidense.
Desde que China decidió responder al matón de barrio Trump con los aranceles (ver aquí y aquí) lo que se está diciendo en EEUU es de lo más estúpido, aunque tienen que hacerlo para que no se les caiga el chiringuito. Así, se ven cosas como lo siguiente: «El problema para los fabricantes chinos no son solo los aranceles, sino la incertidumbre sobre el calendario y los cambios repentinos en las políticas. Afirman que nadie está dispuesto a realizar grandes cambios en la producción o los envíos hasta que el panorama comercial se vuelva más predecible. Esto significa que la mayoría de las fábricas chinas están paralizadas. (…) Lo que parece una decisión improvisada o una capitulación repentina por parte de Trump puede ser muy eficaz para desestabilizar a gobiernos y corporaciones extranjeras. (…) La interdependencia de la globalización ha dejado a muchas naciones sin capacidad para sortear una disputa comercial, y la supervivencia de China se basa casi por completo en exportaciones constantes a Occidente, y en particular a Estados Unidos. (…) No dejes que los influencers de TikTok y YouTube, con sus altos salarios, te engañen con videos de rascacielos chinos repletos de luces LED o fiestas de lujo con robots bailarines. Esta no es la verdadera China. Bajo la fachada se esconde una nación al borde del desastre».