

En la fase actual más depravada del genocidio estadounidense-israelí transmitido en vivo contra 2,3 millones de palestinos en Gaza, la “Solución Final“ israelí según Voz Judía por la Paz, celebramos el 20º aniversario del movimiento BDS. Reafirmamos nuestro poder colectivo como nunca antes para aislar el régimen israelí de apartheid y colonialismo de 77 años contra los palestinos y palestinas autóctonos.
Hace veinte años, se nos decía que era imposible que surgiera un movimiento por los derechos de las y los palestinos que exigiera boicot, desinversión y sanciones específicas contra el opresivo régimen israelí. El 9 de julio de 2005, la declaración del Comité Nacional Palestino de BDS (BNC), la mayor coalición palestina que lidera el movimiento global de BDS, “pasará a la historia como el inicio de un proceso estratégico, creativo y basado en principios que ha aislado el régimen israelí de colonialismo de asentamiento, apartheid y ocupación militar, tanto a nivel local como institucional”.
Los opresores y sus máquinas de propaganda nos dicen constantemente que la libertad, la justicia y la igualdad son imposibles de alcanzar. Sin embargo, mediante el poder popular y nuestro trabajo y acción colectivos, creativos, estratégicos y con principios, hacemos posible lo imposible.
Provocar la desesperación es una estrategia tan antigua como el colonialismo sionista en Palestina. Ya en 1923, el líder sionista Zeev Jabotinsky escribió con lucidez:
“Todas las poblaciones indígenas del mundo resisten a los colonizadores mientras tengan la más mínima esperanza de librarse del peligro de ser colonizadas. […] La colonización sionista debe sea cesar sea, continuar sin tener en cuenta a la población indígena. Esto significa que solo puede continuar y desarrollarse bajo la protección de un poder independiente de la población indígena, tras un muro de hierro que esta no pueda cruzar”.
Además de los muros de hormigón y alta tecnología que rodean los guetos palestinos, en particular Gaza, Israel ha intentado continuamente construir un “muro de hierro” en nuestras mentes, intentando reducirnos a “animales humanos” y aislarnos de nuestro entorno árabe natural y del resto del mundo. Ha intentado desesperadamente grabar en nuestra conciencia, mediante una violencia colonial sostenida e indescriptible, el imperativo de someternos a su poder indomable como si fuera inevitable. Nacido en 2005, inspirado por las luchas que pusieron fin al apartheid político en Sudáfrica y las políticas segregacionistas de Jim Crow en Estados Unidos, el movimiento BDS se ha convertido en un antídoto formidable y esperanzador contra esta desesperación inducida. Se ha convertido en un símbolo de resiliencia, resistencia y regeneración.
Como ha revelado un reciente informe de investigación publicado en The Nation, tan solo Israel y sus grupos de presión en Estados Unidos han destinado unos 900 millones de dólares para combatir el movimiento BDS en tan solo unos años. De hecho, Israel, una potencia nuclear armada hasta los dientes por Estados Unidos, Alemania y otras potencias coloniales, ha calificado desde 2014 al movimiento no violento BDS como una “amenaza estratégica” y, posteriormente, como una “amenaza existencial” para su régimen opresor. A pesar de haber movilizado enormes recursos financieros, intelectuales, legales, propagandísticos y diplomáticos en su guerra contra el BDS, Israel ha fracasado estrepitosamente en frenar nuestro movimiento, gracias a la resiliencia, la creatividad y el radicalismo estratégico de millones de defensores, simpatizantes y organizadores del BDS en todo el mundo.
El movimiento BDS ha convertido el principio de “no hacer daño” en un principio ético fundamental de la solidaridad global. Acabar con la complicidad en actos reprensibles no es un acto de caridad. Es la base de la solidaridad y el cumplimiento de una profunda obligación ética de no hacer daño.
Alentado y envalentonado por la complicidad ilimitada de las fuerzas fascistas y autoritarias en Estados Unidos y en otras partes del Occidente colonial, Israel intenta adormecer nuestras conciencias con su implacable salvajismo para exterminar a las y los sobrevivientes de su Nakba en marcha, no gradualmente, como lo ha hecho durante décadas, sino de una sola vez. Después de todo, la eliminación de los pueblos indígenas es una característica, no un bache, en la historia del colonialismo, como bien saben las y los nativos americanos.
En estos momentos más oscuros, BDS ayuda a descolonizar nuestras mentes de la impotencia y la desesperación con que Israel y sus socios coloniales han intentado implacablemente colonizarlas.
A pesar de la propaganda bien aceitada de Israel y el movimiento sionista, su intimidación, acoso y profunda influencia sobre políticos corruptos, empresas genocidas y medios de comunicación, el BDS tiene un impacto innegable .
Por ejemplo, universidades de todo el mundo, particularmente en Europa, América del Norte, América Latina y África, han roto vínculos académicos y/o financieros con Israel y sus instituciones cómplices del apartheid.
El fondo soberano noruego –el más grande del mundo–, así como la Iglesia Metodista Unida y la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos, han desinvertido en bonos israelíes y otras inversiones cómplices.
Decenas de miles de trabajadores y trabajadoras culturales, y más recientemente más de siete mil escritores y escritoras y editores y editoras, han apoyado el boicot cultural a Israel.
Los gobiernos del Sur Global, como Colombia, han implementado sanciones comerciales, embargos energéticos y/o embargos militares .
El BDS también ha jugado un papel clave en la decisión de Intel de cancelar una inversión de 25 mil millones de dólares en Israel y acelerar la caída de ese país en lo que llamamos una #NaciónCerrada . De hecho, el presidente del Instituto de Exportación de Israel admitió que el BDS había “cambiado el panorama empresarial mundial de Israel”.
A través de una red global masiva apoyada por sindicatos, coaliciones de agricultores y movimientos de justicia racial, social, de género y climática, que en conjunto representan a decenas de millones de personas, el movimiento BDS se ha convertido en uno de los movimientos de justicia más efectivos e influyentes del mundo actual.
Se basa en el derecho internacional, pero con una mirada crítica y un esfuerzo por ampliar su interpretación más allá de los límites inicialmente establecidos por sus fundadores coloniales.
El BDS se opone a todas las formas de racismo, incluyendo el racismo antipalestino, antiárabe, anti-musulmán, anti-negro, anti-indígena y antijudío. Ahora más que nunca, es absolutamente crucial reafirmar que no hay nada de “judío” en la ocupación militar israelí, el colonialismo, el apartheid, la hambruna nazi infringida a millones de personas, el confinamiento de otros cientos de miles en “campos de concentración” ni en el genocidio. Por lo tanto, no hay nada de “antijudío” en defender el BDS contra el régimen de opresión colonial de Israel y las corporaciones e instituciones cómplices de su mantenimiento.
Angela Davis ha declarado recientemente : “Palestina es verdaderamente el centro del mundo” hoy. Cuando millones de activistas de todo el mundo corean “Palestina nos libera a todos”, es la participación en la resistencia la que empodera, al decir la verdad a la política y a las corporaciones. Lo que llamamos “radicalismo estratégico” es el movimiento de solidaridad con Palestina, y el BDS en su corazón, que ha inspirado a diversos movimientos por la justicia en todo el mundo, al igual que el movimiento sudafricano contra el apartheid en la década de 1980.
Hoy, una generación de jóvenes de todo el mundo ve a Gaza como escenario de la destrucción de decenas de miles de vidas palestinas y de una civilización de 4.000 años de antigüedad, beneficiándose de una brutalidad e impunidad sin precedentes a manos del eje genocida estadounidense-israelí. Pero también como el símbolo de una era distópica donde prevalece la ley del más fuerte, representando una amenaza tan fatal para la humanidad en su conjunto como la catástrofe climática.
Los palestinos no necesitan ni exigen consignas. La gran mayoría de la sociedad palestina, tanto en la Palestina histórica como en el exilio, representada por el BNC, ha dirigido dos simples demandas a las personas de conciencia de todo el mundo y al movimiento de solidaridad global:
1/ Respetar todos los derechos del pueblo palestino conforme al derecho internacional, en particular el derecho de las y los refugiados a regresar a su país y a recibir reparaciones; y
2/ Poner fin a todas las formas de complicidad en los crímenes atroces y violaciones de los derechos humanos cometidos por Israel.
En conclusión, algunos de ustedes podrán decir: “Estamos desesperados por el genocidio y estamos perdiendo la esperanza”.
¡Recordad que los palestinos no tienen el lujo de renunciar a toda esperanza de poner fin al genocidio!
Como dice el escritor pakistaní-británico Nadeem Aslam : “La desesperación se merece. Personalmente, no he hecho todo lo posible por cambiar las cosas. Todavía no me he ganado el derecho a la desesperación”.
Durante un siglo, el pueblo palestino ha resistido la opresión colonial y nunca se ha rendido. Insistimos en nuestros “menú de derechos plenos”, como dijo una vez el arzobispo Desmond Tutu. Nos esforzamos por prosperar en nuestra patria con libertad, justicia, igualdad y dignidad inquebrantables. No se desanimen hasta que pongan fin a la complicidad de Estados Unidos en los crímenes de Israel. No pierdan la esperanza. Aún no se la han ganado.
Omar Barghouti es cofundador del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) por los derechos palestinos y co-ganador del Premio Gandhi de la Paz 2017.
Traducción: viento sur