Fuente: Iniciativa Debate/ Domingo Sanz
A cada cual le ha pillado la pandemia con sus propios antecedentes, más o menos penales.
En el caso de la Comunidad de Madrid, ha llegado tras más de dos décadas sirviendo de escenario para un amplio catálogo de delitos titulados “corrupción” con la intención de no herir sensibilidades porque, en realidad, de lo que se trataba era de robar dinero a los madrileños para esconder una parte en techos falsos y privados y, con la otra, dopar las campañas electorales para torcer miles de voluntades ante las urnas y seguir robando desde el gobierno.
Delitos cometidos por delincuentes del partido político más adecuado para perpetrarlos, el PP, cuyos nombres no hemos olvidado ni tras un confinamiento global y único en la historia de nuestro planeta. Y en una Comunidad Autónoma que, junto a una gran caja para meterle mano, se ha sumado la comodidad de 25 años seguidos para hacerlo con las mismas siglas, sin los molestos cambios que a veces nos sorprenden por tener que jugar al juego de votar.
Visto el currículum, regresemos al presente.
Isabel Díaz Ayuso, la presidenta, le quitó a Alberto Reyero, de Ciudadanos, la competencia sobre los geriátricos. Ocurrió el jueves 26 de marzo y, en paralelo, circuló la especie de que el mismo Reyero, ante el elevado número de víctimas entre los residentes y bajas entre el personal, había pedido ayuda al gobierno de Sánchez sin contar con la presidenta.
Precisamente, conservo en la retina a un Pedro Sánchez pidiendo “ayuda para Madrid” en una de sus comparecencias de esas fechas y me quedé de piedra. ¿A qué venía que fuera él quien pidiera públicamente auxilio para la Comunidad más rica de todas, cuando quien tendría que hacerlo sería su presidenta?
Deduje que Sánchez aprovechaba la petición de Reyero para debilitar a Casado, que estaba siendo más desleal que nunca desde la oposición. Si así recibió ese golpe el del PP, lo más probable es que llamara a Ayuso exigiendo el cese de Reyero para, entre otras cosas, enviar un mensaje a Arrimadas, que se estaba mostrando muy “comprensiva” con el Gobierno de Sánchez al ritmo del “todos unidos contra el virus”.
Todos estos pensamientos, verosímiles aunque poco decentes en una coyuntura con muertos cada día, habían pasado, casi, a mejor vida cuando, de repente, los medios comenzaron a insistir en que la Comunidad de Madrid llevaba desde el 26 de marzo, precisamente aquel jueves de Reyero, siendo la única de toda España que no actualizaba las cifras de fallecidos en las residencias para mayores. Ante la presión mediática, la propia Ayuso se vio obligada a responder en La SER con una frase tan confusa como que en marzo “habrán muerto unos tres mil residentes”. Esperemos que Sanidad no suba esa “cifra” a la contabilidad oficial de cada día.
Además, se ha sabido que Ayuso se dirigió a Rosa María Mateo para quejarse de que TVE estaba informando demasiado de los recortes realizados por el PP en la Sanidad Pública de la Comunidad de Madrid, como si tal cosa no fuera cierta, no tuviera relación con la falta de recursos ante el Coronavirus y todo ello no tuviera interés informativo.
Cuando el conocimiento de las cifras es decisivo para salvar vidas donde puedan estar en peligro, ocultarlas es un delito, aunque quede sin castigo. Y que no me vengan con el rollo de que ya pasaremos cuentas al final de la pandemia, que todos sabemos que esa breva no caerá. “Mirar hacia el futuro” se dirá, o “los muertos no volverán”, como con los dineros de la corrupción.
Pero las sospechas con la pandemia en Madrid no se limitan a negar las cifras de víctimas en las residencias para mayores.
Resulta que hoy, 4 de abril, ha comenzado a compartirse un optimismo prudente entre los expertos que siguen las cifras al minuto, desde Fernando Simón hasta Oriol Mitjá, por poner dos casos extremos. Ha bastado que la curva se allanara y que un día disminuyera el número de muertos respecto de los anteriores, supongo que hoy domingo, día 5, ocurra lo mismo, para encontrar consuelo y comenzar a hablar de fases para el desconfinamiento.
Y algunos medios se han hecho eco de los datos que maneja el Instituto de Salud Carlos III, de los que se deduciría que en ocho CC.AA. la pandemia está desapareciendo. Se trata de Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria. Extremadura, Murcia, Navarra y País Vasco. Es decir, no incluyen Madrid.
Ahora es cuando usted, que está leyendo, me responde, sorprendido: ¡¡por supuesto que Madrid no!! ¡¡Es donde hay más casos, y con mucha diferencia!!
Yo también lo pensaba, pero resulta que los datos oficiales que Sanidad nos ofrece cada día no justifican, por sí solos, la exclusión de Madrid del grupo de líderes en la “guerra” contra la pandemia.
Partamos de dos criterios que podemos compartir.
El primero es que la única derrota posible contra el virus consistirá en estabilizarlo, convirtiéndolo en una gripe más, pues nadie piensa que vaya a desaparecer de nuestras vidas. Y que habremos conseguido estabilizarlo cuando I – (C + M) = 0 y se mantenga en el tiempo, siendo I, C y M los números totales de Infectados, Curados y Muertos, respectivamente. Al final, es lo que ocurre cada año con cualquier enfermedad temporera de las que nos visitan.
El segundo, que demuestra la validez de la fórmula anterior, está en los casos de China y Corea ante la pandemia, con situaciones envidiables en este momento, al margen de unas dudas sobre las cifras que muchos analistas creen que, en realidad, afectan a todos los países del mundo. En China, que fue donde empezó todo, I – (C + M) = 2.556 o, lo que es lo mismo, solo quedan sin curarse o morir un 3,1% del total de infectados, casi cero. Por comparar, en Galicia es mismo resultado es de 4.935, lo que significa que, en lugar del 3,1%, en la patria de Núñez Feijoo les falta por curar o enterrar al 88% de los positivos en Coronavirus. China ha curado a 76.984 infectados por el camino. Corea es el país que más se acerca a China: está a 36 puntos de la victoria.
Entonces es cuando regresamos a Madrid, que no figura entre las ocho CC.AA. que fundamentan el optimismo, aunque es la que, con gran diferencia, más cerca se encuentra de China y Corea del Sur del cero deseado: le faltan 45 puntos, solo 9 más que Corea.
En cambio, las ocho CC.AA. que teóricamente más se acercan a la derrota del virus, según dicen, están en realidad mucho más lejos que Madrid de saldar la diferencia entre la suma de Curados más Muertos con la de Infectados. El País Vasco y Cantabria están en los dos extremos, con 11 y 43 puntos de distancia respecto de Madrid.
Por otra parte, el total de infectados de esas ocho CC.AA. solo representan el 16% de todos los de España, mientras que solo Madrid supone el 30%.
Y hay otro detalle que, en mi opinión, desmonta el optimismo nacido de la desaceleración del crecimiento de infectados en esas ocho CC.AA.: Del 1 al 4 de abril, el País Vasco, que supone la mitad de los infectados de esa muestra, ha crecido casi lo mismo que Madrid, un 30% y un 31% respectivamente.
Conclusiones, siempre provisionales:
Además del más que sospechoso ocultismo de Díaz Ayuso con las residencias de mayores, el análisis de unos datos oficiales que cada día convocan a cientos de miles de personas a las 11:30 horas demuestra que el número real de infectados puede ser mucho mayor del que se informa, que puede aflorar en cualquier momento en lugares y circunstancias aún incontrolables, y en base a parámetros desconocidos.
Aunque Madrid podría estar entre las CC.AA. que justifican un optimismo aún poco fundamentado, me temo que lo que ocurre es que tanto los expertos en la pandemia como los periodistas se fían menos de las informaciones que proceden de Madrid que de las de otros territorios.
La guinda la pone hoy la portada de El Diario: “Los médicos de Madrid se organizan entre ellos para trasladar pacientes graves ante la descoordinación de la Comunidad”. Se deduce que reina el caos en la Sanidad madrileña, esa Consejería del PP que asumió las competencias del cesado Reyero.
Señores Sánchez e Iglesias, ¿no debería su Gobierno intervenir Madrid y gestionar su Sanidad desde el Ministerio de Illa? ¿No hay ningún artículo en la Constitución que sirva para una situación desesperada? ¿No hubiera sido esa la mejor ayuda que se podía prestar a Madrid?