Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2020/04/01/des-instrucciones-pibxs-y-pandemia/ 4 Minutes
No es lo mismo elegir encerrarse y aislarse que la obligación de hacerlo.
No es lo mismo elegir dejar de verse con la gente que la prohibición del contacto por amenaza de contagio. O saber cuándo algo va a terminar que la postergación constante casi anunciada y sin fin confiable a la vista. Ni elegir hacer nada que la entrega a ella como un aburrimiento que no cesa.
Este tiempo de confinamiento y encierro en nombre del cuidado deja al desnudo algo de la textura que tenemos cada quien para afrontar situaciones en las que crisis y excepción se superponen. Podemos saber de las crisis ya vividas, podemos saber de excepciones ya vividas, pero ahora, todo eso junto puede hacernos sentir que es mucho y que no sabemos qué hacer para llevarla.
No es lo mismo surfear las obligaciones escolares en el cuerpo a cuerpo del cotidiano tedioso de la escuela que sin ello. O poder elegir faltar que no tener esa opción. O que las materias estén desplegadas y alternadas a lo largo de 7 días que un cotidiano desmarcado de horarios y materias, y por tanto de entregas y obligaciones. Las estrategias para surfear ese cotidiano quedaron desactivadas por las nuevas condiciones. ¿Y ahora qué inventamos?
Del mismo modo, no es lo mismo sentir que tu casa (o que algún lugarcito de tu casa) puede ser un refugio que no sentirlo así y tener que estar 24×7 confinadx al hogar. Y que ese adentro del que tantas veces escapamos al ir a la escuela, no tenga opciones. ¿Y ahora qué inventamos?
Quizás la estemos pasando bien así, quizás no…
En estos días, quizás estemos obligadxs a mantener distancia con quienes no queríamos tenerla y, tal vez, a estar en cercanía con quienes quisiéramos mantener distancia.
Son tiempos en los que se puede radicalizar lo que ya tenemos y en los que quedan al desnudo miserias y solidaridades, nuestras y del mundo. Están quienes quedan potenciadxs en su egoísmo-hedonismo, y no paran de hacer ejercicios, de pensar en sí mismxs como el ombligo del mundo, creyendo que todes viven como ellxs la cuarentena. Están quienes quedan activadxs desde lo paranoico, ocupadxs por el miedo al virus, a lxs vecinos buchones, a la policía liberada en las calles y no paran de buscar datos e información sobre el virus, y no paran de buscar formas de prevenir y evitar el contagio. Hay quienes quedan activados desde lo hipocondríaco y agudizan al máximo el registro del cuerpo, de cada fibra. Y cada sensación no conocida es pasible de un síntoma del virus. También están quienes se activan desde lo maníacodepresivo y ahí andan haciendo de todo y encontrando tiempo para cocinar, leer, escribir, publicar, dibujar, ordenar, limpiar. O duermen y duermen sin salir de la cama. A Algunxs se le activa desde lo esquizo y bloquean sentimientos, sensaciones y emociones y hacen como si no estuviéramos en esta película.
Cada quién verá cómo llevarla y qué poner en el botiquín para surfear estos días. Quizás sean viejas herramientas de las ya usadas en tiempos de crisis, de las ya probadas en tiempos de excepción. Pero esta vuelta, además, pareciera que hay algo implícito que prohíbe hablar de la angustia, porque se cree que hablar de ella (y ya no sólo sentirla) puede contagiar. Y no es lo mismo contagiar que compartir.
Lo que sentimos siempre toca lo ya sentido. Dolor “nuevo” toca viejos dolores. Miedo toca miedos. Agresividad toca agresividades.
Y en el encierro, poco es mucho.
Esto ya se sabe en los manicomios. Institución que sólo sirve para garantizar la ilusión de que la locura puede encerrarse. Ahora queda a la vista que es exactamente lo contrario: el encierro puede enloquecernos.
¿A qué podemos recurrir, entonces? ¿Qué ponemos en el botiquín?
Sabemos que las artes, lxs amigxs, algunxs amores, la naturaleza pueden funcionar para remediar las angustias. Leer, escribir, dibujar, pintar, hacer música, escuchar música, hacer fotografías, filmaciones pueden ayudar a llevarla. Hacer ejercicios físicos para cansarse (y para sentirse bien). Compartir este tiempo chicle con amigxs, reírse y llorar con ellxs, ayudan a inventarse afueras posibles.
No subirse ni engancharse en enojos y discusiones sin salida, no descargarse sobre otrxs, cuidarse de reproches, culpas y recriminaciones, acusar, señalar, interpretar a cercanxs y lejanxs. Las pasiones tristes, decía el filósofo Baruch Spinoza, allá por el 1500, nos quitan potencia. Las pasiones alegres, la expanden.
En este encierro, quizás nos convenga aprender de aquellos puercoespines de los que hablaba en su fábula el filósofo Schopenhauer (contemporáneo de Baruch). Contaba de unos puercoespines que tenían que pasar juntos un invierno muy, muy frío. Contaba que para encontrar calor, se buscaban y se acercaban, pero se lastimaban porque se pinchaban. Entonces, se alejaban pero sufrían frío. Y así, iban y venían viendo qué hacer. Schopenhauer nos enseñaba que en ese movimiento de acercarse y alejarse, de cercanías y distancias podemos encontrar las distancias óptimas para cada situación. ¿Qué cercanías necesitamos y por cuánto tiempo? ¿Qué distancias necesitamos y por cuánto tiempo? En esos movimientos, la vida. Vida que necesita también inventarse algunos “afuera” posibles porque sin algo de esto, sabemos, el cuerpo puede enloquecer y enfermar, y no de coronavirus.
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