Fuente: https://www.grupotortuga.com/Debemos-tragarnos-la-politica-de https://www.elsaltodiario.com/plane… Juan Carlos Rois
Planeta Desarmado.
¿Debemos tragarnos la política de defensa vigente sin levantar el dedo?
El pasado 11 de junio de 2020 el presidente del Gobierno ha publicado la undécima (suele publicarse una por legislatura a excepción de la última de Rajoy y la primera efímera de Sánchez) Directiva de Defensa Nacional (DDN), el documento principal que define los objetivos y las líneas básicas de la política de defensa del Estado (qué hay que defender, quién son los enemigos, qué papel juega la defensa militar, qué aspiraciones de capacidades y gasto, etcétera).
La aprobación de este documento tan esencial se ha realizado, como siempre, después de una elaboración opaca por parte de departamentos oscuros y nada transparentes del ministerio de Defensa y tras llevarla a información al Consejo de Seguridad Nacional, órgano compuesto por los representantes de los ministerios con poder de decisión en la política militar y en la autorización del brutal gasto militar español, más los jefes de los ejércitos y presidida con carácter ordinario por el Presidente de Gobierno y extraordinariamente por el Rey.
Desde luego la elaboración no ha ido precedida, en contra de lo que pasa en cualquier otra política pública como pueda ser la relacionada con el modelo energético y el cambio climático, la de integración e inmigración, la sanitaria o la de educación, de ningún tipo de debate público. No se ha llamado tampoco a organizaciones sociales ajenas al ámbito estrictamente militar para elaborarla, ni se han contrastado otros intereses ajenos a los del complejo militar-industrial y del propio militarismo, ni se ha tenido en cuenta la opinión pública en aspectos referidos a nuestra seguridad o a la percepción de riesgos para la seguridad pública y el modo de abordarlo.
Como era de esperar, (y en perfecta continuidad con las DDN anteriores, desde la primera con Felipe González hasta las últimas del rajoinato) la DDN define un escenario de riesgos ubicuos, indefinidos, transnacionales y fantasmagóricos que, en la inmensa mayoría de su palabrería, nada tiene que ver con lo militar ni se pueden abordar desde lo militar (y ello cuando el riesgo puede calificarse como real y no como una mera idea distópica sacada de una mala película de invasiones de marcianos o algo similar), a pesar de lo cual define como esencial la defensa militar porque tiene una serie de capacidades específicas para dar respuesta e imponer el uso de la fuerza (??) a casi todo lo imaginable.
Y, lógicamente, en su lista de deseos y prioridades establece la defensa militar de occidente mediante nuestra adhesión (diríamos mejor, sumisión) a la OTAN y la política militarista de la UE, nuestro enfoque militar hacia el intervencionismo militar (por cierto, llevamos invertidos más de 16.000 millones de euros en los 90 conflictos en que hemos intervenido desde tiempos de Felipe González a los 16 en que andamos embarcados ahora), la consolidación de un modelo de ejército gigantista de carácter “disuasorio” (por una tasa de militares de 4,6 por cada 1.000 habitantes si sumamos ejércitos y Guardia Civil, uno de los más altos de Europa y con una ratio de 1,7 efectivos por cada mando militar, una de las más descabelladas del mundo), la promoción de la industria militar (un oligopolio caracterizado por la ineficacia, el despilfarro, las puertas giratorias, que ha generado una deuda inmoral e impagable por armas que no necesitamos de más de 40.000 millones de euros, y enfocarse a la venta de armas al exterior, en lo que somos sexta potencia mundial), un enorme gasto militar y el rearme permanente.
De tan esencial documento, y de la consolidación que contempla de una defensa que no nos defiende de nada, que nos arruina y que, por si faltara poco, perjudica tanto a las necesidades sociales aquí como a la seguridad humana a escala mundial, nada o casi nada han dicho los medios de comunicación, porque los temas de defensa (a pesar de influirnos tan gravemente como se ha comprobado ahora, con la primera amenaza global que padecemos a escala estatal y planetaria, en la que la prioridad de recursos militares en detrimento de la necesidad de sanidad universal ha demostrado lo indefensos que nos deja cierta defensa) no interesan, o no interesan sino como promoción del militarismo militante vigente.
Es preocupante a su vez el desinterés ramplón de nuestras izquierdas variopintas por el abrasador y expansivo militarismo sociológico e institucional que forma parte de nuestro paisaje de rémoras y cortocircuitos para cualquier aspiración de cambio real. Tampoco, que yo sepa, nadie desde los sectores de izquierda (mucho me temo que tampoco se han enterado, ni ganas que tienen, de la publicación de esta DDN) ha levantado el dedo para protestar por la fijación de estas prioridades de la política de defensa de gobierno de Sánchez y sus adláteres. Tradicionalmente nuestras izquierdas prefieren obviar esta política, dejarla en manos de “expertos militares” y no hacer sino críticas obvias y descontextualizadas en momentos puntuales, pero sin plantear referencias alternativas, como si fuera posible alcanzar una transformación lo más maximalista imaginable en nuestras estructuras, pero con un minimalismo ridículo en lo que se refiere a lo militar.
Como quiera que la DDN no se debate ni se aprueba en el Parlamento (solo se les informa una vez aprobada y convertida en directrices políticas para que la comisión de Defensa, una de las más inoperantes, acríticas y aplaudidoras de las del Congreso, tome conocimiento de la misma) tampoco es posible, o hasta ahora nadie lo ha intentado entre los partidos parlamentarios, generar un debate público y plural, donde, además de los militares, estén representadas otras visiones de la sociedad, acerca de cosas tan básicas como qué hay que defender, quién o qué es el “enemigo”, “riesgo” o “amenaza”, quién tiene que defender o cómo hay que hacerlo.
Es evidente que la izquierda, o las izquierdas, no tienen opinión en los temas de defensa, ni cuentan con una visión de largo plazo, porque, cual despotismo ilustrado, aceptan la minoría de edad en materia de defensa y delegan en expertos militares para que digan lo que les plazca. Y si no tienen opinión, o la que tienen es fruto de una ortodoxia obsoleta y caduca, menos aún cuentan con un enfoque alternativo, por ejemplo, centrado en “desmilitarizar” la política de defensa bajo la idea de la seguridad humana y la estrategia de quitarle poder a lo militar y dotarnos de alternativa de respuesta de dicha seguridad humana.
Por eso no contamos (podemos observarlo en la vacuidad de las ofertas electorales en materia de defensa, o en la deprimente ramplonería de las enmiendas en esta materia a los proyectos de presupuestos que elabora el gobierno, o en la falta de control parlamentario centrado en criticar los principales y crónicos males de nuestro militarismo, o en el colaboracionismo unas veces entusiasta y otras resignado a las exhibiciones militares o a la industria militar) con ninguna idea en la agenda social (un horizonte diferente) de política de defensa diferente con la que debatir cosas que unilateralmente vienen imponiéndonos sin crítica ni debate desde el poder.
Los principales problemas de nuestro militarismo actual
Con ello, y por duro que parezca, contribuye nuestra despreocupada sociedad que no opina en esta materia a cronificar los principales problemas de nuestro militarismo actual: aquellos que lo hacen insostenible desde el punto de vista económico y social y que lo cronifican como un problema para cualquier transformación a la que aspiremos.
A saber:
a) Un gigantismo y una sobredimensión del mismo que lo hace económicamente insostenible, que duplica estructuras (los militares tienen farmacia propia, sanidad propia, política de vivienda propia, museos propios, centros deportivos y recreativos propios, escuelas propias, justicia propia y todo un entramado de instituciones propias que lo convierten en un estado dentro del estado).
b) La falta de transparencia de estas políticas para acallar cualquier crítica y cualquier alternativa.
c) Una política militar intervencionista y sumisa a los centros de decisión geopolítica y militar de los dueños de la OTAN y de la UE; en la que somos la “cola del león” aportando militares a las operaciones de injerencia militar
d) Consiguientemente, la ausencia de soberanía en materia de seguridad y defensa y el encadenamiento a unos “compromisos” internacionales impresentables.
e) Una abrumadora opacidad en las políticas de defensa, en la que juega un papel esencial el oligopolio militar-industrial, el puertagiratorismo y el clientelismo sin control ni vergüenza.
f) El despilfarro subsiguiente y la consolidación de una deuda ilegítima contraída por políticos “puertagiratorios” que recae sobre toda la ciudadanía.
g) La consolidación de un gasto militar desmesurado, insostenible y creciente que se encubre en partidas de casi todos los ministerios y de muchos organismos públicos y que alcanza una cifra anual en torno a los 30.000 millones de euros.
h) La promoción de la industria militar y de la venta de armas (que a su vez generan conflictos, no solo negocio) para sostener los intereses del sector militar-industrial, de sus puertas giratorias y de los encargos de grandes programas de armas de “proyección” (que además no necesitamos) de nuestros ejércitos.
i) Un papel de los ejércitos y de la ideología militar expansivo, ultraconservador expansivo, garante de las esencias y con vocación intervencionista para mantener el estatus quo.
j) Un modelo que no defiende (ni lo intenta) las necesidades de seguridad humana de la sociedad y que incorpora verdaderos obstáculos a la realización de esta, cuando no es agente principal de agresión (el ejército es uno de los principales agentes de contaminación, tiene incorporado un enfoque de actuación expansivo ante cualquier riesgo o amenaza, no ha renunciado a la idea de enemigo interno, detrae recursos necesarios para otras necesidades, genera peligrosidad por sus actuaciones, acentúa el riesgo de ser considerados como “enemigos” por pueblos donde nuestra intervención militar se ha hecho patente, formamos parte del escudo de bases y misiles de EEUU frente a enemigos que no son nuestros enemigos…).
¿Una alternativa de DDN?
Aviones militares
La lectura de la DDN es estimulante, primero porque nos hace ver que la definición de la política de Defensa elaborada por los expertos militares, y que teóricamente orienta nuestra política militar para esta legislatura (y en puridad viene orientando invariablemente desde los mismos parámetros la política militar desde la transición a nuestros días sin que nadie plantee algo distinto), es un verdadero churro y no se sostiene sino en peticiones de principio absurdas.
Y segundo, porque permite orientarnos para plantear que frente a esto cabe pensar de otro modo y debe exigirse debate social, para sacar los problemas de la seguridad humana de las manos de los militares (y si somos conscientes diríamos que los problemas de seguridad humana son demasiado serios para dejarlos tanto en manos de los militares como de los políticos) y rescatarlos para la sociedad. En materia de defensa debemos ejercer también nuestra mayoría de edad y decidir.
Sería posible, desde mi punto de vista, contemplar el escenario mundial desde una óptica diferente, para definir los problemas que amenazan a la seguridad humana desde parámetros no basados en la idea militar del riesgo y comprensivos de la naturaleza no militar de los mismos. Desde luego, con todo lo que está cayendo, con la acumulación de crisis ambientales, culturales, tecnológicas, sociales y del propio patriarcado y capitalismo, tenemos material más que suficiente para levantar el dedo y señalar un análisis de la realidad bien diferente del que nos definen los profetas de la catástrofe en la DDN.
Un buen referente puede ser, por el consenso que han generado a escala mundial, los grandes Objetivos de Desarrollo del Milenio, que podríamos definir como dimensiones de la seguridad humana y planetaria y que deben ser abordados desde una óptica de la seguridad y de viabilidad del propio planeta.
La traducción lógica de esta manera de analizar los problemas del mundo consiste en que la pregunta por lo que hay que defender varía respecto de la que la DDN plantea.
Lógicamente, si enfocamos el “qué hay que defender” de una manera alternativa, el cambio de prioridades implica un cambio tanto de ejes como de objetivos. Nosotros entendemos que promover una Defensa diferente implica una apuesta nítida por la desmilitarización de la misma, lo que implica apostar por dos dinámicas paralelas que deben orientar el cambio desde la heredada política de Defensa, hacia una política de seguridad humana: La primera, quitar poder al modelo de defensa militar y la segunda, empoderar unas prácticas de seguridad humana alternativas.
Debemos elaborar, de forma colaborativa y con atención a las sensibilidades plurales de nuestra sociedad, una alternativa teórica de directiva de seguridad con aspiración de reducir y acabar con el militarismo mediante un proceso de desmilitarización. El trabajo está por hacer, pero se me ocurre proponer algunas pautas a título de ejemplo de lo que podemos proponer. No soy demasiado original en la propuesta, deudora de la que Utopía Contagiosa vino desarrollando en diversos trabajos publicados en su web, así como en el libro del año 2012 Política violenta y lucha social publicado por la editorial de Ecologistas en Acción, o, más recientemente, en el texto que yo mismo he colgado para su descarga libre Manual para entender el militarismo .
Cómo superar esta política de Defensa
Podríamos pensar unas directrices alternativas a las que el sistema propone en la actual DDN. A título de ejemplo, podríamos establecer las siguientes líneas generales de la política de defensa para una DDN alternativa con la que contrastar la vigente:
1) Objetivo general: establecer una transición para asumir una política de seguridad humana que supere la política de defensa militar asumiendo una reorientación, un redimensionamiento y una reestructuración del vigente modelo de defensa militar para llegar a la completa desmilitarización y a la sustitución de la política de defensa por la política de seguridad humana.
2) Política de defensa y planeamiento:
a. Se iniciará un ciclo de planificación de la Defensa para conseguir la gradual desmilitarización de la misma de forma programada y sostenible. Dicho ciclo necesitará establecer: a1) Una evaluación completa del actual modelo y de su impacto. a2) Promover la absoluta transparencia en temas de defensa. a3) Establecer cauces de participación social y de deliberación plural en la definición de la estrategia, prioridades y medidas. a4) Generar debate social sobre seguridad humana y política de defensa, y a5) Empoderar a la sociedad en la autoorganización para la promoción de la seguridad humana.
b. En tanto se consiga la plena desmilitarización de la política de seguridad, se articularán políticas para promover la paz en los términos definidos en los objetivos de desarrollo del milenio, y entre ellas, el apoyo crítico a las políticas de resolución pacífica de conflictos, el apoyo a las redes de solidaridad con países en conflicto, a los refugiados y huidos de zonas en conflicto, a los desertores de guerras y conflicto, a la desmilitarización de zonas en conflicto y a la resolución noviolenta de conflictos. Asimismo, se promoverá el desarrollo de una cultura de paz aquí y en las zonas de conflicto para luchar contra la promoción de la guerra.
c. Se cerrarán las escuelas y universidades de índole militar.
3) Política internacional
a. Se redefinirá toda la política de cooperación y asuntos exteriores para enfocarla a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En línea con esto, se dará fin a toda la participación militar en operaciones militares en el Exterior y se revertirá la inversión anual que se utiliza para estas para destinarla a apoyo internacional a la consecución de los Objetivos del Milenio y a políticas de promoción de la paz y de la resolución alternativa de conflictos.
b. Se iniciará un proceso de desvinculación de las organizaciones militares y de construcción de alianzas para la paz y el desarrollo justo. Del mismo modo se renegociará para la devolución de las bases militares internacionales existentes, ya sean al servicio de EEUU o de la OTAN.
Se iniciará un proceso de desvinculación de las organizaciones militares y de construcción de alianzas para la paz y el desarrollo justo.
4) Política de redimensionamiento y reconversión de la estructura militar
a. Se realizará una evaluación del conjunto de recursos materiales y humanos dispersos en los distintos ministerios y organismos a fin de iniciar un proceso de redimensionamiento y reducción de la estructura de la Defensa, así como de transferencia a organismos civiles competentes de los organismos militares de similares características, de transferencia de sus recursos presupuestarios y de reconversión del personal adscrito a los mismos.
b. Se suprimirán de forma inmediata las unidades militares enfocadas a la proyección y se procederá, con el dinero destinado a estas, a la reconversión o a la jubilación anticipada de su personal.
c. Se promoverá la gradual redacción de las fuerzas militares y la desmilitarización de los recursos útiles, en función de la sustitución del modelo militar de defensa por un modelo de seguridad humana no basado en ejércitos.
d. Se procederá a la desinversión del Estado en empresas de armamentos, a la reconversión de esta a fines socialmente útiles y justos y a la supresión y desincentivación de la fabricación y venta de armas.
e. Se incentivarán los servicios públicos para intervención especializada en crisis globales de naturaleza no militar y en situaciones de riesgo o catástrofe.
Se procederá a la desinversión del Estado en empresas de armamentos, a la reconversión de esta a fines socialmente útiles y justos y a la supresión y desincentivación de la fabricación y venta de armas.
5) Política de inversiones y gastos
a. Se procederá a una gradual reducción del gasto militar y a su trasvase a necesidades sociales que se definan por el conjunto de la población. En el período de cuatro años se reducirá en 1/3 el total de gasto militar actual.
b. Se declarará ilegítima la deuda por programas de armas y se exigirán responsabilidades a los responsables de contraerla.
c. Se congelarán todos los programas de armamento en vigor.
d. Se trasvasarán inversiones programadas para la estructura militar a fines civiles socialmente útiles.
6) Industria militar
a. Se procederá a incentivar la conversión de la industria militar mediante incentivos para el desarrollo de I+D+I socialmente útil y la desincentivación de la investigación y desarrollo tecnológico destinado a fines militares.
b. Se legislará contra el oligopolio militar y contra las puertas giratorias.
c. Se congelarán con vistas a su gradual supresión todos los encargos y programas de armas
d. Se fomentará la colaboración científica y universitaria para el estudio de programas y estrategias de conversión de la industria militar.
7) Políticas de empoderamiento social
a. Se incentivará la cultura de paz.
b. Se apoyará la participación de los sectores sociales relegados hasta la fecha y de la sociedad en la definición de las grandes preguntas y líneas definitorias de las necesidades humanas que deben ser cubiertas en una definición de políticas de seguridad humana (qué hay que defender, qué prioridades se establecen, cómo hay que defender, quién debe hacerlo).
c. Se promoverá la participación social, la autoorganización popular y la lucha social como medios para promover la defensa social alternativa de base noviolenta.
d. Se promoverán métodos alternativos de resolución de conflictos
e. Se promoverá la desmilitarización social y cultural.
8) Revisión
Se efectuará una revisión gradual de los procesos de desmilitarización emprendidos para adecuar las directivas siguientes a fin de conseguir alcanzar el fin de superar el modelo militar de Defensa.