De la guerra fría cultural a la guerra multidimensional

Ricardo Romero Romero

Para obtener la victoria necesaria e integral se hace pertinente que los pueblos en resistencia se apropien de los medios de producción, incluyendo las plataformas de contenidos digitales.


«Una guerra se puede ganar o perder/pero una lucha popular de liberación/ solo se puede ganar«: Omar Torrijos

Las llamadas guerras cognitivas, híbridas, psicológicas o mentales no son nuevas. Según el antiguo tratado oriental que se atribuye a Sun Tzu: “El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. Es decir, las querellas o confrontaciones que no son cuerpo a cuerpo existen desde las eras tempranas de las civilizaciones.

En la modernidad, aquellas guerras que trascienden los lanzamientos de misiles, las detonaciones de napalm o los racimos de fósforo blanco que recientemente fueron usados por el sionismo contra la Palestina ocupada, están principalmente dirigidas a implosionar los cerebros. La mente es el campo de batalla.

A este respecto, se considera inédito el escenario de agresiones a las que fue sometida Venezuela, en el marco de los comicios presidenciales del 28 de julio de 2024. Las paparruchas o fake news, discursos de odio y ataques mediáticos a través de las redes sociales electrónicas corporativas fue y sigue siendo atroz.

Ciertamente, estas arremetidas se mantienen en curso y prácticamente al mismo nivel de intensidad, pero controladas ligeramente por el “baneo” que el gobierno bolivariano logró gestionar en el espectro radioeléctrico y digital, neutralizando parte de los bulos y la manipulación comunicacional hegemónica.

Ciberterrorismo y agresiones cognitivas

La embestida cognitiva vino acompañada de acometimiento ciberterrorista, donde el hackeo de sitios web y las cuentas de redes pertenecientes al Estado venezolano se vieron maniatadas al punto de conformar parte un golpe Estado blando gestado desde Washington y en complicidad con sus adláteres del fascismo opositor.

Sin embargo, la guerra cognitiva y la ciberguerra también llamadas guerras de quinta generación no comenzaron este año ni en la última década. La misma creación de las plataformas corporativas digitales, lo que incluye a Facebook, X, Instagram, Whatsapp, Netflix, AppleTV, Disney Plus ya son per se, la génesis de este meollo.

Su antecedente más cercano, donde el aparato de publicidad capitalista, disfrazado de entretenimiento gestado desde Hollywood y las academias dominantes como Harvard o los emporios industriales del cosificamiento comunicacional, donde lostall shows y las narrativas transmediáticas son cotidianas.

Nos estamos refiriendo a la primera gran operación de control y cooptación sociopolítica que está documentada en el libro La CIA y la guerra fría cultural de Frances Stonor Saunders. El artificio de inteligencia de la Casa Blanca se ufana de haber derrotado a la Unión Soviética sin haber disparado una sola bala.

Así es, desde la conformación de una opinión pública global en la que intelectuales progresistas y dizque no autoritarios, en vez de enfocarse en llevar la contraria al complejo militar industrial, los grandes consorcios trasnacionales y las supremacistas maquinarias bélicas de la OTAN, pues no, el enemigo era el Kremlin.

Imposturas mediáticas hegemónicas

Eso arrastró todo un plan de propaganda antisocialista, anticomunista, proimperialista y procapitalista que vemos reflejado en grandes producciones audiovisuales donde los relatos globalistas se imponen en todo el conglomerado de medios tradicionales y sus réplicas de las mal denominadas redes sociales electrónicas.

Volviendo al caso de Venezuela, antes de la ofensiva yankee pre y poselectoral reciente, la revolución bolivariana pudo derrotar a todos los métodos, manuales y mecanismos de las “revoluciones de colores”. Y esta nueva forma de arrasar con aquello que no se somete al mando del Pentágono, también se superó. Este triunfo no es total. Más bien podemos expresar que es parcial y que seguimos en batalla. Para obtener la victoria necesaria e integral se hace pertinente que los pueblos en resistencia se apropien de los medios de producción, incluyendo las plataformas de contenidos digitales. La emancipación de Nuestra América depende de una voluntad política y colectiva.

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