De cómo Israel construyó un imperio de diamantes sobre la sangre africana

Mientras el mundo celebra la «transición verde» y compra teléfonos inteligentes con la conciencia limpia, en la República Democrática del Congo miles de personas mueren extrayendo los minerales que hacen posible nuestro estilo de vida. Detrás de esta tragedia humanitaria existe una red de explotación que conecta directamente con Tel Aviv, con la industria diamantera israelí y con un ciudadano del Estado de Israel realmente siniestro: Dan Gertler.

Dan Gertler.

Gertler es nieto de Moshe Schnitzer, primer presidente y cofundador de la Bolsa de Diamantes de Israel, ganador del Premio Israel en 2004. Su apellido es sinónimo de diamantes en el Estado hebreo. Su fortuna actual se estima en 1.500 millones de dólares. Este dato, por sí solo, ya cuenta una historia. Porque cada uno de esos millones tiene nombre y apellido congoleño. Tiene rostro de niño minero. Tiene el color de la tierra arrancada sin permiso, de los recursos robados, de las comunidades desplazadas.

En 1997, cuando los negocios diamanteros israelíes penetraron el mercado congoleño, comenzó una era de pillaje sistemático que continúa hasta hoy. Gertler fundó IDI (International Diamond Industries) a finales de los años 90 y consiguió algo extraordinario: un monopolio sobre las exportaciones de diamantes del país. Controlaba quién vendía, a quién vendía y a qué precio. Los beneficios fluían hacia sus cuentas bancarias mientras las comunidades locales sobrevivían con las migajas de su propia riqueza.

Los números hablan con una crueldad que duele. Entre 2010 y 2012, los acuerdos mineros y petroleros de Gertler privaron al pueblo congoleño de 1.360 millones de dólares en ingresos. Mil trescientos sesenta millones de dólares que deberían haber construido hospitales, escuelas, carreteras. Que deberían haber alimentado a familias, educado a niños, dignificado vidas. En 2017, la administración Trump impuso sanciones contra él, acusándolo de «acuerdos mineros y petroleros opacos y corruptos». Cuando hasta Estados Unidos considera que has cruzado una línea, es que la magnitud del crimen es innegable.

Las sanciones, sin embargo, no detuvieron la maquinaria. En 2024, documentos de arbitraje revelaron cómo Gertler continuaba operando a través de redes de pago y estructuras corporativas diseñadas para evadir el escrutinio internacional. En agosto de ese mismo año, un tribunal suizo condenó a Glencore —una de las mayores empresas mineras del mundo— a pagar 150 millones de francos suizos por sobornos pagados a través de Dan Gertler. La investigación descubrió que 26 millones de dólares habían pasado por cuentas bancarias suizas hacia Gertler. De esa suma, 10 millones se entregaron en efectivo a un funcionario congoleño cercano al entonces presidente de la RDC.

El precio humano del progreso occidental

Hoy, en 2025, la situación en las minas congoleñas es tan brutal como siempre. La República Democrática del Congo produce el 70% del cobalto mundial, ese mineral esencial para las baterías de coches eléctricos y teléfonos móviles. En 2024, la Organización Internacional del Trabajo identificó más de 6.200 niños trabajando en minas de las provincias de Haut-Katanga y Lualaba. Niños que trabajan jornadas interminables por menos de dos dólares al día, expuestos al cobalto, un metal tóxico al tacto y al respirarlo.

La expansión de las minas industriales de cobalto y cobre ha provocado desalojos forzosos de comunidades enteras. Amnistía Internacional documentó violaciones de derechos humanos que incluyen agresiones sexuales, incendios provocados y palizas. Familias expulsadas de tierras que habitaron durante generaciones, sin compensación, sin alternativas, sin futuro.

Mientras tanto, Dan Gertler alcanzó en 2022 un acuerdo con el gobierno congoleño que le permite mantener derechos sobre flujos de regalías de tres minas de cobre-cobalto durante los próximos quince años. El acuerdo también protege a Gertler y sus empresas de futuras acciones legales. 146 organizaciones internacionales condenaron este pacto. La coalición «Congo is Not for Sale» denunció que el acuerdo perpetúa el saqueo. Gertler, por su parte, presentó una demanda contra esta coalición anticorrupción.

En su página web personal, Dan Gertler se describe como «un individuo profundamente religioso y reservado» comprometido con la promoción de los derechos humanos del pueblo congoleño. Afirma haber invertido sumas considerables en actividades filantrópicas en la RDC, su Israel natal y otros lugares. La contradicción entre estas palabras y la realidad documentada por gobiernos, tribunales y organizaciones de derechos humanos resulta obscena.

La conexión entre Israel y la explotación del Congo es estructural. La industria diamantera israelí, nacida como mecanismo de supervivencia económica tras el Holocausto, se convirtió en herramienta de dominio sobre otro pueblo. El legado de Moshe Schnitzer, pionero de la Bolsa de Diamantes israelí y ganador del Premio Israel, incluye ahora miles de millones extraídos por su nieto de uno de los países más pobres del planeta.

Cada móvil que compramos, cada coche eléctrico, cada diamante en un escaparate está manchado con tierra congoleña. Con vidas congoleñas. Las sanciones existen, los informes se acumulan, las organizaciones denuncian. Nada cambia. Gertler mantiene su fortuna. Las empresas mineras continúan operando. Israel protege a sus empresarios mientras se beneficia de un comercio construido sobre el despojo.

El Congo no está en venta. Los recursos congoleños pertenecen al pueblo congoleño. Las vidas congoleñas valen exactamente lo mismo que cualquier otra vida.

Redacción Afroféminas


 

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