Fadi Alí 3 de octubre de 2025 Hora: 09:20

Una compleja red ha transportado a decenas de exsoldados colombianos desde los barrios pobres de Medellín y Bogotá hasta las líneas del frente en Darfur y Kordofán, donde combaten junto a unidades del Ejército sudanés. Foto: X/ @PrensaMercosur
En los callejones destruidos de Omdurmán y las calles en llamas de Nyala, la lucha ya no se limita a dos ejércitos sudaneses rivales. Voces extrañas que hablan español, con un acento colombiano distintivo, están causando pánico entre los civiles. Un reportaje de investigación publicado por IN DEPTH Reports revela detalles de una compleja red que ha transportado a decenas de exsoldados colombianos desde los barrios pobres de Medellín y Bogotá hasta las líneas del frente en Darfur y Kordofán, donde combaten junto a unidades del Ejército sudanés.
De contratos turbios a campos de batalla en llamas
La historia comenzó con anuncios en las calles de Colombia que prometían salarios atractivos en dólares por trabajos de seguridad en el “Medio Oriente”. La ubicación y la naturaleza del trabajo no se especificaban, pero la oferta fue suficiente para convencer a cientos de soldados retirados, que habían pasado años luchando contra rebeldes o narcotraficantes, de embarcarse en una nueva aventura.
Lo que la mayoría no sabía hasta después del despegue era que su destino final no era el Golfo ni Libia, sino el este de Sudán. Allí, en el Aeropuerto Militar de Puerto Sudán, fueron recibidos por oficiales sudaneses y trasladados directamente en autobuses militares cerrados al campamento de Wadi Sidna, al norte de Jartum.
Campamentos de entrenamiento y adaptación a un nuevo desierto
En el campamento, el objetivo no era enseñarles a pelear desde cero, pues ya eran soldados profesionales. Sin embargo, según relató un oficial sudanés al equipo de investigación, el enfoque se centró en entrenarlos en el uso de armas disponibles localmente, como Kalashnikovs y cañones ligeros, y en enseñarles comandos básicos en árabe, como “derecha”, “izquierda”, “fuego” y “alto”, para facilitar la coordinación en el terreno.
Tras semanas de entrenamiento, grupos de ellos fueron trasladados al campamento de Al-Mareekiyat para instrucción en guerra urbana y ataques nocturnos, en preparación para su despliegue en las líneas del frente.
Testimonios desde el corazón del frente
Carlos Jevani, quien sirvió 12 años en el ejército colombiano, relata tras regresar a su país:
“Pensamos que íbamos a vigilar instalaciones petroleras en Libia, pero nos encontramos en una guerra real. Fuimos integrados en pequeñas unidades de diez a quince combatientes, encargadas de asaltar posiciones fortificadas y llevar a cabo ataques directos.”
El portal reportó testimonios similares de soldados sudaneses que confirmaron que la presencia de colombianos generó sentimientos encontrados dentro del Ejército: por un lado, elevó la moral de algunas unidades, al verlos como una fuerza de combate profesional, pero por otro, produjo resentimiento entre los soldados que sentían que los extranjeros recibían salarios y privilegios logísticos superiores a los de los combatientes sudaneses.
Miedo y extrañeza en las ciudades sudanesas
En Darfur y Kordofán, la presencia de combatientes hispanohablantes se ha convertido en parte de la memoria de la guerra. Aisha, una desplazada de Nyala, dice:
“Cuando el Ejército irrumpió en nuestro barrio, escuché palabras que no entendía, pero la repetición de la palabra ‘Colombia’ me hizo darme cuenta de que enfrentábamos a combatientes extranjeros. Fue aterrador; sentíamos que estábamos rodeados de extraños.”
Otro civil de Kordofán expresó su indignación:
“Ya no enfrentamos a un Ejército nacional, sino a mercenarios que han venido de otro continente. Esto convierte la guerra en algo que no es un asunto sudanés.”
Cadáveres sin nombre y silencio oficial
Uno de los temas más delicados es el destino de los muertos. Un exoficial contó a un periodista local que algunas unidades militares reciben órdenes de enterrar a soldados caídos cuyos nombres no figuran en los registros del Ejército. Este relato coincide con el testimonio de Juan David, hermano de uno de los combatientes colombianos muertos en Sudán, quien afirmó que el cuerpo de su hermano no ha sido devuelto a Colombia hasta hoy:
“Antes de morir, nos dijo que cinco de sus compañeros habían caído en combate y no fueron repatriados. Fueron enterrados en Sudán como si nunca hubieran existido.”
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