Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2023/04/20/cuba-los-desafios-de-diaz-canel/
3Este hombre recibió en sus manos las banderas de una Revolución edificada frente a las costas de Estados Unidos y que ha resistido estoica todas los embates imperiales y de todo tipo por los que ha pasado en más de 60 años.
Hoy el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez terminó su primer mandato y comenzó su último tramo al frente de los destinos de Cuba.
La Constitución, refrendada bajo su gobierno establece que los períodos presidenciales son de cinco años y una persona solo puede ejercer por dos consecutivos. Acota el texto constitucional que en el primer período, el Presidente no podrá ser elegido si sobrepasa los 60 años.
Díaz-Canel, como le llaman los cubanos, es el hombre que recibió en sus manos las banderas de una Revolución edificada frente a las costas de Estados Unidos; y es el primer presidente de la Cuba socialista después de Fidel y Raúl Castro, los gestores y defensores por 60 años de un proyecto que rompió todas las lógicas históricas del siglo XX y que se adentra en el siglo XXI contra viento y marea.
Cuando Raúl Castro afirmaba en la televisión nacional en el año 2021 que tras su salida del cargo como primer secretario del Partido Comunista de Cuba se concluía la transferencia ordenada de todas las responsabilidades políticas de la generación histórica a la nueva hornada de dirigentes, el país entraba en una etapa trascendental.
Luego de ese momento, Díaz-Canel, quien ya había sido elegido presidente de la República en el 2018, asumía también la conducción política del Partido y la Revolución
Desafíos y victorias
Un proceso político como el cubano, cuyas huellas en distintas materias y en casi todas las regiones del mundo son visibles y reconocidas, debía garantizar su continuidad, tanto por el compromiso con su pueblo e historia, como por su peso geopolítico regional.
Al mismo tiempo, sustituir al frente del Estado y el Partido a dos extraordinarios estadistas como Fidel y Raúl Castro resulta una tarea descomunal.
Solo lo anterior es titánico, sin embargo, el tiempo le depararía a Díaz-Canel y al equipo que lo acompaña un cúmulo de desafíos y retos que pondrían a prueba no solo la capacidad de liderazgo de los nuevos dirigentes, sino los propios pilares de la Revolución.
Donald Trump se propuso lograr lo que ninguno de sus antecesores había conseguido: destruir la Revolución. Para ello desplegó una batería de acciones injerencistas y hostiles dirigidas a la yugular de la economía cubana.
Fueron más de 240 medidas que impactaron como nunca antes en la vida de los cubanos. Los flujos financieros, las cadenas de suministros, los contratos de exportaciones e importaciones, el turismo, cualquier operación económica, fueron blancos de acciones de Estados Unidos. El propio gobierno cubano en voz de uno de los vicecancilleres reconoció que el bloqueo, recrudecido con estas medidas de Trump mantenidas por Biden, había logrado afectar como nunca antes al país.
Lo anterior se combinó con los efectos de la pandemia de la covid-19. La Isla quedó como una nave en medio de un océano encrespado. Ningún país enfrentó la pandemia en las condiciones que lo hizo Cuba, bajo una guerra económica despiadada que llegó a privar a su pueblo de suministros médicos y oxígeno.
En Washington las cuentas parecían claras. Era el momento de la estocada final. El propio Presidente antillano catalogó el momento como una “tormenta perfecta”. Un plan desestabilizador se puso en marcha. Las carencias de alimentos y medicamentos, los impactos de la covid y los apagones conformaron un escenario para generar un “golpe suave”.
La ofensiva mediática fue fortaleciéndose. Se articularon matrices dirigidas a la comunidad internacional y al pueblo cubano. Se construyó la imagen de un “estado fallido” necesitado de una “ayuda humanitaria”, mientras se sembraba la desesperanza y la desesperación en sectores de la población con el fin de provocar el ansiado estallido.
Lo sucedido el 11 de julio de 2021 aún debe estar bajo estudio en Washington. La respuesta popular a las manifestaciones vandálicas ocurridas en algunos puntos de la Isla fue una prueba palpable de la capacidad del pueblo cubano para comprender el momento que vivía y las causas reales de su situación. También se evidenció, una vez más, la voluntad de ese pueblo de defender su modelo social y su paz.
Fue esa también una prueba de fuego para la nueva dirección del país. El propio Presidente llegó ese día hasta uno de los puntos más álgidos de las manifestaciones, después de haber llamado al pueblo a defender la patria y el socialismo.
No contaban en la Casa Blanca con esta respuesta ni con las que vinieron después.
La creación de tres vacunas contra la covid-19 y la rápida inmunización lograda en la población fue una réplica científica que confirmó el potencial de Cuba en estas áreas. Los científicos cubanos respondieron así al llamado realizado por el presidente Díaz-Canel quien explicó con premonición que el país necesitaba soberanía respecto a las vacunas, pues la hostilidad estadounidense y la competencia internacional nos privarían de ellas.
Tras la inmunización, la vida social y económica comenzó su reactivación, pero los efectos globales de la pandemia y la posterior guerra en Ucrania complejizaron aún más las cosas para la economía cubana.
En medio de todo eso, la dirección del país decidió mantener el cronograma electoral. La apuesta de los enemigos era lograr una amplia abstención que sirviera a la narrativa anticubana y mostrara una quimérica fractura del consenso interno de la Revolución.
Nuevamente el pueblo se volcó a las urnas y más de un 70 por ciento de los electores reafirmaron la confianza en el sistema político. Los resortes movilizatorios con que cuenta la Revolución fueron puestos a prueba. Los factores desestimulantes que persisten en la sociedad cubana y los planes para desmovilizar a su población fueron superados por una impresionante vinculación de los candidatos con el pueblo y por la implicación popular en el proceso electoral, claves de la democracia isleña.
En estos cinco años de gobierno no han faltado los accidentes y los desastres naturales que enlutaron a todo el país e impactaron en la economía nacional. La serenidad, resolutividad y empatía mostradas por el Presidente elevaron su estatura como líder y multiplicaron la confianza del pueblo.
Los próximos cinco años le deparan al ratificado mandatario nuevos desafíos. Su llamado a la “resistencia creativa” subraya la comprensión de que el país, sin cejar en la lucha por el levantamiento del bloqueo estadounidense, debe enrumbar su estrategia de desarrollo por caminos al margen de esa realidad que no parece tener cambios en el mediano plazo. Lo que supone, como dejara escrito Fidel Castro, desarrollar el país con esfuerzos propios.
Ningún economista serio puede negar el impacto del bloqueo en la economía de la Isla, catalogado como el principal obstáculo para el desarrollo. Sin embargo, consciente de esa realidad inobjetable, el mandatario impulsa un grupo de medidas para estimular los sectores productivos con capacidad exportadora, que sustituya también importaciones, especialmente de alimentos. La superación de la tensa situación electroenergética es otra de las prioridades.
En la esfera política, la consolidación de la unidad ideológica y el consenso nacional en medio de las transformaciones que se adelantan y de frente a los planes subversivos de Estados Unidos es una cuestión estratégica. La guerra cultural, la “desideologización”, los esfuerzos por generar divisiones internas en la Revolución son empeños a los cuales no renunciará nunca Washington.
En este sentido, el Mandatario, desde su condición de primer secretario del Partido Comunista de Cuba, ha orientado reforzar el trabajo ideológico; rescatar y promover la cultura y la historia nacionales; fortalecer el estudio del marxismo; y promover los mejores valores que caracterizan a los cubanos, en especial la solidaridad.
Consolidar y proyectar la obra social de la Revolución es otro inmenso desafío en este segundo mandato. Tras los sucesos del 11 de julio de 2021 los propios dirigentes de la Isla en sus análisis públicos evaluaron los impactos negativos de la política de bloqueo y la necesidad de superar problemas acumulados en sectores como la salud, la educación, la seguridad social y la vivienda.
Afianzar el papel de las ciencias en las dinámicas económicas y sociales y en la dirección de esos procesos ha sido una prioridad del Presidente. Se reconoce en él también a uno de los grandes impulsores de la informatización de la sociedad cubana, proceso iniciado por Fidel.
En el plano internacional, Cuba ha sostenido una política exterior ajustada a principios invariables como el respeto a la soberanía de los Estados, la condena a los atropellos imperialistas y la solidaridad permanente con las causas justas de los pueblos.
Al mismo tiempo, el Presidente ha dejado establecido el énfasis de Cuba en la lucha por la paz global y regional y en la búsqueda incesante de caminos que permitan la integración latinoamericana y caribeña y la consolidación de sus vínculos con países como Rusia, China y Vietnam.
Ante los cambios globales actuales, la diplomacia cubana será referente para los países pequeños y pobres, justo en el nacimiento de un mundo policéntrico y multipolar, no exento de peligros para la paz y la sobrevida del planeta.
Cuba inicia hoy otro periodo presidencial, el segundo de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, el hombre en el que la generación histórica de la Revolución y el pueblo cubano han depositado toda su confianza para dirigir los destinos del país en una etapa de trascendentales transformaciones nacionales y globales.
Si el saldo de su primer mandato cupiera en dos palabras, para este analista serían “resistencia y victoria”. Para los próximos cinco años las palabras que se merecen los cubanos serían entonces “desarrollo y consolidación”, todas, siempre en los marcos socialistas que han caracterizado a la Revolución más hermosa y digna de cuantas han triunfado en la historia de la humanidad.