El Sudamericano
Luis Alfonso Zayas Ochoa fue combatiente de la Columna n.º 4 del Ejército Rebelde y General de Brigada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Entrevista con Mary-Alice Waters y Martín Koppel (2007-2009) en Luis Alfonso Zayas: Soldado de la Revolución Cubana. De los cañaverales de Oriente a General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, capítulo 1, pp. 33-52, Pathfinder Press. USA. 2011
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Mary-Alice Waters: La mayoría de los jóvenes en la actualidad, tanto en Cuba como en el exterior, desconocen cómo era Cuba antes de la revolución. No comprenden a plenitud la cruda brutalidad de la explotación de los trabajadores y campesinos, el alcance de la dominación imperialista, las condiciones sociales que prevalecían en toda la isla, pero especialmente en el campo. Para un joven campesino, ¿cómo fue criarse en Cuba oriental?
Alfonso Zayas: Yo nací en el campo en el municipio de Puerto Padre, en lo que era entonces la provincia de Oriente. Ahora es de Las Tunas. Era una zona fundamentalmente de producción azucarera. El viejo mío era colono, un agricultor cañero, dueño de una pequeña colonia de caña 1. Yo tenía cuatro hermanas, una mayor y tres menores que yo.
En esa zona había dos grandes centrales azucareros,2 de los más grandes de Cuba: Chaparra y Delicias. Los dos pertenecían a la empresa norteamericana Cuban-American Sugar Mills Company, que tenía un gran poder. Hoy esta tierra y los dos centrales son de la revolución. El Chaparra hoy lleva el nombre de Jesús Menéndez, dirigente principal de los trabajadores del azúcar en los años 30 y 40. El Delicias ahora se llama Antonio Guiteras, en nombre del dirigente del ascenso revolucionario de 1933-34.
Desde la revolución de 1959, en estas tierras y en estos centrales a veces ha faltado fuerza de trabajo. Pero en aquel tiempo había que hacer la cola para conseguir trabajo.
Estas empresas azucareras eran enormes. Miles de personas trabajaban en los centrales y en la plantación, haciendo de todo, desde limpiar los terrenos hasta trabajar en el ferrocarril. Durante la zafra los centrales tenían tres turnos de trabajo.
Además había miles de agricultores cañeros como el viejo mío. Hacían falta tantos trabajadores porque todo era a mano, no había mecanización. La caña se cortaba a mano, había que alzarla a mano, cargarla a mano en carretas con bueyes. Algunos de los colonos más grandes tenían tractor con carreta para llevar la caña. Los demás lo hacían con bueyes y carretas con ruedas de madera. Como en el Oeste, esas que salen en las películas, con coches de rueda de madera y con un aro de metal.
El que trabajaba en el central ya tenía un mejor salario, ganaba un poquito más que el obrero agrícola. De adolescente, yo fui un día a tratar de conseguir trabajo en el central.
Pero no era fácil. Para ello había que hacer cola todos los días. Si tú lograbas trabajar un día, tenías derecho a ser suplente. Suplente era el que lograba trabajar solo si faltaba el hombre que tenía un puesto. Entonces, tenía que faltar el primer suplente, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto… y entonces era que tú podías trabajar.
Hacíamos cola para el trabajo más duro, más difícil, más denigrante, que era halar bagazo –lo que queda al procesar la caña– con un gancho para tirarlo a la estera. Al quemarse el bagazo se produce el vapor para que trabaje el central. La gente hacía cola para ver si te podían coger como suplente.
¿Qué hacía alguna gente para ser suplente? Venía adonde el que ocupaba el puesto de trabajo y le decía, “Mira, yo te voy a trabajar y el dinero es para ti”. O sea, le hacía la tarea al otro, y luego le daba el salario. ¡Trabajaba gratuitamente para tener derecho a ser suplente! Otros que no tenían trabajo a veces le laboraban al que cortaba caña a la mitad del salario, ¡para que le dieran derecho a cortar caña!
Y se vendían los puestos de trabajo. Había personas que pagaban 150, 200 pesos por un puesto, que era una cantidad de dinero importante.
Cuando iba a comenzar la zafra, cargaban al personal en trenes o vagones de caña. Cogían un tren y pasaban a recoger personas que iban a deambular, buscando trabajo, en las grandes colonias que había cerca de Las Tunas, o de Manatí, por ejemplo, donde había otro central.
Muchos de estos hombres tenían su familia que mantener. Y a veces se pasaban 10 días buscando por allá, comiendo lo que encontraban: mal comiendo, porque no tenían dinero para comprar la comida. Y regresaban a casa sin un centavo porque no habían encontrado trabajo. Y después venían otra vez.
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Waters: ¿Y durante el «tiempo muerto» los ocho meses entre zafras?
Zayas: Era peor. En el tiempo muerto, el único trabajo que había era la limpia de la caña. Ya que no tenían muchas hierbas, entonces prácticamente no había mucho trabajo. Y eso era principalmente para los obreros fijos de la colonia. Era de verdad una situación difícil.
Martín Koppel: ¿La Cuban-American Sugar Mills Company dominaba toda la región?
Zayas: Sí, ahí cerca había un puerto que le decían Cayo Juan Claro. Hoy es Puerto Carúpano. Desde allí la compañía exportaba el azúcar directamente para Estados Unidos. También importaban toda la mercancía, los víveres y todo lo que le vendían a la población. O sea, ellos explotaban no solo la producción azucarera sino el comercio. La venta de artículos de todo tipo, hasta los medios de labranza, la hacían a través de los almacenes de la compañía.
Puerto Padre no tenía comunicación con el resto del país. No había una carretera. Eran caminos vecinales, que cuando llovía no se podían pasar. Y el ferrocarril no conectaba con el ferrocarril central; era de vía estrecha. O sea que para ir a Las Tunas había que tomar un trencito de la compañía que salía del central y llegaba hasta un punto donde se tomaba el ferrocarril de vía ancha. Tenías que hacer trasbordo en Sabanazo o en Las Parras, que era donde pasaba la carretera central de Las Tunas a Holguín. Había un carrito de vías más estrechas que iba de Velasco a Holguín. Salía una vez al día, lo que era una complicación. Para ir a Holguín, tenías que ir a caballo o por otra vía a coger ese carrito. Si no llegabas a tiempo, tenías que esperar 24 horas.
Ellos tenían ramificado el ferrocarril de vía estrecha hacia los distintos lugares donde trasbordaban la caña. Tenían como 300 kilómetros de ferrocarril. Así distribuían todos los artículos hasta las tiendas en el campo.
También había un tramo de terraplén que iba de un central de la compañía al otro. Allí habían puesto una cadena para cobrar peaje. Veinticinco centavos cobraban por automóviles y 50 centavos a los camiones. Era un negocio de la misma compañía.
Tenían una brigada para darle mantenimiento a ese camino de tierra. Pero era con pala que se tapaban los baches. No había ni motoniveladora en esos años.
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Waters: Y los campesinos que cortaban caña y trabajaban en la zafra, ¿dónde vivía la mayoría de ellos?
Zayas: Cada cual vivía por sus medios, cerca de donde tenía su trabajo. Vivían en el campo, donde trabajaban en sus colonias. La compañía cobraba alquileres a los que vivían en el batey del central.
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Waters: Y los pequeños agricultores cañeros como tu padre, los colonos, ¿qué condiciones enfrentaban?
Zayas: Los colonos eran los supuestos “dueños” de la caña que cosechaban. Dueños aparentes, porque la caña era de la compañía.
Entre las zafras, cuando no tenían ingresos, los agricultores compraban todo a crédito. La compañía les daba un vale para que pudieran adquirir los productos por 10 pesos, 20 pesos, 100 pesos en el almacén de la compañía. Pero eso se lo descontaban de lo que la compañía les pagaba durante la zafra siguiente. Cuando llegaba al final de la zafra, en lugar de tener ganancias, seguía debiéndole a la compañía.
Por el llamado sistema de cuotas, prácticamente todo quedaba en manos de la compañía. Al viejo mío, por ejemplo, la compañía le asignaba una cuota cada año. Se le quedaban miles de arrobas de caña sin cortar, porque no podía comercializar nada por encima del límite que le daban.
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Koppel: ¿Por qué? ¿Cómo funcionaba eso?
Zayas: La compañía no le compraba la caña porque tenía suficiente caña para producir el azúcar que necesitaba para la venta en el exterior.
Había un inspector de campo que era de la compañía y que hacía el recorrido por todas las colonias. A cada colono le ponía una cuota.3 Lo que a él le diera la gana, eso era. Si por ejemplo uno tenía 100 mil arrobas, le decía, “Tú vas a cortar nada más que 50 mil, no puedes cortar más”. Cincuenta mil se quedaban allí para el próximo año.4
Mi papá tenía cuatro caballerías, aproximadamente 56 hectáreas [133 acres]. Producía alrededor de mil toneladas en cada zafra. Pero le daban a cortar nada más que 750. Se le quedaban 250 que no las cortaba. De caña tenía sembrada propiamente dos caballerías. El resto era potrero para ganado, y para sembrar frutos menores.
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Koppel: ¿Cómo se hacía la inspección?
Zayas: El inspector, que era cubano, era uno de los principales de la compañía. En un caballo hacía el recorrido para hacer el estimado de arrobas por áreas y daba la cuota a cortar.
La compañía tenía una pesa y un transbordador que tiraba la caña de la carreta al vagón. Tenían una norma. Por ejemplo, cada equipo podía pesar 280 arrobas, y si traía 300, porque el que cargaba la caña se equivocaba, tenía que bajar 20 a mano y dejarla ahí. O la recogía después otra carreta que trajera menos, o se quedaba ahí y se echaba a perder.
Y si traías cañas que tuvieran paja de la caña, hojas, tenías que quitárselas. Era a mano y tenías que limpiarla completa, ni raíz. Tenía que ir limpiecita, caña pura. Era una exigencia total para que la caña entonces produjera el azúcar con más rendimiento. Las impurezas le restaban rendimiento al azúcar.
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Waters: ¿Estaban presentes los dueños norteamericanos? ¿Eran parte de la gestión diaria?
Zayas: Los directivos fundamentales de la Cuban-American Sugar Mills Company estaban en Estados Unidos. Aquí tenían administradores americanos. Eran Míster Wood, Míster Hicks, Míster Shepard, Míster England y Míster Williams. Míster Wood era el principal. El era el jefe de los dos complejos azucareros.
Había una zona residencial del central donde vivían los administradores. Ellos tenían sus automóviles, que manejaban en esa carretera no asfaltada entre los dos centrales. Venían de un central a otro o en su automóvil o en el carrito de línea, que era un coche-motor pequeño. Nosotros le decíamos buda, no sé por qué.5
Los administradores además tenían caballos, para cuando salían al campo. Había uno al que le gustaba mucho cazar venado. Entonces tenían caballos para hacerlo. Tenían perros venaderos y un guía que los llevaba hasta donde estaba el venado.
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Waters: Aparte de los inspectores, ¿había otros cubanos entre los administradores?
Zayas: Aparte de los administradores americanos, tenían al económico y otros especialistas que eran americanos. Pero los mecanógrafos, el personal de oficina, los jefes de turno en los centrales, jefes de maquinaria, jefes de producción, químicos, eran cubanos.
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Koppel: ¿Cuál era la situación económica de tu familia?
Zayas: Como la mayoría de los colonos, nuestra situación era difícil. Ya les mencioné el problema de la cuota. Pero a los colonos también los apretaba la deuda. Les daré un ejemplo que recuerdo.
El viejo mío nos había comprado a mí y a mi hermana mayor una yegüita para ir a la escuela, que estaba como a cuatro kilómetros.
Aquella yegüita, ya adulta, parió un potrico. El viejo vendió el caballito en 90 pesos. Con eso íbamos a comprar una bicicleta. Después de que terminé el cuarto grado, era la única manera en que podía llegar a la escuela. Pero él había cogido dinero a crédito, pagando interés. Se le presentó un pago y tuvo que usar aquel dinero del potrico para pagar el interés. Se fastidió la bicicleta.
Entonces le digo, “Bueno, papá, vamos a vender la yegüita y la monturita para comprar una bicicleta”. Lo hizo y le dieron 140 pesos. Pero vino otro pago de esos y se chivó la bicicleta otra vez.
Eso golpeaba todo el tiempo a los colonos.
Entonces, ¿qué hice? Me fui al lugar donde se quemaba la caña.6 Ahí había que nuclear personas que vinieran a cortar caña para llevarla rápidamente para el central, si no se deteriora. Los colonos que quemaban caña admitían que cualquiera fuera a cortar caña. Yo corté 11 carretas de caña. Cada carreta valía cinco pesos. Y con esos 55 pesos por fin compré la bicicleta para poder ir a la escuela de noche.
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Waters: ¿Hasta qué grado fuiste a la escuela?
Zayas: Ya antes había llegado hasta el cuarto grado. Después, yendo por la noche a una escuela y con un maestro particular, llegué al sexto grado.
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Waters: ¿Lo que hiciste era típico de lo que hacían los agricultores cañeros?
Zayas: No, por ejemplo, mi papá nunca fue a la escuela. Sus padres le enseñaron a leer y escribir.
Mi hermana mayor solo llegó hasta cuarto grado. Las otras, ya al triunfo de la revolución llegaron a nivel superior. Pero en aquel tiempo no había escuelas cercanas.
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Koppel: ¿Cortabas caña en la colonia de tu padre?
Zayas: No, y les digo por qué.
Mi papá tenía cuatro obreros que contrataba. Por la pequeña cuota que le asignaba la compañía, aquellos cuatro obreros prácticamente vivían de eso. Ellos no permitían que yo cortara caña. Porque permitirme eso, siendo hijo del dueño de la colonia, les quitaba una parte, ya que era distribuir lo de cuatro entre cinco. Entonces no permitían que yo cortara caña. Les quitaría el sustento de sus familias.
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Koppel: ¿Qué otros trabajos tuviste de joven?
Zayas: Tuve varios. Cuando era un poco mayor –ya me había integrado al Movimiento Revolucionario 26 de Julio– conseguí trabajo en la construcción de la carretera de Puerto Padre a Las Tunas.
Esa brigada que la compañía contrató para reparar la carretera tenía por jefe a un español. Él compró dos camiones de volteo para cargar piedra del campo. No era que había una cantera, una picadora de piedra, ¡no! A mano se picaba la piedra, que se sacaba de abajo de la tierra con barretas y picos y otras herramientas de mano. Con mandarria se picaba y se hacía el rajón, que es más o menos de 10 a 15 pulgadas, que es lo que sirve como la base de la carretera. Ese rajón se picaba a martillo ya a dos pulgadas, que era lo que se ponía allí entre ellos para formar el macadam.
Todo eso había que cargarlo a mano para el camión. La picada en pedacitos, el macadam, había que tirarla para arriba del camión con unos tenedores, y cada carga pesaba más de 30 libras. Había que elevarla a casi dos metros de altura.
Ese es el trabajo que tomé, cargando piedras. Al principio picaba a mano, pero ya después, cuando era un poquito mayor, logré cargar el camión. Te pagaban a 50 centavos cada metro cúbico de piedra picada que cargabas. Éramos cuatro para cada camión, que cargaba cuatro metros cúbicos. O sea, tú te ganabas en cada camión 50 centavos. A veces llevábamos cuatro camiones y nos ganábamos dos pesos [el equivalente de dos dólares diarios en los años 50].
Ese era un trabajo de hombre fuerte. Había gente que venía pero no lo podía hacer. Yo siempre fui fuerte y logré trabajar en eso.
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Koppel: ¿Cómo se organizaron los campesinos para resistir, para luchar contra las condiciones que describes?
Zayas: Una lucha giró en torno a lo que se llamaba el diferencial azucarero. Les voy a explicar qué era.
No toda la caña es de la misma calidad. Los colonos recibían de la compañía un precio variable por la caña que entregaban, basado en un estimado del rendimiento del azúcar que obtendrían al procesarla. Pero si el rendimiento era bastante más de lo calculado, los agricultores reclamaban que la compañía les pagara la diferencia y los obreros luchaban para que les pagara más. Si no, todo eso lo agarraba la compañía.
Esa era entonces la lucha por el diferencial azucarero. En esto el sindicato azucarero desempeñó un papel importante. Pero esa lucha ahora no se conoce y no se entiende bien.
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Koppel: En 1955 hubo una huelga de trabajadores azucareros en Cuba en torno al diferencial. ¿Llegó la huelga a Puerto Padre?
Zayas: Sí, se libró una huelga muy fuerte por todo el país y participaron más de 200 mil trabajadores azucareros. Iba dirigida contra compañías norteamericanas y contra compañías cuyos dueños eran capitalistas cubanos como Julio Lobo.7
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Waters: ¿Qué recuerdas de la huelga en Puerto Padre?
Zayas: En Puerto Padre, cada vez que había una huelga que afectaba a los azucareros, los trabajadores de los centrales que ahora son Menéndez y Guiteras también se iban a la huelga. En ambos centrales había una fuerza laboral muy combativa. Por supuesto, siempre intervenía la Guardia Rural, y amenazaba a los trabajadores que se iban a la huelga. Pero como eran tantos –todos– los que estaban en huelga, tenían que caerles a los trabajadores a plan de machete, como se decía entonces –golpearles con la parte plana del machete– o a tiros.
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Waters: ¿Qué otras cuestiones dieron pie a las luchas de los trabajadores y agricultores azucareros?
Zayas: Los obreros también luchaban en contra de la mecanización de la caña porque si se mecanizaba les quitaba el trabajo a ellos. En esas condiciones, se quedaban sin trabajo los obreros que cortaban caña. Así era Cuba en aquel entonces.
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Waters: Sin conocer las condiciones que describes, uno no tiene sentido de la historia, no tiene sentido de lo que la revolución cambió.
Zayas: No solo estamos hablando de los jóvenes de menos de 20 años. Quien sea que tenga menos de 50 años no había nacido cuando triunfó la revolución.
Nunca vivieron esas condiciones prerrevolucionarias, esa realidad capitalista.
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NOTAS:
1 En Cuba prerrevolucionaria se usaba la palabra “colono” para referirse a los agricultores cañeros, entre los cuales existían diferencias de clase. En Cuba oriental, muchos eran agricultores que arrendaban tierra de los dueños de los centrales azucareros. Otros tenían el título de su tierra, aun si estaban fuertemente endeudados, y tenían contrato para vender su caña exclusivamente a un solo central azucarero. Algunas familias campesinas recurrían a su propia mano de obra, mientras que otras además contrataban a trabajadores para ayudar con la zafra. Un puñado de colonos eran suficientemente acomodados como para aspirar a ser grandes terratenientes. Los colonos eran en su gran mayoría de origen europeo, principalmente de España. Los trabajadores rurales que eran negros eran mayormente trabajadores agrícolas (a los esclavos emancipados se les había negado el derecho a poseer o arrendar tierra). El sistema del colonato trasladaba a los pequeños agricultores individuales el riesgo económico del cultivo de caña y la responsabilidad de contratar y despedir a la mano de obra estacional.
2 En Cuba un central comprende tanto la tierra donde se cultiva la caña como el ingenio donde se procesa. En la Cuba capitalista, incluía el batey de la empresa: las casitas donde vivían los trabajadores, la tienda de la compañía donde los trabajadores se veían obligados a comprar los alimentos y otros artículos, y otras instalaciones.
3. Cada año a Cuba le asignaban una cuota de azúcar que le podía vender a Estados Unidos. El gobierno cubano dividía esta cuota global entre las distintas empresas norteamericanas y cubanas. A su vez, las compañías asignaban cuotas a los colonos que entregaban caña al central.
4. Una arroba = 25 libras = 11.3 kilos. Cien mil arrobas son 1230 toneladas estadounidenses; 50 mil arrobas son 625 toneladas.
5. El motor diesel del coche-motor lo fabricaba la Buda Engine Company en Shreveport, Louisiana.
6. La quema de caña antes de la zafra puede eliminar la mitad de las hojas. Eso reduce las impurezas que se llevan al ingenio, reduciéndose los costos de transporte y procesado.
7. Julio Lobo (1898-1983): Conocido como el “Rey del Azúcar”, antes de la revolución Lobo era el hombre más rico de Cuba. Mediante oficinas comerciales por todo el mundo, controlaba la mitad de las ventas de azúcar a Estados Unidos desde Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En Cuba tenía 14 centrales y casi 140 mil hectáreas (345 mil acres). Abandonó Cuba en 1960 cuando sus propiedades fueron expropiadas, rechazando una oferta del nuevo gobierno revolucionario para quedarse y ayudar a reorganizar la industria azucarera. Se fue a la quiebra comerciando azúcar en Estados Unidos en 1964 y se jubiló en España.