La protección de los derechos humanos es hoy más necesaria que nunca. La Asamblea General de las Naciones Unidas está preocupada por proteger plenamente los derechos humanos de todos los que emigran. No le faltan motivos de preocupación, atendida la proliferación de comentarios xenófobos y racistas en todo el mundo. Incluso hay quién acusa a las personas que emigran de traer enfermedades como por ejemplo el tifus.
Ante este tipo de comentarios carentes de rigor contra personas que han dejado atrás el hogar buscando un futuro mejor, no podemos sino posicionarnos como ciudadanas y como científicas. Como ciudadanas, estamos perplejas e indignadas. Como científicas, nuestro deber es ofrecer información veraz y libro de partidismos.
Por eso, el grupo de vigilancia epidemiológica de la Sociedad Española de Epidemiología ha decidido desmentir, con el apoyo de estudios y datos rigurosos, cuatro mentiras recurrentes sobre la inmigración.
Mentira 1: los inmigrantes nos invaden
El ser humano ha migrado desde la prehistoria. Siempre ha habido personas que dejan el hogar y el país para buscar mejores oportunidades económicas y vitales, o para huir de la persecución política y los conflictos, como en el caso de los refugiados.
En un mundo globalizado donde las poblaciones se mueven, tendríamos que aprender a mirar el fenómeno migratorio como algo común y atemporal, y no como un acontecimiento dramático y puntual de nuestra época. El año 2020, el número de migrantes internacionales se cifró en 281 millones, un aumento importante respecto de los 150 millones estimados en el 2000. Aun así, la proporción que representaban los migrantes internacionales dentro de la población mundial era solo de un 3,6% en el 2020, y aumentó proporcionalmente menos que la población mundial.
Por otro lado, en los últimos años hemos observado un aumento de los movimientos poblacionales causados por desastres naturales. Algunos de los efectos de la crisis climática –la causa fundamental de la cual son los factores humanos, y no la naturaleza– aparecen en forma de fenómenos meteorológicos extremos, como por ejemplo inundaciones, sequías y huracanes. A su vez, estos acontecimientos desembocan en escasez de agua, inseguridad alimentaria, hambre, epidemias y conflictos armados, entre otras. Tal es su impacto que, actualmente, podemos afirmar que el cambio climático es un motor más potente para las migraciones que todo el resto de factores económicos y políticos juntos.
No olvidemos que las poblaciones que menos contribuyen al cambio climático son las que más reciben sus consecuencias, hecho que alimenta las inequidades y constituye un problema de justicia social global.
Mentira 2: Europa soporta el mayor peso de la inmigración
La gran mayoría de las personas que migran no atraviesan fronteras internacionales, sino que permanecen dentro de su país. La última estimación disponible es del año 2009, cuando se cifró en 740 millones el volumen de migrantes internos, tres veces y media el número de migrantes internacionales estimados aquel año (214 millones).
Las migraciones internas se producen, sobre todo, de zonas rurales a zonas urbanas, en gran parte motivadas por los cambios ambientales y en los sistemas de producción, acelerados por la crisis climática. El 2021, el 56% de la población mundial vivía en ciudades, y la urbanización creciente es uno de los grandes desafíos actuales. A esto hay que añadir los desplazados internos a causa de catástrofes, crisis y conflictos que, a finales del 2022, llegaban a la cifra récord de 71,1 millones, principalmente en África y el Próximo Oriente.
En cuanto a las migraciones internacionales, Europa y Asia se encuentran más o menos en el mismo nivel como receptores de inmigración. Estos dos continentes acogieron en el 2022 cerca de 87 millones de inmigrantes internacionales cada uno, pero el aumento más marcado entre 2000 y 2020 se registró en Asia, y no en Europa.
Además, en relación con la cantidad de población de cada región, las proporciones más altas de migrantes internacionales en 2020 se observaron en Oceanía (22%) y en Norteamérica (16%), seguidas de Europa (12%).
En enero de 2022, un 5,3% de la población de los veintisiete países de la Unión Europea (UE) eran ciudadanos de fuera de la UE, pocentaje que pasa al 12,5% si tenemos en cuenta los movimientos entre países de la UE.
Finalmente, no tenemos que olvidar que Europa también es emisora de emigrantes: en 2021, los 2,9 millones de nuevos permisos de residencia en los países de la UE contrastaban con los 2,3 millones de emigrantes registrados.
Mentira 3: los inmigrantes nos traen enfermedades
Nada más lejos de la realidad. Ya hace décadas que se descubrió un fenómeno conocido por “el efecto del migrante sano”. Este concepto, empleado en epidemiología y salud pública, se utiliza para describir que la población migrante, independientemente de su origen, tiene una mejor salud que la de la población autóctona, tanto del país de origen como del país de destino. Al fin y al cabo, se sabe que no emigra quién quiere, sino quien puede, y el trayecto puede ser muy exigente, tanto física como económicamente.
Ahora bien, se ha observado que la salud de los migrantes empeora a medida que aumenta la estancia en el país de destino, sobre todo a causa de las condiciones de vida, como por ejemplo el hacinamiento, la malnutrición y la situación irregular, que dificultan el contacto con los programas de salud pública y el acceso al sistema sanitario, entre otras consecuencias. Estas condiciones impactan negativamente en la salud y hacen aumentar la vulnerabilidad social y la susceptibilidad a enfermedades, tanto infecciosas como crónicas.
Si bien es cierto que algunos grupos de inmigrantes pueden provenir de zonas con alta prevalencia de enfermedades como por ejemplo el VIH y la tuberculosis, los estudios demuestran que más de la mitad de los inmigrantes que viven con el VIH en el estado español se infectaron aquí.
Por otro lado, las barreras de acceso al sistema sanitario dificultan que los pacientes tengan un seguimiento médico adecuado de las patologías, y pueden tener interrupciones de tratamientos crónicos e, incluso, denegación de los mismos. En el estado español, esto se hizo especialmente patente entre 2012 y 2018, años en que el sistema sanitario perdió su universalidad.
En cuanto a las enfermedades crónicas, un estudio del año 2020 reveló que la prevalencia de estas era menor en los inmigrantes en situación irregular que en aquellos en situación regular y en la población autóctona. Estos resultados, como también el concepto de “migrante sano”, refutan las afirmaciones previas de que la carga de enfermedad en los inmigrantes es superior a la de la población nativa del país de destino.
Bien al contrario, muchos inmigrantes pueden tener enfermedades desatendidas. Son enfermedades infecciosas clásicamente presentes solo en zonas tropicales y asociadas con la pobreza. En líneas generales, no son transmisibles en la población autóctona de los países de destino, sea porque no se dan las condiciones ambientales adecuadas para que los ciclos se completen, sea porque las posibles vías de transmisión estén reguladas, como es el caso de las transfusiones de sangre y los trasplantes de órganos.
Mentira 4: los inmigrantes nos roban los recursos
La evidencia científica demuestra que los inmigrantes no solo no utilizan más los recursos sanitarios, sino que los usan muchos menos que la población autóctona. En cuanto a los inmigrantes en situación irregular, los más demonizados cuando se trata del uso de recursos, se ha comprobado que, en condiciones de igualdad de acceso, la utilización de la asistencia sanitaria es mucho menor en este grupo de inmigrantes que entre las personas autóctonas, y también inferior a la de los inmigrantes documentados, independientemente del país de origen o de la duración de la estancia. Pasa igual con el consumo de medicamentos.
Igualmente, la situación de irregularidad implica la carencia del derecho a bajas laborales retribuidas y demás derechos sociales que sí que tienen los trabajadores en situación regular, con ahorros en impuestos que habitualmente no revierten en el empleado, sino en el empleador.
Finalmente, se puede afirmar que la inmigración constituye un factor de alivio de la crisis demográfica y que es beneficiosa para el mercado laboral. Por eso, la Oficina Regional Europea de la Organización Internacional para las Migraciones hace un llamamiento a considerar la inmigración como una oportunidad, y no como un problema.
El ser humano siempre ha temido lo desconocido. Conocer y tratar de entender aquello que nos es extraño es la base para empezar a aceptar aquello que nos resulta diferente. Tenemos en nuestras manos combatir el odio y la falsedad con los datos y la evidencia científica.
Miriam Navarro Beltrá es epidemióloga del Centro de Salud Pública de Elx. Susana Monge Corella forma parte del grupo de vigilancia epidemiológica de la Sociedad Española de Epidemiología.
Traducción: Manuel Garí para viento sur.