Cuando la colonización se transforma en emigración

mpr21                                                                                                                                                                                                       Juan Manuel Olarieta

 

Las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos siempre se han caracterizado por oponerse a la política migratoria de la Casa Blanca, especialmente en época de Trump. No les gustan las vallas ni los visados porque dichas empresas fueron fundadas por emigrantes y la mayor parte de su fuerza de trabajo más cualificada también es emigrante.

Por ejemplo, el fundador de la empresa de vehículos eléctricos Tesla, Elon Musk, nació en Pretoria, la capital de Sudáfrica.

Otro ejemplo: sin extranjeros en Estados Unidos no habría medicina. Aproximadamente una cuarta parte de los médicos ha nacido y estudiado en otro país. Suman unos 100.000 en total. Pero hay muchos más que lo hacen clandestinamente o tienen que trabajar en otras profesiones porque no les dejan ejercer.

En Europa la reacción más negra se opone a las políticas migratorias, especialmente las de Bruselas, a pesar del decrecimiento demográfico y la necesidad de mano de obra, una posición que va envuelta en una nebulosa de defensa de una supuesta identidad blanca y cristiana.

Es el caso del francés Jordan Bardella, una figura destacada del partido de Le Pen, Rassemblement National, que como tantos otros fascistas es un renegado.

Bardella nació en la región de París y, a pesar de su apellido, no tiene origen italiano sino argelino. Su bisabuelo, Mohand-Seghir Mada es lo que más odia su biznieto: un inmigrante argelino que se instaló en Lyon en los años treinta.

La historia del colonialismo es de ida y vuelta. Los colones se marcharon de la metrópoli y los colonizados emigraron a ella. Por el medio se ha tejido una cortina de explicaciones idelógicas pintorescas. Primero dijeron que los argelinos eran franceses, pero luego aquella doctrina dejó de interesarles.

El padre de Marine Le Pen, fundador del partido fascista, era un paracaidista que combatió en Argelia empeñado en impedir la independencia, hasta que la colonización se convirtió en su contrario; dio la vuelta y ahora es emigración. La colonización era buena pero la emigración es mala.

Un caso parecido al de Bardella es el de otro fascista francés, Eric Zemmour, al que también se le llena la boca contra los emigrantes. También Zemmour es de origen argelino. Sus padres eran judíos bereberes que en los años cincuenta emigraron a Francia procedentes del norte de África.

Lo mismo que los demás políticos europeos, la carrera de Bardella y Zemmour está labrada de charlatanería. Les hubiera gustado ser rubios y formar parte de la corte de Luis XVI. No se lo perdonan a sus ancestros africanos.

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