Cuando el virus varía. Intento de popularizar algunas…

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Cuando el virus varía. Un intento de popularizar algunas nociones sobre las vacunas

    El apuro por lanzar productos al mercado, el uso de nuevas técnicas, la competencia internacional para resolver un problema global, las mutaciones del virus y la eficacia del remedio en el tiempo… La campaña de vacunación plantea muchas interrogantes que Badia Benjelloun aborda en el siguiente artículo.


    Precauciones

    La prisa del gobierno británico y de la Autoridad Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) del Reino Unido por permitir la vacunación a partir del 1° de diciembre de 2020 no deja de sorprender. El grupo Pfizer-BioNTech acababa de publicar en la prensa los resultados provisionales, de hecho preliminares, de la fase que verifica la eficacia de la prevención de la vacuna de ARNm. En esta fase, que comenzó a principios de julio, participaron 43.538 voluntarios, 38.955 de los cuales recibieron dos dosis con tres semanas de diferencia.

    Los fabricantes son reacios a llevar a cabo esta etapa, que permite verificar la eficacia de los medicamentos y productos sanitarios, porque es larga y, por lo tanto, costosa. Cada vez más, lo evitan invocando la urgencia de autorizar su producto, para que una vez que esté en el mercado, sean los organismos de la seguridad social los que asuman la carga financiera y los pacientes reclutados quienes corran el riesgo de probar la nueva terapia.

    El 9 de noviembre [de 2020] Pfizer llegó a la conclusión de que su vacuna tenía una eficacia del 95% porque, de los 170 casos sintomáticos de Covid-19, 8 habían efectivamente recibido las inyecciones de la vacuna y 162 habían recibido sólo el placebo. Parece un hecho aceptado que la estadística se ha convertido en la ciencia de los números pequeños.

    Esta falta de precaución responde a una demanda de la población británica, que no es escéptica a las vacunas (20% de anti-vacunas frente a más del 45% en Francia), de cara a un sistema sanitario defectuoso que ha demostrado estar aún menos adaptado que los de otros países del continente. Anticipándose a la ruptura de los vínculos con la Unión Europea, que se hizo efectiva un mes después, la Autoridad Sanitaria británica hizo valer su soberanía frente a la Agencia Europea de Medicamentos.

    En el momento en que se iniciaron los procedimientos de vacunación, y hasta el día de hoy, se desconocía la eficacia de las vacunas en varios grupos de población, entre ellos los menores de 16 años, las personas inmunodeprimidas, los pacientes con enfermedades autoinmunes y los que se han seroconvertido a un Covid-19 aparente o no relacionado. Los ensayos de fase 3 realizados por AstraZeneca para su vacuna basada en el ADN en Sudáfrica, mostraron que el 30% de los voluntarios eran seropositivos al Sars-Cov 2. Este indicador hace que sea plausible que la fracción que ya es inmune de forma natural esté subestimada en todo el mundo.

    Hay que señalar que el atraso de los europeos, y sobre todo de los franceses, permitió observar la ausencia de una reacción en forma de tormenta de citoquinas, como fue el caso de los ensayos de las vacunas contra el Sars-Cov en 2002-2003 y el Mers-Cov en 2012.

    La lentitud en las gestiones del Consejo Científico francés podría entenderse en este sentido. De hecho, la estimulación inmunológica no siempre es beneficiosa. Por lo tanto, notar la presencia de anticuerpos después de una inyección en un candidato no es una garantía de protección, porque además de los anticuerpos neutralizantes, podrían provocarse anticuerpos que faciliten la infección.

    Además, los daños creados por los virus que causan afecciones respiratorias están más relacionados con el trastorno inmunitario que inducen, una especie de respuesta excesiva perjudicial, que con un efecto destructivo directo sobre las células colonizadas. Los ensayos realizados con el virus Sars-Cov en 2002-2003 fueron abandonados en cuanto se hicieron los experimentos con animales, porque demostraron que la prevención por la vacuna daba lugar a efectos adversos. En efecto, cuando los ratones fueron vacunados con virus inactivados o con una proteína sintética de espícula, una vez infectados por la nariz y sacrificados 48 horas después, se encontraron infiltrados celulares en los pulmones de los animales que mostraban una reacción inmunitaria peyorativa.

    Actualmente se acepta la hipótesis de que esta reacción hiperinmune sería más bien desencadenada por los antígenos de la nucleocápside, que son muy diferentes de los de la proteína de la espícula de superficie, elegida como inmunógena por todos los fabricantes*.

    Los científicos no se han preocupado por una posible integración del trozo de ARNm monocatenario en la composición genética de las células del receptor, ya que esto no es posible. Para integrarse en el ADN nuclear, se necesitaría primero una transformación por equipo enzimático** –que no existe en los mamíferos– de las enzimas de ARN en ADN, una transcriptasa inversa y enzimas de corte e inserción, las integrasas. Estas enzimas tampoco pueden ser producidas por una secuencia de retrovirus fósiles. La vacunación con ARNm es aún menos una terapia génica, ya que implica la sustitución de un gen defectuoso por un gen funcional que se introduce mediante una serie de dispositivos bastante complejos en determinadas células del receptor, ya sea ex vivo o in vivo. El tiempo de vida del ARNm inyectado, una vez que llega al compartimento citoplasmático donde es captado por los ribosomas para ser traducido en proteínas, es corto. Es cortado muy rápidamente por las ribonucleasas, hasta el punto de que algunos fabricantes (Imperial College de Londres, ensayos en curso) han añadido una enzima replicasa amplificadora a la secuencia de codificación de la proteína espicular para optimizar el tiempo de producción de la proteína.

    Una gran incertidumbre de la que no se libra ninguna empresa farmacéutica es la relativa a la duración de la eficacia de la vacuna, que se supone limitada, para reducir la gravedad de la enfermedad viral. Sólo se observó que los anticuerpos circulantes que reconocían la proteína de la espícula persistían seis meses después de la segunda inyección. Un punto adyacente, pero esencial, es que sólo una exposición al virus que no dé lugar a la enfermedad vale para demostrar la protección.

    Variaciones

    Sobre todo, y esto es un requisito para la prevención masiva, ¿es probable que los sujetos vacunados transmitan el virus? En otras palabras, ¿su estado impide la multiplicación en su orofaringe y, por lo tanto, evita la contaminación de los individuos vírgenes del contacto con el virus?

    Esta pregunta sobrepasa la que hoy preocupa a políticos y científicos. La aparición de “variantes”, es decir, grupos de virus en líneas más contagiosas para unos, más patógenas para otros, o que escapan al sistema inmunitario educado por la enfermedad que confiere la estirpe dominante o las vacunas actualmente disponibles. Algunas variantes pueden acumular las tres propiedades.

    Hay que distinguir entre la tasa de mutación de un virus y su tasa de evolución. Todos los virus cometen errores cuando se replican: sustitución, supresión o repetición. El Sars-Cov 2 dispone de una enzima de repetición que los corrige, a veces cuando el aparato se ve desbordado por la velocidad de reproducción. En agosto de 2020 se contaron 80.000 genomas diferentes de Sars-Cov 2; en noviembre se registraron nada menos que 180.000 en una biblioteca pública. Sólo son significativas si no son deletéreas para el virus y si alcanzan un nivel de estabilidad suficiente para generar una variante que pueda ser detectada por los patólogos debido a los cambios en sus interacciones con el huésped.

    Las variantes pueden representarse como racimos que surgen en ramas, los linajes, desde el ancestro identificado en Wuhan en diciembre de 2019. El linaje que ha dominado en Europa y América es la línea B1, identificada por 4 mutaciones, la más importante de las cuales, D614G, se refiere al aminoácido 614, que cambió la glicina neutra por el ácido aspártico (los aminoácidos se designan convencionalmente por letras).

    Las tres variantes que preocupan actualmente y acaban de surgir en tres países, el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil, han adquirido de forma independiente una mutación común, la N501Y, que altera la polaridad de una región de la espícula, uniendo el virus de forma más eficaz al receptor. Una cuarta variante acaba de ser identificada en California. No es de extrañar que se hayan individualizado allí donde no se han aplicado con rigor las medidas sociales de contención de la epidemia, lo que ha permitido el florecimiento del virus, una condición de reproducción desenfrenada favorable a su evolución, seleccionando conformaciones más transmisibles, cuando no más patógenas.

    Los confinamientos, que también son “liberticidas” y destructores de la economía, han frenado la propagación, han reducido la afluencia de pacientes a las salas de hospitalización y a las unidades de cuidados intensivos y, por tanto, también han limitado la selección de cepas más agresivas.

    La variante británica, señalada como B.1.1.7, presenta 19 mutaciones, 8 de las cuales afectan a la espícula. Se le atribuye una mayor capacidad de transmitirse con mayor facilidad, del 30 al 50% según los autores, vinculada bien a una mayor afinidad por el receptor de las células espiculadas, bien a un transporte prolongado, o a ambos. La B.1.1.7 será dominante en Francia a partir de mediados de marzo.

    La variante sudafricana, la B.1.351 (90% en Sudáfrica), representa del 4 al 5% de los contagios en Francia, con disparidades regionales. Ha acumulado 18 mutaciones, incluidas 8 en la parte que codifica la proteína espicular. Al igual que la anterior y por las mismas razones, es más fácilmente transmisible, pero sobre todo ha adquirido una mutación (E484Y) en el aminoácido de la posición 484 de la espícula, que ha cambiado una lisina básica por ácido glutámico. El resultado es una modificación conformacional que le hace escapar de la protección adquirida por la enfermedad natural o la conferida por las vacunas actuales.

    Por último, se encuentra la que provocó la segunda ola catastrófica para la población indígena en Manaos, Brasil, la B.1.1.248. Tiene muchas mutaciones en común con la anterior, es más transmisible. Se ha demostrado durante los estragos que causó, que la fuerte inmunidad de rebaño a la línea B1 original no protege contra algunas versiones mutadas del virus. Esto evidencia, pues, las consecuencias doblemente criminales del liberalismo de Johnson, Trump y Bolsonaro ante la epidemia: permitir la muerte de miles de personas en la primera ola no evitó las muertes y las afecciones respiratorias de la segunda.

    La restricción de la libertad de circulación, los confinamientos y los toques de queda, sancionados con fuertes multas en caso de infracción, han sido una oportunidad para el gobierno francés de limitar o incluso prohibir la expresión sindical. Bajo el mandato de Monarc I [Emmanuel Macron], los planes de transferencia de servicios públicos están muy avanzados. En la RATP [Administración Autónoma de Transportes Parisinos] se multiplican los despidos de trabajadores con los antiguos contratos “de la casa” ante la inminente privatización de los autobuses prevista para 2022. El proyecto Hércules para la EDF [Electricidad de Francia], que dividirá la actividad en tres entidades, diseñado para cumplir los requisitos de competencia de la Unión Europea, desmantelará la producción integrada de electricidad a nivel nacional.

    La pequeña burguesía urbana de los países occidentales, medianamente culta, entorpecida en su modo de vida, enredada en juicios a menudo infundados, ha encontrado una vocación revolucionaria. Protestaron contra la privación de “libertades” cuando se les impuso la utilización de mascarillas y el distanciamiento físico. Esta angustia real expresa una reacción a la obstaculización de su consumo, que en cualquier caso está atrapado en las falsas opciones del modo de producción capitalista.

    Una húngara entre los turcos

    Durante el último año, ha habido varios indicios que han preparado las mentes para considerar la adaptación a la convivencia con este virus, como ocurre cada vez que los humanos se encuentran con microorganismos responsables de nuevas enfermedades. Ha sido así cada vez que el ser humano ha avanzado en la colonización del planeta. Entre las patologías más antiguas, la Fiebre de los Pantanos o Paludismo mata a 500.000 personas al año, debido a la proximidad del hombre al hábitat de los insectos transmisores de parásitos. La Bilharzia, una enfermedad parasitaria que se contrae sin huésped intermediario en aguas estancadas, mata entre 20.000 y 200.000 personas al año en las regiones tropicales y subtropicales. Más recientemente, las mortíferas epidemias causadas por los virus del Chikungunya y del Ébola son testimonio de las perturbaciones ecológicas con consecuencias a menudo dramáticas para la salud.

    La gran facilidad de dispersión del actual coronavirus por todo el mundo, debido a su capacidad de supervivencia en el medio externo y su fácil transmisión por vía aérea, lo convirtieron rápidamente en un problema global debido a la división internacional del trabajo y a la intensidad del comercio. La solución sólo puede plantearse a nivel global.

    La actitud altamente criminal de la entidad sionista que ha privado deliberadamente al pueblo palestino de la vacunación, acabará volviéndose en su contra. De hecho, permitir que los brotes epidémicos crezcan en proximidad, aumenta la posibilidad de que se produzcan formas que no son susceptibles de esfuerzos de prevención dirigidos exclusivamente al “pueblo judío”. En 1948, los trabajadores palestinos en Palestina fueron excluidos del programa de vacunación de la entidad, que además bloqueó la entrada de los primeros envíos de vacunas a los dos millones de habitantes de Gaza, quienes permanecen bajo bloqueo desde 2007.

    Habría que diseñar una estrategia de vacunación global para que más de la mitad de la población mundial quede cubierta lo antes posible y en un plazo muy breve, si esperamos evitar la selección de formas que escapen a la vacunación realizada de manera anárquica y, en todo caso, demasiado gradual.

    ¿Por qué no lanzar un vasto programa concertado con tecnología de virus inactivados de probada eficacia? Hay que admitir que los epítopos están parcialmente dañados por el tratamiento químico, hay que admitir que es necesario añadir un adyuvante que muy raramente causa efectos secundarios, hay que admitir que esto requiere manipular y cultivar los virus con los riesgos conocidos y medidos que esto conlleva. Pero las líneas de fabricación son fáciles de llevar a cabo, porque su diseño está controlado, lo que ahorra tiempo. Los preparados de vacunas no requieren condiciones de almacenamiento y transporte muy restrictivas.

    En lugar de una decidida convergencia, la fragmentación de esfuerzos ha puesto a los fabricantes privados a competir entre sí, apoyados masivamente por los gobiernos occidentales que dominan el resto del mundo con su propia moneda impresa. Los beneficiarios han agotado, tanto la mejor experiencia disponible, como considerables recursos financieros, obteniendo capital en los mercados financieros y haciendo pedidos a los gobiernos.

    Es cierto que la tecnología del ARNm tiene algunas ventajas. El virus no se manipula. No es necesario añadir un adyuvante. Pero las líneas de producción tienen que ser diseñadas antes de ser construidas, la fragilidad del material genético es tal que muchos fragmentos insignificantes contaminan un producto final que debe ser almacenado en condiciones de temperatura drásticas y muy costosas (-70°). Los retrasos en las entregas son una muestra de la dificultad para garantizar una calidad constante del producto final.

    Se calcula que el precio de coste de una dosis inyectada de Moderna o Pfizer es de 15 euros, frente a los 1,5 euros de la vacuna de AstraZeneca, a su vez bastante sofisticada, ya que, al igual que la vacuna rusa Sputnik V, es una quimera que puede producirse en biología molecular. Se ha añadido una instrucción de producir la proteína espicular a un virus de chimpancé no patógeno.

    La magnitud de los efectos secundarios es grande, desconocida por las técnicas más antiguas. Se ha estimado en casi un 60% en los dos estudios provisionales publicados por Pfizer y Moderna, en comparación con un 20-30% en los pacientes de control.

    Los beneficios y el difícil camino de una idea

    El escándalo financiero de Enron en EE.UU. a principios de la década de 2000 nos ha acostumbrado a que lo que importa es la ganancia financiera cosechada por los accionistas.  Las dos empresas que fueron las primeras, con muy pocas semanas de antelación, en presentar resultados alentadores confiados en secreto a los jefes de los gobiernos clientes, han ganado la partida. Por el contrario, es de destacar que AstraZeneca se tomó la molestia de publicar sus datos en una revista revisada por expertos, susceptibles de entender y criticar el trabajo que se les confía. La Comisión Europea ha insistido en que los contratos con las empresas se mantengan en secreto en cuanto al precio, las limitaciones de entrega y el “respeto” al secreto industrial. Esta opacidad sólo contribuye a aumentar la desconfianza de los ciudadanos, a quienes ya no les convence la documentación recomendada por la empresa estadounidense de ingeniería social McKinsey.

    Hay que señalar que una desconocida investigadora de origen húngaro, Katelin Kariko, se ha empeñado durante décadas en producir fármacos a partir de células de mamíferos, inyectándoles el ARNm que codifica estas moléculas. Su trabajo, realizado en las condiciones más difíciles y sin beca de investigación, duró desde 1990 hasta 2005.  Finalmente, durante su colaboración con el inmunólogo Drew Weissman de la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia, encontró una forma de falsear la vigilancia del sistema inmunitario. Muy rápidamente, las cadenas de ARNm sintético, con una conformación que se reconoce de inmediato como extraña, se destruyen, y pueden incluso poner en peligro al receptor al provocar una violenta reacción de rechazo. Las numerosas publicaciones que aportaban pruebas de que se podía sortear ese problema técnico no recibieron respuestas significativas. Los futuros fundadores de BioNTech en Alemania, una pareja de inmunólogos turcos que centraban sus investigaciones en el campo de la inmuno-oncología, se dieron cuenta de que podían obtener algún beneficio de la manipulación del ARN sintético. Se pusieron a buscar financiamiento y crearon su empresa en 2008.

    En Estados Unidos, Derrick Rossi, un investigador de postdoctorado de Stanford que prestó atención al asunto, intentó transformar células adultas en células embrionarias multipotentes con fines terapéuticos para enfermedades neurodegenerativas. En 2009, obtuvo algunos resultados. Se puso en contacto con un colega de Harvard y, junto con un profesor de ingeniería biomédica, llamaron a un empresario que ya había creado varias start-ups biomédicas para fundar Moderna en 2010. Un año más tarde, Moderna reclutaba al jefe de Biomérieux, el químico francés Stéphane Bancel.

    Los trabajos para avanzar en la terapéutica basada en la inyección de ARN sintético se enfrentaban a un reto insuperable. El sistema inmunitario educado por la primera inyección rechaza y destruye el material genético inyectado la segunda vez. Este reconocimiento en la siguiente exposición del intruso es la base para el diseño de una vacuna.

    Katelin Kariko fue contratada por BioNTech como asesora de producción en 2013.

    La secuenciación del virus de Wuhan fue hecha pública en enero por virólogos chinos. Los conocimientos acumulados sobre los coronavirus de 2002-2003 y 2012 ayudaron a seleccionar la proteína espícula como antígeno objetivo. Los ejecutivos de las empresas farmacéuticas, en busca de una ganga, pronto se dieron cuenta, a diferencia de los líderes políticos dormidos por asesores perezosos y probablemente incompetentes, de la importancia de la epidemia que se avecinaba. Los dos equipos se pusieron inmediatamente a trabajar en la tarea, a partir de enero-febrero de 2020.

    Con las distracciones de la prensa occidental dominante, uno casi olvidaría que actualmente hay más de cincuenta vacunas candidatas en desarrollo, en su segunda o tercera fase de ensayos clínicos. En particular, Novavax, que está lista para ser finalizada y validada, ofrece la solución original de inyectar la proteína espícula sintetizada en células bacterianas. Se produce en su conformación trimétrica, encapsulada en una red de túbulos que constituye su adyuvante. Muy prometedora, es por el momento la única que ha impedido la llegada de cualquier virus Sars-Cov 2 a los pulmones del chimpancé vacunado por esta técnica. Tiene la enorme ventaja de no requerir una cadena de frío imposible de garantizar para la mayoría de la población mundial.

    Cuba, China y Rusia también están preparando cada una una vacuna proteica.

    Pero son muchas más las que están dispuestas a ser empleadas. Occidente ya ha perdido la batalla, si no la guerra diplomática sanitaria. Rusia y China han suministrado casi 800 millones de dosis de vacunas a 41 países. Rusia acaba de ofrecer a la Unión Africana 300 millones de dosis de Sputnik V cuando, con la generosidad de un Harpagón condescendiente, Monarc I va a suplicar a los países del G7 que transfieran entre el 3 y el 5% de sus existencias a los países africanos, que ellos mismos han contribuido descaradamente a empobrecer. Con una gran inversión en investigación biomédica de vanguardia, Cuba está a punto de lanzar su programa de prevención masiva con su propia vacuna, programa que extenderá a los turistas que vayan a visitar la isla, bloqueada desde 1962.

    La guerra y la carrera tecnológica en esta pandemia no están en orden; están resultando peyorativas en su control.

    El sistema capitalista, basado en la búsqueda del beneficio por medio de la explotación del trabajo social, que es su condición previa, mata muchas veces, incluso cuando pretende aportar remedios. La carrera (¿interminable?) por vacunar las variantes ya está en marcha.

    Notas

    * El virus Sars-Cov 2 está constituido por su material genético, una molécula de ARN monocatenario envuelta en varias estructuras. El ARN con su proteína N protectora forma la nucleocápside. Esta estructura está rodeada por una envoltura formada por una proteína E y una proteína M (de membrana). En esta envoltura se plantan las proteínas de la espícula, que tienen una parte interior de la envoltura, pero la mayoría de ellas están en su parte exterior. Se ven al microscopio electrónico como una corona, de ahí el nombre de esta familia de virus.

    La proteína S se une por una parte de su superficie llamada RBD a una estructura, la ACE2, que es una enzima presente en la superficie de la mayoría de las células del organismo. La ECA2 participa fisiológicamente en la regulación de la presión arterial y la permeabilidad vascular al captar la angiotensina I, una proteína fundamental, para contrarrestar los efectos de otro receptor, la ECA. Independientemente de que la ACE2 sea la puerta de entrada del virus en las células del huésped, no se sabe si la ocupación viral de esta enzima está implicada en la patogénesis del virus.

    ** Una transcriptasa inversa que convierte el ARN en ADN y enzimas de corte e inserción, las integrasas. No existe la posibilidad de que un trozo de ARN se inserte espontáneamente en la composición genética de las células eucariotas. Podríamos admitir entonces que la propia infección, al producir la célula infectada cantidades considerables de ARN, permite la integración en el ADN de este material extraño a la especie y al núcleo.

    Traducido del francés por América Rodríguez para Investig’Action

    Fuente: Investig’Action

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