Fuente: Portal Libertario OACA Juventudes Libertarias Valencia 24 Mar 2020 12:05 PM PDT
A parte de lo obvio, hay razones para preocuparse por el virus Covid-19 más allá del colapso del sistema sanitario, en la que gobierno, instituciones y sociedad luchan por “frenar la curva”, para que las víctimas más graves de la pandemia puedan ser más o menos atendidas , al mismo tiempo que se le da cobertura al resto de problemas sanitarios que no han dejado de existir. Una curva que habrá que frenar mucho más de lo esperado, pues la capacidad de nuestro sistema de salud disminuye a medida que enferma también el personal y se reducen las existencias.
Aunque haya fórmulas matemáticas y diversos cálculos para predecir cuanto va a durar la pandemia, no queda claro del todo teniendo también de ejemplo a diversos escenarios adelantamos como Italia o como China y Corea del Sur, pues es un virus nuevo del que no se conocen sus secuelas y evoluciones a medio y largo plazo. Teniendo de ejemplo a China, que el 17 de noviembre se establece como el primer caso posible de coronavirus, ha tenido un crecimiento exponencial de infectados hasta el 20 de febrero aproximadamente, donde ya ha conseguido contenerlo en 81.000. Eso es una diferencia de 81 días para contener el contagio en dicho territorio. Si lo extrapolamos a España, el primer caso registrado como tal fue el 31 de enero, deberíamos estabilizar los contagios para mediados o finales de abril; en caso de tener y poder imitar circunstancias similares.
Independientemente de aquello, las restricciones de movilidad y el estado de alarma durarían bastante más; en China aún dura el confinamiento y el control en las zonas más afectadas y vulnerables, pues lo están rebajando gradualmente. Si contamos desde el 23 de enero como fecha en la que se empezaron a implementar los controles chinos, a día de hoy llevan casi 3 meses de movimientos restringidos y aún les quedan unos cuantos. No será raro imaginar mínimo 5 meses de estado de alarma en el estado español, teniendo en cuenta que aquí el virus se está propagando mucho más rápido.
En realidad, a día de hoy bajo su propia lógica, no tiene sentido que el gobierno quite las prohibiciones, pues no hay vacuna, no hay cura y no hay inmunidad desarrollada. Por tanto si se aflojara un poco el puño sobre la vida social y económica de la población, el virus volverá a propagarse con la misma violencia que al principio, hasta que haya infectado a casi toda la población o a gran parte de ella, tal y como empiezan a soltar algunos políticos. Ya hay multitud de laboratorios por todo el mundo que están probando distintas vacunas, pero hasta entonces ningún gobierno levantará las prohibiciones, a no ser que este busque deshacerse de ciertas poblaciones. Como por ejemplo de la propia población carcelaria, que teniendo una pésima o nula cobertura médica, restringen todo tipo de contacto con el exterior con el supuesto objetivo de protegerlos de la pandemia, mientras funcionarixs pueden circular libremente por las cárceles. O a gran parte de la propia clase trabajadora que aún esta obligada a ir al tajo ¿A quiénes están protegiendo realmente?
Hay algunos dirigentes como los del Reino Unido*, Países Bajos y en menor medida Francia y EEUU que han preferido no arriesgar en exceso a la producción económica en detrimento de la salud de las personas. Básicamente prefieren que la población se contagie lo más rápido posible, que las personas más débiles se mueran y seguir con la marcha, para en la medida de lo posible evitar el parón económico que están realizando sus territorios vecinos, por tanto de esta manera poder aprovechar la situación y adelantarse a estos. Pero queda por ver la verdadera cifra de muertos que puede dejar tras de si la pandemia gracias al ahogamiento de sus sistemas sanitarios, y en un mundo hiper-globalizado como este difícilmente puedes crecer mientras tu entorno queda estancado y decrece. Es bastante probable que, como en multitud de casos, el caos actúe por encima de la mano del gobierno y la población acabe pagando más consecuencias de las que incluso a los gobernantes les gustaría.
En el blog de CrashOil se explica las consecuencias de la pandemia en el contexto del descenso de la producción de petróleo barato, y de cómo este nuevo episodio mundial llevará consigo un cambio irreparable en el bienestar económico de occidente. En resumen, la conclusión que trae el artículo es la de que nada va a ser como antes.
Estamos entrando más rápidamente en una nueva fase en la que los estados recobrarán su papel más paternalista, subvencionando a gran parte de la población para que al menos no dejen de ser consumidores, mientras que el sector productivo cada vez maneja menores márgenes de beneficio y busca desesperadamente nuevos mercados. Todo para seguir alimentando ese crecimiento económico, necesario a su vez para mantener toda la burocracia e infraestructura que se genera gracias a este.
En relación con la crisis sanitaria y el estado de alarma, la crisis económica de 2020 será lo que se prolongue más, así lo declara nuestro querido presidente. Basta con echar un vistazo a los movimientos bursátiles de las principales bolsas del mundo, en las que se perciben las primeras consecuencias de una pandemia que solo ha empezado. Después de una primera fase paternalista, nos están preparando ya para una buena dosis de recortes sociales y económicos, en la que el estado se encargará de darnos protección, aunque no la queramos.
También hay buenas noticias detrás de todo esto, algunas obvias, otras temporales. La polución en China se ha reducido a escalas nunca vistas gracias a la paralización del tráfico aéreo y de parte de sus industrias. Los cielos azules vuelven a sobrevolar las grandes ciudades chinas. Lo mismo está ocurriendo en Italia, donde la naturaleza recobra (temporalmente) parte de su territorio en Venecia por ejemplo, incluso Madrid y Barcelona también disfrutarán por unas semanas de aires mucho más limpios, para sus habitantes (humanos y no humanos) y los de sus alrededores. Lo que no ha podido realizar el capitalismo verde y la eco-burocracia de rostro humano y clase media, lo ha realizado el caos, el embotamiento y la histeria colectiva.
Todo esto va a tener indudablemente efectos positivos sobre la salud de las personas, y obviamente sobre la salud de la propia naturaleza. Nunca será suficiente decir que la contaminación generada es, en la práctica, directamente proporcional al consumo energético, incluso con renovables.
Por otro lado, aunque los estados, con toda su sanidad y sus ejércitos en marcha, estén experimentando con la sociedad la gestión del desastre y del colapso a una escala gigante, la población, las ciudades, los barrios y las personas a título individual también están experimentando nuevas formas de relacionarse; claro esta, dentro de los márgenes que permiten las circunstancias actuales. Se están formando por todas partes redes de apoyo y de solidaridad allá donde la comunicación es posible. ONG’s, comunidades de vecinxs, redes sociales, asociaciones de barrio, sindicatos, grupos de afinidad, partidos y gente en solitario ponen en marcha mecanismos para ayudar de forma directa a aquellas personas que no pueden valerse por si mismas, más aún en las circunstancias actuales.
Y sí, también es cierto, estas formas de cooperación se dan en un contexto mucho más amplio y complejo de individualismo y de chovinismo, donde la sociedad coopera también para controlarse a si misma, colaborando con sus propios controladores a modo de chivatos y denunciantes de cualquier tipo de práctica (disidente o no), que pueda poner en peligro, o en entredicho la estrategia del confinamiento total que se aproxima a lo totalitario. Diferenciar entre aquello realmente útil para la salud de la población y la psicosis colectiva, se torna un ejercicio a veces surrealista, cuando no totalmente injusto y opresivo. Gente deseando multas para otras personas, más autoridad y más centralismo. Un síndrome de Estocolmo disfrazado de eficiencia y necesidad. Al final de toda esta historia, lo que contará será el número de muertos, queda por ver si el autoritarismo nos va a ayudar a ello más que la cooperación.
Y a pesar de todo aquello, la ayuda horizontal, descentralizada y mutuamente acordada puede brotar en cualquiera de las situaciones, y son dinámicas y estructuras que debemos mimar y cuidar con empeño, perfeccionar y corregir los evidentes errores que se cometerán, ser ágiles y creativxs a la hora de solventar problemas, como forma de superar el centralismo y el autoritarismo a donde nos arrastra la peor de las corrientes.
Hay que buscar proteger estas nuevas relaciones sociales que buscan constituirse pues, como pasa en cada nueva situación, el estado y la autoridad buscarán introducirse y ampliar su poder político, con más verticalismo y más leyes. Tal es la guerra social que se libra en cada detalle de nuestra vida. Sobre todo en estas situaciones de crisis es cuando tenemos la tarea de, ya no solo vigilar la acción del estado, sino de ganarle terreno donde es posible hacerlo.
Es casi seguro que gran parte de esas redes de apoyo desaparezcan y que la contaminación ahorrada vuelva a niveles previos, una vez que se haya reconstituido “cierta situación de normalidad**”, pero es más importante que cumplan su papel como solución social efectiva a los derrumbes, de forma que mucha gente pueda entender estas herramientas como propias para sus intereses. Todo ello, para que en la siguientes situaciones de derrumbe, no pille tan desprevenido y podamos prepararnos mejor para sobrevivir y vivir mejor con menos, para nuestro bienestar y el de la naturaleza salvaje.
*Algunos países que han declarado funcionar con esta estrategia han reculado en parte y empiezan a tomar medidas más fuertes de contención, otra cosa es que las lleguen a aplicar a tiempo y en profundidad.
** Esto será así mientras el capitalismo tenga recursos para seguir creciendo al ritmo que necesita, cosa que cada vez más será más difícil por el descenso progresivo de energía barata disponible. Por tanto, la cooperación y la solidaridad pueden germinar ahí donde el capital flaquea o se ausenta.
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