Orlando Romero Harrington 18 de diciembre de 2024 Hora: 10:36
El pueblo acude al llamado de la democracia directa con esperanza. Foto: Orlando Romero Harrington.
La información es más que conocimiento adquirido por el sujeto al enfrentar un fenómeno con carácter reflexivo. Sea de manera externa o a través de la conciencia, el individuo “accede” a la información a través de medios de comunicación (si es que hoy puede seguir validándose ese término). Medios que están dominados por la opinión que imponen los eternos sicarios políticos de siempre: no hay novedad en la Venezuela del 2024.
Lo picante aquí es que la hegemonía de la opinión pública puede ser relevada por la importancia de lo común en situaciones precisas, al menos aquí en Barcelona, Anzoátegui. Lo han demostrado las consultas populares en su algarabía, en su movilización espontánea: el pueblo acude al llamado de la democracia directa con esperanza. Y la esperanza se ve traducida en nuevos actores: de cada consulta surgen nuevos liderazgos cada vez, como un sancocho en donde se proclama cacique a alguien que pica la verdura. Gente que estaba achantada. Sonrisas de muchachas y muchachos. Caras nuevas, o quizás viejas, que veían la cosa de lejos. Despiertos, como si hubiera pasado un terremoto.
Hoy se someten a elecciones populares en un ambiente de risas. Y picardía. Lo noto en la cara de Lourdes, que me aborda con regalo incluido en la cola de un centro electoral de Nueva Barcelona: – ¿Tu no votas aquí?, me pregunta. – No, le digo mientras sonrío (siempre me ha gustado la gente sin pena). ¿Tú eres candidata?, replico rápido buscando noticia. – ¡No!, me dice. Estoy acompañando a mi abuelo, aquel que se parece a Melquíades, me dice mientras sonríe. Si vivieras aquí, te aseguro que votarías por él.
Yo río y le acepto el negrito. Ella sigue de largo, ofreciendo café de manera voluntaria a los que están en la cola. En su caminar veo el caminar de su madre, y su abuela. Veo información socio-política. Veo un sistema cultural, valores en contraposición y una guerra interna. Como toda la población, ella sostiene una batalla diaria contra los “medios” del imperialismo que han parido influencers, youtubers y tiktokers que han enterrado a los presentadores de televisión y a los analistas más concienzudos sin censura, sin dolientes y sin conciencia.
Por un día, el barrio se vistió de blanco. Como una novela turca en cámara lenta, candidatos que ayer desvivían a Maduro por las redes desfilaban por las inmediaciones de los centros electorales. Algunos seguían hablando mal de Maduro pero no del proceso. Como si su participación en un evento de un sistema basado en la comuna como eje territorial-político-constitucional no fuera bastante aceptación de (al menos) un socialismo bolivariano comunitario que empieza a pedir tetero.
Dejo al candidato deseando que nunca gane ni un animalito, y entiendo que los jueces de paz son figuras que simbolizan un nuevo código ético y moral, con la esperanza de que sus valores y su entendimiento provengan de la experiencia de vida en la comuna.
A pesar de lo que digan los medios, Barcelona se empeña en construir un sistema de gobierno que se parezca a ella. Las comunas se alimentaron del caos de una guerra de cuarta generación para fortalecerse y tomar el protagonismo de un movimiento telúrico. Uno que cambiará para siempre nuestra forma de entendernos, de aceptarnos y de amarnos. La lógica de lo común, en los últimos tiempos.