Jean Shaoul 06/06/24
El Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) perdió su mayoría absoluta en las elecciones nacionales (parlamentarias) y provinciales celebradas el pasado miércoles en Sudáfrica. El ANC ha dominado durante mucho tiempo la escena política de Sudáfrica, tanto en la oposición al odiado régimen del apartheid como mientras ha estado en el cargo a partir de las primeras elecciones posteriores al apartheid en 1994.
El líder del ANC, el presidente Cyril Ramaphosa, vio caer el porcentaje de votos de su partido del 57 por ciento en las elecciones de 2019, un mínimo histórico, a solo el 40 por ciento en las actuales, muy por debajo de las previsiones más pesimistas. Él y su partido, plagado de facciones, se verán obligados ahora a buscar socios de coalición para permanecer en el cargo, si, de hecho, no se le echa como precio para llegar a un acuerdo con algunos de los otros partidos.
El colapso del voto del ANC expresa la prolongada crisis política y económica que afecta a la burguesía sudafricana. La incertidumbre política sacudió a los mercados financieros, con el rand, la moneda de Sudáfrica, cayendo un 2 por ciento frente al dólar; El principal índice bursátil cayó un 2,3 por ciento; y las tasas de interés cobradas por los depredadores financieros por tener bonos sudafricanos en moneda local aumentaron ocho puntos básicos, a un 12.13 por ciento.
La población sudafricana está tan desencantada con los 30 años de gobierno del ANC que solo el 40 por ciento de los jóvenes se registraron para votar en las elecciones. Los indicios preliminares de la comisión electoral a última hora del jueves indicaban que la participación electoral fue de alrededor del 59 por ciento de los 27 millones de personas (de una población de 61 millones) registradas para votar, frente al 66 por ciento en 2019.
Ramaphosa, exjefe del Sindicato Nacional de Mineros y secretario general del ANC, que desde que ostenta estos cargos se ha convertido en multimillonario, ganó las elecciones de 2019 con la promesa de erradicar la corrupción endémica del ANC, personificada en la descarada corrupción del expresidente Jacob Zuma. La magnitud de esta corrupción ha hecho que el capital extranjero y las instituciones financieras internacionales se muestren reacios a tratar con el país.
Lo que ha impulsado la desafección con el ANC ha sido el fracaso del partido a la hora de mejorar las condiciones de vida para todos en general, excepto a los pertenecientes a la nueva élite corporativa negra del país, en el marco de su política de Empoderamiento Económico Negro. Según el Banco Mundial, las infraestructuras e industrias clave, como la electricidad y el transporte, fueron desmanteladas y vendidas a los principales miembros y simpatizantes del ANC a precios bajísimos, lo que provocó enormes ineficiencias, niveles grotescos de corrupción y un aumento de la desigualdad, lo que convirtió a Sudáfrica en el país más desigual del planeta.
Mientras que la economía creció alrededor del 3,5 por ciento anual tras el fin del apartheid, después de la crisis financiera mundial de 2008 las condiciones socioeconómicas se desplomaron. La pandemia de COVID-19 debilitó aún más la de por si frágil economía sudafricana, con un PIB per cápita ya más bajo en 2019 que en 2008, antes de caer a 6.190 dólares en 2023. Esta cifra estuvo aproximadamente al mismo nivel que en 2005.
Mientras tanto, miles de millones de rands en fondos de emergencia asignados en respuesta a la crisis financiera solo sirvieron para alimentar la corrupción. El desempleo está en niveles récord. Oficialmente en el 32 por ciento, es mucho más alto entre los jóvenes, más de la mitad de los cuales no tienen trabajos regulares.
El Banco Mundial estimó que la tasa de pobreza era del 62 por ciento en 2023, y alrededor del 47 por ciento de los sudafricanos dependían de la asistencia social estatal para sobrevivir. Los altos precios de los combustibles y los alimentos afectan mucho más a los pobres.
Si bien la inflación promedió el 6 por ciento en 2023, fue del 9.3 por ciento para quienes se encuentran en el 20 por ciento inferior de la distribución de ingresos. Las personas ahora se ven obligadas a soportar cortes de energía prolongados y escasez de agua a diario. El cuarenta por ciento del agua canalizada se pierde antes de llegar a los clientes.
Junto con la caída de los niveles de vida, los servicios públicos, cuando existen, se han deteriorado. La delincuencia ha aumentado. El Banco Mundial estima que el crimen, en gran parte organizado, le cuesta al país al menos el 10 por ciento del PIB anual. Pocos asesinatos se resuelven.
Tal es la competencia por los puestos en los partidos, particularmente en los municipios, los cuales desempeñan un papel muy importante en la prestación de servicios públicos y en el desarrollo socioeconómico, que los intentos de asesinato de políticos y funcionarios se han cobrado la vida de 37 personas, según el grupo de monitorización de conflictos ACLED.
Mientras que había 70 partidos en las papeletas nacionales y provinciales, y 52 sólo en la nacional, el ANC y otros cuatro partidos recibieron el 90 por ciento de los votos.
Fue el UMkhonto weSizwe (MK), cuya traducción sería ‘Lanza de la Nación’, el brazo armado del ANC durante la lucha contra el apartheid, el que se benefició del colapso del CNA, ganando el 14,6 por ciento del voto nacional, para quedar en tercer lugar, con los otros tres partidos manteniendo en gran medida su voto de 2019.
El MK fue lanzado en diciembre pasado por el expresidente del ANC Zuma y sus partidarios dentro del ANC. Zuma, de 82 años, que se vio obligado a dimitir de la presidencia en 2018 en medio de una serie de escándalos de corrupción que se remontan a años atrás, fue inhabilitado para presentarse a las elecciones, tras haber cumplido una pena de prisión por desacato al tribunal en 2021 y tener pronto que enfrentarse a un juicio por corrupción. Al ganar el 45 por ciento de los votos en KwaZulu-Natal, la segunda provincia más poblada de Sudáfrica y la provincia natal de Zuma, se espera que el MK forme el gobierno provincial allí.
Sin embargo, el MK se ha negado a unirse a un gobierno del ANC bajo Ramaphosa, a quien considera responsable del derrocamiento de Zuma. En julio de 2021, estallaron varios días de disturbios furiosos, desencadenados por el encarcelamiento de Zuma, que pronto se transformaron en protestas más amplias contra la pobreza y el gobierno del ANC. Más de 100 personas murieron en enfrentamientos entre facciones rivales y a manos de la policía.
Otro grupo escindido del ANC, los Luchadores por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés), quedó en cuarto lugar, con el 9,5 por ciento de los votos. El EFF está dirigido por Julius Malema. Fue expulsado, junto con otros líderes de la Liga Juvenil del ANC que querían utilizar esta Liga Juvenil para entrar en las filas de la burguesía negra más establecida, que había obtenido su riqueza y posición a través de la política de Empoderamiento Económico Negro del ANC. Malema ha pedido viviendas sociales en zonas de propiedad blanca, la nacionalización de casi todas las instituciones y la redistribución de la tierra sin compensación para los sudafricanos blancos.
El mayor partido de la oposición, la Alianza Democrática (AD), es ampliamente visto como representante de los intereses de la minoría blanca de Sudáfrica y del mundo empresarial. Quedó en segundo lugar con el 21,79 por ciento de los votos. Tiene estrechas relaciones con Washington y ha apoyado la guerra de Israel contra los palestinos en Gaza, en contraste con el ANC, que se ha negado a apoyar la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, y que presentó el caso de genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia. El Partido de la Libertad Inkatha (IFP), que, al igual que el partido MK de Zuma, obtiene la mayor parte de su apoyo de los zulúes, obtuvo el 3,85 por ciento de los votos, muy similar a 2019.
En las elecciones provinciales, el ANC obtuvo la mayoría en cinco de las nueve provincias de Sudáfrica: Limpopo (74 por ciento), Cabo Oriental (63 por ciento), Noroeste (58 por ciento), Estado Libre (53 por ciento) y Mpumalanga (52 por ciento). Lidera en Cabo Norte (49 por ciento) y Gauteng (36 por ciento), donde se encuentran Johannesburgo, la capital comercial y la ciudad más grande del país, y la capital, Pretoria, pero necesitará socios de coalición para formar gobiernos.
La Alianza Democrática (AD) parece dispuesta a seguir gobernando el Cabo Occidental (53 por ciento), como lo ha hecho desde 2009, mientras que el partido MK de Zuma ha derrotado al 18 por ciento de los votos del ANC, con el 46 por ciento de voto en KwaZulu-Natal.
Con casi todos los votos contados bajo un nuevo sistema de representación proporcional de tres papeletas, el resultado final se espera para el lunes por la noche, después de lo cual la nueva Asamblea Nacional de 400 miembros debe sesionar dentro de 14 días y elegir a un nuevo presidente por mayoría simple de votos, que luego formará un gobierno.
El colapso electoral del ANC y la crisis política que ha exacerbado expresan la incapacidad de la burguesía nacional para mejorar las condiciones sociales de la clase trabajadora y los pobres rurales. El ANC llegó al poder en 1994 con la promesa de rescatar el capitalismo sudafricano, ya que la globalización de la producción hizo inviable al régimen nacionalista y autárquico de apartheid de Sudáfrica, en medio de temores de que la creciente militancia de la clase obrera sudafricana pudiera significar el fin del dominio capitalista en el país.
Basado en los sindicatos organizados bajo el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU) y el Partido Comunista Sudafricano (SACP), el papel del ANC fue suprimir los esfuerzos revolucionarios de la clase obrera negra mientras creaba una clase capitalista negra para ocupar su lugar junto a los capitalistas blancos. Esto se santificó políticamente sobre la base de la teoría estalinista de dos etapas del SACP, que proclamaba el fin formal del apartheid como una revolución democrática y una etapa necesaria antes de que pudiera comenzar cualquier lucha por el socialismo.
El camino del ANC desde la oposición a la cooptación se ha replicado en África y Oriente Medio. La burguesía nacional, dependiente del imperialismo y temerosa de la revolución desde abajo, no puede resolver los problemas democráticos, económicos y sociales fundamentales que enfrentan las masas.
Sólo la clase trabajadora, que es la que crea la riqueza de la sociedad, puede hacerlo. Esto significa romper con la política capitalista del ANC y adoptar un programa socialista e internacionalista para unir a la clase obrera en todo el continente africano y en los centros imperialistas para tomar el poder y derrocar al capitalismo.
(Publicado originalmente en inglés el de 2 junio de 2024)