Fuente: https://es.euronews.com/2021/05/17/como-una-pequena-isla-de-cabo-verde-se-convirtio-en-un-oasis-para-las-personas-lgtbi-en-af Marta Rodriguez Martinez
Ser homosexual en muchos países de África significa vivir en el armario con miedo a ser insultado, agredido e incluso encarcelado. No en Cabo Verde. Esta es la historia de cómo una pequeña isla se convirtió en un oasis para las personas LGTBI.
Nunca coge un taxi si no conoce al conductor. Es impensable para él subir a un autobús. Vive en las afueras de Dakar, la capital de Senegal, en un pequeño pueblo donde se siente más seguro. Sin embargo, una vez le quemaron la casa. A veces le agreden.
No quiere ocultar que es gay, pero a menudo tiene que vivir huyendo por las amenazas. Aunque no quiere permanecer en el anonimato, no podemos publicar su nombre por miedo a poner en peligro su vida.
Esta es la vida de un gay en Senegal, donde desde 1966, cualquier hombre o mujer que sea sorprendido en un «acto de homosexualidad», legalmente denominados «actos contra natura» entre dos personas del mismo sexo, se arriesga a una pena de prisión de hasta cinco años.
Muchos se ven obligados a vivir en el armario, temiendo ser descubiertos constantemente, afirma Sheba Akpokli, activista por los derechos LGBTQI+ de África Occidental y residente en Togo.
Describe esta situación como «estar obligados a conformarse, la inseguridad constante, el miedo a ser descubiertos y el hecho de tener que comprobar la seguridad siempre dos veces antes de ir a cualquier sitio».
Pero a un corto vuelo de distancia, frente a la costa de Senegal, las cosas son muy diferentes.
En la ciudad portuaria de Mindelo, en la isla de Sao Vicente, en Cabo Verde, vive Tchinda Andrade, una mujer trans de treinta años. Con un vestido de colores o una falda corta, vende sus buñuelos brasileños (bolinhos en portugués) en las calles a plena luz del día. Nadie la insulta ni la ataca. No teme acabar en la cárcel. Cabo Verde es el país más tolerante con el colectivo LGTBI+ del continente, según la red de investigación Afrobarómetro.
Eran los años 1990 y ya llevaba unos años vistiéndose de mujer. Entonces llegó el carnaval anual que la haría famosa. Mientras 90 mujeres con disfraces de colores desfilaban por las calles, Tchinda Andrade se puso un top de mujer y se unió a ellas.
«Cuando llegué a la ciudad todo el mundo me miraba, incluso la policía que controlaba el desfile de carnaval», recuerda.
«La gente aplaudía y se reía».
Aquel carnaval pasó a la historia como el «Tchindaval».
En países como Senegal, las personas LGTBI carecen de todo sentido de representación.
«En la escuela son un tabú, las leyes no los defienden, los medios de comunicación son muy homófobos, por lo que la gente piensa que no hay personas LGTBI en su país», dice Marc Serena, codirector del documental «Tchindas» de 2015.
Cualquier representación de los homosexuales es negativa. Por ejemplo, en muchas películas realizadas en Nollywood, la industria cinematográfica nigeriana, los villanos aparecen como homosexuales.
Por eso la representación es tan importante. Y eso es lo que ha supuesto Tchinda Andrade y su «Tchindaval» para la sociedad caboverdiana.
Recordando su adolescencia en los años 1980 en la capital senegalesa, Dakar, Marame Kane, defensora de los derechos LGTBI que ahora reside en París, dice que fue educada para ver el mundo en términos absolutamente binarios.
«Una pareja es un hombre y una mujer. Nos casamos, tenemos hijos. Y nunca me hablaron de sexualidad».
En esa década, en el mundo francófono, «no teníamos ningún modelo, no teníamos ninguna representación de lo que es ser una persona lesbiana, gay, bi o trans-LGBT», dice.
Esto no cambió hasta 2004, cuando el canal francés Canal+ empezó a emitir la serie estadounidense L (The L World), sobre un grupo de amigas lesbianas.
«Esa serie marcó mi vida de adulta», dice Kane.
De vuelta a Mindelo, Pitanga recuerda su salida del armario: a los 12 o 13 años se vistió de mujer por primera vez, sabiendo que tenía predecesoras que ya le habían allanado el camino: Tchinda, Betina, Anita, Badia…
La excepción africana
Hace diez años, Serena viajó por 17 países africanos recogiendo testimonios de la comunidad LGTBI africana para su libro ‘¡Esto no es africano!’.
Dice que lo que vio en Mindelo fue muy diferente a las calles de Senegal, el país más cercano.
«Es muy difícil ver a chicas trans caminando por la calle en Dakar; no tienen derecho a ser visibles», dice.
«Mucha gente de Senegal me ha dicho que cuando van a Cabo Verde y ven a Tchinda y sus amigas, se ponen a rezar en medio de la calle para contrarrestar lo que ven sus ojos. Puede ser un gran shock para los senegaleses».
En el África subsahariana, más de la mitad de los países tienen leyes que prohíben o reprimen la homosexualidad.
«Lo que vemos en África es algo de lo que Europa se deshizo por completo en 2014, cuando el norte de Chipre se convirtió en su última región en despenalizar los actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo», afirma Lucas Ramón Mendos, investigador y autor del informe Homofobia de Estado de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales ILGA, con sede en Ginebra.
Pero en Cabo Verde la homosexualidad no es ilegal ni está penada. En el archipiélago, la lucha por los derechos LGTBI ha alcanzado otro nivel, ya que los activistas pretenden legalizar las uniones entre personas del mismo sexo.