Fuente: La Jornada Emir Sader 31.10.22
En la primera vuelta, los dos candidatos que pasaron la segunda vuelta, sumados, obtuvieron 91 por cientio de los votos: Lula 48, Bolsonaro 43. Se puede suponer, por tanto, que están disponibles para unirse a cualquiera de los dos candidatos, sólo 9 por ciento de los votos. Considerando que la diferencia entre ellos es de 5 por ciento, Bolsonaro tendría que ganar más de la mitad de esos votos. Simone Tebet y Ciro Gomes obtuvieron alrededor de 7 por ciento de esos votos. Tebet ya se definió para apoyar a Lula en la segunda vuelta. El PDT, el partido de Ciro, también, aunque su adhesión fue ambigua.
En esos términos, las preferencias por Lula se mantienen, como lo confirma la primera encuesta de la segunda vuelta, en la que tiene una ventaja de 10 puntos, contando sólo los votos válidos. Crecería unos seis puntos en relación con el resultado de la primera vuelta, mientras Bolsonaro crecería tres.
Pero la política no es aritmética. Es más como álgebra, con incógnitas por descifrar. Tan pronto como salió el resultado de la primera ronda, con Lula sin poder ganar la primera ronda, el estado de ánimo cambió. La depresión pasó del campo del gobierno al de la oposición, que luchaba por no perder en la primera vuelta.
Pasado el primer momento de una especie de resaca cívica, la correlación de fuerzas para la segunda vuelta se hizo más clara. Como efecto del esperado aumento de votos por Bolsonaro, gobernadores que no se arriesgaron públicamente a sumarse a él, cuando la perspectiva de la victoria de Lula en la primera vuelta era probable, y que dejaron abierta la posibilidad incluso de sumarse a Lula, asumieron el apoyo a Bolsonaro.
Lula también recibió apoyos predecibles, como el de FHC, el PDT y otros partidos, además de Simone Tebet.
Teniendo en cuenta estos arreglos, ¿cuál es la perspectiva probable para la segunda vuelta? Bolsonaro y sus seguidores no ofrecen prácticamente nada para su eventual segundo mandato. Sus discursos y fake news difundidos con robots –con la escandalosa complacencia del TSE– se limitan prácticamente a difundir los riesgos que correría el país si Lula volviera a gobernar Brasil. No cuentan con reducir el nivel de rechazo –alrededor de 50 por ciento para Bolsonaro–, sino con tratar de elevarlo para Lula –alrededor de 39 por ciento–.
Lula intenta llevar el debate y la oposición entre los dos candidatos al nivel programático, comparando lo que fue su gobierno y lo que es el nefasto gobierno de Bolsonaro. El sorpresivo aumento en la votación final de Bolsonaro revela el relativo éxito de los mecanismos de acción del bolsonarismo, que logró reducir la distancia que las encuestas apuntaban en favor de Lula, de más de 10 por ciento a 5 por ciento. A pesar del mal gobierno de Bolsonaro, 43 por ciento de la población votó por un nuevo mandato para él. Revela cómo las posiciones de la extrema derecha están arraigadas en la sociedad brasileña, que merecen una mayor discusión. Cinco por ciento de ese total provino probablemente de los votantes de Ciro, que bajó de ocho a 3 por ciento, convenciendo con su discurso anti-PT a una parte de sus electores, que ejercieron el voto útil de la derecha.
Lula mantuvo su voto, previsto por las encuestas, siempre por encima de 45, alcanzando 48.5 por ciento, a sólo 1.5 por ciento de la victoria en la primera vuelta. Con las adhesiones políticas que ya recibió, más el buen desempeño de Lula en la segunda vuelta –entre debates, programas de televisión y concentraciones–, Lula mantiene las preferencias para ganar.
Para los primeros días de la segunda vuelta –contando con el visto bueno y la lentitud del TSE para actuar– será una guerra de propaganda, de fake news, el gran instrumento de Bolsonaro, en el que las mentiras tendrán que ocupar una parte del tiempo y de las energías de la oposición, para contrarrestar y desmentir las fake news.
El mapa electoral de la primera vuelta es muy similar al de la campaña de 2014, en la que Dilma Rousseff perdió ante Aecio por dos tercios a un tercio en el sur y sureste del país, pero triunfó para ganar en el noreste con más de 70 por ciento de los votos. El sufragio de Bolsonaro en un estado como Sao Paulo, por ejemplo, fue impresionante, al igual que el de Lula en todo el nordeste. Es otro tema para un análisis más profundo. Pero ahora operará con un mapa que no cambiará mucho en la segunda vuelta.
Será una final con una diferencia no muy distinta a la de la primera vuelta, con emoción, como lo fue en 2014, pero con preferencias que Lula no debe perder en la prórroga.