El comandante Supremo, como lo llama entrañablemente su pueblo, partió muy pronto. La enfermedad se llevó al presidente de Venezuela y benefactor de otros procesos políticos refundacionales de Latinoamérica. Sí, el rol de Chávez no fue sólo simbólico o ideológico, pues los proyectos en los que participó la revolución bolivariana, en países como Bolivia, Cuba, Ecuador y hasta Argentina, fueron fundamentales para fortalecer la llegada de éstos a la gente de abajo. Muy a lo Hugo Chávez.
Por supuesto que nadie iba a llenar ese vacío. Y, aun así, Nicolás Maduro asumió el encargo y legado de Chávez y gobernó Venezuela con lo que había, pese a las sanciones económicas que injustamente le fueron impuestas al país caribeño, sanciones que se tradujeron en largos años de carencias, de filas, de precariedad y de éxodo migrante doloroso.
Los largos años críticos de Venezuela fueron más cortos que los que la prensa hegemónica tuvo en la mira a Nicolás Maduro. Se trataba de un acuerdo explícito y generalizado en los medios, de ridiculización clasista y racializada del presidente de Venezuela. En el escenario internacional, pocos abiertamente defendían su amistad y afinidad con Maduro.
Pero ¿qué fue lo que pasó hacia los últimos años? ¿Por qué Maduro ya no está al frente de todos los reflectores de los medios conservadores?
Habrá muchas líneas argumentativas para contestar estas preguntas. Aquí se proponen dos: la primera tiene que ver con la realidad material que hoy vive Venezuela y la segunda pasa por la indiscutible reinvención del político, la reinvención de Nicolás Maduro.
Hoy, Venezuela es una de las economías con mayor crecimiento del continente, con 4.2 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional, que no es precisamente amigo de la revolución bolivariana. La desaceleración de la inflación de la que hablan los organismos internacionales en el país caribeño se hace evidente en la Caracas de hoy. Aquella capital de 2017, con luz nocturna tenue, con filas para los alimentos, con escasez de medicamentos y con calles deshabitadas ya no está más, se fue.
Caracas hoy luce hermosa, con espacios públicos revitalizados e iluminados y con familias ocupándolos para el disfrute. Los comercios de insumos para construcción o salud y de venta de alimentos llenaron las avenidas de diversos puntos de la ciudad. Los vagones de los supermercados ya no tienen los espacios vacíos que tan fotografiados fueron en el pasado. La polarización política que hace unos años dejaba como saldo violencia en las calles, que podía llegar al asesinato por racismo o en guarimbas, hoy en pleno proceso prelectoral no existe.
En escenarios de valoración de cuentas, de redes sociales, es muy común escuchar o leer sobre el éxito que hoy tiene Nicolás Maduro. Por supuesto que no es otra cosa que el reflejo de la reinvención del presidente venezolano en su territorio y, claro está, en Miraflores. Maduro hoy luce presidente.
La imagen del candidato de 2024 muestra a un adulto esbelto, que baila como debe bailar un venezolano, que hoy convoca al pueblo en la avenida Bolívar como sólo lo hizo Chávez y que no duda en apelar a Dios en sus discursos de campaña, incluso para encomendarle al pueblo de Estados Unidos, que es lo que hizo luego de que se hiciera pública la dimisión de Biden a la candidatura presidencial de su país.
El Gran Polo Patriótico, la coalición de fuerzas políticas que encabeza Maduro, está compuesto por 10 agrupaciones, de las cuales el Partido Socialista Unido de Venezuela es la fuerza más importante. Pero hoy, parte de la reinvención de Maduro y del chavismo está explicada en la fuerza que tendrá, según las encuestas, la segunda importancia gravitacional dentro del polo: Futuro.
Venezuela escogerá a su mandatario para los próximos seis años. Además de Maduro, se presentan otros 10 candidatos aspirantes a ocupar la silla de Miraflores. No es obligatorio votar en Venezuela; sin embargo, se espera una alta participación de los votantes y ya existe un acuerdo firmado por todas las fuerzas políticas, excepto la conducida por Corina Machado, para reconocer los resultados electorales.
Lo que parece ser un éxito en la política global es la audacia. Queda claro que las decisiones grises y los discursos de mediación no han logrado la fidelidad de la calle y ni siquiera han alcanzado la afinidad electoral. Nicolás Maduro, quien cuenta en sus mítines políticos que sostiene negociaciones de restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, hoy es un candidato audaz.
Pero está claro, sin embargo, que el país petrolero por excelencia no dejará de ser un punto estratégico de atención de los poderes trasnacionales y, en ese sentido, la convocatoria a leer las interpretaciones de la jornada democrática de hoy está abierta.
* Analista de política internacional
X: @Valeqinaya
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