Coloniavirus: Guerra biológica y cuentos chinos; Noam Chomsky, Ángel Ferrero…

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COLONIAVIRUS: GUERRA BIOLÓGICA Y CUENTOS CHINOS | Noam Chomsky – Ángel Ferrero – Stella Calloni – Geraldina Colotti

DIEZ RAZONES POR LAS QUE DEBE CONSIDERARSE AL COVID-19 UN ARMA DE GUERRA

Entrevista con Noam Chomsky

Por Valentina Nicoli, Il Manifesto | 18 de marzo, 2020

Atrapada en casa como todos, o al menos los afortunados, decido escribir a Noam Chomsky para saber, en primer lugar, cómo está y luego preguntarle qué piensa de la crisis generada por el coronavirus y la reacción de la opinión pública.

Últimamente muchos dan crédito a la idea de que el virus puede haberse propagado deliberadamente, por intereses económicos o geopolíticos. El profesor Chomsky, cuyos libros he tenido el privilegio de traducir durante unos años, me responde en unas horas con su habitual amabilidad.

Me dice que está bien. Él, como nosotros, se queda en casa en Tucson con su esposa Valeria. No es que eso lo detenga, es imposible.

Me hace saber que está inundado de cientos de solicitudes de entrevista cada día, ahora más que nunca, y que tiene una “agenda torrencial, una agenda incandescente”. Me hubiera gustado preguntarle más, pero sé que me respondería si pudiera.

“La situación es muy grave”, dice. “Y no hay credibilidad en la afirmación de que el virus se propagó deliberadamente.”

En cuanto a la actitud de los distintos gobiernos, “los países asiáticos parecen haber logrado contener el contagio, mientras que la Unión Europea actúa con retraso”.

¿Qué hay de su propio país?

“La reacción de los Estados Unidos ha sido terrible. Era casi imposible incluso hacer pruebas a las personas, así que no tenemos ni idea de cuántos casos hay realmente”.

En sus respuestas -que minimiza diciendo “No sé si hay algo que valga la pena publicar”- encontramos en las píldoras lo que necesitamos para entender el núcleo de la verdad: “El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación. Un ejemplo para todos: las camas han sido suprimidas en nombre de la “eficiencia”.

Para empeorar las cosas, el “Huracán Trump”. Sólo ahora parece que las cosas están cambiando en los Estados Unidos, pero “hasta ahora tanto Trump como Kushner [Jared, el yerno de Trump y su asesor cercano] han minimizado la gravedad de la crisis. Esta actitud se ha visto amplificada por los medios de comunicación de la derecha, por lo que muchas personas han dejado de tomar las precauciones más básicas”.

Al final, Chomsky dice en pocas palabras lo que necesitamos saber sobre el sistema en el que vivimos: “En general, esta crisis es otro ejemplo importante de fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental. El gobierno y las multinacionales farmacéuticas saben desde hace años que existe una gran probabilidad de que se produzca una grave pandemia, pero como no es bueno para los beneficios prepararse para ello, no se ha hecho nada”. Gracias profesor, espero verle pronto.

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Análisis de Noam Chomsky (activista, filósofo, politólogo y lingüista) sobre el Coronavirus y la geopolitica mundial sobre lo que pudiera estar pasando:

1) USA necesitaba imperiosamente parar y retrasar la locomotora china, para no perder su supremacía mundial económica y su papel de gendarme planetario.

2) La CIA, Bildeberg, Israel y demás poderes mundiales, acuerdan hacer estallar una guerra bacteriológica de baja intensidad, propagando en territorio chino, un virus de laboratorio, el COVID19.

3) Guerra de baja intensidad porque el virus no afecta a los niños y jóvenes (mano de obra futura) y en cambio se ceba con las personas mayores (mano de obra inactiva).

4) La estrategia USA pasa por propagar el virus en la ciudad donde el gobierno chino tiene un laboratorio de investigación bacteriológica del coronavirus, sars, mers y ébola. Así tiene la coartada perfecta para echar la culpa al gobierno chino sobre la hipótesis de un escape o accidente fortuito.

5) La estrategia USA pasa por expandir el virus en el mes de enero, Año Nuevo chino para producir una parálisis total, al haber millones de desplazamientos y que afectarán a todos los sectores de la sociedad china.

6) La estrategia USA en una primera fase pasa por tener a raya a varios enemigos de la Administración Trump, y así el siguiente país infectado de importancia es Irán, soltando el virus letal para ser obligado a paralizar su economia, sociedad y posible respuesta de sus fuerzas armadas, sobre todo ante el riesgo militar que pueda implementar contra Israel.

7) El siguiente enemigo afectado de importancia es Europa, siempre muy hostil a Trump y a sus recetas económicas proteccionistas. Para ello inoculan el virus en la región de Lombardía (Italia) donde gobierna la Liga Norte de Salvini. Recordando que Salvini es un traidor a ojos de la inteligencia americana por apoyar a Putin en todos los foros internacionales y verse implicado en sobornos rusos. Ya parecía resultar extraño la dispersión del virus en una región rural de la Italia profunda. Pero la venganza se sirve en plato bien frío y Salvini no fué siquiera recibido por Trump en su gira americana. Relaciones congeladas y bien distantes. También Italia es escogida cómo país receptor del virus, por entablar excelentes relaciones comerciales con China en una Nueva Ruta de la Seda. La inteligencia americana sabe que después de Italia, la Unión Europea sufrirá un colapso económico global al verse paralizadas sus economías nacionales en su lucha contra el virus. El esfuerzo titánico de Europa ante ésta amenaza bacteriológica dará lugar a una debilidad frontal europea ante el Brexit británico, beneficiando al primer ministro Johnson el gran aliado inglés de la Admón. TRUMP.

8) Una vez consumida la Pandemia paralizadora del planeta, llegará la segunda fase. Control total de la guerra bacteriológica al poseer desde el primer momento la VACUNA GLOBAL del Covid19 desde su producción en laboratorios americanos.Luego de la dispersión y caos sanitario mundial, llegará el orden capitalista nuevamente, así reseteadas las economías nacionales, el nuevo valor en alza se llamará industria química USA, que a su antojo venderá patentes a países amigos y al CONTRARIO, bloqueo farmaceútico a países enemigos, debilitándolos aún más, si cabe o presionando a gobiernos hostiles a cambio de las vacunas salvadoras.

9) Tercera fase: Implementación del Nuevo Orden Mundial con el cambio de las relaciones entre paises:
– Desaparición de la Unión Europea.
– Desaparición de enemigos potenciales cómo Irán, Corea del Norte, Venezuela, etc.
– Debilitamiento de China continental y Rusia.
– Nuevo patio trasero: USA en Latinoamérica.
– Globalización planetaria alrededor de la nueva USA y su poder omnímodo.

“Cuídate, quédate en casa”.

LA DIMENSIÓN POLÍTICA EL CORONAVIRUS

Àngel Ferrero | El salto
13 mar 2020

En un momento en el que los esfuerzos de los estados están concentrados en la contención de la pandemia mundial de coronavirus (covid19), puede parecer una frivolidad preguntarse por sus repercusiones políticas. Sin embargo, a nadie se le escapa que antes o después llegarán. Por lo pronto, el impacto económico ya se está dejando notar: los principales índices bursátiles han registrado caídas —el jueves Wall Street cerró después de que el Dow Jones se dejase 1.700 puntos en la apertura— y sectores enteros de la economía y las cadenas de suministro se han visto golpeados.

El director de Foreign Policy In Focus, John Feffer, recogía en un artículo reciente algunos datos que no está de más reproducir aquí: se ha calculado que el tráfico mundial de contenedores de transporte se reducirá un 9,5% este mes de marzo, y del sector industrial al turístico —reservas hoteleras, restauración, aerolíneas y cruceros— e incluso el entretenimiento —cancelación de conciertos, exposiciones en museos, funciones de teatro y estrenos cinematográficos— las consecuencias ya se dejan notar.

China ha ajustado su previsión de crecimiento, que ha rebajado a un 5% del PIB del 6% previsto, y se espera una caída similar para Italia, cuyo gobierno ha anunciado ya una inversión adicional de 25.000 millones de euros. Según fuentes del Fondo Monetario Internacional (FMI), Italia podría necesitar un rescate de 500 a 700 mil millones de dólares. El pasado martes la Unión Europea adelantó que activará un fondo de 25.000 millones de euros para hacer frente a la crisis, un día antes de que el Banco Central Europeo (BCE) alertase de la posibilidad de una crisis como la de 2008 si no se toman medidas cuanto antes.

Bloomberg presentaba hasta cuatro escenarios, en el peor de los cuales la economía global perdería 2,7 billones de dólares y algunas de las principales economías industriales verían caer su PIB hasta un 3%. Según sus autores, “las históricos bajos niveles de las tasas de interés y los elevados niveles de deuda” limitan el margen de maniobra de los estados europeos, haciendo que la “caja de herramientas sea poco adecuada para la tarea” de enfrentarse al daño económico que causará la pandemia.

“Si algo con una tasa de mortandad relativamente baja como el coronavirus, de entre un 1 y un 4%, en comparación con el 50% del ébola, puede ocasionar semejante daño a la economía global, quizá es que el paciente estaba sufriendo ya de algún tipo de dolencia previa”, observa Feffer. “Puede parecer ridículo esperar que un patógeno, incluso uno que se propaga al ritmo de una pandemia, pueda revertir una trayectoria que lleva desarrollándose un siglo, pero el estallido de coronavirus coincide con los ataques a la globalización económica desde diferentes sectores”, añade el director de Foireng Policy in Focus, quien cita el ejemplo de los ecologistas que cuestionan desde hace décadas la política de crecimiento y la mundialización.

En este sentido, el covid19, “como la pandemia de gripe de 1918, (“gripe española”) puede contribuir a una mayor fragmentación” o puede “servir como recordatorio de cómo la salud de la humanidad ha dependido de allende de las fronteras durante milenios” —las pandemias, recuerda el autor, siempre han estado relacionadas con los desplazamientos comerciales y militares— conduciendo a replantarse “cómo funciona el mundo”.

Quizá no se equivocaba del todo el editor del Global Times, Hu Xijin, al afirmar que “nos encontramos ante la primera fase de un enorme cambio”, ni tampoco exageraba el sociólogo Jósczef Böröcz al decir que “la humanidad se encuentra a prueba […] ¿Cómo reaccionan las culturas, clases e individuos a un desafío colectivo de esta importancia? ¿Qué culturas, clases e individuos son capaces de ajustarse a las respuestas colectivas adecuadas? ¿Qué produce reacciones sociales absolutamente antisociales? ¿Quién se dedica a pseudoactividades irrelevantes? Y la mayor pregunta de todas: ¿Qué culturas, clases e individuos serán capaces de sobrevivir o cuáles se irán por el desagüe?”

Primero Schadenfreude, luego pánico

Como se ha señalado ya en varios lugares, y el propio Feffer recoge, la primera reacción de muchos comentaristas occidentales al brote de covid-19 en Wuhan fue de Schadenfreude, un término alemán de uso frecuente en los medios con el que se describe el sentimiento de alegría por la desgracia ajena. ¿Cuántos medios no hablaron de un ‘Chernóbil chino’? Se lo preguntó The Guardian, lo afirmó la revista Newsweek y, como por desgracia acostumbra a suceder, en España se repitió acríticamente en diarios como el ABC y en todos los telediarios de importancia. Foreign Policy llegó a acusar a China de haber “puesto en riesgo al mundo” con su “incompetencia”.

Muy diferente era el juicio de las autoridades sanitarias competentes: después de visitar el país, el director ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para brotes epidémicos y emergencias sanitarias, Bruce Aylward, elogió en una rueda de prensa a finales de febrero la respuesta china y señaló que el resto de países no están preparados, “pero pueden estar listos rápidamente si hay un cambio de mentalidad sobre cómo vamos a manejar la enfermedad”.

En una entrevista con el medio estadounidense Vox publicada a comienzos de este mes, Aylward desarrollaba sus conclusiones. “La cuestión es la velocidad, todo se reduce a la velocidad: cuanto más rápido se puedan encontrar los casos, aislarlos y rastrear sus contactos, más éxito se tendrá”, exponía. Lo que demuestra la respuesta de China en 30 provincias, continuaba, “es que si uno se lo propone, se arremanga y comienza el trabajo sistemático de encontrar los casos y rastrear los contactos, se puede modificar la forma del estallido, reducir la presión y prevenir que mucha gente enferme y que los más vulnerables mueran”.

En Nueva York el cierre de escuelas se ha considerado como “la última opción”, ya que significaría dejar a 114.000 estudiantes sin hogar sin la posibilidad de recibir atención médica o comida

No se trata solamente de medidas comunes como el aislamiento de casos y la suspensión de reuniones públicas, sino de construir instalaciones hospitalarias especializadas, acelerar las pruebas —los resultados se conocen en un espacio de cuatro a siete horas— y garantizar su gratuidad, agilizar las recetas de medicamentos y crear una red para su distribución a las poblaciones afectadas, así como adquirir aparatos de respiración asistida, oxígeno, material de laboratorio. E incluso a pesar de ese esfuerzo hercúleo “hubo problemas con los suministros en algún punto”. ¿Y qué hay del aislamiento de ciudades enteras o del seguimiento de ciudadanos a través de sus teléfonos móviles?  “Los aislamientos a los que se refiere, las preocupaciones por los derechos humanos, reflejan la situación en lugares como Wuhan, [los aislamientos] se concentraron en Wuhan y otras dos o tres ciudades que explotaron [con casos de COVID-19], estos lugares se descontrolaron al comienzo [de la epidemia] y China tomó la decisión de proteger a China y al resto del mundo.”

Ahora que el covid19 se extiende por Europa y Estados Unidos, la comparación en la gestión de la pandemia ha dejado en evidencia la “dolencia previa” de la que hablaba Feffer. En EE.UU., hogar de 28 millones de personas sin seguro médico, las enfermeras se han quejado por la falta de equipos y también lo ha hecho el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) por la escasez de material de laboratorio para las pruebas de detección después de haber sufrido retrasos y errores.

En Nueva York el cierre de escuelas se ha considerado como “la última opción”, ya que significaría dejar a 114.000 estudiantes sin hogar sin la posibilidad de recibir atención médica o comida. En Counterpunch resumía bien la situación JP Sottile al escribir que estos últimos cuatro años la Casa Blanca “ha estado privando de oxígeno a las agencias federales, reduciendo sus recursos y su personal”, avanzando en el programa neoliberal de tres décadas que convierte así a Donald Trump en “el omega al alfa de Ronald Reagan”. “Cualquier ‘incompetencia’ relacionada con el coronavirus que veáis en las noticias es una característica intrínseca de todo ello, no un error”, denunciaba Sottile.

Cabe recordar que todo esto sucede mientras China clausuraba recientemente 16 hospitales de emergencia en Wuhan, enviaba 250.000 mascarillas y cuatro expertos en el control de la epidemia a Irán —donde las sanciones estadounidenses agravan la crisis— y un millar de ventiladores pulmonares, dos millones de mascarillas ordinarias y 100.000 mascarillas de alta tecnología a Italia.

En un artículo en Político, el representante permanente de Italia ante la UE, Maurizio Massari, volvía a reclamar a Bruselas que relajase el acceso al crédito y difícilmente podía ocultar su indignación ante la respuesta de sus socios europeos: “Italia ya ha pedido que se active el Mecanismo de Protección de la Unión Europea para el suministro de equipos médicos para protección individual, pero por desgracia ni un solo país europeo ha respondido a la llamada de la Comisión, únicamente China ha respondido bilateralmente”. “Ciertamente, esto no es un buen signo de solidaridad europea”, apostillaba Massari.

El jueves la embajada china en Madrid informaba de la llegada de un cargamento de 1,8 millones de mascarillas y 100.000 reactivos. Alemania ya ha prohibido la exportación de material médico, provocando la indignación de Suiza y Austria. Berna ha llamado al embajador alemán a consultas en protesta por el bloqueo de un cargamento de 240.000 mascarillas médicas en la frontera, mientras que la ministra de Economía austríaca, Margarete Schramböck, ha exigido a Berlín que deje de retener los suministros.

“No puede ser que Alemania esté reteniendo productos destinados a Austria por el simple hecho de encontrarse almacenados en un Alemania”, declaró Schramböck, “estos productos son para el mercado austríaco, y los movimientos unilaterales de Alemania lo único que hacen es causar problemas a otros países”. Tan poco para tantos valores europeos.

China ha donado más de un millón de máscaras y otro material médico a Corea del Sur, 5.000 trajes protectores y 100.000 máscaras a Japón y 12.000 kits de detección a Pakistán, pero a pesar de todo ello algunos medios occidentales parecen concentrarse en atacar al país que más ayuda.

En España es digna de mención la rápida progresión del economista Juan Ramón Rallo quien, desde su columna en El Confidencial —programáticamente titulada Laissez faire— ha pasado de calificar de “extralimitación liberticida” la decisión de Francia de requisar los stocks de mascarillas para evitar el acaparamiento y la especulación a explicar a sus lectores por qué las medidas adoptadas por China para contener el Covid-19 son un ejemplo a seguir.

Aunque este cambio ha dado pie a numerosas bromas, pocos lectores parecen haber reparado en el último parágrafo de su artículo: “Pero, a la vez, los casos de Hong Kong y Singapur también nos recuerdan que, con restricciones muchísimo menores a las de China pero con un seguimiento exhaustivo de los contagiados y de sus contactos y una extrema responsabilidad individual hacia los demás (tomarse en serio la higiene y minimizar las salidas innecesarias de casa), también es posible frenar el ritmo de contagio. No hace falta hacer como China para obtener resultados chinos: pero sí es imprescindible actuar con profesionalidad y diligencia. Si no lo hacemos, confundiremos la inoperancia, pasividad y negligencia de un partido político específico con la inoperancia de un régimen amplio de libertades. Y la epidemia vírica será seguida por una epidemia autoritaria.”

Beijing vs. Singapur

Después del crack del 29 millones de personas en el mundo quedaron fascinadas por la capacidad de resistencia a la crisis —supuesta o relativa, dependiendo del observador— de dos países de políticas diametralmente opuestas: Italia, donde se aceleró el corporativismo con la nacionalización de bancos y la creación de empresas mixtas y estatales, y la URSS, donde el sistema de economía planificada protegía relativamente al país de los shocks de la Gran Depresión.

Con la crisis del Covid-19 podría ocurrir algo parecido, salvando por descontado todas las distancias. La derecha ya parece haber tomado como ejemplo Singapur, como atestiguan algunos artículos publicados hasta la fecha. Pocas sorpresas: la combinación de una economía de libre mercado, por una parte, y de un longevo gobierno autoritario del Partido de Acción Popular (PAP) que se encarga de vigilar su cumplimiento, por la otra, convierte a la ciudad-estado en un modelo atractivo para la derecha.

Singapur, con todo, no llega a los seis millones de habitantes. China, en cambio, tiene más de 1.400 millones, lo que la convierte en el país con más población del mundo. A diferencia de Singapur, su sistema político es una evolución del que existía en los estados del “socialismo realmente existente” antes de su desintegración, y mantiene, a pesar de la liberalización de buena parte de su economía, elementos socialistas. Los muchos comentarios que ha provocado la respuesta china a la crisis del coronavirus estos días traen a la memoria ¿Comunismo sin crecimiento? (1975) de Wolfgang Harich.

Este libro —una larga conversación entre el filósofo alemán y Freimut Duve, un socialdemócrata germano-occidental— abordaba el replanteamiento del marxismo a la luz de la crisis ecológica desde una óptica pesimista, partiendo de la tesis que aquélla establecía límites a la abundancia material con la que el marxismo tradicionalmente había vinculado la libertad comunista y la consiguiente extinción (o abolición) del Estado. En palabras de Harich, “mi creencia en la superioridad de modelo soviético de socialismo se ha hecho inquebrantable desde que he aprendido a no considerarlo ya desde el punto de vista de la —por otra parte absoluta— competencia económica entre el Este y el Oeste, sino a juzgarlo, ante todo, según las posibilidades que ofrece su estructura para sobreponerse a la crisis ecológica, para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta, para la salvación de la humanidad”. Según Harich, únicamente un sistema comunista, con su centralización administrativa y economía planificada, permitiría combinar medidas de emergencia como la limitación del consumo y de la población o el racionamiento de productos de acuerdo a un principio de igualdad.

El libro de Harich fue ampliamente debatido en su momento en España, donde Manuel Sacristán le achacó tres defectos: “En primer lugar, es inverosímil si se tiene en cuenta la experiencia histórica, incluida la más reciente, que es la ofrecida por la aristocracia de los países del llamado ‘socialismo real’; en segundo lugar, el despotismo pertenece a la misma cultura del exceso que se trata de superar; en tercer lugar, es poco probable que un movimiento comunista luche por semejante objetivo. La conciencia comunista pensará más que bien que para ese viaje no se necesitaban las alforjas de la lucha revolucionaria. A la objeción (repetidamente insinuada por Harich) de que el instinto de conservación se tiene que imponer a la repugnancia al autoritarismo, se puede oponer al menos la duda acerca de lo que puede hacer una humanidad ya sin entusiasmos, defraudada en su aspiración milenaria de justicia, libertad y comunidad.”

A la luz de la crisis del Covid-19, los argumentos de Wolfgang Harich merecen reflexión. En una entrevista concedida en 1979 al semanario Der Spiegel, Harich defendía “que hay parámetros de alcance global que sólo pueden resolverse con un poder centralizado”, y añadía que “éste, en mi opinión, debe contar con plenos poderes dictatoriales” (aquí conviene matizar que Harich hablaba de una dictadura fideicomisaria y no de un despotismo soberano). “No soy un sádico, no me gustan las dictaduras duras, no me despiertan ninguna simpatía”, aseguraba, “sólo anticipo que si todo sigue como hasta ahora, entonces revertir las consecuencias sólo será posible con una tiranía terrible, temible”.

La pandemia de coronavirus ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de la eficacia de un sistema centralizado como el chino para frente hacer los graves problemas a los que se enfrenta el mundo en el siglo XXI. Las llamadas que han hecho algunos desde las redes sociales y desde la nueva izquierda a la política de curas durante la pandemia son loables, pero quedan empequeñecidas ante la magnitud del problema. La autoorganización o los movimientos sociales, por encomiables que sean, pueden servir para crear una red barrial de distribución de alimentos o tareas —que no es poco, en los tiempos que corren—, pero no para la organización y traslado de personal médico, y menos aún para fabricar aparatos de respiración, material de laboratorio o mascarillas en una crisis como ésta: de eso se encarga el Estado. El tiempo corre, y a medida que avanza la única alternativa, advertía Harich en la entrevista, “será entonces la autodestrucción en libertad, democracia y economía de mercado o un golpe de timón con medidas muy duras”. Entonces “quizá vendría, como teme el socialdemócrata Richard Löwenthal, un nuevo cesarismo con una nueva guardia pretoriana, que destruye todo lo que se cruza a su paso”. “El riesgo”, terminaba un sombrío Harich, “está ahí”. Si el dilema económico en los veinte se planteó, por tomar una conocida expresión de Thomas Mann, como una elección entre “Roma o Moscú”, el de este siglo XXI podría acabar siendo —si no se encuentra una solución socialista democrática a tiempo— entre Beijing o Singapur. El tiempo corre.

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ENGENDROS DEL CAPITALISMO Vs. MURALLAS DE SOLIDARIDAD

por Stella Calloni | Resumen Latinoamericano, 20 marzo 2020.

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En estos momentos difíciles para la humanidad, que está siendo  puesta a prueba  ante el peligro de una constante acción depredadora por la avaricia y la ambición sin límites de los poderes hegemónicos, a nombre del libre mercado, la libre empresa, el neoliberalismo salvaje,  la destrucción de la naturaleza violentada a extremos nunca vistos por el capitalismo en decadencia, sólo la solidaridad y la responsabilidad ilumina al hábitat del hombre.

Ante esta situación es importante rescatar los hechos y sucesos tan manipulados y  transmitir la verdad, que emerge   desenmascarando los rostros de la miseria humana y en contraposición, los más hermosos  ejemplos de solidaridad y resistencia que dejan al descubierto a los sembradores de odio.

En un escenario mundial estremecido  y paralizado por los efectos de una pandemia, provocada por la mutación del  ya conocido corona virus,  se evidencia como pocas veces  la deshumanización, crueldad e insensibilidad de  los más poderosos.

Uno de los acontecimientos que se invisibilizó y que hubiera podido ser una voz de alerta es lo sucedido  en Estados Unidos el 18 de octubre de 2019, en un encuentro del Johns Hopkins Center for Health Security, Nueva York que se conoció como “evento 201”. Fue  “una cuidada simulación de una epidemia tipo ‘corona-virus’ bajo el nombre CoV-2019” que analizó  el sociólogo y antropólogo social  profesor  de la Universidad Jaume I de España, Andrés Piqueras.

Bajo el  título de “Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo un cóctel mortal”(diario Público de España marzo 2020) Piqueras señala que en la “simulación” 201 participaron además  la Fundación Gates, el Foro Económico Mundial, así como las corporaciones Johnson & Johnson y Henry Schein (líder mundial de la producción de material médico), llegando a la conclusión entre otros fuertes datos económicos que “el 15 por ciento de los mercados financieros colapsaría y que alrededor de 65 millones de personas en el mundo perderían la vida”. Curiosamente la Organización Mundial de la Salud (OMS) nombró   primero al corona virus actual como se lo hizo en el “evento 201” para finalmente llamarlo de COVID-19”.

Además esta reunión  se produjo en el mismo mes en que se celebraron los Juegos Mundiales Militares, del 18 al 27 de octubre  en Wuhan, con amplia participación de militares estadounidenses y en este punto destaca que “hoy, muertes que desde entonces se creyeron por influenza en EE.UU. están siendo revisadas como posibles decesos por corona virus; pero ese país americano no encuentra a su «paciente cero».

Advierte que lo que sí está claro es que muchos de los rasgos de la simulación han ocurrido en enero de 2020, y ese 15 por ciento de desplome bursátil –del que se habló entonces- es el que realmente se ha producido a finales de febrero de este año. En Wall Street se tuvo que intervenir la Bolsa para que no se hundiera.

Referido a otras claves que se enfrentan en estos momentos más allá del que sea el origen real de este «oportuno» virus  COVID-19  advierte sobre  el «modo pánico» en que ha entrado el mercado mundial golpeando las cadenas de producción y suministros, afectando de plano el conjunto de las cadenas mundiales del valor y que “jamás, ni en los momentos de guerra, el consumo se ha visto sometido a tal disciplina de choque(…)El círculo vicioso es el clásico: se detiene la actividad comercial, se frena la producción, se dispara el desempleo, se desploma el consumo” y si esto ya es catastrófico se puede ir más lejos “y los indicadores sociales pueden ser peores, especialmente cuando el virus golpee con fuerza a países con escasos recursos sanitarios”.

Hay otros datos, perro esto nos lleva a plantear  que no podemos ignorar nada ni sobre el origen de este virus ni de su incidencia en el futuro de la humanidad y  en medio de la catástrofe podemos registrar las reacciones  para entender de qué se tratan las formas de actuar de cada país en estas circunstancias.

El presidente Donald Trump, quien se dedicó a minimizar los efectos del nuevo corona virus, ofreció pagar mil millones de dólares a un laboratorio de la compañía biofarmacéutica alemana CureVac, con sede en Tubeingen (estado de Baden-Wurtemberg Alemania) que trabaja  en la fabricación de esta vacuna, con la condición de que  se elaborara exclusivamente para Estados Unidos.

Este laboratorio trabaja con el Instituto estatal Paul Ehrlich  y fue el conocido periódico alemán Dei Welt  am Sonntag quien informó  sobrela oferta de Trump tratando de llevar la empresa alemana CureVac a  Estados Unidos y asegurar los derechos exclusivos de la vacuna, como registra una publicación de Bussines Insider (Traducido  por  Cubadebate, el pasado 15 de marzo).

Se sabe que existen una serie de negociaciones  pero con una visión alemana  de que las vacunas y las sustancias activas contra el nuevo corona virus se desarrollen en Alemania y Europa. Las autoridades alemanas se oponen a la compra de esta vacuna con derechos exclusivos por parte de Estados Unidos o a condición de que este país acceda primero al  esperado fármaco, y el ministro del Interior, Peter Altmaier, declaró a una televisión local que «Alemania no se vende».

LA CARA DE LA SOLIDARIDAD

En otra mirada sobre esta situación,  el mundo no pudo ignorar lo actuado por el gobierno de Cuba en estos momentos cruciales, tanto en el envío del Interferon Alfa 2 B, utilizado en China donde  la nueva cepa del corona virus apareció  imprevistamente en la provincia central de Wuhan, como el de haber ofrecido profesionales  y toda  su colaboración  recibiendo el agradecimiento del pueblo chino, cuando en estos días se anunció que se había controlado la epidemia en ese lugar.

Fue lo contrario de lo sucedido en Italia donde la continuidad de gobiernos neoliberales llevó a desmantelar  buena parte del sistema de salud pública, pero también en la decisión  similar a la de una guerra,  eligiendo a quienes se “podía” dejar morir(los más ancianos) lo que marcará el futuro de ese país, sin duda alguna.

China envió a Italia un avión cargado de medicamentos y  profesionales especializados para  enfrentar la pandemia. Y también se solicitaron médicos y medicamentos cubanos, no sólo en Italia sino en otros países de Europa.

También los solicitaron desde  América Latina, incluyendo a Brasil donde el gobierno de Jair Bolsonaro  despidió destempladamente a los  médicos cubanos que estaban  en misiones de salud y en sitios lejanos donde la población nunca había recibido asistencia médica.  En esos días en que los médicos cubanos fueron obligados a abandonar el país, se produjeron manifestaciones populares en rechazo a la decisión oficial y las imágenes  de aquella despedida fueron dolorosas e inolvidables.

Lo mismo sucedió en Bolivia con la decisión de los golpistas que derrocaron al presidente Evo Morales en noviembre pasado y donde las misiones médicas cubanas habían realizado un trabajo extraordinario. Su salida en medio de violentas amenazas dejó a grandes sectores de la población sin asistencia médica. En ambos casos estas medidas se tomaron  a instancias de Washington.

Los resultados son visibles en estas horas, tanto como la impiedad del sistema capitalista.. La  pequeña isla del caribe, bloqueada, es decir sitiada por Estados Unidos, se ha convertido  por una voluntad increíble de resistencia en una potencia mundial en salud, educación, cultura y dignidad.

El pasado  17 de marzo,  por solicitud del gobierno de Gran Bretaña, el crucero británico MS Braemar que transportaba  682 pasajeros y 381 tripulantes  atracó en el puerto de Mariel situado en el oeste de La Habana, con cinco pasajeros afectados por el corona virus y otros  bajo cuarentena, después de varios intentos porque algún país aceptara el desembarco.

El presidente Miguel Díaz Canel aceptó de inmediato la solicitud británica y se coordinó el envío de aviones para recoger a los pasajeros en el aeropuerto José Martí de La Habana, estableciendo que los que estuvieran afectados serían atendidos en Cuba, como otros que pudieran quedar en observación y el resto fue llevado a Gran Bretaña, en una sensible operación de rescate.

Esa fue otra escena emocionante grabada por muchos de los viajeros, que mientras desembarcaban mostraron un cartel fabricado apresuradamente “Te quiero Cuba”, lo que luego se transformaría en mensajes en las redes agradeciendo a este país por la generosidad y humanidad demostrada, como registraron los medios cubanos.

El embajador del Reino Unido Antony Stoke expresó su agradecimiento al gobierno cubano cuya actitud salvó muchas vidas. Sólo vale imaginar lo que hubiera sucedido  si el crucero continuaba a la deriva sin ser aceptado en ningún puerto.

En realidad no era fácil en medio de la situación que está viviendo Cuba por la profundización del bloqueo mediante una cantidad de medidas criminales tomadas por el gobierno de Trump para asfixiar al pueblo  en una verdadera política de exterminio.

La contracara de esta solidaridad fue la respuesta del Fondo Monetario Internacional (FMI) a una solicitud del presidente Nicolás Maduro para que se otorgara  a Venezuela un crédito por cinco mil millones de dólares para enfrentar la Pandemia de corona virus habida cuenta de que el gobierno de Estados Unidos retiene congelados en sus bancos más de 40 mil millones de dólares del estado venezolano.

Además se apropió de su empresa CITGO, entre otras y mantiene un bloqueo contra ese país impidiendo la llegada de alimentos medicamentos, productos de higienes, bloqueando el comercio en una guerra económica que ha alcanzado niveles de extrema criminalidad.

De hecho la permanencia del bloqueo contra Cuba y Venezuela y  los intentos golpistas contra Nicaragua profundiza el  crimen de lesa humanidad que significa agravar esta situación en  las circunstancias actuales. Que el FMI no reconozca un gobierno que está funcionando como tal y “dude” entre el mandatario real Nicolás Maduro   y un supuesto “presidente interino” fantasma de Venezuela, que no tiene sede gubernamental en ningún lugar del mundo, como es Juan Guaidó,  es uno de los escándalos más grandes en la historia diplomática y política del mundo.

Que el FMI negara a Venezuela este dinero claramente destinado a fines humanitarios, mientras “prestó” al  ex gobierno derechista de Mauricio Macri en Argentina 54 mil millones de dólares a sabiendas de que este mandatario había hundido al país  y que el dinero iba a ser fugado hacia el exterior como sucedió, muestra a las claras la característica criminal del sistema imperial-colonial y el terrorismo de Estado mundial que se nos aplica.

Esta realidad surge hoy despiadadamente sobre el dolor y la muerte donde sólo la verdad, la realidad y los ejemplos solidarios mantienen la esperanza de un mundo sometido a ensayos criminales.

Las denuncias y el estallido de la situación interna en el marco electoral en Estados Unidos así como la solicitud de algunos países europeos habría llevado  a que finalmente suspendieran las maniobras   con la Organización del Atlántico Norte (OTAN) “Europa Defender 20” en las últimas horas y después de trasladar solados y equipos que han quedado atrapados en una región gravemente  afectada por la pandemia.

Pero vale la pena en esta serie de comparaciones o estos espejos astillados para  tomar las fuerzas y la unidad necesarias para impedir que como advierte el español Piqueras se intente comenzar “un nuevo tiempo del capitalismo, (¿su lenta y larga agonía?), que sería de barbarización generalizada” para la mayor parte de la humanidad.

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CHINA, CUBA, VENEZUELA. ANTICUERPOS SOLIDARIOS CONTRA EL CORONAVIRUS

por Geraldina Colotti| 20 marzo 2020

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La del convoy militar que transporta los cadáveres infectados fuera de la ciudad de Bérgamo, es quizás la imagen más emblemática de la tragedia causada por el coronavirus. Bérgamo, una ciudad en el norte de Italia, se encuentra en una de las zonas más infectadas de la región de Lombardía. Esos 67 ataúdes fueron dirigidos a otros crematorios fuera de la región, porque la ciudad solo puede incinerar 26 por día.

Y el número de muertes aumenta diariamente. A partir del 19 de marzo, hay más de 33.000 personas infectadas en Italia, pero la cifra puede ser mucho mayor, considerando que no todos los infectos han sido monitoreados o no saben que están infectados. Los muertos ya han superado los 3.405. Una cifra superior a la de China, y que todavía va a crecer. Europa ha registrado más de 100.000 casos de coronavirus y 4.752 muertes. Es el continente más afectado por la pandemia, más que el continente asiático (94.253 casos, de los cuales 3.417 víctimas).

«Si dejamos que el virus se propague como un incendio, especialmente en las regiones más vulnerables del mundo, matará a millones de personas», dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. «Enfrentamos una crisis global de la salud como ninguna otra en los 75 años de historia de las Naciones Unidas, que está infectando la economía mundial», agregó. «Una recesión, quizás de un tamaño extraordinario, es casi una certeza».

Con una declaración conjunta, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y el jefe de la Agencia de Refugiados, Filippo Grandi, enviaron un mensaje «a la humanidad», advirtiendo que Covid-19 pone a prueba todo nuestro «sistema de valores y el futuro de la humanidad», y que la forma en que reaccionemos a la crisis determinará el tipo de desarrollo en las próximas décadas.

Siempre, a lo largo de la historia, en presencia de catástrofes o pandemias, la humanidad ha cuestionado profundamente el significado de la vida, la forma de producir y la capacidad de los seres humanos para controlar las fuerzas de la naturaleza. ¿Con qué brújula podemos hacerlo hoy frente a una pandemia que literalmente nos quita el aliento y deja a los seres humanos solos, terriblemente solos, frente a ellos mismos?

En una inspección más cercana, esta nueva pandemia con características sin precedentes en términos de gestión y consecuencias, constituye una operación de verdad formidable para aquellos que no se resignan a la difusión del capitalismo y las desigualdades, o más bien, se evidencia cómo una operación de desenmascaramiento formidable.

La forma en que las clases dominantes en los países capitalistas han reaccionado ante la aparición del virus, a diferencia de Venezuela y Cuba y, sobre todo de China, habla claramente: primero la ganancia del capitalista, luego la vida de quienes la producen. En el Reino Unido, los gobernantes lo han declarado abiertamente, en la vieja Europa, el discurso ha sido más hipócrita y más matizado, pero la realidad se aclara con la velocidad a la que se propaga el virus.

¿Y con qué coraje, Bachelet habla de las consecuencias para los «sectores más frágiles» cuando su informe sirvió de justificación a Trump para seguir imponiendo medidas coercitivas unilaterales y criminales a Venezuela? ¿Con qué valentía usa Luis Almagro el mismo idioma después de dar voz a Trump y al fascismo en América Latina? ¿Con qué credibilidad ahora está pidiendo la reelección como Secretario General de la OEA?

El coronavirus se ha extendido sobre todo al norte de Italia, ese rico norte, cerrado y orientado por años de políticas xenófobas, en las que las grandes asociaciones empresariales y comerciantes han perdido un tiempo precioso, lo que ha obstaculizado lo que habría sido una medida preventiva drástica, la única a tomar de inmediato: el cierre de la producción innecesaria, la cuarentena total de la zona.

En cambio, los noticiarios muestran que el transporte público todavía está lleno de trabajadores, incluso los indica como propagadores del virus. Los medios, de hecho, son ahora más que nunca un actor líder en la gestión de catástrofes, de viejos y nuevos miedos, de viejos y nuevos chivos expiatorios. Y así, si ayer escuchamos gritos xenófobos contra «el virus chino», hoy el chivo expiatorio es el trabajador.

Elogiamos la eficiencia de China, pero no admitimos que, para limitar realmente la pandemia, sería necesario hacer lo que hizo China: detener la producción incluso en aquellos sectores que ayer se consideraban necesarios, pero que ahora se vuelven inútiles por el aislamiento preventivo. La producción debe estar orientada a hacer frente a la emergencia, tanto a nivel nacional como internacional. En cambio, faltan máscarillas y herramientas sanitarias.

Pero, a pesar de esto, los noticieros nos muestran imágenes de cadáveres causados en Irán por el coronavirus. Sin embargo, nadie explica que el país sufre las sanciones criminales impuestas por los Estados Unidos. Los halcones del Pentágono han decidido reducir su contribución a la Organización Mundial de la Salud en más del 50%, prefiriendo asignar los fondos de prevención científica de la USAID con fines desestabilizadores.

Y, por otro lado, el Fondo Monetario Internacional, que anunció el desembolso de un préstamo especial sin compensación a los países que lo solicitan, ha rechazado las demandas tanto de Irán como de Venezuela. «El perro no come perro», dice un viejo dicho italiano, y así los potentados económicos y financieros no se vuelven contra Estados Unidos.

La justificación proporcionada por el FMI es que no habría unidad entre los países para reconocer el gobierno legítimo de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro, o el de un títere virtual pero con los bolsillos llenos de dinero robado a los venezolanos, que responde al nombre de Juan Guaidó. Un criminal que, después de pedirle a sus padrinos occidentales el bloqueo económico y financiero de Venezuela, hoy insiste en pedir nuevamente que ingrese la «ayuda humanitaria» de Estados Unidos.

Ahora dice que ha «permitido» que los médicos venezolanos que están fuera del país, y que actúan como sus enviados en el extranjero, sean «contratados» por las administraciones públicas. Uno de los administradores de extrema derecha de Lombardía se hace eco de esto, tratando de crear confusión entre la llegada de médicos chinos y cubanos, y la de venezolanos que se oponen a las políticas públicas bolivarianas como él se ha opuesto a las italianas. Y no podía faltar la intervención macabra de otro buitre que deambula por Europa, Julio Borges, a quien le gustaría aprovechar de la llegada del coronavirus para derrocar al gobierno de Maduro.

En Italia, la salud pública, resultado de los logros alcanzados por las luchas de la década de 1970, ha sufrido los mayores recortes a favor del sector privado, que hoy muestra toda su inutilidad. En una Europa de los poderosos, que ha impuesto feroces recortes en las políticas públicas para pagar impuestos a multinacionales y bancos, en tiempos de coronavirus, uno muere de trabajar también en función de la escala jerárquica de los países europeos.

En Italia, faltan 56.000 médicos y 50.000 enfermeras. Entre 2012 y 2017, se cerraron 759 salas de hospital, hoy hay 5,6 enfermeras por cada 1.000 habitantes. En Francia, la proporción es de 10,5 por habitante y en Alemania de 12,6. En los hospitales italianos, hay 3,2 camas por 1.000 habitantes, en Francia 6, en Alemania 8. En Italia, desde 2010 hasta hoy, se han cortado 37 mil millones de euros de financiación al sector salud. Desde 1990 hasta hoy, las camas se han reducido en un 50%.

La salud pública también se ha vaciado desde el interior, con la ley que permite a los médicos ejercer de forma privada en los hospitales, en beneficio de la industria de salud y seguros privados, directos o complementarios, que cuestan muchísimo. Se quería imponer progresivamente el modelo norteamericano, tanto injusto como ineficiente, como se muestra claramente también ante esta pandemia.

La victoria de China sobre Covid-19, por otro lado, muestra lo que se podría hacer si una sociedad pensara en el desarrollo del bien común y no en el beneficio de esas 60 familias que poseen la riqueza del mundo. El coronavirus es un acto de desconfianza mundial contra un sistema capitalista en crisis estructural que, con el pretexto de querer defender la paz, en 2018 asignó un promedio de 240 dólares por persona a la guerra. Los medios de comunicación europeos no hablan de eso, pero las grandes maniobras OTAN-EE. UU. llamadas Defender Europa 20, las más grande durante 25 años, no se detendrán por el contagio, tal vez solo sufrirán una disminución en el número de soldados.

Esta es la explicación de la reacción rabiosa de Trump y de los think tanks israelíes que están intentando cargar toda la culpa de la pandemia a China, acusándola de no haber comunicado la existencia del virus a tiempo. El «paciente cero», por otro lado, podría ubicarse en los Estados Unidos. Y el Ministerio de Relaciones Exteriores de China acusó a los Estados Unidos a este respecto. En resumen, una batalla monumental que es todo menos obvio, tanto a nivel geopolítico como simbólico, está en marcha, y que compara precisamente dos modelos.

Si gana el capitalismo, si ganan los dueños del planeta, la pandemia terminaría llevando agua a su molino. Como alguien señaló, por ejemplo, los ancianos que en Italia mantienen una gran parte de la economía precaria ayudando a las familias con las pensiones obtenidas en los años en que las luchas han producido el estado de bienestar, morirían.

Los nietos se quedarían con esas casas donde los jóvenes que no pueden pagar un alquiler viven amontonados con los viejos, con buena paz de las invitaciones a no salir y mantener su distancia. Y, de hecho, las figuras públicas que cantan o lanzan llamamientos desde sus espaciosas casas, tan estridentes con respecto a las chozas en las que habitan los menos acomodados y los inmigrantes, comienzan a indignar.

¿Cómo pueden los pobres mantener su distancia, cómo pueden hacerlo los prisioneros amontonados como animales, a medida que las cárceles se vuelven cada día más basureros sociales? El Covid-19 muestra los efectos devastadores de esa guerra gigantesca contra los pobres librada por la globalización capitalista, que ya no encontró barreras después de la caída de la Unión Soviética.

En Italia, los principales medios de comunicación enfatizan los gestos de «generosidad» de los grandes ricos. Berlusconi donó 10 millones de euros, Unicredit y Unicredit Foudation 2 millones, el supermercado Esselunga 2,5 millones de euros …

Cuando el marxismo todavía era una ideología capaz de influir en los comportamientos y el sentido común de millones de personas, se formularía al menos una pregunta: ¿de dónde proviene tanto dinero si no de los bolsillos de los trabajadores forzados en los últimos años a sacrificarse como si no había otra alternativa? Y habríamos reflexionado sobre la razón de esta caridad tan peluda. ¿No será por temor a la reacción de las masas sobre las cuales esta crisis pesa por completo?

En las calles de Roma, casi completamente desiertas, solo las “panteras” de la policía andan por estos días. Y hay quienes piden la intervención del ejército y el uso extensivo de los big data para buscar y castigar a las personas que salen de la casa sin justificación. Sin embargo, es una medida que preocupa a quienes saben que el poder puede emerger de las crisis fortalecido si una fuerza organizada no interviene para cambiar el rumbo a favor de los sectores populares.

Las sociedades capitalistas, cada vez más punitivas y disciplinarias, utilizan el tema de la «seguridad» o de la «unidad nacional» para controlar y reprimir los conflictos sociales. El ejército popular en Cuba o la unión cívico-militar en Venezuela son herramientas muy diferentes de los ejércitos y las fuerzas represivas de los países imperialistas que, por ejemplo en Chile o Colombia, tratarán de aprovechar esta oportunidad también para aislar y reprimir las luchas populares.

En este sentido, la explosión del coronavirus muestra la profunda debilidad de los movimientos y de las fuerzas alternativas de Europa. Tanto es así que, paradójicamente, es precisamente la extrema derecha, una parte activa en la destrucción de los derechos de las clases populares, la que grita más fuerte, tratando de sortear la situación, colocando trampas y objetivos falsos.

Siempre, a lo largo de la historia, en la dialéctica de buscar el bien común, en presencia de crisis o guerras, ha habido minorías que no han tenido miedo de agudizar las contradicciones. Desafortunadamente, en Europa, hace tiempo que falta algo como la subjetividad revolucionaria organizada, sobre la cual nació y creció la influencia del marxismo. Durante años, falta en Italia la presencia de un partido capaz de difundir las razones de la oposición social en el Parlamento. Los movimientos populares y las fuerzas alternativas son débiles y fragmentados.

A diferencia de lo que sucede en América Latina, no hay un ejemplo concreto de socialismo en Europa al que referirse. No existe una visión común que nos permita enmarcar la complejidad de esta crisis, sin perder la esperanza o perder la oportunidad.

El nuevo obstáculo, de hecho, está determinado por la necesidad de contener el virus aislándose de otros seres humanos. Tomando como referencia la historia, el socialismo, y la posibilidad de insertarse en contradicciones sistémicas para volverlas a favor de la alternativa, ¿cómo podríamos accionar de manera rentable en esta situación?

¿Cómo reconstruir un frente capaz de criticar tanto la sociedad de control y el uso de big data y resaltar la necesidad de planificación en la producción? ¿Cómo prepararse para el «reinicio» que tendrá lugar después de esta pandemia jugando bien nuestra batalla?

Una clave decisiva es seguramente la solidaridad y el internacionalismo. Celebrando las relaciones de hermandad que existen entre China y Venezuela, y la pronta cercanía del gobierno bolivariano en el momento más delicado de la batalla contra el coronavirus en China, el embajador de Beijing en Caracas le recordó a Delcy Rodríguez un viejo dicho de su país: «Si en tiempos de necesidad me ha proporcionado una sola gota de agua, le devolveré una fuente completa».

 

 

 

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