Fuente: https://mpr21.info/cipriano-mera-espionaje-franco/
Así lo confirman las últimas investigaciones y la documentación hallada en el Archivo General Militar de Ávila: el anarquista Cipriano Mera colaboró con los franquistas, al menos, desde julio de 1938. Según los documentos hallados por el historiador Carlos Píriz y presentados en su libro “En zona roja”, el anarquista Cipriano Mera tuvo contactos con miembros de Falange desde casi un año antes del final de la guerra. Los fondos que cita Píriz se adjuntan a continuación y se encuentran en Ávila:
“2º Otro agente podrá realizar en Madrid las misiones informativas que se le ordenen. Este agente puede establecer contacto con el Jefe del Sector rojo de Guadalajara, Cipriano Mera, quien probablemente, como consecuencia de agravios recibidos por parte de gobernadores de Barcelona, parece dispuesto a facilitar nuestra entrada en Madrid, habiéndosele oído la frase: ‘Si garantizan mi vida y la de mi familia, caigo sobre Madrid con mis 40.000 hombres, lo tomo y se lo entrego a Franco’”.
Pero, ¿a qué se refiere el espionaje franquista cuando indica “como consecuencia de agravios recibidos por parte de gobernadores de Barcelona”? A esta pregunta da respuesta la documentación hallada por el historiador Julián Dueñas en el archivo de la CNT (1). En julio de 1938, llega a Alcoy un cargamento de alpargatas para suministro de las tropas republicanas. A pesar de que no estaban destinadas para las tropas que mandaba Mera, éste decidió llevarse el cargamento. Este hecho le supuso una sanción y la expulsión del Ejército Popular durante un mes.
“Mera, se las entregó al General Miaja para que fuera él quien las repartiera según las necesidades, y no pasó de aquí; pero enterado Cordón se lo dijo a Negrín, y este le ha separado del cargo un mes”.
A partir de este momento, se inicia la relación entre Cipriano Mera y el espionaje franquista. Si al comienzo de este artículo se adjunta la comunicación por la que los agentes franquistas en Madrid piden autorización para entablar contacto con Mera, a continuación adjuntamos la contestación (2):
“Se acepta la gestión acerca de Cipriano Mera en las condiciones de garantía de su vida y la de su familia que se piden, si realmente dispone de elementos que en la nota informativa se dice.
Dado que en esta no existe un ofrecimiento de aquel sino una suposición de su estado predispuesto a ponerse a nuestro lado, de momento no se pueden dar otras instrucciones que tratar de captar su voluntad con el ofrecimiento citado y consecuentemente, con arreglo a sus posibilidades que por su parte diga a lo que está dispuesto a hacer”.
No hay más documentación. No hay más carpetas. Y si lo hay, o bien no está accesible o bien se ha destruido. Pero a pesar de que no haya más documentación al respecto, en su autobiografía Cipriano Mera narra un episodio que junto con la documentación encontrada confirma su colaboración con Burgos:
“[…] así como con los jefes de tres de sus divisiones, Medrano, Liberino González y Rafael Gutiérrez, no haciéndolo con el de la cuarta división restante, Quinito Valverde, cuya afiliación comunista me imponía reservas respecto a su discreción. Nos pusimos de acuerdo con el plan siguiente.
Como contábamos en nuestro sector con un campo de aviación y disponíamos de una división de reserva, invitaríamos a que viniera a nuestro puesto de mando al doctor Negrín y a algunos de los ministros, a todos los cuales mantendríamos como rehenes hasta que aceptasen entablar negociaciones directas con el enemigo, metiendo si fuese necesario en un avión al doctor Negrín, al que estábamos dispuestos a acompañar, para presentarnos en Burgos. Posiblemente Franco se negase a discutir y hasta se decidiese a fusilarnos; pero en tal caso el mundo entero sería testigo de este acto cruel” (3).
Es decir, después de la comunicación que hace el SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) franquista Cipriano Mera organiza un complot para secuestrar al presidente republicano Juan Negrín y forzar una rendición pactada. No hace falta explicar el final de la República y lo que vino después.
Mera conseguirá escapar por la carretera de Valencia y allí tomar un barco rumbo a Orán. Logrará establecerse en el Marruecos francés hasta la capitulación de Vichy. En 1942 es detenido y deportado a España. En 1943 es juzgado y condenado a muerte pero, contra todo pronóstico, el tribunal franquista acepta revisar su condena y se la conmuta por 30 años de prisión que no llega a cumplir porque en 1946 saldrá en libertad y podrá marcharse a Francia.
Los contactos que estableció Mera en la agonía de la República debieron de facilitarle su estancia en las prisiones madrileñas. Encontrará figuras conocidas en la cárcel de Carabanchel pero no dentro de las celdas, sino en los despachos.
El primer director de Carabanchel fue el falangista Luis Batista (militante desde antes de la Guerra). Podría ser otro nombre sin más, pero se trata del chófer y secretario de Melchor Rodríguez: el Director de Prisiones republicano que por su afiliación a la CNT y su trato condescendiente a los presos derechistas se ganó el sobrenombre del “Ángel Rojo” entre los reclusos. Batista, Mera y el Ángel Rojo se conocían desde la guerra y los tres participaron activamente del golpe que liquidaría a la II República.
El historiador Luis A. Ruiz Casero ha continuado investigando la figura de Mera y ha podido rescatar del Archivo del Partido Comunista de España, el testimonio del militante comunista García del Pozo que coincidió con éste durante la construcción de Carabanchel4):
“Además de los pabellones en los que se encuentran la mayoría de la población reclusa, con lo que llaman según el proyecto Reformatorio, está la nueva cárcel entonces en construcción en la que había para su construcción un porcentaje de unos 400 o 500, de ellos una gran cantidad parte de la CNT, socialistas, republicanos y algunos camaradas, entre ellos en la S.del F. estaba San Isidro, en la F. un tal Domingo Martín Martín de la provincia de Madrid”.
“Estaba al frente de la CNT Mera, como albañil. Su comportamiento era el de vigilar a los camaradas y luchar contra el F. Disfrutaba de una gran libertad, entrando y saliendo a discreción y pasando días enteros en Madrid, de permiso. En general, a “los mejores” les concedían permisos para pasar el día en Madrid. Podían ver a sus familias en una explanada dentro de las alambradas con lo que en general esta gente temía ser enviados a prisión, y para evitarlo, no sólo trabajaban buenamente más de lo que debían, sino que los chivatos eran no pocos”.
Esta relación promiscua de Mera con el aparato del Estado franquista le granjeó serios problemas dentro de la CNT. El 17 de febrero de 1947, el Secretario General de la CNT en el exilio Germinal Esgleas (5) publica la circular nº 119 donde denuncia abiertamente que la libertad de Cipriano Mera tiene que poner en sobreaviso al sindicato porque su libertad puede venir de la mano de la policía franquista. Tanto es así, que en la autobiografía de Mera se indica (6):
“En realidad, a Mera le salvó la vida el coronel Brandis, al que él mismo se la había salvado en abril de 1938, negándose a cumplir la orden del general Miaja, que lo quiso asesinar y, fue puesto en libertad por influencia de los generales Aranda y Beigbeder, que pensaban utilizarlo en el complot que fraguaban contra Franco”.
Al salir de prisión es llamado a la reunión con los generales Aranda y Beigdeber que se cita aquí, donde le invitan a participar en un complot contra Franco, a lo que éste se niega (según Mera, «por falta de seriedad») y cruza la frontera a Francia para continuar dentro de la CNT. Es decir, que Cipriano Mera tuvo y mantuvo contactos fluídos con la estructura franquista y, hoy por hoy, formaría parte de lo que se conoce como “las Cloacas del Estado”.
(1) Archivo CNT. Signatura: 30B.4
(2) Signatura de los fondos: AGMAV,C.2852,7
(3) Cipriano Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, pág. 305
(4) Signatura: AHPCE RF C Jacq 361-367
(5) Germinal Esgleas era el compañero de Federica Montseny, ministra de la CNT. Al igual que García Oliver, que también ocupó el cargo de ministro, ambos fueron objeto de las críticas del sector más “radical” de la CNT desde la guerra.
(6) Cipriano Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, pág. 21