22/04/25

Cientos de mujeres víctimas de ataques rituales y acusaciones de brujería sufren abusos y están viendo sus derechos humanos desprotegidos en la actualidad en el país africano de Ghana, según un informe de Amnistía Internacional.
Una realidad que sufren fundamentalmente mujeres mayores y que supone para ellas la imposibilidad de acceder a cosas tan básicas como los alimentos, el agua potable, una vivienda digna y en condiciones de seguridad o servicios de salud esenciales.
Según dicho informe, titulado Branded for life: How witchcraft accusations lead to human rights violations of hundreds of women in North Ghana, se calcula que entre noviembre de 2023 y abril de 2024 había más de 500 mujeres viviendo en campos alejados en esta situación de indefensión.
Las mujeres continúan hoy siendo acusadas de brujería
Muchas mujeres continúan siendo en el siglo XXI acusadas de brujería como consecuencia de numerosas supersticiones que aún se encuentran arraigadas en diversos lugares del mundo, así como por venganzas, sueños o falsos rumores. Unas acusaciones que a menudo se acompañan de amenazas y ataques de tipo físico, y que pueden conducir incluso a la muerte.
Aunque las mujeres mayores son las más propensas a este tipo de acusaciones, dada su vulnerabilidad, lo cierto es que ninguna mujer (y algún hombre) está a salvo de esta realidad en Ghana -especialmente si no se ajustan a los estereotipos relativos a los roles de género-, donde muchas veces son los propios familiares o determinados miembros de la comunidad los que inician la primera acusación. Algo que suele ocurrir frecuentemente después de sucesos trágicos, enfermedades o muertes.

Según Michèle Eken, investigadora jefa de Amnistía Internacional, “Las acusaciones de brujería y los abusos relacionados vulneran los derechos de cada persona a la vida, a la seguridad y a la no discriminación. Esta práctica, profundamente arraigada y extendida, ha causado un sufrimiento y una violencia incalculables.”.
El derecho a una vida digna negado por las autoridades de Ghana
Los campos en los que viven las mujeres acusadas de brujería en Ghana, de más de un siglo de antigüedad, no son seguros, aunque son generalmente la única opción de escape cuando se teme por la vida. “Tengo mi propia habitación aquí, pero hay que arreglar el tejado. Cuando llueve, cae agua a través del tejado”, explica Alimata, una de las víctimas entrevistadas por Amnistía Internacional.
Dichos campos se encuentran en las regiones del norte y el nordeste de Ghana y están vigilados por líderes religiosos, porque el gobierno ghanés no cumple con los derechos humanos ni facilita unas condiciones de vida dignas a estas mujeres acusadas de brujería, ni siquiera en casos de problemas de salud graves.
En palabras de Marceau Sivieude, director regional interino de Amnistía Internacional para África Occidental y Central, “Como la gente en los campos no puede valerse por sí misma, las autoridades tienen la obligación de protegerlas y ayudarlas. Pero hasta ahora no lo han hecho”.
La necesidad de sensibilizar y combatir de forma integral los estereotipos
El hecho de que las autoridades de Ghana no protejan a estas mujeres, ni siquiera proporcionándoles unas mínimas condiciones de seguridad, refleja una realidad mayor y más compleja, según la ONG, lo que lleva a que tampoco se establezca un entorno propicio para investigar o para enjuiciar penalmente estos ataques.
Una ausencia de marco legal que desprotege por completo a las víctimas y que exige abordar el problema desde una perspectiva amplia e integral. “Las autoridades deben aprobar una legislación que penalice expresamente las acusaciones de brujería y los ataques rituales, y que incluya medidas de protección para posibles víctimas”, afirma Genevieve Partington, directora de país de Amnistía Internacional Ghana y miembro de la Coalición contra
Acusaciones de Brujería.
Sin embargo, en opinión también de Amnistía Internacional, que ha llegado a entrevistar a 93 personas acusadas de brujería de las cuales 82 eran mujeres, la solución a este problema no puede limitarse solo a penalizar las acusaciones, sino que debe centrarse en la lucha contra los estereotipos de estas comunidades y en concienciar en contra de estas prácticas a una población que cree firmemente en la brujería, una idea completamente arraigada que pasa de generación en generación. EFE
