China no considera a la Comisión Europea como un interlocutor diplomático

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Macron ha viajado a China en compañía de Ursula von der Leyen para aprentar que su iniciativa ni era personal, ni tampoco francesa. Tiene a Von der Layen sujeta por la nariz: apoyó su nombramiento al frente de la Comisión Europea a cambio de que Christine Lagarde, una francesa, se hiciera con la dirección de Banco Central Europeo.

El tratamiento de la diplomacia china a ambos viajeros no ha podido ser más frío. Les recibieron a ambos porque son personas educadas y escuchan a cualquier patán, aunque había un buen pretexto: se celebraba el 20 aniversario de la asociación estratégica China-Unión Europea, a pesar de que entre ambas partes no hay ni asociación ni estrategia común.

El plan de Macron era viajar con Olaf Scholz, pero el canciller alemán se adelantó y fue por su cuenta noviembre del año pasado, sin contar con el gobierno de París. Desde luego que quien no pinta nada en estas historia es Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores.

Así es como está la unión en la Unión Europea.

Las conversaciones con la Unión Europea continuarán en China del 13 al 15 de abril. Macron viajó a Pekín con una delegación comercial, como antes lo hizo Scholz. El 31 de marzo le tocó el turno a Pedro Sánchez, que se congratuló de haber firmado un acuerdo para exportar 50.000 toneladas de almendras a China…

En su primer discurso como Presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen dijo que “su Comisión” sería geopolítica y que, por tanto, era de esperar que fuera cada vez más visible en el mundo. Por eso se la ve cada vez más junto a Stoltemberg, el Secretario General de la OTAN.

Entre otros muchos defectos, Von der Leyen no puede ser más torpe. Para caderar los ánimos, unos días antes de su viaje tuvo duras palabras contra China, calificándola de “represiva” en materia de derechos humanos: “La escalada que estamos viendo indica que China se está volviendo más represiva internamente y más asertiva externamente”).

En Pekín la castigaron sin postre. Xi Jinping no la invitó a la cena oficial, no celebró una rueda de prensa con ella y se tuvo que reunir con la prensa en la oficina de representación de la Unión Europea en Pekín. Al bajar del avión en Pekín, Emmanuel Macron fue recibido en una alfombra roja por el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang. Pero a Von der Leyen la recibió el ministro de Ecología, Huang Runqiu, en la habitual salida de pasajeros.

El mensaje es muy claro: Pekín no considera a la Unión Europea como un interlocutor político mundial.

Tanto Macron como Von der Leyen pidieron a Xi Jinping que utilizara su relación privilegiada con Putin para poner fin a la Guerra de Ucrania. Tras la muy amistosa visita de Xi Jinping a Moscú hace unos días, habría sido demasiado esperar una condena contra Rusia.

Pero Macron ha vuelto cambiado de Pekín. Después de años de ejercer de limpiabotas de la OTAN, ha empezado a hablar de que la Unión Europea necesita tener una “autonomía estratégica” respecto a Estados Unidos.

Podía haber empezado por ahí. En Pekín le han repetido -por activa y por pasiva- que sin esa “autonomía estratégica” prefieren negociar directamente con el director de orquesta, no con los saltimbanquis.

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