China: “La pregunta es cuánto tiempo más y a qué coste Xi podrá…

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China: “La pregunta es cuánto tiempo más y a qué coste Xi podrá empujar al país en la dirección que quiere”. Entrevista

¿Puede explicar la persistencia de la influencia ideológica del maoísmo en China? ¿Cuál es la esencia del maoísmo y por qué sigue siendo una potente fuerza ideológica a pesar del catastrófico régimen de Mao?

La cuestión de por qué el maoísmo perdura en China es difícil de aislar de la discusión más amplia sobre Mao Zedong como figura política e histórica. Es evidente en China cuando los líderes del partido intentan diferenciar el «Pensamiento Mao Zedong» (毛泽东 思想), que ostensiblemente apoyan, del «pensamiento de Mao Zedong» (毛泽东 的 思想), que, desde Deng Xiaoping, han condenado en gran medida. Según la línea oficial, el primero se refiere a un cuerpo de pensamiento que combina el marxismo-leninismo con su adaptación a las exigencias de la propia experiencia revolucionaria de China. Esto último puede describirse como las tácticas y políticas que más comúnmente asociamos con las casi tres décadas durante las cuales China fue gobernada por Mao.

Independientemente de cómo lo enmarquemos, el liderazgo actual todavía depende en gran medida de Mao Zedong, si no del maoísmo. Todos los líderes políticos en la era posterior a Mao han elogiado el legado de Mao y persiguieron a quienes fueron demasiado lejos al criticarlo. Deng, en una discusión con los principales camaradas del Comité Central en 1980, declaró: “Deben mencionarse los errores que cometió el camarada Mao tanto en teoría como en práctica en sus últimos años, pero deben tratarse adecuadamente y solo en forma general. Lo principal es concentrarse en los aspectos en los que acertó, porque eso se ajusta a la realidad histórica”. Incluso hoy, este sigue siendo el consenso en el Partido Comunista Chino (PCCh), ya que la dirección entiende que si la era de Mao fuera evaluada históricamente en su totalidad, la legitimidad básica del partido sufriría un tremendo golpe.

Pero este apoyo a Mao va mucho más allá de una postura defensiva. Muchas de las innovaciones políticas e ideológicas de Mao, desde la campaña de la «línea de masas» (群众 路线) hasta el impulso por la «autosuficiencia» (自力更生), siguen siendo características centrales de la cultura política formal de China. Del mismo modo, la gran historia sobre el origen de la República Popular de China, una nación orgullosa, humillada y sometida por las potencias occidentales, y que se convierte en una gran potencia independiente y temida, es inseparable de Mao Zedong. Para aquellos preocupados por actual y asombrosa brecha de desigualdad y riqueza de China y la adopción de un materialismo extremo, la era de Mao (con algunas omisiones evidentes) evoca un momento de comunidad y propósito compartido.

Su libro proporciona una gran cantidad de información sobre los elementos principales de los «Nuevos Guardias Rojos de China». Parecen responder a varias categorías debido a sus diferencias ideológicas. ¿Cómo clasificaría a los «Nuevos Guardias Rojos» según sus creencias fundamentales?

Al igual que muchos movimientos políticos marginados, los neomaoístas de China pueden subdividirse en tantos campos y facciones diferentes que se hace difícil distinguir unos de otros. En aras de la simplicidad, y tomando prestada la taxonomía de Chen Ziming, podemos pensar en dos facciones principales: la facción de élite (baohuang pai) y la facción activista (zaofan pai). Los neo-maoístas de élite defienden el orden existente, y aunque pueden tener críticas específicas sobre la política, generalmente apoyan la dirección que Xi está imponiendo al país. Su grito de guerra es «riqueza y poder» (富强), y durante este período de crecientes tensiones con los Estados Unidos, creen que el país requiere un líder fuerte y una población unida. Los activistas neo-maoístas, por otro lado, argumentan que el PCCh está podrido hasta la médula, corrompido por el capitalismo y el burocratismo, tal y como Mao había advertido al comienzo de la Revolución Cultural. Los activistas neo-maoístas se pueden encontrar en aquellas ciudades que fueron vaciadas después de que la dirección del partido reestructurara el creciente sector estatal chino, en la década de 1990, y su plataforma política (en la medida en que existe) exige la abolición de la propiedad privada y una redistribución radical de la riqueza.

En la era posterior a Mao, el PCCh gobernante parece tener dos talones ideológicos de Aquiles. Uno es el izquierdismo o el radicalismo, y el otro es el nacionalismo. Quienes se oponen a las políticas del PCCh siempre pueden tratar de flanquear a los responsables del partido siendo más «izquierdistas» o más «patrióticos». ¿Cómo hizo frente el partido a tales desafíos ideológicos antes del advenimiento de la era Xi Jinping?

Dado el alcance y la escala de la actual ofensiva contra el pluralismo ideológico, no estoy seguro de que el partido crea que ha resuelto muy bien estos problemas. De hecho, mirando hacia atrás en los debates intelectuales relativamente importantes de hace solo diez años, es extraordinaria la falta de discusión actual. A mediados de la década de 2000, cuando los grupos neo-maoístas estaban en la cima de su influencia y popularidad, el radicalismo y el nacionalismo extremo eran características comunes del debate público. Libros como La China infeliz (2009) defendían que el sistema político de China no estaba protegiendo al país de la agresión externa, y que eventos percibidos en general como momentos de orgullo nacional, como los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, eran en realidad manifestaciones de la psicología de una «nación débil». Tales quejas de un PCCh «débil» bajo el gobierno de Hu Jintao ayudaron a impulsar el ascenso del actual líder Xi Jinping.

¿De qué manera cree que Xi, a pesar de sus credenciales ideológicas izquierdistas incuestionables, todavía puede ser flanqueado por los ultraizquierdistas o los nacionalistas?

Hablando funcionalmente, esta amenaza no le quita el sueño a Xi por la noche tanto como antes. Como ha consolidado su control sobre el poder, ha hecho mas difícil la aparición de cualquier tipo de amenaza, ya sea desde la izquierda o desde la derecha. El activismo de base y el discurso intelectual independiente se enfrentan a una represión sostenida, y el poderoso flanco izquierdo casi ha desaparecido. Entre la élite política, las divisiones políticas e ideológicas permanecen (¿cómo podrían no hacerlo?). Pero el espacio para organizar efectivamente un desafío al gobierno de Xi es extraordinariamente difícil, tanto desde el punto de vista organizativo como operativo. Un golpe, para tener éxito, requiere bastante trabajo logístico, y aunque no es imposible, existen grandes problemas para la acción colectiva. Nadie quiere ser el primero en levantar la mano y sugerir que Xi debería dimitir.

Pero esto no excluye por completo el riesgo de que un «flanco izquierdo» cuestione la campaña de Xi de imponer una obediencia política total. Mientras la vía de desarrollo de China priorice el crecimiento sobre la igualdad, las voces a favor del socialismo permanecerán activas. Maurice Meisner, en su libro bellamente escrito y a menudo irritante, The Deng Xiaoping Era (1996), capta bien esta tensión: «A medida que el capitalismo se desarrolle más, y a medida que más personas se vean afectados por sus ‘aguas heladas de cálculo egoísta’ surgirán nuevos movimientos socialistas en oposición, que se apoyarán en las tendencias democráticas del pueblo chino y quizás en los rudimentarios valores socialistas heredados de períodos anteriores del comunismo chino y otros movimientos revolucionarios».

El activismo de los «Nuevos Guardias Rojos» descrito en su libro parece responder a una tolerancia relativa (especialmente para aquellos que defienden ideas de izquierda) durante la era anterior a Xi. Ahora que Xi ha impuesto un control ideológico más estricto, ¿ha disminuido el espacio para los «Nuevos Guardias Rojos»?

La campaña de Xi para acabar con el pensamiento independiente ha afectado tanto a los neomaoístas como a los liberales. Ningún grupo, ni siquiera los que apoyan al PCCh y a Xi Jinping, tiene el grado de autonomía que tales grupos disfrutaron hace solo 4–5 años. Aunque los neo-maoístas llegaron a organizaron manifestaciones callejeras y reuniones de denuncia al estilo de la Revolución Cultural, tales actividades son impensables hoy en día. Dicho esto, todavía hay áreas donde los neo-maoístas tienen un mayor grado de libertad que otros grupos, en particular en sus esfuerzos por criticar a los llamados «liberales» y para denunciar elementos de «nihilismo histórico» en la cultura popular y en la academia. Pero estas actividades simplemente refuerzan la trayectoria actual de la política china en lugar de desafiarla, como lo hicieron los neo-maoístas hace una década.

Ideológicamente, Xi Jinping se ha apropiado de gran parte de la retórica y las ideas de lo que uno puede llamar «izquierdistas». ¿Pero se han transformado en políticas estas ideas, casi todas tan contrarias a los instintos pragmáticos del partido en la era posterior a Mao?

Cuando hablamos de Xi como un «izquierdista», en realidad estamos hablando de una línea muy particular de izquierdismo estatal-nacionalista, no algo que pueda ser reivindicado por un socialista democrático en China o en otros lugares. De hecho, como hemos visto con el reciente aumento de estudiantes marxistas que están posicionados en contra del régimen debido a su compromiso genuino con el socialismo, cualquier declaración formal de izquierdas de los poderes gobernantes es superficial, en el mejor de los casos. Y, sin embargo, Marx escribió una vez, «las ideas de la clase dominante son en todas las épocas las ideas dominantes». El izquierdismo independiente o una verdadera aspiración al socialismo en China sigue siendo el sueño de los activistas e intelectuales fuera del Partido Comunista. Cuando el PCCh declaró su objetivo de pasar de ser un partido revolucionario a un partido gobernante, una evolución natural para cualquier partido político, el objetivo paso a ser la estabilidad del régimen, no la realización del comunismo. Por lo tanto, estrictamente hablando, no hay mucho que sea genuinamente «izquierdista» en Xi, aparte de las invocaciones a Marx y Mao. Dicho esto, y creo que este es un punto importante, no tengo dudas de que Xi cree firmemente que es un izquierdista, así como la dirección del partido, sin duda, cree que está luchando por el socialismo, incluso el comunismo. Este punto se refuerza cuando se publican discursos internos en revistas como Qiushi, en los que podemos ver que incluso a puerta cerrada, Xi y los líderes del partido hablan en una jerga que le resultaría sumamente familiar a Mao, o incluso a Stalin. Esto no es una fachada, aunque pueda ser una farsa.

Xi puede haberse apropiado de símbolos y retóricas maoístas. Pero ideológicamente es un leninista por excelencia o un «supremacista del partido» que no cree en lo que usted llama «romanticismo radical». El leninismo es una ideología de poder que, además de afirmar la supremacía del partido, proporciona poca orientación programática para la política. Según su observación del historial de Xi, ¿cuáles son las ideas centrales, aparte del leninismo, que animan sus políticas internas y externas?

En muchos sentidos, Xi simplemente está siguiendo el camino trazado por sus predecesores, los más importantes, Mao y Deng. Al igual que Mao, acepta la idea de que China debe adoptar medidas que se adapten a sus propias dinámicas y realidades únicas. A partir de Deng, reconoce que el desarrollo no puede tener lugar en un entorno de inestabilidad: política, ideológica o de otro tipo.

Pero a diferencia de Deng, Xi no tiene paciencia para aplazar a una fecha futura indefinida cuando China pueda ocupar el lugar que le corresponde como una superpotencia global. Xi está impulsando al país a una presencia internacional sin precedentes en la China moderna, motivado tanto por una visión ofensiva de que la rivalidad con los Estados Unidos se juega globalmente como desde una postura defensiva que requiere que el partido domine dentro de las fronteras nacionales de China para garantizar la estabilidad política en casa.

A nivel nacional, Xi actúa en el espíritu de un «hombre del sistema» de Adam Smith. Smith escribió en 1759 que este tipo de personaje, «parece imaginar que puede organizar a los diferentes miembros de una gran sociedad con tanta facilidad como la mano organiza las diferentes piezas en un tablero de ajedrez”. Presidiendo la organización de 91 millones de miembros del partido, que controla las alturas dominantes de la economía, tiene su propio ejército y puede dictar lo que aparece en televisores y periódicos, no es sorprendente que Xi crea que tiene el poder de controlar el destino de China. Pero las limitaciones de esta visión del mundo son cada vez más patentes, y la pregunta es cuánto tiempo más y a qué coste Xi podrá empujar al país en la dirección de su visión antes de ceder.

ocupa la Cátedra Freeman de Estudios de China en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), EEUU. Anteriormente, fue director del Centro de Economía y Negocios de China de The Conference Board en Beijing, donde investigó el entorno político de China con un enfoque en el funcionamiento del Partido Comunista de China y su impacto en empresas e inversores extranjeros. Su libro, ‘Los nuevos guardias rojos de China: el regreso del radicalismo y el renacimiento de Mao Zedong’, fue publicado por Oxford University Press en 2019.

Fuente:

https://www.prcleader.org/interview-with-blanchette

Traducción:G. Buster

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