Fuente: https://www.afribuku.com/chieck_tidiane_seck_mali/ JAVIER MANTECÓN 15 SEPTIEMBRE, 2022
Cuando un periodista se enfrenta al reto de entrevistar a una leyenda siempre es complicado abarcar todos las cuestiones y temas que se quieren tratar. Y si es el caso de una leyenda del arte africano es aún más complicado. La dificultad inicial que supone preparar una entrevista, buscando datos y contrastándolos para poder indagar en cuestiones más profundas saliéndose de las preguntas y respuestas con piloto automático, es un verdadero reto: la información escasea. Porque uno puede ser el mayor seguidor de una figura de la importancia del que nos ocupa, el arquitecto sonoro de Malí, Cheick Tidiane Seck, pero escudriñar su carrera no es tarea fácil.
Su dilatada carrera habla por sí misma. Sus credenciales son apabullantes: miembro de las ya mitológicas Super Rail Band Of The Buffet Hotel De La Gare De Bamako y Les Ambassadeurs du Motel de Bamako (posteriormente Les Ambassadeurs Internationaux) o arreglista, acompañante y compositor para músicos de «alta gama» como para sus antiguos compañeros Salif Keita y Kanté Manfila. Cheick Tidiane Seck a trabajado codo con codo con Fela Kuti, Youssou N ́Dour, Oumou Sangaré, Manu Chao, Graham Haynes, Hank Jones, Gorillaz, Touré Kunda, Manu Dibango o Tony Allen entre otros muchos y es además portador de una carrera en solitario inmaculada.
Su influencia en la música de África Occidental desde los años 70 hasta el presente es mayúscula. Nos encontramos con el afable “Ché Guevara de Malí” o el “Black Buda” en Dakar, en donde presenta su nuevo proyecto en formato trío con el alucinante batería marfileño Paco Sery y la nueva estrella senegalesa, el bajista Alune Wade. Pocos días después de esta entrevista el grupo, llamado 368º, ofrece un espectáculo de los que uno sólo puede levantarse para celebrar la música cada veinte segundos.
¿Cuales fueron sus inicios en el mundo de la música? ¿Cómo fue su infancia?
Comencé a estudiar música en el monasterio de Sikasso, la ciudad de mi madre. Mi padre era Adama Seck, de Ségou. Estuve cinco años en Sikasso, después estudié en Mianka y en Bobo Dioulasso también, para volver a Sikasso. Allí en la iglesia me enamoré del haromonium, porque yo tocaba la guitarra, la guitarra mandinga por supuesto. Continué estudiando en el INA, Instituto Nacional de Artes de Bamako en donde obtuve una buena nota de ingreso en pintura y música. Elegí pintura y dos años más tarde me apunté a música también. Cuando llegué a la capital, ya conocía los discos de Otis Redding y James Brown y tocaba en pequeñas orquestas. Cuando acabé mis estudios en 1976, me llamaron a filas para el servicio militar a Gao pero me negué, y es en ese momento es cuando me recluta la Rail Band, justo en el momento en el que Salif Keita se fue a Les Ambassadeurs.
¿De qué manera entró a formar parte de la Rail Band? En esa banda no entraba cualquiera…
Amadou Bagayoko (Amadou & Mariam) entró en 1974 en Los Ambassadeurs, que necesitaban a un guitarrista rítmico, por recomendación mía, somos amigos de la infancia. Tidiani Koné e Issa Tounkara, el hermano pequeño de Djelimaly Tounkara, me invitaron a entrar en el año 1977. Durante un año estuve tocando con el Rail Band, enseñaba pintura en el Liceo de Badalabougou y los domingos tocaba en el Hotel de l’Amitié ¡Tres salarios! Pero yo siempre he sido una persona muy curiosa y tras este año ya estaba buscando la manera de viajar y aprender nuevas cosas.
¿Y cómo inicio su época en Les Ambassadeurs?
Muchas noches cuando acababa de tocar en la Rail Band me iba corriendo a tocar al Motel con Les Ambassadeurs (risas).
¿Nunca hubo competencia entre las dos bandas? Se les puso la etiqueta de The Beatles contra The Rolling Stones, y hemos leído infinidad de veces que la salida de Salif Keita de la Rail Band para unirse a Les Ambassadeurs fue como si Mick Jagger se hubiera unido a The Beatles… Incluso de un embrollo de carácter político porque los dos grandes partidos de Malí tenían a cada una de las bandas como favoritas.
Para nada, eso son chismes de la gente. Nosotros éramos todos amigos y hermanos. Puedo decir que tocaba a la vez en la Rail Band, Les Ambassadeurs y Bembeya Jazz, pero como yo, muchos otros compañeros. Lo que hacían los políticos estaba fuera de nuestro control y de nuestra realidad.
El grupo decide mudarse a Costa de Marfil tras las «elecciones» que gana Moussa Traoré en 1979. Abiyán estaba en plena efervescencia cultural en aquel momento. ¿Cómo vivió aquella época?
Salif Keita me envió un telegrama para invitarme a tocar en Abiyán con Les Ambassadeurs y también con el trío mandinga de Djelimady Tounkara y Djeli Moussa Kouyaté. También en orquestas como Bélier Andralex, en donde tocaba el padre de DJ Arafat, Wong Pierre, un excelente bajista y teclado. Participé en “Moya” de la Bélier Andralex, que fue un éxito en toda África Occidental. Y creé un grupo nuevo, Les Asselars, grupo relación de África del año 1982, también tocando con muchos grupos ghaneses en aquella época.
Entonces, ¿también estuvo conectado con la escena afrofunk de Ghana?
¡Claro! Venían muchos grupos de Ghana a Abiyán a tocar, highlife y funk, como Osibisa y tocaba con ellos. Muchos ritmos del funk y el highlife ghanés corresponden con el gumbé, así que pude entrar fácil en esa escena. También esa época hice muchos arreglos para artistas como Coumba Sidibé o Nahawa Doumbia, trabajando desde la sombra, como arreglista y productor.
¿Cómo vivió el éxito masivo de «Mandjou»?
Tocamos “Sekou Touré”, que es como llamábamos a “Mandjou” y que es una canción tradicional mandinga adaptada por Salif Keita y Kanté Manfila en el Motel de Bamako por primera vez para Seyni Kountché, el presidente de Níger en ese momento, aún puedo verle con su foulard blanco… Y mientras se convertía en un éxito internacional, volvimos a Abiyán, y ¡boom! la separación entre Salif y Kanté. El grupo se divide en dos, Les Ambassadeurs Internationaux, con Salif y en el que yo me integré junto con Ousmane Kouyaté y Manfilá creó los Ambassadeurs Internationals. Éramos dos Ambassadeurs tocando en Abiyán en dos lugares distintos al mismo tiempo. En 1983, tras girar por toda África, Salif acepta un contrato para que Les Ambassadeurs Internationaux toquemos en París. Tras París, en vez de volver a Costa de Marfil, volvemos a Malí mientras que Kanté Manfila se queda en Abiyán. Volvemos a Europa y ya de vuelta, a finales del 84, en Senegal, el nuevo grupo se separa entre Dakar y Kaolack. Allí me contacta el manager de Youssou N´dour para que me una a Les Super Etoiles de Dakar, en donde estuve un mes. Pero decidí volver a Bamako. Allí estuve malviviendo tocando en orquestas de bajo perfil y dando clases de solfeo. Y tras aclarar la situación que nos había hecho separarnos, en 1985 vuelvo a París para trabajar con Salif Keita en su álbum debut “Soro”.
“Soro” se edita con Syllart records y supone la puerta de entrada de la música maliense a occidente.
Sí, y no sólo maliense. Fue Ibrahima Sylla quien publicó este álbum, que fue un éxito global. Yo en aquella época producía para otros y tocaba al lado de Salif Keita en directo, pero continuaba haciéndome un nombre por mi cuenta. A principios de los 90 me fui de gira con Tony Allen, Amina y Martin Meissonnier y conocí a los jóvenes jazzistas neoyorkinos y toqué con grandes músicos como Ornette Coleman o Wayne Shorter.
En 1995 publica “Sarala”, en el que por primera vez vemos su nombre en grandes letras.
Eso es, ese disco me pone en la palestra y empuja mi carrera. Un álbum que fue reconocido por la crítica mundial y del que tanto Hank Jones como yo mismo, nos sentimos muy orgullosos.
Hay de qué estarlo, es un álbum exquisito. Desde su publicación hasta “Mandingroove” en 2003 pasan ocho años. ¿A qué se dedicó durante esta etapa? ¿A qué se debe el cambio de sonido que encontramos entre “Sarala”, más cercano al jazz y “Mandingroove”, en el que el funk y el soul están mucho más presentes?
Hice muchas cosas, toqué con Fela Kuti, fui a Grecia un tiempo, tenía mi propio grupo en París y continuaba tocando como músico de apoyo. Mi sello Universal se dió cuenta de que estaba en la lista negra de músicos de la escena parisina por una situación injusta y me ofreció un contrato de tres discos, que fueron “Mandingroove”, “Sabali” (2008) y “Guerrier” (2013). En “Mandingroove” tiré del repertorio que tocaba con Fela de ahí el funk al que te referías, en “Sabali” me concentré en hacer un disco mandiga-pop con Oumou Sangaré o Djelimaly Tounkara, y “Guerrier”, en el que toco y canto todo yo mismo.
Cuando se publicó “Guerrier” en 2013, fue sorprendente conocer la premisa inicial porque usted es un artista que juega mucho con la dinámica que genera con otros músicos. Es sin duda uno de sus grandes talentos ¿Cómo gestionó una grabación consigo mismo?
Sí, me encanta tocar con muchos músicos. Si me piden elegir a diez músicos, voy a seleccionar a ochenta. Pero poca gente sabe que toco muchos instrumentos como el bajo, la calabaza y canto también, además de la guitarra y los teclados. Y se me ofreció la posibilidad de experimentar en esta línea de trabajo y me pareció estupendo intentarlo. Me divertí mucho en el proceso de creación de “Guerrier”.
Y ¿cómo toca consigo mismo cuando tiene que jugar con esas relaciones en directo?
Lo hago en semidirecto, me hago la base y me toco por encima haciendo overdubs. “Timbuktu” (2019), fue todo lo contrario, se tocó todo en directo con banda, partiendo de partituras de Randy Weston y como homenaje a su figura. Son dos maneras distintas de construir la música. El COVID frenó la promoción de “Timbuktu” y es una pena, porque la crítica lo acogió muy bien y nos habían programado en multitud de festivales…
A ver si es cierto y si nos visita en España y Latinoamérica
Sí, porque todos mis alumnos, Oumou Sangaré, Toumani Diabaté o Fatoumata Diawara han tocado muchas veces en el mundo hispanófono pero yo muy pocas.
Y después de que el contrato con Universal haya acabado, ¿qué proyectos tiene?
Ahora estoy preparando un nuevo álbum muy íntimo con piano solo. Vas a alucinar cuando lo escuches. También tengo el proyecto 368º con Alune Wade, Paco Sery, otro trío con una gran gran gran cantante africana que aún no desvelaré y otro disco de afropop preparado.
¿Puede contarnos qué pasó con “Rebirth”, el EP que publicaron Les Ambassadeurs en 2015.? Tuvo muy poca repercusión.
Fue un poco extraño…. Había muy buena energía entre todos, pero creo que la promoción no se hizo bien. Es una pena… pero he estado hablando con Djelimaly Tounkara de reactivar la Rail Band, que en el fondo es el germen de todo.
Es cierto, ¿por qué insistir con Les Ambassadeurs cuando la Rail Band les comprende y adjunta aún más músicos?
¡Eso es! Prácticamente todos los Ambassadeurs fuimos parte de la Rail Band en algún momento. Y tenemos ganas de tocar todos juntos y en el buffet de la estación donde nació todo. Nos gustaría hacer una película que explique toda nuestra historia.
Sería precioso… Hablemos de su nuevo proyecto, 368º, con dos figuras tan importantes como Paco Sery y Alune Wade.
Es un encuentro natural, nos hemos juntado en multitud de proyectos, sólo era cuestión de tiempo que formaramos un grupo más estable. Y quiero aclarar que 368º no es un grupo de fusión, es un trío con un repertorio en común además de versiones como “Bisso” de 1967 de Manu Diabango, que aprendí antes de entrar en la Rail Band y a la que hice arreglos en su momento. Es un homenaje a su figura.
Alune Wade y Paco Sery ya le han acompañado en multitud de ocasiones en directo. ¿Qué podemos esperar de este proyecto?
El punto de encuentro entre los tres es el afrojazz. Tidiani Koné de la Rail Band como base. Él fue también director de la Poly Rythmo de Cotonou y tocó mucho con Fela. Y quiero dejar claro, e insisto mucho que no existe un ritmo ni una cadencia puramente africana. La ecuación “música africana = binaria” no es real. En Uganda tocan ritmos de 7 tiempos por ejemplo. La poliritmia africana aún no está realmente explorada. Nuestra meta es hacer música africana retroalimentada por nuestra tradición y nuestro propio aprendizaje a lo largo de los años.
Menciona mucho esa retroalimentación entre tradición y modernidad. ¿Cómo percibe el cambio de actual que abanderan los jóvenes músicos internacionales?
Es normal que ocurra. Yo he trabajado con Mos Def, Gorillaz y Jay Z, nuestra música no tiene edad, es cuestión de que surja la chispa, la magia. Todo está ligado, hay que huir de las etiquetas. Yo nunca quise entrar en el juego de la World Music. La música es rica porque se hace en común, es un camino.
¿Qué música escucha usted en estos momentos?
Todo me interesa pero tiene que tener sabor propio. No me gustan las fotocopìas, yo nunca he sido un imitador. Necesitamos reivindicar la identidad de nuestras culturas. Siempre he querido renovarme. ¿Cómo podría comunicarme con los jóvenes si no hablo su lengua?
Y para finalizar ¿qué piensa de la música contemporánea de Malí?
La música sigue viva. Hay muchísimos artistas interesantes, te puedo dar una gran lista, Mariam Koné, Songhoy Blues, Anansy Cissé, Babah Salah, Amy Sacko, el grupo de Ali Farka… Y Sidiki Diabaté, que es un tipo con mucho talento, aunque esté mirando demasiado hacia fuera. A mí me gustaría que adaptara esa música moderna a la música mandinga, porque la conoce bien y tiene herramientas para hacerlo.
Nuestro tiempo acaba y nos quedamos con un saco rebosante de preguntas sin plantear, sobretodo a nivel musical. La imposiblidad de abarcar toda su carrera en un espacio tan breve de tiempo nos obliga a no poder entrar en cuestiones como la revisión de la música mandinga a través de sus teclados. Porque ésta ha sido y es tan importante que ha cambiado para siempre la relación del jazz con la música ya no sólo de Malí, sino de todo el continente. Un gigante tanto en el estudio de las formas musicales como en su aplicación al directo. Sus conciertos pueden ser de jazz, de funk, de música de Ségou, bambara, wassoulou o de música clásica, o incluso de todas a la vez, pero siempre brillantes. Si alguna vez tienen la oportunidad de asistir a uno de sus conciertos, dejen todo lo que estén haciendo y salgan corriendo a comprar una entrada