Charlatanes y fascistas «muy especiales»

El Sudamericano                                                                                                                  29/12/25

La guerra es el arte del engaño” Sun Tzu

“En toda sociedad de clases, la cultura intelectual (arte y ciencia) es una creación de la clase dominante; y el objetivo de esta cultura es en parte asegurar la satisfacción directa de las necesidades del proceso social, y en parte satisfacer las necesidades intelectuales de la clase gobernante.”

 Rosa Luxemburg. Estancamiento y progreso del marxismo. 1903

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Muy especiales

La historia de la teoría de la lucha de clases y de su desarrollo prueba que el capitalismo debe ser definido en primer término por su carácter y su forma imperialista.

Por tanto y del mismo modo, el socialismo solo puede ser antimperialista en tanto movimiento político de liberación nacional y social, –y como proyecto de sociedad comunista–, solo puede ser comprendido como formación económico social especial de un momento de transición en dimensión y alcance mundial.

No existe ni ha existido hasta nuestros días un régimen nacional que fuera capaz de superar la lógica del valor-trabajo y de la reproducción (alienada) mercantil-dineraria de la vida social, precisamente porque los procesos nacionales de liberación y transición al socialismo no han sucedido nunca en condiciones ideales, es decir fuera de la realidad histórico-concretas de guerra, hambre, bloqueo y amenazas imperialistas.

Esta fue quizás la crítica de mayor alcance del Comandante Ernesto Guevara a las sociedades conocidas como socialismos realmente existentes, o capitalismos de Estado según la definición de Lenin. La “revolución permanente” de la que hablara Karl Marx en su Circular a la Liga de los comunistas, es siempre y en todo lugar, la lucha permanente y por todos los medios, contra las formas nacionales de la dominación política de la burguesía aliada incondicional del imperialismo. Cualquier otra formulación de esa tesis, es en nuestros días, una renuncia injustificable a la revolución social.

De tal modo, la realidad sociohistórica de las sociedades humanas en su “situación nacional”, –el “programa” de la revolución social: alimentar al pueblo, brindar salud, vivienda, igualdad de derechos, justicia proletaria, etc., y las tareas políticas urgentes y necesarias para la conquista del poder político– solo pueden ser estudiadas y definidas como expresiones locales de una situación mundial, pero siempre consideradas como totalidades orgánicas concretas con formas y caracteres específicos.

La burguesía requiere de la dominación política y cultural para la opresión y la explotación del conjunto de la sociedad. Es decir que la civilización burguesa, –en nuestro tiempo histórico civilización petrolera–, es realización efectiva de la ganancia mediante obtención de plusvalía en la producción de mercancías para el mercado capitalista. Explotación del trabajo asalariado y beneficio (riqueza, rentabilidad) es entonces, sinónimo de dominación política en cada región y en cada escenario particular.

El gallinero argentino

Por eso el actual gobierno neofascista del Estado argentino, su “programa” y su propaganda ideológica representan y expresan los intereses y las necesidades de toda la burguesía en su conjunto, el programa histórico de la clase dominante, la revancha de los genocidas y el imperialismo yankee-sionista.

La burguesía argentina con su moralina cínica y militarista siempre ha actuado como súbdito fiel, pionera en la implementación de prácticas autoritarias y antiobreras alimentadas desde las metrópolis imperiales como contramedidas frente a las crisis económico-financieras. Fascistas tercermundistas… Así sucedió en 1919, 1930-1943, entre 1966-73 y 1976-83, y de ninguna manera es casual que suceda en este período de ofensiva internacional del capital contra los pueblos. Contrarrevoluciones “preventivas”, solo en apariencia comandadas por figuras patéticas estrafalarias. Una costumbre inspirada y custodiada de cerca por las élites de las potencias imperiales, sus instrumentos de propaganda y enseñanza, y su aparato militar-diplomático.

Por eso, es una fantasía pequeñoburguesa neurótica recurrente, –desde la resistencia a la dictadura militar fascista hasta el día de hoy–, alimentar ilusiones sobre “autocríticas” del populismo nacional-burgués.

Ningún “programa” de la dirigencia desclasada y la intelectualidad colaboracionista cuestionará nunca la legalidad burguesa o la propiedad privada de los medios de producción y de los bienes comunes de la naturaleza porque su existencia misma y la condición fundamental de su praxis política son expresión del status semicolonial del Estado argentino. Y por eso, es mas evidente que nunca la falacia –de herencia histórica– que pretende definir a los actores de la lucha de clases con categorías tales como “campo popular”, en tanto qué, en el seno de las masas y en torno al sujeto sociohistórico convencionalmente llamado “pueblo” conviven intereses antagónicos, en gran medida expresados contradictoriamente en corrientes políticas que ya no se corresponden a la realidad, y que no tienen nada que ofrecer excepto ilusiones de prosperidad en el marco de un capitalismo mundializado que solo puede reproducir guerras genocidas, incertidumbre y catástrofe.

El populismo nacional-burgués y el reformismo parlamentario son subproductos de la dependencia, que crecen y engordan en los interregnos. Su condición fundamental de existencia es la crisis estructural del capitalismo argentino y sudamericano, sus métodos son el oportunismo y el engaño, y su naturaleza histórica impone “desde arriba” dirigentes burgueses al movimiento político de las mayorías populares, –o en cualquier caso pequeñoburgueses desclasados y corruptos–, prebendas, gatopardismo y cooptación de las potenciales fuerzas antisistémicas, y la neutralización de cualquier tipo de contestación revolucionaria o impugnación socialista del orden burgués, que aun a pesar del populismo pseudo izquierdista y el reformismo pseudo revolucionario nunca dejarán de latir en el corazón del proletariado en su resistencia cotidiana contra el neofascismo transnacional y local.

Ahora que el Futuro es casi un asunto del Pasado, ya ni siquiera las fracciones interesadas en negociar su propia cuota de la “renta nacional” frente al imperialismo alcanzan a prever su destino en el frágil e inestable equilibrio del mundo.

También por eso, resulta ridículo y asqueante que los pseudo intelectuales participes serviles del orden criminal burgués argentino de los últimos cincuenta años, –aquellos que se dedicaron durante décadas al macarthismo y la descalificación de las ideas revolucionarias, y que sirvieron como normalizadores de la malversación de las tradiciones y las banderas revolucionarias del pueblo trabajador argentino– se presenten ahora como críticos audaces y esclarecidos, en todos los casos, impotentes y derrotados, intentando disimular su propia miseria intelectual relatando sus intrépidos desvaríos, propios de turistas jubilados, que comparan el mapa político y la realidad argentina con el desarrollo de la historia del pueblo chino o ruso. Todos ellos y ellas olvidan un asunto, apenas un detalle…, olvidan la Revolución.

Ridículo espectáculo de nuestros días: alimentar ilusiones por el nacimiento de un Fenix mitológico incubando huevos de gallina vieja.

 

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