Charla con compañerxs anarquistas en crisis de representación política

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A 20 años del 2001, charla con compañerxs anarquistas presentes en la crisis de representación política

2001 reverbera en la sangre de quienes estuvimos o hubiéramos querido estar ahí, en esas calles, en esas asambleas, en esas fábricas, en esas alianzas insólitas.

2001 como tajo y herida. Tajo que resquebraja un antes y un después de una sociedad que venía del 1 a 1 del pizza con champán que ninguneaba piquetes de ruta y marchas del silencio, que desmerecía carpas blancas y marchas docentes.

Tajo que deviene herida por la que brota, una vez más, tanta sangre derramada —la sangre siempre la pone el pueblo—. Herida por la que se infiltró también la reapropiación de las calles, la disponibilidad para estar ahí, en una comunión del hartazgo y la rabia perdiendo el miedo que queda chiquito ante tanta pobreza, tanta desesperación y tanto hambre.

2001 como marca del dolor por lo que después no ha sido / no ha nacido. Quizás, aprendizaje de confianzas y desconfianzas, de alianzas y traiciones.

2001 quiebre de representación política que luego será recuperado por quienes siempre apagan el fuego.

2001 ejemplo vital de que lo existente —la representación, la institucionalidad y la política— no agota lo posible —la comunión asamblearia hacia la vida—.

2001 horizonte de posibilidad de un ir hacia donde la revuelta nos vuelva a encontrar.

Agustina Byrne

Gatx Negrx: ¿Cómo fue su acercamiento al anarquismo, a las prácticas libertarias?

Antes quisiera decir unas palabras. Me siento como una anciana, porque 20 años atrás este laburo que están haciendo ustedes lo hacíamos nosotros con Resistencia Libertaria, para relevar una genealogía necesaria para no sentirnos en soledad. La generación nuestra de OSL (Organización Socialista Libertaria), AUCA, OAR (Organización Anarquista de Rosario) era una generación que nos referenciábamos en el Che porque no teníamos hermanos mayores en el anarquismo, teníamos abuelos. Eso sentíamos en la fauna del anarquismo al que nosotras adscribíamos, que era el anarquismo organizado.

La gente de Resistencia Libertaria se guardó muchísimo, entonces, cuando apareció “Pelo”, López Trujillo, fue la posibilidad de conocer historias de gente que tenía 20 años más que nosotras. Pensábamos en un posible hilo de continuidad en el anarquismo, en este anarquismo. Eso nos dio mucha pila. Por eso, en ese sentido, me siento una anciana, me siento ancestral. Pero por otro lado, me alegra sentir que hay otra generación y que están haciendo esto que yo lo viví; siento que es muy saludable, muy sanador: ir para atrás en el tiempo más inmediato para sentirse menos solo. Si vos sentís que no estás empezando de nuevo, primero que tenés menos laburo; y segundo, te diluye mucho el ego.

GN: ¿Hay algo que pasa con los espacios anarquistas de desmembrarse y desmembrarse?

Nuestro anarquismo organizado rompió con cosas. Fue muy sanador. Se debe a lo que llamo instituciones anarquistas. Entonces, hay instituciones anarquistas y hay anarquistas. Es cuando te queda bien la institución a la que tenés que resguardar; los principios, los valores, los dueños, los abuelos. Después están los otros con los que tampoco vas a llegar a un acuerdo. Es complejo.

GN: Por ahí es saber que los lugares no duran mucho. Pretender institución.

Los lugares cobijan, los lugares sirven para reunirse. Cuando yo llegué a la Biblioteca Ingenieros, ya existía CAÍN que se juntaba ahí y fue ese lugar que aglutinó a ese grupo que después se fue.

La historia de estas agrupaciones tiene muchas capas y no es unidireccional, es como una mezcla de distintas historias que se mezclan en una licuadora, porque no son continuas. Al mismo tiempo sucedían distintas cosas. Cuando ella decía de “Pelo”, ex militante de Resistencia Libertaria, yo iba a los encuentros de REMA que era la Red del Movimiento Anarquista que organizaba la Biblioteca Ingenieros con la Ghiraldo de Rosario y compañeros de Córdoba, y había como una generación anterior a nosotros, que era gente que en ese momento tendría la edad que tenemos ahora, y que nos adoctrinaban, de alguna manera, en cómo debía ser el anarquismo: una cuestión cultural, de la biblioteca. Y tenía una historia muy grande y el presente era esos encuentros en una quinta en Guernica o en un camping en Córdoba. Y el único que hablaba de rescatar la experiencia de Resistencia Libertaria era “Pelo”, en soledad, y se lo trataba como “bueno, no vengas con eso que trae discusiones y abre heridas”.

Después, esos pibitos que íbamos ahí nos empezamos a cruzar en esas convocatorias de camping. Y empezaban a aparecer los más jovencitos con inquietudes que eran generalmente resistidas, sobre todo de militancia barrial. En Rosario había un núcleo que se estaba formando que tenía mucha influencia de la FAU (Federación Anarquista Uruguaya). De hecho, está casi calcada la experiencia de lo que fue el trabajo barrial de la FAU en los 90. Y en el medio hay algunos acontecimientos: el encuentro antirrepresivo en Uruguay en el año 96. Un encuentro de 5000 personas contra la represión donde fueron personas de Brasil, Chile, Argentina. Fue un despelote. Había un campamento anarquista. Uruguay venía de una experiencia que fue la Coordinadora Antirazzias, con muchas experiencias de jóvenes que salían de la dictadura. Tenían el mismo problema que acá con las razzias, pero acá se las enfrentó a fines de los 80. En Uruguay había muchos grupos que habían roto con la FAU, con la tradición anarquista de la FAU. Lo institucional tiene reglas, tiene historias que no se revisan.

Uno de los grupos de acá se arma a partir de la muerte del Urubú. El Urubú era un gran convocante, con una vocación de educar y organizar.

Lo empiezan algunos compañeros que eran cercanos a él. Yo no me acerqué al primer de los compañeros de CAÍN que conocí porque eran muy antiFORA. En su afán de romper con lo que había eran anti. En ese momento, a la FORA se la veía como una continuación del grupo del Urubú que era como un grupo muy bardero. El primer grupo de CAÍN se empieza a armar ahí, con esa gente que venía con una autocrítica de lo que había sido el grupo del Urubú. Y el grupo de La Plata tiene otro origen distinto que está alrededor de las cooperativas del viejo Sibeli, que es un viejo militante del peronismo revolucionario de los 70, y de militancia estudiantil. Entonces ahí surge AUCA.

Yo participé en el armado del periódico En la calle, en el 97. Nos juntamos en una casa en Gerli y ahí armamos el periódico. Nunca fue un solo grupo, siempre fueron tres grupos, (OSL, AUCA y OAR) con tres políticas distintas, pero teníamos un periódico en común. Hablaba de situaciones de tres ciudades importantes: lo que hoy es el AMBA, La Plata y Rosario. Íbamos a distribuirlo a los kioscos de diarios. Leíamos los diarios, escuchábamos radio, todo el tiempo anotábamos, nos dividíamos. Había un compañero que leía El Cronista Comercial, otro Clarín, otro Página 12, otro La Nación. Y entrevistábamos mucho también.

Era como toda una idea muy walsheana. Por eso nos odiaba la FLA (Federación Libertaria Argentina), éramos el enemigo. Coordinamos con espacios barriales y en lugares compartidos. Entonces eso se veía como una impureza.

GN: Desde su experiencia, ¿cómo vieron la incidencia de las diversas tendencias anarquistas antes, durante y después de la crisis del 2001? ¿Dónde estaban activando antes de la ebullición? ¿Qué se modificó con el estallido?

El problema es que no tuvimos una instancia de evaluación colectiva de esto. Cada uno debe tener su mirada de cómo lo vivió. Una de las tensiones que vivíamos como organización en ese momento y que sobrevivió hasta el 2006 (que es cuando nos fuimos), es la del trabajo social y el trabajo de la organización política. Nosotras, por ejemplo, estábamos en lo antirrepresivo en zona sur, teníamos un grupo que se llamaba Repique y no lo aparateábamos. Sí decíamos qué queríamos con Repique, pero muchas veces teníamos que hacer cosas que desde la organización no nos parecían lo mejor. Igual nunca chupamos un militante de Repique para la organización política. Después te das cuenta de que era importante el crecimiento de la organización política.

El 2001 nos encontró bien porque había un grupo que pensaba y se organizó. Bien porque el 19 y 20 salimos y no cayó ningún compañero preso. Teníamos métodos de comunicación que nos permitió monitorear dónde estaba cada uno y cuidar a los compañeros que volvieron al Gran Buenos Aires esa noche. Sacar comunicados casi en el momento en el que estaban sucediendo las cosas. Estábamos laburando con el SIMECA (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes) y teníamos como una estructura de motos que nos permitió recorrer la ciudad permanentemente. Creo que nos agarró bien el 2001 y nos permitió desarrollar un montón de trabajo que ya teníamos pero que se disparó con toda la efervescencia social de los años siguientes. Del 2001 al Puente Pueyrredón no paramos de crecer, de tener influencia.

Después nos pasó lo que le pasó a todo el mundo: ante la situación de represión del 20, no podés responder porque vos no tenés un ejército.

Entonces ahí pienso que los grupos se sostienen por el activismo. Y cuando el activista, el líder, el carismático, lo que fuere, no está, los grupos no se sostienen por sí mismos. Esa es una fantasía quizás muy anarquista de que todo el mundo va a autogestionar su vida y lamentablemente no sucede así. Hay mucha gente que tiene otros intereses en la vida y hay que comprender. Entonces no hay que lamentarse y decir “lo que hice no sirvió”, sirvió para un momento, cumplió su función y después, lamentablemente, no continúo. Porque no le pasa solamente a nosotros. No es que sean eternas las organizaciones. Dependen de quiénes las impulsan y las sostienen.

Después pasa que no es un mérito estar 20 años en la misma organización. Hay compañeros que vienen de esa época que siguen siendo los referentes, organizadores de los movimientos piqueteros.

GN: La profesionalización de la política.

Claro, esa discusión la tuvimos. En La Plata creían que los militantes podían percibir un salario por militar. Nosotros nos opusimos siempre a eso.

También es cierto que paralelamente a esta efervescencia del 2001 y que se continúa en el 2003, nosotros vivimos como organización una situación de convivencia con la muerte que no habíamos experimentado, sí la generación anterior pero nosotros no. Matan a Javier Barrionuevo, por ejemplo, al lado de un compañero. Javier fue impulsado por las organizaciones en las que estábamos. Entonces pasa eso, pasa lo de Pocho Lepratti. En un encuentro en Rosario, me fui a la cocina y ahí estaba discutiendo con el Pocho Lepratti. Para los de Rosario fue una catástrofe la muerte del «Pocho». Entonces veníamos viviendo con esa convivencia.

Mi compañero se fue a hacer una pintada una noche y yo pensé que estaba en la pintada pero eran las 3 de la mañana y no venía, yo ya pensaba que lo habían matado. Esos años del 2001 en adelante los vivíamos así.

Nosotras detectamos que esto de la muerte nos estaba aterrorizando, entonces hicimos un par de encuentros con psicólogas. Pongamos esto en el medio. ¿Cómo llevar esto adelante?  Nos pusimos esa meta de mantener nuestra salud emocional. Fueron años que después terminaron con Kosteki y Santillán. En el Puente Pueyrredón ya sabíamos que iban a reprimir, no fue una sorpresa.

También había como cierta ingenuidad. Nosotros sabíamos, habíamos relevado durante una semana la zona, lugares para esconderse. Y cuando llegaste había miles de policías, Gendarmería, y no te sirvió para una mierda. Desde helicópteros nos tiraban.

GN: El contraste, ¿no? Una gran rebelión tiene la consecuencia de una gran represión. Se necesita un nivel de represión al nivel de rebelión que hay, incluso más. 

Sí, aparte, al mismo tiempo, no salía en ningún lado, pero se allanaron comedores, habían metido presos a compañeros, armaban causas. Estábamos todo el tiempo cascoteados. Y además teníamos que cumplir con nuestros laburos.

GN: Y recuperarte de tanta muerte. Para que la bronca por una muerte pegue la vuelta hacia un active tenés que poder hacer algún movimiento. 

Sí, eran muertes cercanas. No era que habían matado a alguien. Mataron a 39 personas, sí, pero a esas personas las habíamos conocido. Eran amigas, eran compañeras, tenían una corporalidad, sabías qué voz tienen, qué música escuchaban. Nosotras lo que hicimos bien en ese momento para defendernos fue trazar una estrategia de relaciones internacionales con Europa. Meternos en una red: Solidaridad Internacional Libertaria, que era del anarcosindicalismo. En esa época, como ahora, Argentina era un país barato para los europeos. Entonces venían y el país estaba en llamas. Venían a hacer el tour revolucionario. Nosotros albergamos suizos, españoles. Vino un amigo irlardés, nos pagó el arreglo del lavarropas, volvimos a comprar cosas que antes no podíamos. El suizo no hablaba español. Llega a casa, prende la tele y lo primero que ve es una comisaría incendiándose. Lo llevé a conocer uno de los barrios del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) y antes de llegar al barrio había un piquete, de otro movimiento. No podíamos seguir. Paro, bajo y eran todos compañeros. Lo presenté y el tipo no entendía lo que estaba pasando. Todo el tiempo venía gente con donaciones para las fábricas recuperadas.

El secretario general de la CNT española se hizo amigo nuestro. Íbamos con el Dodge a buscarlo al aeropuerto. Nosotros como organización no éramos nada si lo comparas con la CGT, que es una central obrera, chiquita, pero es una central. Venía acá y tenía que reunirse con De Gennaro, con la CTA. Pero claro, ninguno de ellos era anarquista. El tipo decía: “¿Y estos? ¿Qué onda?”.

De principio también estábamos medios sospechosos porque no éramos de su línea anarcosindicalista. Pero igual hicimos relaciones de amistad que perduraron en el tiempo.

GN: ¿El 2001 fue un terreno propicio para el despliegue de prácticas anárquicas?

En el 2001 de verdad creíamos que estábamos muy cerca. Imaginar que vos podíamos ir a la esquina de tu casa a reunirte en asamblea, ¿quién iba a imaginar eso?

Creíamos que iba a ver un 2001 revolucionario. El video del Ojo Obrero era algo así como “Empieza la revolución”. Estábamos creídos, totalmente.

¿Cómo no te la vas a creer? Un compañero se trepó al semáforo en Primera Junta y hasta donde llegaba a ver, había gente en la calle. Es un momento en el que sentís que pasan cosas. El 19 a la noche, mientras se prendía fuego el arbolito de la Casa Rosada, ahí escuché el “Que se vayan todos”.  

GN: Post elecciones y a 20 años del 2001, ¿cómo pasamos del “Que se vayan todos” al Frente de Todos? ¿Qué podemos tomar de aquella recuperación sistémica del 2003 que nos sirva para estar más afilados en los contextos actuales? Es decir, ¿cómo vieron el proceso de cooptación de las fuerzas emergentes por parte de las lógicas partidarias y del Estado?

El kirchnerismo fue totalmente exitoso con eso. Le puso agua fría a todo ese fuego. Somos hijos de la generación del 70. Volvimos a caer en el mismo error. Pensábamos que el 2001 iba a ser un punto de inflexión. Estábamos convencidos. Teníamos a gente rompiendo bancos¿Vos te imaginás a gente anciana rompiendo bancos? Ya está. La insubordinación no de los militantes sino de la señora de la esquina. Un Edesur estuvo 15 años tapiado. Ya salió la gente, nosotros nos venimos organizando hace un montón, listo. A parte, totalmente horizontal: “Que se vayan todos”, listo, es nuestro momento.

Ahora podemos ver el fracaso de las ilusiones progresistas que son una vuelta de tuerca de la derechización.

GN: El progresismo es cómplice del avance de la derecha.

Es la derecha.

GN: En realidad, la categoría de derecha en la democracia ya es superficial, hay que repensar esa categoría.

Es progresista en lo cultural y nada más.

GN: Capitalismo con rostro humano que solo conduce a un lugar que es al que estamos llegando. ¿Por qué no se pudo sostener y profundizar la revuelta en ese tiempo de crisis democrática e institucional?

Todavía eso se sigue discutiendo. No está cerrado. Fueron un montón de cosas. Solamente a un psicópata se le ocurre vivir en asamblea. La gente quiere tranquilidad, que le paguen el sueldo, comprarse un auto.

Estaba el Club del trueque. Y algunos militaban esa. Si lo ves desde una perspectiva anticapitalista obviamente que era mejor, intercambio. Pero la gente quería volver a tener plata. Desde una mirada ecológica es mejor que haya ollas populares a que cada uno se cocine en su casa. Las ollas populares donde las mujeres fueron protagonistas, no es que decís “listo, ya está. La verdad qué bien nos cuidamos entre todos”. Pero lo que se quiso es volver a la familia nuclear. El kirchnerismo había puesto a “Pimpi” Colombo que decía que había que terminar con los comedores porque lo que todas las mujeres querían eran esperar a sus hijos, en sus mesas, que esa es la aspiración de las mujeres.

Duhalde lo que hizo es cambiar el desarrollo territorial del peronismo que cambiaba de sujeto en ese momento. Como presidente viene a pacificar además de seguir con su plan clientelar. Cuando lanzan el Plan Trabajar que tenía un funcionamiento celular y vertical, el trabajo era temporario, y en cada cuadrilla de trabajo que barría veredas, cortaba el pasto de la autopista, cada trabajo tenía un jefe de cuadrilla, y como no había trabajo para todos, tenías que votar a quien echar.

Los viejos militantes que estaban en los territorios empiezan a ver que se puede disputar eso. Disputan la asignación de los planes de trabajo y después, inmediatamente, no conformar cuadrillas que trabajen para el Municipio sino gestionar tus propias cuadrillas. Entonces, empieza a ver esta disputa que en un principio es novedosa y desarrolla organizaciones críticas, tomar la organización de eso, quitársela al Estado. Las consignas de los piqueteros eran “Trabajo, dignidad y cambio social”. Hoy en día, 20 años después, está completamente institucionalizado: “Paz, pan y trabajo”.

Ni bien asume Kichner, tiene una entrevista con José Pablo Feinman, y lo que dice es:

“Nosotros venimos a hacer con este peronismo, lo mismo que hizo Perón con los sindicatos, que es incorporarlos al Estado. Tenemos que incorporar a los piqueteros dentro del Estado”.

Lo que llamamos en el periódico En la calle la cegeteización de la sociedad. Fue vislumbrar quién es el actor social con más capacidad de influencia en ese momento: Madres de Plaza de Mayo, Derechos Humanos, piqueteros.

Creo que uno a veces puede estar convencido pero el resto de la gente no está tan convencida. O sea, creo que la única manera de convencerla es ofrecerle un modelo social que le resuelva mejor sus circunstancias que el capitalismo. Hay un punto en el que vos querés la revolución y el compa lo que quiere es más comodidad para su vida. Entonces creo que es una cuestión de los tiempos. No podemos resolver tan rápidamente esto de “ahora dejá de tener capitalismo y vas a tener estas otras cosas que están re buenas”. Hasta que te das cuenta de que eso está buenísimo necesitás tres o cuatro generaciones, no lo resolvés con una sola generación. Creo también que en el 2001 hubo toda una genealogía de los cortes de ruta de los piqueteros de Neuquén, de Salta de los 90 donde acá todavía no sucedía en esa dimensión. Son capas que están ahí y que en algún momento emergen.


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