Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL 10/10/25
Hoy, 9–10 de octubre de 2025, la comunidad internacional recibió con una mezcla de alivio y escepticismo el anuncio de un acuerdo que establece la primera fase de un cese al fuego entre Israel y Hamás, acompañado de un intercambio de prisioneros y la promesa de entrega masiva de ayuda humanitaria. Las imágenes de celebración en Gaza y en Israel contrastan con las calles vacías de tantos muertos, heridas que no cicatrizan en horas ni en titulares.
Es comprensible la alegría contenida de quienes ven —por fin— una posibilidad para que cesen las bombas y entren alimentos y medicinas. Sin embargo, esa misma esperanza se mezcla con una desconfianza histórica que no es gratuita: la experiencia demuestra que los pactos, los plazos y las promesas suelen romperse cuando chocan con intereses estratégicos y políticos. En Gaza, donde millones han sufrido dos años de guerra, la paciencia se ha agotado y la memoria recuerda otros acuerdos que no se tradujeron en seguridad ni en reconstrucción.
El signo más peligroso de esta fragilidad es la distancia entre el texto del acuerdo y su implementación efectiva. La hoja de ruta anunciada prevé plazos —votación gubernamental, retirada parcial de fuerzas, liberación escalonada de prisioneros y apertura de corredores humanitarios— cuyos cumplimientos dependen de decisiones políticas internas, de equilibrios de poder y de la presión de sectores radicales que rechazan cualquier concesión. Esa dependencia política hace que la letra pequeña del acuerdo sea, en la práctica, un terreno abonado para incumplimientos.
Cuando hablamos del “sionismo” —como fuerza política organizada y como conjunto de políticas de Estado— no hacemos una crítica abstracta: señalamos una trayectoria política concreta. Hay precedentes históricos que muestran una propensión a condicionar, dilatar o reinterpretar compromisos internacionales cuando la decisión interna lo exige. Por ello, la comunidad internacional, los países garantes y las organizaciones humanitarias deben mantener una vigilancia activa y exigir mecanismos claros, verificables y sancionadores para que el alto el fuego no quede en un anuncio más.
UPAL saluda cualquier medida que reduzca el sufrimiento inmediato y facilite el regreso a una vida con dignidad para el pueblo palestino. Pero no podemos confundir la esperanza con ingenuidad. Exigimos que se traduzcan las palabras en acciones: acceso humanitario real, supervisión internacional rigurosa, el regreso de los desplazados y un plan creíble de reconstrucción y soberanía que vaya más allá de intercambios puntuales. Sin esas garantías, el cese al fuego corre el riesgo de convertirse en otra pausa temporal, mientras las mismas dinámicas de ocupación y violencia se mantienen.
Que la comunidad árabe, las naciones solidarias y las instituciones multilaterales no se limiten a celebrar titulares: que obliguen con hechos. Hoy la vida exige más que promesas.
Unión Palestina de América Latina – UPAL
10 de octubre de 2025