Raúl Zibechi
Uno de los graves problemas de la izquierda realmente existente, esa focalizada en el Estado y las elecciones, es su absoluta falta de autocrítica que, en realidad, encarna la falta de respeto que tienen por los pueblos y hasta por sus propios votantes. Lo que viene sucediendo en Bolivia, la lucha fratricida de Evo Morales contra “su” gobierno del MAS presidido por Luis Arce (y viceversa), es una buena muestra de la pérdida generalizada de valores en el progresista de nuestra región.
Es apenas una lucha por el poder. En ella, Morales critica al gobierno por haberse vendido al imperialismo y a la derecha, en tanto la justicia lo acusa de violencias contra mujeres menores de edad. Nada nuevo para quienes seguimos la trayectoria del progresismo boliviano.
Van surgiendo análisis que consiguen explicar la deriva profundamente machista y patriarcal de Morales y sus seguidores, pese a que aún algunas feministas de la región prefieren mirar para otro lado, aún tratándose de abusos y estupros evidentes. Me refiero a un libro titulado “Nosotras hablamos lo que queremos hablar. Violencia contra mujeres de organizaciones campesinas del Alto Valle de Cochabamba”, publicado en 2023 y escrito por Nelvi Aguilar, Mónica Rocha y Huáscar Salazar.
En síntesis, en el Valle Alto de Cochabamba, la Federación de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa (fundada hace casi 40 años), tuvo desde hace tiempo mucha presencia e incidencia en la vida política de la región, así como en casi toda Bolivia. Pero ahora los hombres cuestionan la existencia de organizaciones que sean solo de mujeres y se permiten interferir en ellas con el argumento de que las mujeres también participan en la organización mixta, la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia).
Esta presencia masculina en cargos de la organización de mujeres conocida popularmente como “Bartolinas”, es que lo que se viene nombrando como “los bartolinos”, o sea “aquellos varones que terminan participando de manera orgánica y en distintos niveles en las estructuras del sindicalismo de mujeres campesinas”.
Para que eso ocurra, ellas son empujadas a cumplir únicamente roles de cocina o limpieza, en tanto a las que participan más activamente “las estigmatizan y acusan de brindar favores sexuales para ascender políticamente”, como se sostiene en un trabajo anterior titulado “Bartolinos: el patriarcado del sindicalismo y la pandemia machista”1.
La violencia que sufren las mujeres organizadas supone para ellas un esfuerzo doble para poder continuar en la actividad política y sindical. Con la pandemia su situación se fue agravando, ya que los cuidados recayeron en ellas. Un ejemplo: “Antes de la pandemia, las convocatorias a congreso y asambleas se socializaban de manera abierta y en documentos en físico”. Ahora, por el contrario, ”las convocatorias se difunden entre los dirigentes por WhatsApp y se publican con pocos días de anticipación”. Estas convocatorias no siempre llegan a las bases y cuando sucede muchas mujeres no logran acceder a la información, ya que a las mujeres se les quitaba el celular para que los hijos e hijas pudieran acceder a la educación de forma virtual.
“A través de este y otros mecanismos similares, las dirigencias delegan a representantes sin consultar a sus bases. Estos delegados, por lo general, son varones”, concluye el trabajo en muywaso.com.
En este contexto, que habla de un patriarcado profundamente instalado en el sindicalismo, es necesario interpelar la actitud de sistemática violencia contra las mujeres de Evo Morales, así como comprender (que no justificar) el apoyo que sigue teniendo. El ex presidente nunca negó que haya tenido relaciones con menores de 16 años. “Yo dije alguna vez que acabo mis años de gestión con mi cato de coca, mi quinceañera y mi charango”. Frase que repitió el entonces vice Álvaro García en un discurso en 20152.
Una lista incompleta de las frases y actitudes machista de Evo, anteriores a 2019, puede encontrarse aquí: https://muywaso.com/el-machismo-de-evo-en-8-frases-mi-cato-mi-quinceanera-y-mi-charango/. Además de las múltiples y brillantes investigaciones y denuncias de la feminista María Galindo en Radio Deseo.
De modo que nadie puede llamarse a engaño cuando se lo acusa de estupro y de abuso. Lo que debería hacernos reflexionar son dos cuestiones: cómo el apego al poder produce monstruos capaces de destruir un movimiento y hasta un país y, en segundo lugar, la necesidad de denunciar la intromisión machista y patriarcal en las organizaciones de mujeres, las violencias relacionadas con esa actitud y qué hacer con ello.
El apoyo al progresismo no puede ni debe servir para ocultar ninguna violencia.
1 https://muywaso.com/bartolinos-el-patriarcado-del-sindicalismo-y-la-pandemia-machista
2 https://www.noticiasfides.com/nacional/politica/vicepresidente-vuelve-a-mencionar-que-morales-deseaba-jubilarse-al-lado-de-una-quinceanera-357390-357342
Fuente: desInformemonos