Bernie Sanders contra Robert F. Kennedy: un duelo entre farsantes

                                                                                                           04/02/25

El enfrentamiento que tuvo lugar la pasada semana entre Bernie Sanders y RFK Jr. EN EL , ha dejado al descubierto las profundas grietas del «progresismo» estadounidense. Mientras Sanders se defiende de acusaciones de financiamiento farmacéutico, Kennedy Jr. se sumerge en la conspiranoia de la extrema derecha. ¿Son realmente alternativas al sistema o simples marionetas del poder?

POR CÁNDIDO GÁLVEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

El reciente enfrentamiento que ha tenido lugar   entre Bernie Sanders y Robert F. Kennedy Jr. durante la audiencia de confirmación de este último como Secretario de Salud y Servicios Humanos ha sacado a la luz una de las grandes paradojas de la política estadounidense: la contradicción entre el discurso progresista de Sanders y su alineamiento con ciertas prácticas propias del establishment que dice combatir.

La discusión giró en torno a si Sanders ha recibido financiamiento de la industria farmacéutica, algo que RFK Jr. afirmó y que el senador de Vermont negó tajantemente.

Más allá de la disputa puntual, este episodio es un reflejo de una dinámica política que se repite ad infinitumen democracias liberal burguesas  como la estadounidense o la española: la lucha encarnizada entre partidos y figuras políticas por el control del Estado, donde los ciudadanos solo llegan a conocer ciertas verdades cuando los bandos en disputa deciden lanzarse acusaciones mutuas.

BERNIE SANDERS: ¿HÉROE PROGRESISTA O MARIONETA DEL ESTABLISHMENT?

En España, hemos visto cómo este fenómeno se repite   en las sucesivas confrontaciones entre el PSOE y el PP. Ambos partidos se presentan ante   como antagónicos, pero en lo esencial, —en el modelo económico,  en sus relaciones con las grandes corporaciones, en la función del Estado como garante del sistema—, apenas hay diferencias sustanciales… la chaqueta de pana, la camisa a cuadros o determinados matices en el lenguaje.

Pero la verdad es que la corrupción, que se mantiene subyacente bajo explícitos o tácitos acuerdos de silencio, solo  ve   la luz cuando las peleas internas o entre partidos se convierten en enconados enfrentamientos cainitas, que terminan derivando en la exposición pública de escándalos que de otro modo nunca conoceríamos.

En Estados Unidos, las cosas funcionan de manera similar entre   demócratas y republicanos. Aunque ambos partidos pretenden venderse como fuerzas opuestas, uno y otro defienden con el mismo énfasis las actuaciones en el exterior del imperialismo estadounidense, la hegemonía indiscutida de las grandes empresas, así como la influencia de los lobbies en la política del país.

En ese contexto, la figura de Bernie Sanders ha logrado erigirse en una «alternativa progresista», como alguien que, en la retórica, se enfrenta a los poderes económicos y defiende los derechos de los trabajadores. Sin embargo, su historial en política exterior y la reciente acusación sobre su supuesta financiación por parte de la industria farmacéutica  nos dice justamente lo contrario.

LA POLÍTICA EXTERIOR DE SANDERS: ¿RUPTURA O CONTINUIDAD?

Uno de los aspectos en los que más se reflejan estas contradicciones es su postura sobre política exterior. Mientras que en el ámbito doméstico ha promovido medidas como la sanidad universal, el aumento del salario mínimo y el control de los grandes monopolios, en materia internacional ha mantenido una posición perfectamente alineada con  la estrategia del imperialismo estadounidense.

A lo largo de los años, Sanders ha adoptado posturas ambiguas sobre varias cuestiones clave:

-Sanciones económicas y bloqueos: Ha respaldado sanciones contra países como Venezuela, Rusia e Irán, a pesar de que estas medidas han demostrado ser herramientas de asfixia económica que afectan principalmente a la población civil.

    – Presupuestos militares:Sanders, a pesar de su retórica antibélica, ha votado a favor de múltiples presupuestos de defensa que han permitido la continuidad del gasto militar exorbitante de EE.UU. En 2022, apoyó el paquete de ayuda militar a Ucrania, alineándose con la estrategia de la OTAN en su conflicto con Rusia.

   – Relación con Israel: Aunque ha sido uno de los pocos políticos estadounidenses en criticar el trato de Israel hacia los palestinos, sin embargo, nunca ha pedido el fin del financiamiento militar a Tel Aviv. Sus críticas han sido también más retóricas que efectivas, ya que se ha negado a impulsar medidas concretas para reducir el apoyo de EE.UU. al Estado sionista de Israel .

    – Intervención en conflictos internacionales: Si bien se opuso a la guerra de Irak en 2003respaldó la intervención de la OTAN en Yugoslavia en 1999. Su postura sobre otros conflictos también ha sido ambigua, ya que ha condenado intervenciones militares en algunos casos mientras ha apoyado sanciones y bloqueos en otros.

  – Apoyo indirecto a la industria militar: Aunque denuncia el poder de las corporaciones dentro de EE.UU., ha respaldado proyectos de gasto militar que benefician a empresas armamentistas en su propio estado, Vermont, justificándolo con el argumento de que  generaban empleo local.

EL ESCÁNDALO CON LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA

Su reciente disputa con Robert F. Kennedy Jr. ha abierto otra grieta en la imagen de Bernie Sanders. En la audiencia de confirmación, RFK Jr. acusó a Sanders de haber sido el mayor receptor individual de dinero de la industria farmacéutica en 2020. Sanders reaccionó echando «espuma por la boca» y negando la acusación, asegurando que sus fondos provinieron de donaciones individuales de trabajadores, no de las grandes corporaciones.

Pero en este mentís hay dos cuestiones a analizar:

¿De dónde provenían realmente los fondos? Sanders sostiene que el dinero provino de empleados del sector, no de las propias empresas farmacéuticas. Sin embargo, en el sistema de financiamiento de campañas en EE.UU., es común que las grandes empresas canalicen donaciones a través de sus empleados y PACs (Comités de Acción Política), lo que diluye la relación directa entre el candidato y la corporación.

¿Importa quién financia si el sistema sigue intacto? Incluso si Sanders no hubiera recibido directamente dinero de la industria farmacéutica, su impacto en la regulación del sector ha sido limitado. A pesar de sus promesas de reducir el precio de los medicamentos y de enfrentarse a las farmacéuticas, su influencia en este ámbito ha sido mínima y no ha logrado cambios estructurales que puedan calificarse de significativos.

La acusación de RFK Jr. pone de manifiesto  un fenómeno similar que se produce también en España entre PSOE y PP: la verdad solo emerge cuando los políticos de uno y otro bando se enfrentan entre sí. En condiciones normales, el financiamiento de campañas y los lazos entre políticos y corporaciones quedan ocultos bajo el velo de la retórica partidista.

KENNEDY, ¿UN PALADIN «ANTISITEMA»?

No obstante, la trayectoria políticamente sinuosa de Robert F. Kennedy Jr. no queda a la saga de la de Bernie Sanders.  Lo sucedido con este estafador ideológico es un caso paradigmático de cómo en los Estados Unidos incluso los apellidos y la herencia política de una familia son utilizados a fondo tambien en el mercadeo electoral.

Durante años, RFK Jr. ha tratado de presentarse ante los norteamericanos como el genuino heredero del espíritu  supuestamente progresista de la familia, una dinastía asociada al reformismo dentro del establishment estadounidense.

Sin embargo, lejos de lograr convertirse en falso símbolo de una renovación de la política norteamericana, RFK Jr ha terminado concertando un enigmático conchavo con los sectores más reaccionarios de la ultraderecha estadounidense.

Su giro hacia posturas conspiranoicas y su nombramiento como miembro del Ejecutivo de Donald Trump, han revelado que su verdadera ambición no era reformar el sistema desde una óptica supuestamente progresista, sino intentar capitalizar el descontento social en su beneficio personal.

Lo que alguna vez a no pocos ingenuos les pudo parecer una candidatura independiente con tintes disruptivos  ha  terminado convirtiéndose en un vehículo destinado a alimentar narrativas extremistas, que van desde su postura antivacunas hasta sus coqueteos con teorías de conspiración que han sido explotadas a fondo por la derecha radical.

EL FALSO DILEMA DEL BIPARTISMO

Los casos tanto de Bernie Sanders como del Kennedy Junior deberían resultarnos políticamente útiles como recordatorios de que, en la política de las democracias liberales y burguesas, las diferencias entre los grandes partidos y figuras políticas  está más  en la  forma que de fondo.

Aunque Sanders haya logrado construir la imagen de «líder progresista» entre sectores del electorado norteamericano,  su historial en política exterior y su conexión con la industria farmacéutica muestran que no se aleja mucho del modelo tradicional de poder en EE.UU.

Algo similar sucede en España con el PSOE y el PP: presentan sus disputas como si reflejaran proyectos de país opuestos. Pero, en realidad, ambos comparten la misma estructura de poder y financiamiento, y solo se exponen mutuamente cuando les conviene en función de sus luchas cainitas por el control del aparato Estado que es, en definitiva, lo que tanto a sus organizaciones partidarias como a sus integrantes, es realmente les interesa.

La lección más enjundiosa que podremos extraer de estos rocambolescos shows yanquis, viene dada por el hecho constatable de que la política institucional en los sistemas bipartidistas burgueses no siempre es lo que a primera vista puede parecer. No obstante, mientras un sector importante de nuestras respectivas sociedades continúe sin obtener las conclusiones debidas de casos como los que hemos referido, continuaremos fatalmente atrapados en un eterno «día de la marmota»

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