Carlos Aznarez
Repudiable todo lo provocado por la represión de la ministra Patricia Bullrich, ansiosa de instalar lo más parecido a un estado de excepción para que corra la sangre de los golpeados y golpeadas, feliz de que sus subordinados se lancen a la caza de manifestantes, ferozmente maltratados por la policía.
La ley Bases fue aprobada después de un empate en 36 votos, y el voto de desempate de la vicepresidenta Victoria Villarruel. Pero no solo eso, sino que luego se aprobó la temida ley de Facultades Delegadas, el Rigi de la entrega de todo el patrimonio nacional, la ley de Reforma del Estado, la de obra pública, la reforma laboral y otras tan destructivas como las anteriores.
En fin, a partir de hoy a las y los argentinos les tocará sobrevivir en otro país, donde la rapiña internacional, los buitres de la economía de las corporaciones se harán el festín.
Esto —la votación de los entregadores— ocurrió arropado por el siguiente escenario: Con una represión brutal por parte de la policía, la gendarmería y la prefectura, en la zona del Congreso, ataque sistemático con gases de todo tipo, balas de goma y cachiporrazos a granel, que se desarrollaron desde el mediodía hasta pasada la medianoche.
Con ataque directo, incluso, a varios diputados y diputadas, que sufrieron los efectos del gas pimienta, por parte de uniformados de la prefectura naval. Con más de tres decenas de detenidos y más de un centenar de heridos y heridas.
Esto también fue auspiciado por un comunicado presidencial que acusa a los manifestantes (trabajadores, estudiantes, asambleas populares, pymes, jubilados) de “terroristas”, que tiraron “piedras” y “¡granadas!”, sí, granadas, dijo el presidente, en el colmo de la irresponsabilidad y a consecuencia de su estilo que abreva en el disparate, en la provocación, en la crueldad y en el discurso del odio.
Pero no se quedó en esos detalles, sino que además afirmó que esos “terroristas” querían impulsar un “golpe de Estado”. Suena ridículo, pero es grave, porque sienta un antecedente que podrá ser aplicado para criminalizar cualquier protesta, manifestación o iniciativa de repudio a todo lo malo que se acentuará a partir de ahora.
Si este fuera un país con ciertos rasgos de normalidad, Milei no podría estar en la Rosada, pero esta es la Argentina Colonia (de EE.UU e Israel) que Milei no solo construye a diario, sino que para hacerlo cuenta con el apoyo de quienes lo colocaron en ese lugar, o sea las corporaciones, quienes con la ley Bases aprobada se preparan para apoderarse de las riquezas naturales y saquear un país tan apetecible como Argentina.
Y todo esto se puede dar gracias a la alfombra roja que le tendieron a Milei los despropósitos del gobierno anterior y el voto engañado (¿cómplice?) de millones de compatriotas.
Así, se elevó a los altares a la verdadera casta, corrupta y miserable, en este caso representada por un grupo de senadores y senadoras de una democracia devaluadísima, varios de ellos comprados con dinero, embajadas, promesa de obras públicas, etc, etc, para que den luz verde a la ley. O sea, con el diezmo que la dictadura institucional de Milei y compañía, puede darse el lujo de aportar.
Vergonzoso lo ocurrido este miércoles a la noche en el Congreso.
Repudiable todo lo provocado por la represión de la ministra Patricia Bullrich, ansiosa de instalar lo más parecido a un estado de excepción para que corra la sangre de los golpeados y golpeadas, feliz de que sus subordinados se lancen a la caza de manifestantes, ferozmente maltratados por la policía.
Dentro de este aquelarre, fue épico lo que generaron los cientos de miles de manifestantes, llegados desde los barrios del hambre o desde las fábricas de salarios que dan pena, que a pesar de todo hicieron el aguante en la Plaza repudiando la ley. Se tragaron los gases y la prepotencia pero no retrocedieron. Merece alguna victoria ese pueblo, porque la acumulación de derrotas de los últimos tiempos puede lastimarlos de manera irreparable.
Para eso habrá que reflexionar como encontrar la forma de avanzar -con la resistencia y la lucha mediante- para que esto que parece irreversible no termine en la tragedia que se auspicia todos los días desde este Gobierno fascista y sometido voluntariamente al imperialismo yanqui. Hoy, a pesar de los pesares, la única garantía de darlo vuelta todo está en el propio pueblo.
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