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Argentina: Continua el debate sobre las consecuencias de las PASO. Dossier
Fabian Kovacic
Francisco Claramunt
Esteban De Gori
26/09/2021
En medio del caos de versiones cruzadas sobre la suerte del gabinete, en la tarde del miércoles 15, la vicepresidenta se comunicó con el ministro de Economía para asegurarle que ella no había pedido su renuncia. Pero al día siguiente le dedicó dos extensos párrafos de su carta pública con críticas al entorno presidencial, en la que desmenuza el presupuesto nacional para 2021 y apunta al proyecto de presupuesto para 2022 que el ministro Martín Guzmán había girado al Parlamento en la tarde previa.
Para Cristina Fernández, la derrota en las PASO (véase «Gambito de dama», Brecha, 17-IX-21) tuvo como ingrediente destacado la subejecución presupuestaria, el ahorro del gobierno previo a las elecciones. El déficit fiscal previsto el año pasado por Guzmán y su equipo para 2021 era de 4,5 puntos del PBI «sin pandemia» y hasta agosto solo se habían ejecutado 2,1 puntos en programas sociales destinados a enfrentar las consecuencias de una pandemia que aún azota Argentina. Es decir, menos de la mitad del gasto estatal avizorado. «No estoy proponiendo nada alocado ni radicalizado. Al contrario, simplemente estoy recogiendo lo que en este contexto global de pandemia está sucediendo a lo largo y a lo ancho del mundo, desde Estados Unidos, pasando por Europa y en nuestra región también: el Estado atemperando las consecuencias trágicas de la pandemia», señala la expresidenta en su carta. Y en otro pasaje: «Confío que el presidente se va a sentar con su ministro de Economía para mirar los números del presupuesto». Al cierre de esta edición aún no estaba definido cuándo la propia vicepresidenta se reuniría con Martín Guzmán para hablar sobre estos temas.
¿Un cinturón muy ajustado?
«La carta de la vicepresidenta fue un mensaje interno, parte de una discusión doméstica del Frente de Todos [FT]. No veo que el presupuesto anterior ni el que acaba de presentarse en el Congreso sean de ajuste», señala a Brecha Marcelo Elizondo, miembro del consejo directivo de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios y exdirector de la Fundación Exportar entre 2002 y 2010. «El gasto público sigue alto, como en 2020 y 2021, no veo ajuste. Pero tener un discurso poco amigable con los mercados le juega en contra al gobierno», afirma, además. Su visión es compartida por vastos sectores empresariales y de los principales medios de comunicación, que, al decir del diario La Nación, temen un «abrupto aumento del gasto público, que enciende las alarmas de muchos analistas».
En cambio, para el economista Francisco Cantamutto, integrante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Sociedad de Economía Crítica, «la vicepresidenta tiene razón cuando dice que se subejecutó presupuesto, en especial en programas sociales. Junto con eso hubo un ajuste fiscal por la vía de la pérdida de poder real en los salarios del sector público, de las jubilaciones y pensiones en 2020».
Según Cantamutto, el diagnóstico planteado en la carta de la vicepresidenta es adecuado. «En términos reales, el salario cayó durante el gobierno del FT, un gobierno que venía a resolver los problemas que dejó el gobierno anterior y no lo hizo, más allá de la pandemia. La pobreza urbana persiste en niveles del 40 por ciento», sostiene Cantamutto a Brecha. De acuerdo al economista, el FT «busca gestionar a partir de la búsqueda de consensos y la conciliación; eso implica no enfrentarse a lo realizado por los gobiernos de la etapa previa; en los hechos, hasta ahora no se ha afectado los intereses reales de la economía concentrada en la Argentina y se ha buscado reconstruir la macroeconomía con base en el perfil preexistente, que no le otorga al mercado interno un rol dinámico».
A la búsqueda de divisas
El proyecto de presupuesto nacional 2022 enviado en la tarde del miércoles 15 a Diputados por el ministro Guzmán prevé un crecimiento del PBI de 4 puntos. Estima, además, una inflación anual del 33 por ciento y un déficit fiscal de 3,5, y proyecta que el valor del dólar para fines de 2021 será de 131,5 pesos argentinos.
Horas antes del envío al Congreso de ese proyecto, el presidente Fernández y su equipo económico, encabezado por Guzmán y el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, habían encabezado junto a gobernadores y empresarios del sector petrolero el acto de presentación del proyecto de ley de promociones hidrocarburíferas. Consensuado con los empresarios y los gremios del sector, el proyecto tiene como objetivo, especialmente, reactivar Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén (sobre este yacimiento de petróleo no convencional véase, por ejemplo, «La huella del fracking», Brecha, 4-VI-15).
«El FT está buscando excedentes exportables como salida a la crisis a través de la ley de hidrocarburos, el pool agrícola y productos primarios extractivos que ahora incorporan la explotación del litio en el norte, por ejemplo», afirma Cantamutto, que apunta que detrás de esta estrategia está el «neodesarrollismo del gobierno», representado en especial por Kulfas (véase a este respecto la entrevista de Brecha con el hoy ministro de Desarrollo Productivo, 26-VII-19).
Darío Martínez, secretario de Energía, fue el encargado de presentar el proyecto de ley de promociones hidrocarburíferas, 50 carillas a las que tuvo acceso Brecha y en las que se crea un régimen de beneficios tributarios a las empresas del sector por 20 años. Los sucesivos intentos anteriores de aprobar una ley marco para el sector habían fracasado y ahora el proyecto nacido en el seno del equipo económico tiene en contra a los senadores peronistas y a la propia vicepresidenta Cristina Fernández. Consideran que el período de 20 años de exenciones a las empresas es excesivo y no están dispuestos a votarlo tal como ingresó al Senado.
Mientras tanto, la mirada de la vice sigue puesta sobre Guzmán y Kulfas. En plena renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aún no hay certezas sobre su resultado y eso condiciona no solo el acceso al crédito, sino las metas de pagos a futuro con el organismo. «Con el FMI se está renegociando un acuerdo de facilidades extendidas que implica reformas estructurales de la economía, pero que nunca reconoce la corresponsabilidad del FMI en la firma de un acuerdo ilegal con el anterior gobierno. No hay que olvidar que el organismo violó sus propios estatutos para otorgar el préstamo al gobierno de Macri. El gobierno no logró torcer el brazo de la discusión y termina negociando ajuste fiscal y reformas estructurales, y apenas discute reducir los cargos por sobretasa en el exceso de deuda», señala, por su parte, Cantamutto.
Mensaje al electorado
La primera aparición pública del nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur (el exgobernador tucumano «provida», que entró en reemplazo de Santiago Cafiero), fue junto a la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para anunciar en la mañana del lunes la flexibilización de las medidas contra el coronavirus, a partir, según dijeron los funcionarios, de una baja en los casos registrados en las últimas semanas. A partir del 1 de octubre no será obligatorio el uso de tapabocas en lugares abiertos, se reabrirán gradualmente las fronteras para el ingreso y el egreso de ciudadanos y volverá el público a los estadios de fútbol.
A estas medidas sociales les siguieron los anuncios del Consejo del Salario, que reúne a empresarios, Estado y sindicatos: a partir de octubre habrá un aumento escalonado en el salario mínimo del 52,7 por ciento, que se completará en febrero. Con estas medidas, junto con la promesa de desarrollar políticas sectoriales para el campo, la industria, pequeños productores y pequeñas empresas, el gobierno busca seducir a la sociedad de cara a las legislativas del 14 de noviembre. Tiene como objetivo recomponer el voto histórico del peronismo, levantar el piso histórico alcanzado en las PASO de 67 por ciento de participación electoral, sumar al seis por ciento que votó por partidos que en las primarias no lograron el 1,5 de votos y recuperar al menos una parte del seis por ciento de votos en blanco. Por ese mismo botín va la oposición de Juntos por el Cambio. Las cartas están echadas y también la suerte de Alberto Fernández.
Brecha, 23-9-2021
Los números de la crisis
Francisco Claramunt
Un 49,6 por ciento de los argentinos (22,7 millones de personas) viven hoy en la pobreza, según reveló en agosto el índice de pobreza multidimensional llevado a cabo por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, que depende de la Presidencia argentina. La pobreza infantil, de acuerdo a los últimos datos presentados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), para el último trimestre de 2020, alcanzaba al 62,9 por ciento de los niños y las niñas, unos 7 millones.
En la actualidad, el salario real es el más bajo de, por lo menos, los últimos 15 años, de acuerdo a análisis de distintas consultoras e institutos de economía. Y de acuerdo a la consultora PxQ –dirigida por el economista Emmanuel Álvarez Agis, exviceministro de Economía de Cristina Fernández–, en los últimos tres años el salario real en el sector formal lleva acumulada una caída de al menos 17 por ciento. Para el sector informal, que emplea a alrededor del 35 por ciento de los trabajadores, de acuerdo a las últimas proyecciones oficiales, se estima que la situación es mucho peor. Mientras tanto, según el INDEC, la inflación interanual en agosto rondaba el 52 por ciento.
La desocupación, que alcanzó al 13,1 por ciento de la población activa en el segundo trimestre de 2020, bajó en el primer trimestre de este año al 10,2 por ciento. El desempleo se ceba especialmente sobre los más jóvenes. El mes pasado, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, reconoció a France24 que «uno de cada dos desempleados tiene menos de 30 años».
Este miércoles, Argentina pagó al FMI 1.885 millones de dólares por concepto del primer pago de capital del préstamo contraído en 2018. La deuda argentina con el FMI alcanza los 44.000 millones de dólares. En noviembre, si no hay aún acuerdo de reestructura con el organismo multilateral, se espera que Argentina desembolse casi 400 millones de dólares en intereses, y a fines de diciembre otros 1.880 millones de dólares.
Brecha, 23-9-2021
Nuevo gabinete, elecciones y gobernabilidad: no solo es la economía
Esteban De Gori
El Frente de Todos ajustó cuentas y se redefinió: la renovación del gabinete nacional integra territorio y la sospecha necesaria sobre el desembarco de miradas y memorias progresistas y antiprogresistas, con un equipo de ministros que en situaciones óptimas no compartirían ni un café. La calma del establishment económico, los resentimientos por la política social, los nuevos desconciertos, la salud de los liderazgos y el miedo a volver al llano. Porque nadie quiere salirse del Estado, y CFK entró en campaña para evitarlo.
“Yo no quería solo participar en las fiestas, quería tener el poder de hacerlas fracasar.”
La Grande Bellezza (Paolo Sorrentino)
El problema de toda derrota política es lo que se hace con ella y con lo que ésta dispara. Los pronósticos y los fantasmas. En el mismo momento en que anunciaba la derrota electoral en el escenario, CFK mostraba una incomodidad absoluta. Cabeza gacha. Forzada hacia abajo para ser observada. Saludos rápidos y fríos a Victoria Tolosa Paz, quien encabezaba la lista. No era su candidata. Ese no representaba su rumbo gubernamental y estaría por demostrarlo. Quien avisa no traiciona. La derrota es el peor alimento para el peronismo: tiene sabor a la vuelta al llano. Nadie quiere volver a empezar desde afuera. Giulio Andreotti, el viejo líder de la Democracia Cristiana italiana, comentaba que “el poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene”. El proyecto de CFK exige la continuidad de su peronismo en el poder más allá del 2023. Necesita afianzar la sucesión y consolidar posiciones. Nadie quiere salirse del Estado y ese era uno de los pocos consensos que todo el Frente mantenía.
Una lectura sobre la sociedad, a posteriori de las elecciones, parece ser aquello que forzó a CFK a ejercer una gran presión sobre el presidente. Las memorias prácticas del vandorismo quedaron demasiado expuestas por la vicepresidenta. Si bien no puede ser la cabeza del gobierno nacional posee capacidad de veto y de presión sobre la acción presidencial. El kirchnerismo funcionó como una corporación con base provincial que irradia señales hacia la nación. La provincia de Buenos Aires es el territorio que le “tiraron” encima al presidente y el gabinete se llenó de dirigentes con mucho terreno. Hegel había dado con una clave simple pero inquietante: el Estado se sostiene sobre la tierra. La política también, sobre todo, si querés poner orden y oído. Captar ese pulso entre la tierra y el Estado.
Una carta, un whatsapp y algunos mediadores impulsaron el cambio ministerial. CFK hirió el liderazgo de Alberto Fernandez y el propio, ante la gran exposición que supuso su estrategia. Todo en nombre de la sinceridad (cito nuevamente a Andreotti: “lo leemos en los Evangelios: cuando a Jesucristo le preguntan qué es la verdad, él nunca contesta).
Estamos ante dos liderazgos heridos. El presidente en su propia autoridad y ella en su esfuerzo (público) por ejercer el poder. Cuando la demostración de poder exige tanta visibilidad marca algo de su límite e imposibilidad. Las reuniones entre la vicepresidenta y ciertos ministros, está claro, no alcanzaron. La palabra no tuvo efecto performativo. Y cuando ella no convence “entra” el acto. Muestra lo que tiene solo para reafirmar lo que es como fuerza política. Entró la fuerza y el kirchnerismo se vio como una facción de largo alcance. Un festival de renuncias coparon la escena para acelerar los tiempos presidenciales. Restar o amenazar con retirar colaboración es un gran acto de poder. Demasiada visualidad del mismo fatiga. Cansa. Exaspera. Alberto y Cristina quedaron heridos ante la sociedad y ante los suyos. A veces la “exigencia de la sangre por parte del pueblo” ante la derrota, como pedía Juan Grabois, podría no tener los efectos deseados. Esto no es Roma ni su Coliseo. Por ahora, más que insuflar ánimos para la militancia territorial esta semana se abrieron nuevos desconciertos. Cuando los liderazgos se desestabilizan la desprotección social aumenta y el malestar crece.
Esta disputa contaba con un menú consensuado. La necesidad de reencauzar la relación con el FMI y el matiz, posiblemente, es su velocidad y la forma en que debería instrumentarse para liberar fondos destinados a costear la crisis social. Del FMI nadie saca los pies del plato. Esto permitió que al otro día de la derrota no se abriera una crisis económica. Pese a las críticas, Martin Guzman fue confirmado con el aviso de que tocarán el presupuesto y su política fiscal. Guzmán, como Sergio Massa y Maximo Kirchner y algún otro ministro, establecieron líneas con un establishment económico que ven en la negociación de la deuda la continuidad de un “rumbo racional”.
El peronismo no se había olvidado de “acomodar” la relación con los empresarios sino tenía otro problema: la sociedad. El escáner de las transformaciones que introdujo el manejo económico y el vínculo estatal en la pandemia falló. No solo es la economía. Esa hipótesis que se repite como un mantra es insuficiente. El kirchnerismo posee una mirada muy clintoniana. Cree que la economía produce adhesión electoral como si el otro o la otra codificaria eso de manera inmediata. Sin tamiz. Dame y te voto. Como si del otro lado no existiesen pasiones, miradas del mundo, resentimientos y sensaciones de presencia u orfandad. No es la economía. Es la sociología, estúpides. Juan Grabois y Emilio Pérsico plantearon la necesidad de transformar la asistencia social en puestos de trabajo. Eso dice mucho.
Las maneras en que se instrumentó la política social provocó resentimientos sociales a ambos lados del mostrador. Quien lo recibía se encontraba atrapado y atrapada en consumos o accesos que no creían justos, y quienes no lo recibían y contaban con trabajo veían cómo eso no era un estímulo para la diferenciación. La asistencia no se transformó en una mirada legítima de reparar la desigualdad sino en una política que enfrentaba a los sectores más golpeados. No se establecía una diferencia entre aquellos y aquellas que trabajaban en el mercado formal o informal. El rechazo a lo público comenzó desde abajo y no solo radicó en la política social (entre otros espacios, la educación).
“Mientras ellos cobran un plan yo me mato laburando.” Los resentimientos y las heridas que esto supone empezaron por abajo, y la dirigencia oficialista (con intervención de CFK) las condujo hacia “arriba” para ajustar las cuentas al interior del Frente del Todo. Ese “territorio” subió, como la nueva composición ministerial (tanto en la nación como en la provincia). La encuesta que manejaba el gobierno no consideró el pulso social. Los signos demostrativos de la época. Nadie cree en la solidez de un número si no va acompañado de otros registros. En una noche las crónicas invisibles de la pandemia se les vinieron encima todas juntas. El peronismo le restó palabra y herida a los sucesos populares y ellos aparecieron. Transformaron, casi por rutina, a un gran sector en una “mayoría silenciosa” de la cual ahora deben volver a auscultarla. El nuevo gabinete pretende eso.
La llegada parece una vuelta fálica del poder peronista. “Nosotros también podemos.” El presidente aterrizó en La Rioja. Fue al norte a buscar aliento. Los nuevos ministros integran esa sospecha necesaria que da cuenta del desembarco de miradas y memorias progresistas y antiprogresistas. Esa hibridez sospechada busca posicionar una realpolitik que integra ministros que en situaciones óptimas no compartirían entre ellos un café. El Frente se redefinió.
El nombramiento de Manzur como Jefe de Gabinete solicitado por CFK, quien desató críticas y apoyos y que fue “sometido” a la gran legitimación de “somos un Frente” ofrece varias garantías locales e internacionales (sobre todo, en momento de negociación con el FMI). Varias voces del feminismo recordaron su rol durante la dicusión sobre la legalización del aborto, sobre la puesta en marcha de la ESI y, en particular, sobre el rechazo a interrumpir el embarazo de una niña de once años pese a que la misma habia solicitado su interrupción. Fue denunciado por su ahora compañera de gabinete Elizabeth Gómez Alcorta. Recibió apoyo de la abogada feminista Soledad Deza, quien destacó las interrupciones voluntarias del embarazo que se estaban realizando en Tucumán. Manzur sobre todo, más allá de su adscripción religiosa, es un pragmático. Atento siempre a los poderes reales y a los de la opinión.
Sergio Berni es difícil que se le anime al nuevo Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández y es posible que Julián Dominguez, al frente de Agricultura, reencauce la relación con el campo. Jaime Perczyk, desde Educación, tendrá que ayudar a ordenar el mundo escolar que tanto ha dañado la relación con lo público y con los distintos gobiernos. Orden, oído y garantías pragmáticas parece ser la novedad del momento. Los últimos mohicanos del poder peronista hacen su aparición.
La intervención de CFK expuso a La Cámpora (el sacrificio que exige todo poder), integró “territorio” en el gobierno nacional y en el provincial. Se sumergió en la discusión del presupuesto, de la política fiscal y posiblemente en el diseño de los próximos anuncios. Será parte de la campaña, sin dudas.
Demasiado movimiento si es que en noviembre no se achican las diferencias electorales y las turbulencias internas se multiplican. De las heridas de abajo y de las heridas autoinflingidas de arriba puede organizarse un gobierno que recupere terreno o bien que se ahogue en sus propias restricciones y en sus propias miradas. Al llano todos y todas le temen, y eso es un buen reaseguro para la acción política argentina.
Revista Anfibia, septiembre 2021