Fuente: https://www.portaloaca.com/historia/historialibertaria/apuntes-sobre-salvador-segui-y-la-revolucion-rusa/?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_campaign=las-ultimas-newsletter-total-entradas-de-nuestro-blog_4 Historia Libertaria 23 de mayo de 2023
Salvador Seguí, nacido en 1887 en Lérida, fue pintor de brocha gorda hasta su asesinato en 1923 por sicarios retribuidos por la patronal catalana. La burguesía culta, impregnada del «seny» catalán [sensatez] europeísta y a favor de la honradez, es por definición detentadora de parte del capital, lo que significa que es cloacal con respecto a los explotados y a sus defensores, lo mismo en el siglo XIX que en el XXI.
El padre de Salvador Seguí era panadero, la madre trabajaba (no se sabe en qué oficio) y llegaron a Barcelona pocos años después del nacimiento del hijo. Salvador, ya rebelde en la escuela desde muy joven empezó a trabajar a los 12 años y por un amigo dio con textos anarquistas. Luego rápidamente tuvo un cargo en «la sociedad profesional de pintores […] sufrió una prolongada detención [por participar en disturbios] […] tomó parte activa en los sucesos» de la Semana Trágica en Barcelona en 1909, a los 22 años, nos dice José Viadiu.
Salvador Seguí, autodidacta, destacó por su capacidad de organizador sindical y orador (en catalán y en castellano). Fue secretario de CNT en Cataluña, dimitió para pasar a ser secretario de la Federación del ramo de Construcción y reorganizarla. En 1917 fue uno de los dirigentes de la huelga general. En 1918 tuvo un gran protagonismo en el congreso de Sanz y la adopción de los Sindicatos Únicos y fue nombrado de nuevo secretario de CNT en Cataluña. En 1919 tuvo un papel trascendental durante la huelga de la Canadiense. Y no cesó su actividad. Incluso cuando fue detenido 16 meses escribió varios folletos y mantuvo una vasta correspondencia.
Por esta trayectoria militante, esta vida entregada a la CNT es importante conocer qué fueron las reacciones de la Confederación Nacional del Trabajo y de Salvador Seguí frente a la revolución en Rusia a partir de 1917, cuando llegaron las primeras noticias de la caída del zarismo.
Una caída espontánea en febrero de 1917 (calendario religioso de la época) en la capital del imperio zarista, Leningrado, gracias a los obreros (hombres y mujeres) y los soldados y oficiales rebeldes (a pesar de que una derrota les condenaba a todos a ser fusilados por no obedecer a sus generales, sus gobernantes y al zar representante de dios para la religión ortodoxa).
Fue espontánea la insurrección porque en la práctica casi todos los dirigentes revolucionarios (socialistas revolucionarios, mencheviques, leninistas y anarquistas, por orden de importancia) estaban encarcelados o exiliados.
Si bien miré poco Solidaridad Obrera en 1917-1919. De hecho, en Solidaridad Obrera aparecen artículos sobre Rusia con posturas contradictorias.
Por ejemplo, tenemos el 3 de mayo de 1918, este título del editorial «En la guerra y en la paz, los socialistas enemigos del proletariado» y esta frase:
«Frente a los anarquistas y a los sindicalistas obreros están los cosacos de Kaledin [general anti revolucionario] -esencia del militarismo- y los fanáticos socialistas de Estado. Estas coincidencias son bastante significativas. La Revolución Rusa ha tenido la virtud de poner a todos en trance de no disimular sus intenciones y los socialistas de Estado, los políticos socialistas se han declarado francamente enemigos de la clase productora. […] También aquí están al lado del Estado. […] Los socialistas se han declarado francamente enemigos de los obreros revolucionarios».
Este tono conflictivo se explicaba por las tensiones entre UGT y CNT, y el PSOE indirectamente, que sin embargo habían logrado unirse brevemente en marzo de 1917 en una huelga general.
En cambio, Solidaridad Obrera del 24 de noviembre de 1918 publicaba en toda la primera página
«Primer aniversario de la República de los Soviets (un año de dictadura proletaria: noviembre de 1917- 18). Hemos llegado a la fecha del primer aniversario de la revolución maximalista, y aunque sin compartir en absoluto las ideas de Lenin y de Trotski, queremos como trabajadores y revolucionarios rendir tributo de admiración a la audacia y a la inteligencia de aquellos hombres cumbres, que sin estar en absoluto identificados con nuestras ideas, han sabido dar para el pueblo productor, realizando la revolución más transcendental que vieran los siglos, garantías seguras para un porvenir mejor». […]
«En cada soviet local existe una sección económica encargada en la localidad respectiva de controlar la buena marcha del trabajo y de fijar y satisfacer las necesidades de la producción y del consumo. Las secciones económicas de los soviets constituyen los Consejos encargados de encauzar y velar por la producción, el cambio y el reparto de productos en [ilegible] rusas. Estas secciones [ilegible] especiales, donde son [ilegible] en general todas las necesidades económicas de toda Rusia, pero en virtud de la Constitución soviética que escalona el poder del soviet en toda la nación, éste realiza en sentido gradual y ascendente sus funciones, hasta llegar al Consejo superior de la economía nacional, que es el órgano de ejecución suprema».
La Soli señalaba que el texto era una traducción de un texto de propaganda soviética en francés de Henriette Roland Holts [comunista holandesa que dejó el PC en 1924] publicado en Le Populaire. La Soli añadía:
«Entendemos que la obra agraria, la más completa de la realizada por los soviets y la cuestión de la enseñanza, merecen los honores de ser publicadas aparte, lo que haremos en nuestra edición del jueves próximo. N. de la R».
No daba la Soli otro comentario cuando era evidente a través del texto publicado que el soviet y los consejos dependían totalmente del «Consejo superior», o sea el partido de Lenin sin ningún control desde la base, ni siquiera en teoría. De todos modos, el jueves 28 de noviembre de 1918 no hubo nada sobre Rusia.
Por otra parte, en la misma página en medio del artículo se leía que el domingo 24 (el mismo día de la publicación de este artículo) habría un
«grandioso mitin con participación de Mira, Viadiu, Peiró, Fornells y Seguí. Trabajadores: por la liberación de los pueblos, por la justicia social, acudid. Comité de la federación local».
A la Soli del lunes 25 de noviembre de 1918 le faltan las páginas 1 y 2, por eso no hay ecos de este mitin. En cambio, otro texto denunciaba «La ofensiva de la calumnia» contra la Rusia de los comunistas (Soli, primera página, 27 de noviembre de 1918).
Manuel Lladonosa en El congreso de Santz (Barcelona, Nova Terra, 1975) comunica esta declaración de Seguí, insistiendo sobre la preparación del sindicalismo para una circunstancia de cambio social, el 8 de diciembre de 1918:
«pronto la Internacional hará un llamamiento a los trabajadores del mundo para que lleven a cabo, cuanto antes mejor, la implantación de las aspiraciones futuristas de los clases trabajadoras. Y en este caso nosotros tenemos la obligación de estar preparados, si para conseguir el triunfo de nuestros ideales la Internacional pide el sacrificio de los trabajadores de España [traducido del catalán]».
Salvador Seguí pronunció una conferencia en Madrid el 4 de octubre de 1919 con una declaración amplia y clarísima sobre el papel revolucionario del sindicalismo. De ahí su reserva sobre Rusia, su silencio sobre el papel del partido comunista en el poder. Además las pocas informaciones veraces demostraban que Lenin dominaba y manipulaba el sindicalismo. Y lo que provenía de los anarquistas rusos pasaba por filtros contradictorios y la carencia de traductores del idioma ruso.
«No son los partidos socialistas, no son los grupos anarquistas los que pueden garantizar, después de la posibilidad de una transformació n social, que el consumo y la producción estén completamente normalizados.
Nosotros hemos visto que el único elemento, que la única fuerza, que la única organización que podía tener esa garantía, era precisamente el sindicalismo, el Sindicato profesional. La vieja doctrina del libre acuerdo preconizada por nuestro camarada Kropotkin, está desechada por la práctica, porque la realidad de los hechos ha demostrado que era impracticable.
En cambio, nosotros sostenemos las teorías de Christian Cornelyssen cuando dice: «No hay que fiarse de la buena voluntad del ciudadano o ciudadana en el día de la revolución o transformación social, para que se normalicen la producción y el consumo.
[…]
Y los hechos hablan, compañeros y amigos; que si al Sindicato se le hubiera dado esa responsabilidad, si al Sindicato se le hubiera dado esa facilidad, si al Sindicato se le hubiera dado esa capacidad, a estas horas ni en Hungría, ni en Rusia, ni en Alemania, ni en otros pueblos, hubiera ocurrido de ninguna manera que el proletariado hubiera demostrado su falta de condiciones, su falta de preparación para hacer prácticas de socialismo en economía y de su sentido libertador en política. Y estamos bajo ese hecho doloroso.
En Rusia, seguramente por esa falta de preparación, a pesar de esos esfuerzos gigantescos que han realizado aquellos héroes, es más que probable que, por una parte, por el bloqueo de todos los Gobiernos de Europa, de toda la burguesía internacional, pero por otra también, por esa falta de preparación técnica profesional en el interior de su pueblo, para que la industria se desarrollara de una manera normal y el trabajo de una manera normal también, es más que probable –digo- que por un momento doloroso (que será un momento de transición, tal vez bueno también, porque vendrá a dar precisamente la sensación de que hay necesidad de capacitarnos para ello y vendrá a servirnos a nosotros de enmienda, y bien venido sea ese momento), en Rusia tal vez nuestros compañeros, a pesar de los esfuerzos que han hecho, no podrán consolidar el nuevo Estado, que tanta sangre, que tanto heroísmo les ha costado y en el que tantas esperanzas habían concebido».
El enfoque de Salvador Seguí era muy acertado porque en Alemania y Rusia el sindicalismo, como la UGT en España, de partido marxistas social-democráticos que subordinaban las clases proletarias a los intereses aleatorios y electoralistas de de sus comités que creían contar con burgueses progresistas. Era el mito utópico de Marx y Engels, pseudo- socialistas científicos.
En diciembre de 1919, durante el II congreso de CNT en Madrid aparecieron dos posturas antagonistas dentro de la Confederación. Una de desconfianza natural de parte de anarquistas equilibrados y otra de apoyo casi incondicional a la revolución rusa bolchevique, natural por dos motivos. La creencia pueril en medidas socialistas posibles de parte de algunos políticos como Lenin y Trotski y el otro motivo era la ausencia de noticias fidedignas de los anarquistas de Rusia, también separados entre ingenuos a favor del PC, anarcosindicalistas dominados a escala nacional por los bolcheviques y anarco-comunistas makhnovistas aún en fase de desarrollo.
El asturiano Eleuterio Quintallina habló claro:
«La Revolución rusa, camarada Arlandis [futuro miembro del PC] y camaradas de la ponencia, no es, no representa, no encarna el principio, la idealidad del sindicalismo revolucionario. La Revolución rusa, es, si queréis, una revolución de carácter social, una revolución de carácter socialista que coincide con la espiritualidad del movimiento socialista internacional […] ¿Cómo intervino el sindicato, la organización obrera, en la creación de los fundamentos básicos de la Revolución? ¿Reclamando la intervención absoluta en la organización de la vida social rusa, recabando para ella la garantía del reconocimiento íntegro de su personalidad, la garantía de que habría de ser la que infundiera el espíritu y diera normas a la revolución que se iniciaba y que se estaba desarrollando? No; el condicionamiento de la intervención sindical se verificó, se realizó, ejecutóse, supeditándose a las determinaciones del poder y ofreciéndose a él incondicionalmente».
Luego intervino Salvador Seguí:
Para un testigo «[…] coincidió con Quintanilla en que la revolución rusa no ha realizado nuestra doctrina ni aplicó nuestros métodos. Se refirió a la falta de preparación en Rusia para la realización del sentido socialista en la producción, lo cual hizo que se entronizara una nueva tiranía. […]Sostuvo que no es el Estado, que no son los partidos políticos socialistas los que deben disponer o determinar el funcionamiento económico del nuevo estado de cosas, sino las organizaciones sindicales».
«Ha habido en Rusia algo que nosotros mismos no querríamos que se produjese en España ni en ningún otro pueblo, y es una manifiesta incapacidad, una falta de preparación para la práctica del hecho o de la verificación del sentido socialista en la producción. Esto es lo que ha hecho que, aparentemente, se entronizara una tiranía en Rusia. […Era necesaria] la necesidad de hacer todo lo posible, por medio de la voluntad y de la inteligencia, para superarnos a nosotros mismos, para prever, para tener, más bien, resueltas todas aquellas cosas que, en momentos determinados, pudieran ser la garantía del traspaso del poder del capitalismo al proletariado».
Se observa la constancia y la claridad de Salvador Seguí: la reordenación de la sociedad es la tarea de los sindicatos. Y seguramente ya con informaciones directas de anarquistas rusos, Salvador Seguí fue tajante en la conferencia de diciembre de 1920 en la cárcel Castillo de la Mola, en Mahón (Menorca, Baleares):
«No son los grupos anarquistas, ni las organizaciones estatales, quienes tienen que organizar y regularizar la producción. Son los Sindicatos.
No somos leninistas porque no creemos que el Estado sea, por más revolucionario y socialista que se titule, quien debe usufructuar los elementos de producción. Quien únicamente tiene solvencia para ello son los Sindicatos. En primer lugar porque son más morales. Después, porque son más competentes.
El Estado ruso, por esencialmente socialista que sea, no es el llamado a distribuir la producción. Eso sería tanto como hacer creer a los hombres en un factor sobrenatural. Ya en Alemania se han producido varios fracasos con un Estado socialista. Y aun cuando la situación no sea la misma allí que en Rusia, es significativa la incompetencia del Estado. »
Ya en la época afirmar que no se era leninista significaba reconstruir la sociedad con sindicatos profesionales, por tanto con técnicos competentes sin protección y enchufe familiar, caciquil y político, en todos los ámbitos económicos, sanitarios y culturales. La moral es confiar en la eficacia y los conocimientos, antes que los saberes ideológicos socialistas o capitalistas.
Así era la postura del sindicalismo revolucionario francés de acción directa, con Griffuelhes y Allemane (socialistas anti burgueses) y Pouget (anarquista), etc.
Salvador Seguí sabía ya bastante sobre Lenin y su simplismo de reducir la política rusa a con los bolcheviques o con los contrarrevolucionarios (desde los anarquistas hasta los zaristas) y tenía forzosamente documentos sobre la lucha revolucionaria de Makhno y las críticas de Kropotkin contra el leninismo.
En la conferencia de CNT en Zaragoza en junio de 1922 que ratificó la ruptura con el komintern y la URSS, se aprobó un dictamen que firmaban algunos compañeros y Salvador Seguí:
«[…la CNT] siendo un organismo netamente revolucionario que rechaza franca y expresamente la acción parlamentaria y colaboracionista con los partidos políticos, es a la vez integral y absolutamente política, puesto que su misión es la de conquistar sus derechos de revisión y fiscalización de todos los valores evolutivos de la vida nacional, […]»
Después de la liquidación del baluarte revolucionario de Kronstadt en marzo de 1921 por los asaltos militares, las mentiras y calumnias de Lenin [el maestro con discípulos famosos, Stalin, Kruchov, etc., diferenciar leninismo y estalinismo es un error garrafal o hipocresía ridícula], para Salvador Seguí y muchos cenetistas estaba quebrado el espejismo bolchevique.
Salvador Seguí quedó fiel a la visión de la Internacional que Miguel Bakunin transmitió a través de su emisario Giuseppe Fanelli. Bakunin pudo prever el fracaso de un Estado proletario a causa de la jerarquía de los socialistas científicos (burgueses y proletarios aburguesados) que iban a imponer sus órdenes con su policía supuestamente proletaria.
Seguí afirmó con la sensatez obrera que la sociedad la construyen los operarios y los sindicatos. Durruti, metalúrgico, dijo lo mismo más tarde a su manera: «no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones».
Frank Mintz 13.12.16 (revisado el 12.03.2023)
Fuente: http://www.fondation-besnard.org/spip.php?article3890
Nota: Ver el texto completo de la conferencia de Salvador Seguí Anarquismo y Sindicalismo pronunciada en la cárcel, Castillo de la Mola, en Mahón (Menorca, Baleares) el 31-XII-1920 http://www.fondation-besnard.org/spip.php?article1593