
Abdou Ngom, un joven senegalés de 29 años, falleció el martes 3 de junio de 2025 en Málaga, donde vivía desde hacía meses. Su imagen abrazando a una voluntaria de Cruz Roja, dio la vuelta al Mundo y se convirtió en símbolo de la crisis migratoria.
En mayo de 2021, Abdou logró cruzar nadando desde Marruecos hasta Ceuta. Exhausto tras más de veinte minutos en el agua, se desplomó en la playa del Tarajal y buscó consuelo en los brazos de Luna, una voluntaria de Cruz Roja. Esa imagen, captada por un fotógrafo de Efe, fue un grito pidiendo humanidad frente al mecanismo implacable de las fronteras.
Pero detrás del abrazo hay una historia más oscura: Abdou fue devuelto a Marruecos sin acceso a intérprete ni a abogado. Su cuerpo, con hambre y miedo, fue empujado fuera de la legalidad. A ese gesto de ternura, el sistema respondió con una deportación “en caliente” —una violación de sus derechos— que luego fue avalada por Estrasburgo.

Durante años malvivió en Marruecos. En noviembre de 2024 cruzó nuevamente, esta vez en patera hacia Canarias. Tras días a la deriva, llegó a Lanzarote y luego fue trasladado a Málaga, donde buscó reconstruirse. Trabajó como albañil para sostener a su hija, nacida en Casablanca, esperando ofrecerle “todo aquello que no tuvo”.
.Sus sueños estaban tejidos con el deseo de cuidar a su hija, y al mismo tiempo atravesados por el dolor de un mundo que reprime su no-lugar. Mbaye, su amigo y compañero de vida en Málaga, recuerda que “estuvo ocho años intentando entrar a España. Ha sufrido mucho… siempre me decía ‘yo quiero que mi hija tenga todo’”
Sus allegados luchan ahora para que su cuerpo regrese a Senegal y pueda ser despedido por su familia. Piden dinero para costear el traslado y sostienen que “después de morir, también tienen dificultades para salir” del sistema.
La historia de Abdou nos recuerda que las fronteras separan territorios y quiebran vidas. El deseo de un padre por el bienestar de su hija no puede ser delito.
Redacción Afroféminas
