Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2022/07/27/antropogenesis-y-desarrollo-de-la-conciencia-humana-por-aleksander-spirkin/ ANTROPOGENÉSIS Y DESARROLLO DE LA CONCIENCIA HUMANA por Aleksander Spirkin
[Corresponde al Prefacio y la Introducción (como adelanto a la próxima edición) del libro: El Origen de la Conciencia Humana de Aleksander Georgyevich Spirkin.]
Original en ruso: Proisjoshdieniie soznaniia. Gospolitizdat, Moscú, 1960.
Editoriales Platina/Stilcograf, Bs. As., 1965, pp. 7-31.
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PREFACIO
El objetivo de la presente obra es el análisis del problema de la prehistoria de la conciencia y de su surgimiento, el proceso de la transformación de la actividad psíquica de los animales en la conciencia gregaria, y de la gregaria en la específicamente humana y la aclaración de la tendencia en la cual se ha realizado el desarrollo de la conciencia a partir de sus fuentes hasta el conocimiento científico-filosófico en forma de categorías lógicas. El proceso de la transformación de la actividad psíquica de los animales en la conciencia del hombre pertenece a un período distante del actual en centenares de milenios. Aquella época es sumamente importante para nosotros porque precisamente entonces fueron colocados los cimientos para toda la historia posterior del desarrollo mental de la humanidad, “… esta primitivísima antigüedad será siempre, ocurra lo que ocurra, una época histórica del máximo interés para todas las futuras generaciones, ya que constituye la base de todo desarrollo ulterior más elevado, habiendo tenido por punto de arranque la emancipación del hombre del reino animal y teniendo por contenido la superación de dificultades tales, como jamás volverán a interponerse ante el hombre asociado del futuro.”1
En torno al problema del origen de la conciencia, desde hace tiempo hasta la actualidad continúa una aguda lucha ideológica entre el materialismo y el idealismo, la dialéctica y la metafísica, la ciencia y la religión. En la ciencia burguesa impregnada de idealismo existen dos tendencias fundamentales para la solución de este problema. De acuerdo con una de ellas (Spencer, Taylor y otros), la conciencia del hombre actual se distingue de la del primitivo sólo por la cantidad de la materia intelectual. Los representantes de esta tendencia han construido un esquema antihistórico del “salvaje-filósofo”. Es fácil entrever que con semejante planteo de la cuestión se comete un craso error metodológico. La conciencia no puede desarrollarse en dirección del enriquecimiento cuantitativo de conocimientos sin modificarse también cualitativamente. Si el punto de partida en el devenir de la conciencia se considera en los principios básicos idéntico a su estado actual, no se puede hablar del desarrollo. Donde no existe el cambio cualitativo del fenómeno tampoco existe el desarrollo.
Los representantes de la otra tendencia (Durkheim, Levy-Bruhl, Cassiver, Freud, Werner y otros) subrayando incisivamente la distinción de la conciencia primitiva de la del hombre actual, intentaron cavar un abismo intransitable entre ambas y probar que la mentalidad del hombre primitivo es “prelógica”, “místicamente orientada”. Según Levy-Bruhl, el hombre primitivo nada concibe de manera igual a la nuestra; la práctica es absolutamente impotente contra la fe en las propiedades místicas de las cosas. La mentalidad del hombre primitivo se halla íntegramente desvinculada de las leyes del mundo objetivo; es algo “impermeable para lo que nosotros denominamos experiencia, vale decir, para las deducciones que podría extraer de la observación de los vínculos objetivos entre los fenómenos; es aleo que aparentemente tiene “su propia experiencia, totalmente mística”.2
En la literatura reaccionaria burguesa se traza una analogía directa entre la mentalidad del hombre primitivo y la de las personas psíquicamente enfermas.3 Y los trastornos de la mentalidad, como ocurre por ejemplo en la esquizofrenia, se los considera como retorno a la mentalidad del hombre primitivo. Los conceptos reaccionarios burgueses acerca del origen de la conciencia coinciden con los juicios de los padres de la iglesia católica en que la razón humana es la resultante de la creación divina.
Lo perjudicial y dañino de los conceptos burgueses en lo que se refiere a la conciencia primitiva, se ve agravado ya que dan este nombre, como regla, a la conciencia de los pueblos culturalmente atrasados de sus colonias. Los etnógrafos reaccionarios tratan de rebajar el valor de la capacidad mental de los pueblos oprimidos con el fin de probar que éstos evidentemente necesitan ser dirigidos por los colonizadores.
La severa crítica científica de todos estos conceptos supone antes que nada un estudio positivo del problema del origen y de los grados iniciales del desarrollo de la conciencia desde las posiciones del materialismo dialéctico e histórico como también de los datos científicos acerca de la naturaleza y la sociedad.
En plena oposición a toda clase de razonamientos idealistas y racistas, los datos de la ciencia actual permiten afirmar que desde que se terminó el proceso de antropogénesis (hace 50 mil años, más o menos), desde que el hombre se formó físicamente y adquirió todas las señales distintivas anátomo-fisiológicas propias de él, todos los pueblos y razas tenían y tienen iguales posibilidades fisiológicas para su desarrollo intelectual.
La formación de la conciencia representa un proceso único en su base, pero tiene diferentes grados. Aunque cada grado del desarrollo de la conciencia posee sus peculiaridades cualitativas, en diferentes grados se hallan algunos rasgos axiales comunes que caracterizan la conciencia en su totalidad como el modo social humano de reflejar la realidad, distinto de las formas biológicas de reflejo, propias de los animales. Los pasos cualitativos de la conciencia de un estado a otro son tanto un salto, vale decir interrupción de la gradualidad, como un proceso ininterrumpido, una concatenación de los momentos del desarrollo.
Partiendo del análisis del material de los hechos extraído de la historia primitiva, cuya periodización está admitida por la mayoría de los científicos soviéticos, en el presente trabajo se destacan los siguientes estadios de la formación de la conciencia: el intelecto elemental del antepasado directo del hombre (prehominido), la conciencia gregaria del hombre antiguo (período de la sociedad pregenticia) y, finalmente, la conciencia genuinamente humana y la autoconciencia del hombre racional y social.
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INTRODUCCIÓN
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1. El concepto general de la conciencia.
La base de la doctrina dialéctico-materialista de la conciencia es la teoría marxista-leninista del reflejo, los datos de las ciencias referentes a la sociedad y los logros de las ciencias naturales; en primer término la doctrina de Séchenov y Pavlov acerca de la actividad nerviosa superior. El materialismo dialéctico considera la conciencia como el reflejo del mundo objetivo en el cerebro humano.
La esencia de la conciencia y su significado vital
La conciencia es un proceso reflejo por su base fisiológica y por su tipo de realización. Es una función del cerebro como un todo del único sistema material que representa la suprema forma de la materia organizada en la Tierra. Pero la conciencia no es determinada por el cerebro de por sí. El cerebro no es la fuente, sino el órgano de la conciencia. La causa primaria del funcionamiento del cerebro y del surgimiento de la conciencia está fuera de él, en el mundo objetivo. La conciencia es determinada por el influjo de los objetos y fenómenos del mundo objetivo a través de la actividad práctica social del hombre que es el proceso real de su vida. Por consiguiente, el cerebro es la parte del cuerpo humano en la cual el objeto actuante sobre él se transforma obteniendo la forma ideal, es decir, subjetiva de existencia. Lo ideal mismo es real, ya que existe. La forma real de la existencia de la conciencia es la actividad humana práctica o teórica basada en el lenguaje y dirigida hacia un fin determinado.
La conciencia es la imagen subjetiva del mundo objetivo y la imagen supone, necesariamente, tanto la existencia objetiva de lo reflejado, como la semejanza entre la imagen y lo reflejado. Por eso “aunque la reflexión y la existencia se distinguen la una de la otra, al mismo tiempo se hallan unificadas”.4
La conciencia posee una relativa independencia. Esto significa que el hombre tiene la posibilidad de ligar y desarrollar lógicamente en su conciencia las ideas, de tal manera que éstas resultan no solamente copias de los objetos y vínculos concebidos sino reflejos creadoramente transformados. en los cuales el pensamiento anticipa el curso natural de los acontecimientos. En este sentido la conciencia puede desprenderse de la reflexión directa de la realidad. Esta clase de reflexión, si corresponde a las regularidades del mundo real, es la premisa subjetiva de la actividad práctica transformadora del hombre. Poniendo en práctica sus proyectos creadores en los productos de su trabajo, el hombre forma a partir de los elementos existentes objetos nuevos que no existían antes en su forma actual, creando de este modo una cultura material e intelectual. El ambiente material que es la condición fundamental de la vida del hombre contemporáneo, es, en su mayor parte, la fuerza del conocimiento materializada.
La conciencia es la función superior del cerebro, propia solamente del hombre, cuya esencia consiste en la reflexión de las propiedades y relaciones objetivas de los objetos del mundo exterior, dirigida a un fin determinado; en la estructuración mental previa de los actos y en la previsión de sus resultados; en la correcta regulación y el autocontrol de las interrelaciones del hombre con la realidad natural y social.
La conciencia está indisolublemente ligada al lenguaje y tiene desde sus principios carácter social. Su objeto es la naturaleza, la sociedad y la conciencia misma; su órgano es el cerebro humano; su portador es la personalidad concreta histórica, el hombre; su contenido es el sistema de conocimientos históricamente constituidos que se complementan ininterrumpidamente; su estímulo son las necesidades socialmente condicionadas de la persona y los intereses de la sociedad; su papel consiste en la correcta orientación del hombre en el mundo que lo rodea, en la cognición y la transformación del mundo sobre la base de la práctica social.
La conciencia del hombre contemporáneo es el producto del desarrollo de la actividad cognoscitiva de todas las generaciones precedentes, es el resultado del desarrollo histórico de la práctica social, en cuyo proceso el hombre, transformando activamente el mundo circundante, ha formado y perfeccionado su conciencia. La conciencia, siendo resultado del desarrollo de la práctica social, es al mismo tiempo la premisa necesaria de su realización y de su movimiento progresivo ulterior.
En la definición de la conciencia habitualmente se subraya que ella es conocimiento. Efectivamente, la conciencia es ante todo el conocimiento. El concepto del “conocimiento”, por el mismo ejercicio de intercomunicación entre la gente, quedó incluido en el término “conciencia”. El conocimiento, siendo el núcleo de la conciencia, no agota sin embargo ni su esencia, ni su significado vital. El conocimiento es sólo una faceta, sólo la resultante de la conciencia. Tampoco se agota la esencia de la conciencia en el proceso de cognición. Las sensaciones, las percepciones, las representaciones y la ideación, siendo hechos constitutivos de diferentes niveles de la conciencia, no agotan su esencia. Objetivos razonables, anticipación del porvenir, previsión de los resultados de los acontecimientos y actitudes objetivas emanadas de la reflexión correcta acerca del mundo y de las necesidades e intereses del hombre –esos son el tronco y lo específico de la conciencia–. Precisamente en la actividad creadora constructiva y reguladora, dirigida a la transformación del mundo y su subordinación a los intereses del hombre y de la sociedad, consiste el sentido vital básico y la necesidad histórica del surgimiento y desarrollo de la conciencia. El objetivo final del hombre no consiste en el conocimiento en sí ni en la adaptación a la realidad, sino en la actividad práctica transformadora del mundo, respecto a la cual el conocimiento se presenta en calidad de medio necesario.
Las posibilidades del hombre de actuar sobre su existencia material, transformarla con fines determinados, se realizan a través de la correcta reflexión y la elaboración creadora de lo reflejado. La conciencia no sólo refleja el mundo objetivo, sino que sobre la base de la reflexión y a través de su actividad práctica lo crea, es decir “el mundo no satisface al hombre y éste decide cambiarlo con su acción”.5
Los aspectos cognoscitivo y creador-constructivo de la conciencia se forman y se expresan en el carácter biplano de la actividad laboral: por un lado en la apropiación y asimilación de los objetos por el hombre, y por el otro en su transformación y formación. La misma transformación de los objetos supone y al mismo tiempo condiciona su cognición. La naturaleza dual de la actividad práctica ha condicionado también el carácter dual de la conciencia.
Psiquismo y conciencia
La actividad psíquica del hombre no es idéntica a la conciencia. La conciencia es la forma suprema del psiquismo. El psiquismo puede no alcanzar el nivel de la conciencia o descender más allá de su umbral. Aun Séchenov se pronunciaba contra la identificación de lo psíquico y de lo conciente.6 A Séchenov le pertenecen descubrimientos trascendentales en la región del estudio de las sensaciones que no llegan a la conciencia o sólo llegan parcialmente. Partiendo del concepto de que la vida psíquica se constituye ante todo de lo conciente, incluyendo al mismo tiempo momentos de lo inconciente, Pavlov demostró que la conciencia está vinculada con el foco de la excitabilidad optimal que surge en la corteza cerebral del hombre, al mismo tiempo que la parte restante de la corteza se encuentra en el estado de excitación disminuida.7 El sector de la corteza cerebral con actividad optimal se desplaza constantemente por toda la extensión de los grandes hemisferios, debido a lo cual (por la ley de la inducción negativa) cambian también los sectores de la excitabilidad disminuida. Semejante correlación de los procesos nerviosos en la corteza de los grandes hemisferios es la condición fisiológica del surgimiento de diferentes estados psíquicos que poseen ora mayor ora menor grado de relación con la conciencia. En los sectores de la corteza cerebral con la excitabilidad optimal se actualizan los anteriores y se cierran los nuevos vínculos nerviosos mucho más fácilmente. Sobre esta base fisiológica los objetos y procesos productores de la excitación en este sector vienen a ser objetos de la conciencia. En los sectores de excitabilidad disminuida, la actividad psíquica trascurre con menor intensidad. El foco de la excitabilidad optimal se desplaza por la corteza cerebral del hombre según el carácter del excitador y de su significado vital, de su vínculo constituido con las necesidades y tareas de la actividad del hombre como ser social.
El materialismo dialéctico considera la actividad del hombre como dirigida a un fin determinado y por eso conciente y ve en eso su diferencia radical con el comportamiento de los animales. Sólo algunos componentes aislados de las actitudes humanas, algunos movimientos tienen carácter automatizado o se tornan automatizados debido al constante ejercicio.
La conciencia y la autoconciencia
El hombre posee la capacidad de tener la conciencia no sólo del mundo de las cosas y procesos fuera de él, sino tener también la conciencia de sí mismo y de darse cuenta de su propia relación con estas cosas, procesos y otras personas.
La autoconciencia es el darse cuenta el hombre de sus actos, ideas, sentimientos, rasgos morales, intereses, de su posición en el sistema de la producción social, vale decir, la conciencia de su propia personalidad que es un “Yo” en el ambiente natural y social y se encuentra con éste en un sistema de relaciones históricamente constituido.
Tanto la autoconciencia como la conciencia, siendo la forma específica del reflejo de la personalidad y de su lugar en la vida, son propias únicamente del hombre en un nivel relativamente alto de su desarrollo social, cuando comenzó a individualizarse del medio circundante natural y social y oponerse al medio en calidad de sujeto que tranforma tendiendo a su objetivo y llega a la cognición de la realidad en el curso de la transformación. El sentido vital y la legalidad histórica del origen de la autoconciencia consisten en el socialmente necesario autocontrol y autorregulación del hombre como un ser social.
Lo conciencia individual y social
Cada hombre llega al conocimiento del mundo individualmente, por medio de sus sentidos y de su cerebro. Al mismo tiempo, el mundo es conocido por el hombre a través del prisma de sus relaciones sociales y en este sentido la conciencia extrasocial en general no existe. La naturaleza social de la conciencia del individuo consiste en que son fenómenos sociales tanto el proceso de producción, sobre la base del cual se forma la conciencia, como los medios de producción y finalmente el lenguaje. Por eso, incluso cuando el hombre se dedica a la actividad intelectual, la que realiza sin contacto directo con otras personas, actúa, según las palabras de Marx, en forma social, ya que actúa como hombre, cuya existencia real es la social. El proceso de cognición del mundo por el individuo es mediatizado por el desarrollo de la cognición del mundo por toda la humanidad, por sus generaciones pasadas y por las contemporáneas.
Aunque social, la conciencia de la persona no es idéntica a las formas de la conciencia social. La conciencia individual posee una cualidad peculiar que expresa los rasgos únicos del camino vital de cada hombre. Precisamente las peculiaridades específicas de la vía del desarrollo individual de la personalidad con las demás condiciones iguales, determinan la diferencia de su mundo psíquico del de las otras personalidades, lo que crea toda la riqueza del colorido de las individualidades humanas. La conciencia no puede ser otra cosa más que la de los individuos concretos históricos y existe en la realidad como una función específica de su cerebro. El pensamiento humano “sólo existe como pensamiento individual de muchos miles de millones de hombres pasados, presentes y futuros”.8
La percepción del mundo por el hombre presupone el conocimiento, sólo en correlación con el cual el objeto puede llegar a la conciencia. Este conocimiento se forma primariamente sobre la base de la experiencia vital de la persona. Pero no es suficiente. El colosal reservorio de donde el individuo extrae el conocimiento es el conjunto de conceptos y representaciones históricamente constituidos que se acumulan ininterrumpidamente y quedan fijados por medio del lenguaje en la ciencia, el arte, la literatura, etc. El conjunto de conocimientos existentes en la sociedad en cada escalón de su desarrollo es mayor que la suma de conocimientos del total de los individuos que constituyen dicha sociedad. La conciencia social es mucho más rica que los conocimientos de los individuos, aun tomados en su totalidad. Pero la sociedad no posee un cerebro individual, por eso tampoco posee una conciencia desvinculada de los individuos. Mas aunque vinculadas con los individuos, cobrando vida y desarrollándose solamente a través de ellos, las formas sociales de la conciencia poseen una relativa independencia. En este sentido la conciencia social es una realidad, como la del individuo, poseyendo además su propia especificidad. El contenido y las formas del pensamiento se depositan ante todo en el lenguaje. En él está condensada la experiencia de todas las generaciones humanas. “El lenguaje es tan antiguo como la conciencia; el lenguaje es la conciencia auténtica, práctica, existente para otras personas y sólo por eso también para mí.”9 La interpenetración de la conciencia individual y social se realiza a través del lenguaje.
Además de la lengua las formas materiales de la conciencia son, por ejemplo, las obras de arte y otros testimonios de la cultura espiritual y material.
La actitud del hombre frente al mundo es en extremo multilateral, lo que por un lado está condicionado por la multiplicidad de la misma realidad, y por el otro por la riqueza de las inquietudes humanas respecto a la vida y el mundo que lo impulsan a asimilar los diferentes lados de la existencia. Por eso en el proceso del desarrollo histórico de la humanidad se formaron diferentes modos de la asimilación espiritual del mundo, diferentes formas de la conciencia social.
La conciencia individual se desarrolla bajo la potente influencia de la conciencia social históricamente constituida. Pero la conciencia social no podría surgir y existir sin la individual. Los resultados de la actividad cognoscitiva de los individuos a través del lenguaje se incluyen en el sistema de la cognición humana desarrollada históricamente. Esta cognición se presenta para cada individuo como cierta realidad que, salvando los límites de la actividad cognoscitiva de los individuos, goza de relativa independencia. La independencia de las formas sociales de la conciencia es relativa porque sólo respecto a los individuos concretos históricos estas formas tienen el sentido de conciencia, mas fuera de esta correlación no hay ni puede haber nada de ideal. Los escritos no descifrados e indescifrables carecen de por sí de contenido mental.
Resumiéndolo vemos que por encima de la conciencia individual existe la masa histórico-universal de cultura espiritual que representa un sistema de conocimientos científicos, artísticos, morales, jurídicos, políticos, etc., en continuo crecimiento y que se van complicando siempre más y más, un sistema en el cual desembocan por el canal del lenguaje los conocimientos adquiridos por los individuos, lo que viene creando la sucesión en la cognición y al fin de cuentas condiciona la transformación de la suma de los conocimientos individuales en el proceso histórico cognoscitivo de toda la humanidad.
El carácter histórico de la conciencia
La conciencia del hombre contemporáneo es producto de la historia. Sus peculiaridades no son inmutables. Se han formado históricamente y se han ido transformando en el proceso del desarrollo histórico. A primera vista parece que la conciencia de nuestros antepasados pasó a la historia sin dejar huellas. Pero, en realidad, todo lo que somos está indisolublemente vinculado a lo histórico. Seguimos adelante en nuestros actos y en la cognición sólo mediante las fuerzas acumuladas por toda la historia anterior. Podemos mentalmente asomarnos al futuro únicamente a través del conocimiento del pasado. Las relaciones que formamos entre los conceptos las formulamos sin mayor dificultad, porque el material mental y los procedimientos para relacionar o conectarlo fueron sometidos a una elaboración social por toda la historia del desarrollo de la humanidad, por la historia de la ciencia, de la filosofía, del arte, de la técnica, de toda la capacidad creadora humana. Lo creado por cada generación en la práctica o en la actividad espiritual es una herencia de enorme valor, cuyo crecimiento es el resultado de lo atesorado por las generaciones precedentes. La herencia espiritual la recibimos como un don, como algo ya surgido y desarrollado, que absorbemos en el curso del desarrollo individual.
Cada hombre de una nueva generación asimila desde la infancia las formas y métodos de la cognición y transforma las normas de la conciencia social históricamente constituida en las de su conciencia individual. De modo que la conciencia individual es la experiencia acumulada de la historia.
La conciencia del hombre contemporáneo posee una tradición colosal en continuo crecimiento, semejante a un torrente cuya fuerza crece tanto más cuanto más se aleja de sus fuentes. Cada nueva generación asimila las normas constituidas de la conciencia conservando cuidadosamente todo lo verdadero y valioso y desechando todo lo falso, lo erróneo, lo que obstaculiza el curso progresivo del desarrollo de la sociedad. Lo que somos está indisolublemente ligado no sólo con lo perteneciente al pasado, sino también con lo que pertenece al porvenir. El sentido histórico social del trabajo mental en el presente consiste en la continua sucesión de sus resultados, en su orientación hacia el porvenir, sin lo cual estos resultados perderían su auténtico sentido histórico. La práctica y la cognición humana son históricas en su esencia y tienen significado realmente vital, tanto para el individuo como para la sociedad en su totalidad, sólo en relación al futuro. El presente no existe sin el pasado y tampoco sin el futuro. En la sociedad en cualquier etapa de su desarrollo, como también en cada individuo, existen tanto los resabios del pasado como gérmenes del futuro que unidos al presente forman el tejido viviente del proceso histórico de la vida de la sociedad y de todos sus componentes.
El significado del estudio del origen de la conciencia para la comprensión de su esencia
Se dice que el secreto de la cognición de las cosas consiste en la develación del misterio de su origen. El historicismo es la médula del método y de todo el sistema del materialismo dialéctico.
“Todo el espíritu del marxismo, todo su sistema exige que cada situación se considere: a) históricamente; b) en relación con las demás; c) en relación con la experiencia concreta de la historia.”10 Esto se refiere a cualquier objeto de la cognición y también a la cognición misma.
En el criterio de la conciencia el historicismo emana ante todo del vínculo de aquella con la realidad. La realidad en desarrollo no puede reflejarse adecuadamente en la conciencia que no se desarrolla.
“… Si todo se desarrolla, se refiere eso a los más generales conceptos y categorías de pensamiento? Si la respuesta es ‘no’, significaría que el pensamiento no está ligado a la existencia. Si la respuesta es ‘sí’, significa que hay dialéctica de conceptos y dialéctica de cognición que tiene significación objetiva.”11
En pocas palabras y con una claridad exhaustiva, V. I. Lenin determinó el camino a seguir en la elaboración de la teoría del conocimiento y de la dialéctica. Historia de la filosofía, historia de la cognición en general, historia de las ciencias, la del desarrollo mental del niño, de los animales, del lenguaje, psicología, fisiología de los órganos de los sentidos –“… he aquí –dice Lenin– las regiones del conocimiento de las cuales debe constituirse la teoría del conocimiento y de la dialéctica.”12
Destacando la necesidad del estudio crítico y de la elaboración dialéctica de la historia del pensamiento humano, de la técnica y ciencia, Lenin veía en esta elaboración la continuación de la obra de Hegel y de Marx.
Así como el resultado de la historia del desarrollo de la conciencia constituye una parte integral de las actuales normas de la conciencia, también el estudio de la historia de la cognición integra la teoría de aquélla, cuyo aspecto histórico constituye su necesidad lógica.
Para comprender profunda y omnilateralmente la esencia de la conciencia humana, develar su papel cognoscitivo y creador, estudiar su aspecto actual, es necesario aclarar la cuestión de cómo llegó a ser lo que es después de recorrer el camino largo y espinoso de su desarrollo histórico. Sin un estudio auténticamente científico de la historia del origen y desarrollo de la conciencia, no puede haber su auténtica teoría, ni puede haber –como enseñaba Lenin– teoría del conocimiento del materialismo dialéctico.
Al afirmar que la génesis de la conciencia da la posibilidad de aclarar la naturaleza de la conciencia ya constituida, es necesario tener presente que este método histórico de investigación de la conciencia necesita un complemento: el pasado de la conciencia se lo puede comprender solamente a partir de su presente. La tesis de Marx acerca de que la anatomía del hombre es la clave para la del mono, tiene un profundo sentido metodológico.
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2. El papel del trabajo, relaciones sociales y lenguaje en la formación de la conciencia.
La historia de la formación de la conciencia se la puede comprender sólo como un proceso cuyo punto de partida fue el surgimiento y el desarrollo de las formas del trabajo humano y las formas de interrelación entre los hombres emanadas de aquél. La actividad laboral del hombre tiene un carácter dual que se manifiesta en sistemas de relaciones indisolublemente ligados entre sí: la relación del sujeto con el objeto de trabajo y su relación con otra gente en la sociedad. La relación del hombre con la naturaleza se realiza desde sus comienzos en el seno de las formas colectiva y social y por medio de ellas.
El hombre puede transformar una cosa para conseguir su propósito, mas sólo conformando sus acciones con la naturaleza de la cosa, lo que presupone la cognición. De este modo el proceso del trabajo desde sus comienzos está ligado orgánicamente al proceso de la cognición.
La peculiaridad del proceso laboral más o menos desarrollado consiste en que su resultado, en forma de objetivo claramente planeado, dirige la actividad durante todo su curso. El trabajo es un proceso cerebral que se realiza haciendo recaer la acción del hombre en el objeto, transformándolo con ayuda de instrumentos. Este proceso se realiza para adecuar el objeto a la satisfacción de una u otra necesidad del hombre, socialmente condicionada, de los intereses de la sociedad.
El producto del trabajo existe en forma de medios de producción y medios de vida del hombre. Tanto en una forma como en otra está condicionado por el material empleado, por el carácter de los medios aplicados y por el objetivo previamente planteado. Destacando la diferencia entre la actividad laboral del hombre y el comportamiento de los animales, dice Marx que el hombre se distingue del animal en que “…no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad”.13
Los objetivos emanan de la necesidad humana históricamente constituida de producción de objetos de determinado aspecto y están basados en la cognición de las cosas, de sus propiedades y correlaciones. Para alcanzar el objetivo se necesitan medios, es decir, instrumentos de trabajo. Cuanto más se elevaba el hombre en su desarrollo, tanto más diversos se tornaban los instrumentos a que recurría para conseguir su objetivo y tanto más aquéllos, a su vez, necesitaban para su fabricación otros, más perfectos.
El instrumento es un objeto o un conjunto de objetos creado por el hombre con el fin de influir en el mundo exterior y transformarlo en interés del individuo, de la sociedad.
Los monos, por ejemplo, utilizan los objetos para alcanzar el cebo. Pero éstos aun no son instrumentos sino objetos empleados en calidad de instrumentos. Antes de devenir instrumentos, los objetos se presentan como objetivos de la acción. E igual a cualquier objeto involucrado a la esfera de la producción, los instrumentos son continuamente transformados por el hombre, adquiriendo formas adecuadas a sus funciones productivas socialmente fijadas. Mas siendo objeto, el instrumento de trabajo forma parte del sujeto reforzando sus órganos: a través del instrumento el sujeto percibe las propiedades del objeto como a través de peculiares órganos de sentidos. Así, por ejemplo, al golpear con el hacha un tronco duro, no sentimos la resistencia del mango del hacha, sino la resistencia que la madera presenta al hacha; al palpar con una estaca el fondo del río y chocar con algo blando, largo, etc., percibimos no la dureza de la punta de la estaca que asimos, sino la consistencia y la extensión del objeto en el fondo. En otras palabras, las terminaciones de nuestros nervios sensitivos parecen desplazarse desde la palma de la mano al filo del hacha, a la punta contraria de la estaca, al filo del cuchillo, a la parte percutora del martillo, etc.
Al mismo tiempo los instrumentos están separados del hombre. Trasmitidos de generación a generación forman un cuerpo de conjunto a través del cual se refracta la actitud del hombre respecto a la realidad y a los demás individuos. Los instrumentos, en calidad de cosas transformadas por el hombre y portadores del sello de su actividad, se tornan por medio de trabajo en una realidad humanizada, en una fuerza social, en una categoría histórico-social, siendo patrimonio sólo del hombre y de la sociedad humana. Por lo tanto, el trabajo que presupone la fabricación y la aplicación de instrumentos es el patrimonio específicamente humano, por más primitivo que sea el nivel del desarrollo en que se encuentre el hombre.
En el proceso del trabajo se realizan simultáneamente tanto la transformación de la actividad en producto, es decir, su “corporización”, como el develamiento para el hombre de las propiedades del objeto: éste, reflejado en el cerebro, a la par con su existencia objetiva adquiere también la subjetiva, en forma de pensamiento que se refiere a él. Igual que la actividad dirigida a la transformación del mundo, el trabajo en su forma más o menos desarrollada supone la presencia de la conciencia, siendo al mismo tiempo la condición indispensable de su génesis y fuerza motriz de su desarrollo.
Parece a primera vista que la conciencia precede en el tiempo a la práctica. Actualmente así sucede: para actuar, el hombre primero debe pensar. Esa fue la premisa para el concepto de que la conciencia es previa respecto a los actos prácticos del hombre, que sostenía y sostiene la filosofía idealista. Pero al encarar este hecho desde el punto de vista histórico, veríamos que la forma primaria, rudimentaria del trabajo, aparece no como el resultado sino como premisa de la actividad mental y que toda la historia primitiva no es más que la formación del hombre y de su conciencia, en el trabajo colectivo. “El primer acto histórico de esos individuos, el que los distingue de los animales, no consiste en el pensar, sino en que ellos comienzan a producir sus medios de subsistencia.” La conciencia, que es, premisa de la actividad laboral es, al mismo tiempo, su consecuencia.14
“En el principio fue la acción.”
Goethe, por boca de Fausto, artística y agudamente expresó esa idea. El espíritu inquieto, errante de Fausto en sus búsquedas inquisidoras de la verdad, pasa de la tesis “en el principio era la palabra”, a través del juicio “en el principio era el sentido”, al profundo pensamiento “en el principio era la acción”.
«Escrito está: “en el principio era la Palabra”… Aquí me detengo ya perplejo. ¿Quién me ayuda a proseguir? No puedo en manera alguna dar un valor tan elevado a la palabra; debo traducir esto de otro modo si estoy bien iluminado por el Espíritu. Escrito está: “En el principio fue el Sentido”… Medita bien la primera línea, que tu pluma no se precipite. ¿Es el pensamiento lo que todo lo obra y crea?… Debiera estar así: “En el principio era la Fuerza”… Pero también esta vez, en tanto que esto consigno por escrito, algo me advierte ya que no me atenga a ello. El Espíritu acude en mi auxilio. De improviso veo la solución, y escribo confiado: “En el principio era la Acción”.»
A la formación de la conciencia del hombre le precedió el colosal período de 500 millones de años del desarrollo psíquico de los animales. Los animales, incluso sus representantes superiores, no poseen conciencia. Sólo tienen sus premisas biológicas. La conciencia pudo haberse generado como consecuencia del desarrollo de las formas rudimentarias de la elemental actividad laboral colectiva y de la intercomunicación recíproca entre los individuos. La actividad laboral colectiva recién surgida e inconciente aún, ya exigía perentoriamente y ante todo la previsión de su resultado. Y luego el resultado de la actividad reflejado en el cerebro, fijado por los medios de la comunicación, comenzó a presentarse como finalidad que anticipaba la actividad subsiguiente. El resultado de la acción que deviene siempre más conciente, se torna paulatinamente un plan ideal que en lo sucesivo anticipa el proceso del trabajo. Y el resultado del proceso del trabajo deviene la realización de la finalidad.
De ese modo se producía un proceso consecutivo del paso de la lógica objetiva de la actividad del trabajo y la comunicación en la lógica subjetiva del pensamiento, proceso de «trasplantación» al cerebro y elaboración en ella de la praxis colectiva material en el proceso ideal de reflexión social de la realidad. Antes de manifestarse en acciones, la conciencia debe haber nacido en ellas. Como se dice: puliendo el filo de su hacha de piedra el hombre primitivo pulía al mismo tiempo el filo de su pensamiento.
El proceso laboral fue el estímulo decisivo de la actividad mental y por !o mismo contribuyó al desarrollo de la misma; era la fuente que abastecía de material para observación y generalización.15 El hombre llegaba a conocer y a generalizar lo que ya palpaba en forma elemental en el proceso del trabajo. Gracias a la continua ampliación de la relación práctica del hombre con el mundo circundante y la incorporación a su órbita de consumo de nuevos objetos, la actividad laboral influía en el desarrollo de la conciencia a través del desarrollo de necesidades.
El papel decisivo de las operaciones laborales en la formación del hombre y de su conciencia tuvo su manifestación materialmente fijada en que el cerebro como órgano de la conciencia se desarrollaba siguiendo el desarrollo de la mano como órgano de trabajo.16 Es comprensible. Precisamente la mano en calidad de órgano de aprehensión (esta palabra está tomada de la esfera de la actividad manual) y de transformación de las cosas, daba, según L. Noiree, clases aleccionadoras a los demás órganos de los sentidos, por ejemplo, el ojo. La mano activa enseñaba a pensar a la cabeza antes que se tornara instrumento de cumplimiento de la voluntad de la cabeza planificadora de la acción.
La conciencia del hombre se generó y se desarrolló como manifestación e instrumento espiritual de la vida del hombre en las condiciones del grupo, de la sociedad. En esta relación es curioso acotar que la palabra latina cogitare (pensar) asciende al cogito (trabajar juntos).
La naturaleza revelaba sus secretos al hombre no a solas, sino a través de las formas siempre más complicadas de las interrelaciones entre los individuos en el proceso de la producción.
La fabricación de los instrumentos y su aplicación tenían desde su principio carácter colectivo. Sólo dentro del grupo social la actividad biológica pudo haberse transformado en trabajo. Sólo desde el momento del surgimiento del proceso de la producción de los instrumentos de trabajo, las relaciones entre los individuos dejaron de ser meramente biológicas. Esas relaciones se concentraban siempre más alrededor de las condiciones de trabajo y de sus resultados materiales, es decir, adquirían los rasgos elementalmente sociales.
La conciencia del hombre primitivo que vino a remplazar el intelecto de los animales superiores, surgió como manifestación e instrumento espiritual indispensable precisamente del modo colectivo de la vida. Se había formado el cerebro específicamente humano como órgano natural de la vida social, órgano de la conciencia humana.
Fue un factor de colosal importancia en el proceso del trabajo colectivo la génesis del habla y de su base fisiológica, el segundo sistema de señales. Ni bien cesa el estado animal de nuestro antepasado, el poder del hombre sobre la naturaleza ya se mediatiza por su existencia como miembro del rebaño, de la gen, por su actitud respecto a los demás que condiciona su actitud hacia la naturaleza.
Unidos elementalmente sobre la base de la actividad productiva, al principio en forma de primitiva horda humana y luego de comunidad tribal, los hombres se tornaron considerablemente más productivos y comenzaron más profunda y multilateralmente a influir sobre la naturaleza trasformándola. Ante todo se amplió considerablemente el ámbito de los objetos de la actividad práctica, como también los procedimientos de su influencia en esos objetos. Conjuntamente con el cambio del objeto de la acción y del modo de influirlo, había cambiado también el sujeto cognoscente. En la colectividad organizada, el hombre comenzó más profunda y ampliamente a reflejar el mundo real, ante todo porque la sociedad comenzó más profunda y multilateralmente a trasformarlo.
Si el hombre de la horda primitiva estaba limitado en su desarrollo mental por los estrechos marcos de la experiencia de su grupo, en las condiciones del régimen de comunidad tribal el hombre ya concentraba en sí la experiencia no solamente de su gen, sino también la de otras, con los cuales se ensanchaban y profundizaban siempre más los vínculos.
La evolución física del hombre se realizaba tendiendo a la adecuación de sus órganos a la creciente complejidad de la vida social: ante todo se iba formando el andar vertical, se acortaba el esqueleto facial ligado a la actividad de comunicación fónica, se desarrollaba el aparato periférico del habla y el encéfalo. El surgimiento y desarrollo de la actividad laboral, como también él de las relaciones de producción de los hombres primitivos, provocaron multiformes desplazamientos en la estructura del cerebro: paralelamente con los cambios cuantitativos (ensanchamiento de las superficies de ciertas regiones y del tamaño de las células de la corteza), se efectuó también una esencial restructuración cualitativa.17 Bajo la influencia de la acción cotidiana, constante, de las señales del habla, se producía en el cerebro la restructuración del analizador motor, auditivo, y en forma mediata, también del óptico.18
La actividad verbal condicionó el desarrollo del analizador auditivo.19 La aparición en el cerebro de formaciones específicamente humanas se puede comprender solamente como resultado de las influencias de la actividad laboral y de las relaciones sociales. Los campos 41, 42, y 41/42 como centros de regulación de la pronunciación de sonidos constituyen (según los datos de Blinkov) en el gibón el 17 %, en el chimpancé y orangután cerca del 20 % y en el hombre el 29 % del área de la subregión temporal superior. En el macaco los campos 41 y 42 no están separados y en suma constituyen el 10 % del área de la subregión temporal superior.
La conciencia del hombre pudo surgir solamente vinculada al surgimiento de la sociedad y del lenguaje como instrumento imprescindible de la vida del individuo en el seno de la sociedad. El lenguaje, que es el medio indispensable en el intercambio de la gente es, al mismo tiempo, el producto de ese intercambio. Y como la producción social y la cognición son imposibles sin el lenguaje, así el lenguaje es imposible sin la producción social y la cognición.
“El trabajo, en primer lugar, y después de él y en seguida a la par con él el lenguaje son los dos incentivos más importantes bajo cuya influencia se ha trasformado paulatinamente el cerebro del mono en el cerebro del hombre […]”20
Con la ayuda del lenguaje el hombre pudo pasar de la cognición de los objetos aislados al reflejo generalizado de aquéllos, en forma de conceptos. Fijando en sí las imágenes generalizadas de la realidad, la palabra influyó en forma esencial sobre la percepción: la imagen del objeto percibido se incluía en el complejo sistema de la experiencia personal asimilada, se correlacionaba con una clase determinada de objetos. El lenguaje contribuyó a la relativa independización de la actividad mental del hombre, lo que resultó ser la indispensable premisa subjetiva de la trasformación creadora del mundo. Hablando de otro modo, gracias a la función generalizadora y abstrayente, el lenguaje aseguró al hombre la posibilidad de salir fuera de los límites del contenido sensitivo inicial de la conciencia, propio del hombre en los grados tempranos del desarrollo, a la esfera del pensamiento abstracto con conceptos generales y crear más tarde la ciencia, la filosofía, la literatura y el arte. Por cuanto con la ayuda del lenguaje se hizo posible acuñar el pensamiento en forma material, el lenguaje fue un importante medio de la formación de la autoconciencia.
Desempeñando el papel del medio más importante de intercambio entre los hombres, con cuya ayuda estuvieron en condiciones de organizar la producción en conjunto, estructurar su vida sobre bases sociales, concordar sus actividades, realizar el control recíproco y el autocontrol, el lenguaje contribuía y sigue contribuyendo al enriquecimiento de la experiencia personal de cada individuo, por cuenta de la experiencia de todo el grupo social. Comunicándose, los hombres se enriquecían espiritualmente. El lenguaje devino un medio poderosísimo de conservación y propagación de los conocimientos adquiridos, asegurando la continuidad y la inmortalidad de los valiosos frutos del trabajo del pensamiento humano.
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3. Las fuentes del estudio del origen de la conciencia
Por cuanto el trabajo social fue y sigue siendo la forma básica de la existencia del hombre, se debe estudiar la conciencia del hombre primitivo ante todo por qué y cómo creaba en el proceso laboral y qué clase de instrumentos empleaba. Por eso la fuente principal para el estudio de la génesis de la conciencia es, en primer término, el material arqueológico.
El estudio de los grados del desarrollo de la cultura material ilustra el camino recorrido en el desarrollo mental del hombre y testimonia que el ascenso desde las acciones hacia las causas corresponde al proceso del desarrollo histórico del conocimiento.
Los instrumentos de trabajo poseen una forma determinada. En su forma material está fijado el procedimiento operatorio, la lógica colectiva aplicada en el proceso laboral. Nosotros debemos estudiar estas cosas tanto desde el punto de vista de su finalidad como también del lado de la lógica objetiva de su funcionamiento en la actividad laboral.
Los objetos de la cultura material representan estadios sui géneris del trabajo y la conciencia humana cristalizados. Las ideas que tenía el hombre primitivo se “materializaban”: los instrumentos y las armas, los dibujos y la escultura no son material muerto y mudo. Por el contrario, ese material habla elocuentemente de los objetivos logrados por el hombre.
“Y así como la estructura y armazón de los restos de huesos tienen una gran importancia para reconstituir la organización de especies animales desaparecidas, los vestigios de instrumentos de trabajo nos sirven para apreciar antiguas formaciones económicas de la sociedad ya sepultadas. Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con qué instrumentos de trabajo se hace.”21
Por la multiplicidad de los instrumentos de trabajo se puede formar juicio respecto a la multiformidad de sus objetos y por el carácter de los instrumentos acerca de los procedimientos posibles y eficaces de la influencia del hombre sobre esos objetos.22 Por el modo de influir sobre los objetos del trabajo se puede formar juicio acerca del modo de pensar del hombre.
“Darwin ha orientado el interés hacia la historia de la tecnología natural, es decir, hacia la formación de los órganos vegetales y animales como instrumentos de producción para la vida de los animales y las plantas. ¿Es que la historia de la creación de los órganos productivos del hombre social, que son la base material de toda organización específica de la sociedad, no merece el mismo interés? Además, esta historia sería más fácil de trazar, pues, como dice Vico, la historia humana se distingue de la historia natural en que la una está hecha por el hombre y la otra no. La tecnología nos descubre la actitud del hombre ante la naturaleza, el proceso directo de producción de su vida, y por tanto de las condiciones de su vida social y de las ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan.”23
Una fuente valiosa para nuestros objetivos son los datos de la antropología referente a la evolución de la estructura del cuerpo humano, especialmente la del cerebro, obtenidos a base del estudio del esqueleto, de la forma y del volumen del cráneo del hombre fósil. Tiene gran importancia la evolución del tamaño total de la cavidad craneana y la correlación entre diferentes sectores que caracterizan el nivel del desarrollo de la corteza cerebral y, por consiguiente, del perfeccionamiento de la actividad mental.
Si la formación del órgano se puede explicar solamente a través de su función, entonces la función se puede en cierto grado reproducir y comprender a través del órgano, pues existe una interdependencia directa entre la estructura y la función. El órgano que se forma solamente a través de su función, de su actividad, representa una función condensada. El estudio de la estructura del cerebro por el método anatomo-comparativo, proporciona un motivo indirecto para considerar el grado de madurez de un nivel dado del desarrollo de la estructura de la corteza cerebral para cumplir el correspondiente nivel de actividad psíquica. El cerebro es el órgano de la conciencia y es muy natural que el estudio del desarrollo de la conciencia no pueda dejar de tomar en cuenta el desarrollo de su órgano. Es cierto que Hegel consideraba que el indicar el instrumento no da la posibilidad de aclarar lo que se puede obtener por medio de él. Se entiende que el contenido de la conciencia no puede deducirse directamente del estudio de su órgano, el cerebro, tanto más del cerebro desaparecido, que por lo tanto sólo se puede juzgar por su receptáculo natural. Sin embargo, es posible hasta cierto grado formar juicio sobre el nivel general de la evolución de la conciencia también por el nivel del desarrollo del cerebro, si éste se considera en conjunto con los datos de la cultura material.
La ciencia arqueológica acumuló un material colosal, toda clase de muestras de la creación plástica del hombre antiguo. Este material vierte su clara luz sobre uno de los aspectos más importantes de la historia temprana del desarrollo mental del hombre. En las obras de la creación plástica se reflejan: el trabajo mental dirigido a un objetivo, la vida de los sentimientos, el nivel relativamente alto del desarrollo de las necesidades, la tendencia determinada de intereses, actividad de la voluntad, la acción eficaz de la mano del hombre.
El material arqueológico, con todo su valor, deja en la sombra muchas importantísimas cuestiones de la cultura espiritual del hombre antiguo, mientras que las muestras de la creación artística surgidos relativamente tarde, no dicen nada sobre la formación de la conciencia de los hombres que no llegaron hasta la creación de esas obras de arte.
El material arqueológico debe ser completado desde otras fuentes. Una de las importantes fuentes del estudio del origen de la conciencia son los datos obtenidos en la investigación de la conciencia de los pueblos atrasados económica y culturalmente en el pasado. El material etnográfico da la posibilidad de descubrir el contenido ideal de los rastros arqueológicos. Así, por ejemplo, apelando a los paralelos etnográficos en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Engels empleó brillantemente el método histórico comparativo. Señalando la posibilidad y la necesidad de la aplicación de ese método para las investigaciones de ese género, Marx escribía: “Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio porvenir”.24 Sin embargo, pese a todo su valor para el estudio del desarrollo mental del hombre antiguo, el material etnográfico no puede servir de base para la solución de ese problema en su totalidad. Es comprensible. Los hombres primitivos ya no existen hace varios miles de años. Y los datos referentes al nivel del desarrollo de la conciencia de los pueblos subdesarrollados económicamente pertenecen a las etapas más tardías en el desarrollo del hombre. Esos datos pueden aprovecharse con ciertas salvedades, como material comparativo sólo para la caracterización de las etapas más tardías del desarrollo del hombre, cuando éste se hallaba en el nivel del régimen gentilicio avanzado. Con el material comparativo mencionado los grados más tempranos del desarrollo quedan inaccesibles. Además, todos esos pueblos fueron sometidos a las más variadas influencias por parte de los pueblos de régimen económico-social más alto. Sin embargo, cuando se plantea el problema del origen de la conciencia, no se puede ignorar las observaciones etnográficas. A pesar del largo período de desarrollo recorrido por los pueblos primitivos (v. gr. las tribus australianas) en muchos sentidos su conciencia, aún en el pasado no muy lejano, era de lo más arcaico.25
Una fuente importante para el estudio de la formación de la conciencia son los datos que nos proporciona la historia del lenguaje, el que conserva en forma de resabios etapas del desarrollo de la conciencia, anteriores a la escritura. El estudio cuidadoso y profundo de las reminiscencias de las antiguas formas lingüísticas en la lengua contemporánea, especialmente en las lenguas de los pueblos subdesarrollados, permite a menudo llegar hasta las capas más antiguas del pensamiento, mucho más antiguas que el nivel del desarrollo mental de los pueblos culturalmente subdesarrollados. La historia del lenguaje tiene un significado de excepcional importancia para el estudio del origen y de la historia de la conciencia porque el lenguaje está ligado directamente con ésta, siendo forma material de la fijación del pensamiento. Del vínculo indisoluble entre la conciencia y el lenguaje mana por sí sola la conclusión sumamente importante de que el desarrollo de la conciencia humana debe estudiarse en los documentos del lenguaje, que la historia del lenguaje es la “autobiografía” sui generis de la conciencia. La historia de las palabras fijó en sí el camino recorrido por la conciencia: a partir de las concepciones y representaciones hacia los conceptos.
La etimología de las palabras nos da la posibilidad no sólo de constatar el hecho de que todo concepto abstracto tiene sus raíces genéticas en las imágenes sensibles, sino que permite, aunque en forma muy general, descubrir el mecanismo del paso de la imagen concreta a un concepto abstracto. La historia del lenguaje demuestra que las palabras que expresan los conceptos abstractos han surgido de los adjetivos que significaban las cualidades o señales del objeto. La señal elegida representaba todo el objeto: “rápido” el caballo, “brillante” el sol, “medidora” la luna, “ordeñadora” la hija, “blanca” la plata, etc. Así, la propiedad del objeto se transformaba en objeto del pensamiento, dando el nombre de la propiedad al objeto entero.
Muchas palabras y expresiones que el hombre contemporáneo usa y comprende como metafóricas, conservan, en forma de reminiscencias, las representaciones anticuadas refutadas por la ciencia, los criterios antiguos del pueblo respecto a unos u otros fenómenos de la realidad.26
A las fuentes lingüísticas se puede agregar los testimonios de los escritores de la antigüedad: por ejemplo lo dicho por Heródoto acerca de los escitas, de los escritores romanos acerca de los galos y germanos, numerosas anotaciones de los viajeros. La remota antigüedad nos ofrece sus fuentes en forma de folklore y poemas épicos (Ilíada y Odisea, los Vedas, Avesta, Kalevala, etc.), proverbios, refranes, creencias, supersticiones, etc.
Los datos de la historia del desarrollo mental del niño tienen una enorme importancia para el estudio del origen de la conciencia. El desarrollo de la conciencia del niño es un proceso muy específico. Lo específico está determinado ante todo, porque el niño desde el comienzo se encuentra con condiciones establecidas de la vida social, creadas por las generaciones anteriores, y asimila las formas preparadas de la conciencia desarrollándose bajo la influencia de la educación y la enseñanza. Por eso el desarrollo de la conciencia del niño trascurre de otro modo que el de la humanidad. También el órgano de la actividad mental del niño se desarrolla por otra vía que el del hombre en formación. Con todo, el estudio del desarrollo de la conciencia del niño tiene gran importancia para la comprensión de la génesis de la conciencia, ya que en la ontogénesis se reproduce hasta cierto grado en forma muy general no la historia, se entiende, sino la lógica del desarrollo mental de la humanidad. Por eso Lenin incluyó la historia del desarrollo mental del niño en una de las ramas del conocimiento, de las cuales debe constituirse la teoría del conocimiento y la dialéctica.
Una fuente importante que permite formar juicio acerca de las formas más tempranas del devenir de la actividad cognoscitiva del individuo de la horda, es la historia del desarrollo mental de los animales, especialmente de los representantes superiores que por su organización están más cerca del hombre. Por cuanto el desarrollo mental del hombre de la horda es la continuación del de sus antepasados no humanos, el estudio del psiquismo de los animales debe incluirse en el estudio del problema de la génesis de la conciencia humana en calidad de su premisa biológica, en calidad de prehistoria de la conciencia.
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NOTAS:
1. F. Engels, Anti-Dühring, Edit. Hemisferio, Bs. As., 1956, pág. 108.
2. L. Levy-Bruhl, La mentalidad primitiva, Edit. Ateísta, Moscú, 1930, pág. 303. [Hay edición castellana de Edit. Lautaro, Bs. As., 1945.]
3. Heinz Werner, Comparative psychology of mental development, New York 1957.
4. C. Marx y F. Engels, Obras tempranas, Edit. Política del Estado, Moscú, 1956, pág. 591.
5. V. I. Lenin, Obras, t. XXXVIII, pág. 205. [Hay edición castellana de Ed. Cartago, Bs. As., 1960.]
6 . “En los tiempos pasados ‘lo psíquico’ se llamaba solamente ‘lo conciente’, es decir que de un total proceso natural se separaba su comienzo (que para las formas psíquicas elementales los psicólogos referían a la fisiología) y se acabó…” (I. M. Séchenov, Obras escogidas, t. I, Edit. de la Academia de Ciencias de la URSS, 1952, pág. 208.)
7. I. P. Pavlov, Obras Completas, t. III, Edit. de la Academia de Ciencias de la URSS, 1949, pág. 197.
8. F. Engels, Anti-Dühring, ed. cit., pág. 81.
9. C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. III, pág. 29.
10. V. I. Lenin, Obras, ed. rusa, t. XXXV, pág. 200.
11. lbid., t. XXXVIII, pág. 251.
12. lbid., pág. 350.
13. C. Marx, El Capital, t. I, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1956, pág. 148.
14. C. Marx y F. Engels, Obras Completas, ed. cit., pág. 19.
15. El vínculo inmediato de la actividad laboral con la conciencia y el condicionamiento de la génesis de la conciencia debido al trabajo, encontró su expresión en la historia del lenguaje. La palabra latina comprehensio significa tanto “tomar” como “comprender” y “concepto”. En francés comprendre significa “abrazar” y “comprender”. La palabra “inteligencia” que habitualmente se emplea como sinónimo de «intelecto», tiene en ruso la raíz común con el verbo umieti, que significa “saber hacer algo”. Tener inteligencia “um” significaba –actualmente ese término también conserva el mismo significado– saber hacer algo, es decir tener unas u otras habilidades laborales. Las palabras griegas sophia (sabiduría) o sophos (sabio) , en su sentido recto, están vinculadas precisamente con la producción, la técnica y artesanía: en griego “sabio” significaba el que sabe utilizar algún arte o artesanía.
16. “No son los cambios en el cráneo del mono los que condujeron a la modificación de sus extremidades, sino por el contrario, la diferenciación de las funciones de las manos y los pies, el paso a la postura vertical y la especialización de las manos en los procesos laborales son los que condujeron posteriormente a la modificación del cráneo y del cerebro.” (P. I. Boriskovski, Etapa inicial de la sociedad primitiva, Edit. Leningradense del Estado, 1950, pág. 22.)
17. “En el mundo animal en desarrollo, en la fase del hombre se produjo un aumento extraordinario en los mecanismos de la actividad nerviosa. Para el animal, la realidad se signaliza casi exclusivamente por excitaciones que entran directamente en las células especiales de los receptores óptico, auditivo y otros del organismo dejando sus huellas en los grandes hemisferios. Es lo que también nosotros tenemos en forma de impresiones, sensaciones y representaciones provenientes del medio ambiente circundante, tanto natural como social, exceptuando la palabra audible y visible. Es el primer sistema de señales de la realidad que tenemos en común con los animales. Pero la palabra llegó a ser el segundo, el específicamente nuestro, sistema de señales de la realidad, siendo señal de las primeras señales.” (I. P. Pavlov, Obras completas, t. III, ed. cit., pág. 568.)
18. “El desarrollo del analizador motor tiende al aislamiento siempre mayor de su parte nuclear de las formaciones circundantes de la corteza [ .. . ] a la complicación de la organización y fortalecimiento de nexos, de lo cual sirve de indicador la creciente multiformidad de neuronas, el aumento de la cantidad de brotes y la densidad de las conexiones.” (G. P. Yukova, “Aporte al problema del desarrollo del extremo cortical del analizador motor”, en Archivo de anatomía, histología y embriología, t. XXX, publicación 1, Moscú, 1953, pág. 38.)
19. Las investigaciones de S. M. Blinkov y V. P. Zvorikin demostraron que en el curso del devenir del hombre se acrecentó bruscamente el campo de la corteza cerebral; «este campo, en el proceso del desarrollo filogenético, adquirió funciones nuevas y más complejas que los otros campos de la circunvolución temporal superior.
“Las funciones del campo del hombre se determinan principalmente por el desarrollo del segundo sistema de señales […] que lleva a una extraordinaria complicación del análisis y de la síntesis de las excitaciones fónicas”. (S. M. Blinkov y V. P. Zvorikin, “Tamaño de la corteza auditiva y del cuerpo geniculado interno en el hombre y en el mono”, en Informes de la Academia de Ciencias de la URSS, t. XXIV, N.° 1, 1950, págs. 125-126.)
20. F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, Edit. Grijalbo, México, 1961, pág. 146.
21. C. Marx, El Capital, t. I., ed. cit., pág. 149.
22. Aplicando un método especial de investigación de los instrumentos paleolíticos, S. A. Siemionov realizó un notable análisis de la tecnología del tratamiento del material en la fabricación de los instrumentos y en su uso, en base a huellas macro y microscópicas dejadas por el hombre en los instrumentos. “Las huellas del desgaste dan la posibilidad de determinar la clase de trabajo realizado por un instrumento dado, es decir, para qué material y cómo se empleaba el objeto estudiado. Las huellas de la elaboración permiten aclarar qué instrumentos y qué procedimientos se aplicaban en la fabricación del objeto.” (S. A. Siemionov, La técnica primitiva, Edit. de la Academia de Ciencias de la URSS, 1957, pág. 7.)
23. C. Marx, El Capital, t. I, ed. cit., pág. 299.
24. C. Marx, El Capital, t. I, ed. ext., pág. 6.
25. “No hay duda que los australianos no hace mucho aún eran un pueblo sub- desarrollado bastante bien conocido por la ciencia, único por el que se podía formar un juicio no sólo sobre el nivel de su economía y técnica, sino también sobre su organización social y cultura espiritual, propias del grado muy temprano del desarrollo histórico. La población, que vivió muchos milenios casi sin comunicación con los pueblos de otros países, en condiciones que por lo visto no eran favorables al progreso cultural, conservó casi hasta nuestros días una serie de rasgos profundamente arcaicos en su régimen económico-social, cultural y doméstico. Los australianos, antes de la llegada de los europeos, no conocían ni la agricultura ni la cría del ganado y vivían del producto de la caza y de frutos silvestres; no conocían vida sedentaria, no tenían arcos y flechas ni vajilla de barro, no sabían fabricar tejidos. Sus instrumentos los fabricaban de madera, huesos y piedras” (Los pueblos de Australia y Oceanía, Edit. de la Academia de Ciencias de la URSS, 1956, págs. 24-25.)
26. Nosotros, los ateos, decimos «gracias» en señal de agradecimiento por algún favor, sin parar mientes que esta palabra se refiere a la «gracia divina». Pensando como ateos hablamos como creyentes. Por supuesto el sentido que damos a nuestras palabras no tiene nada que ver con la religión. Nos comprendemos al decir “el sol sale”, “el sol se pone”.
Todos comprenden que la expresión verbal de estos conceptos está en contradicción con la comprensión que tenemos de los fenómenos correspondientes. No en vano existe un aforismo que dice: “Pensamos como Copérnico, pero hablamos como Ptolomeo”. En nuestra lengua abundan estas expresiones.