Ante las incesantes atrocidades israelíes en Gaza. Dossier

Triestino Mariniello

Haim Bresheeth

Simon Assoun

Stella Swain

De qué modo viola Israel el Derecho internacional y cómo se puede terminar con elloTriestino MarinielloEl ataque israelí del domingo en Jan Yunis, en el que murieron al menos 90 palestinos, demuestra una vez más que Israel ignora los principios básicos del Derecho internacional humanitario. Durante los últimos nueve meses, hemos sido testigos de la constante violación del principio de distinción que prohíbe atacar directa e intencionadamente a civiles, una práctica israelí ampliamente documentada por diversas organizaciones internacionales y comisiones de investigación independientes. No es nada nuevo: en todas sus operaciones militares contra Gaza desde Plomo Fundido en 2008-2009, Israel ha llevado a cabo sistemáticamente ataques directos e intencionados contra la población civil.El domingo [14 de julio], Tel Aviv afirmó que un alto mando de Hamás estaba presente en la zona atacada. Antes de nada, aclaremos este punto: aunque eso fuera cierto, no justifica el ataque ni convierte toda la zona en objetivo militar legítimo. Lo que hizo Israel sigue siendo una violación. Aunque Israel demostrara –cosa que nunca ha hecho desde el comienzo de la ofensiva militar– que toda la zona era un objetivo militar, seguiría existiendo una violación del principio de proporcionalidad, otro principio básico del derecho internacional: constituiría un uso excesivo de la fuerza.

Sin embargo, ni siquiera es necesario llegar al punto de considerar la proporcionalidad: desde hace meses, somos testigos de ataques indiscriminados por parte de Israel. Estos violan el principio de distinción, así como el principio que exige a las partes en conflicto tomar todas las precauciones efectivas antes de lanzar un ataque. La aplicación declarada por Israel de estos principios ha resultado ser pura retórica.

Al igual que la designación de zonas seguras: no hay refugio en parte alguna de Gaza, como nos dicen las organizaciones e instituciones internacionales. La zona bombardeada el domingo fue designada como zona segura, pero esa misma designación por parte de Israel viola el derecho internacional humanitario: la designación de zonas seguras debe hacerse sobre la base de un acuerdo entre las partes beligerantes. Israel lo hace unilateralmente, y luego las ataca de todos modos: desde el bombardeo de Al Mawasi el 13 de octubre, Israel bombardea habitualmente zonas que había designado como seguras. Esta designación forma parte de lo que la Relatora Especial de la ONU sobre los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, Francesca Albanese, ha denominado «camuflaje humanitario».

Y si bien estos ataques son en sí mismos crímenes de guerra perpetrados contra una población civil, también deben entenderse como parte del contexto esbozado por la Corte Internacional de Justicia a partir del 26 de enero de 2024: un genocidio plausible, en el que los bombardeos pueden describirse plausiblemente como conducta genocida, es decir, una conducta llevada a cabo con la intención de destruir total o parcialmente a la población de Gaza.

¿Qué puede hacerse desde una perspectiva jurídica? En primer lugar, es urgente convocar una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que imponga un alto el fuego inmediato a Israel, con la esperanza de que consiga evitar el veto de los Estados Unidos. En segundo lugar, es necesario que los estados impongan sanciones a Israel (algo que pueden hacer individualmente), empezando por un embargo total de armas. Tal acto no es cuestión de discrecionalidad política, sino una obligación legal en virtud de la Convención sobre Genocidio, diseñada precisamente para impedir que los estados violen sus obligaciones preventivas. Por último, la Corte Penal Internacional debería dictar órdenes de detención contra el primer ministro israelí, Netanyahu, y el ministro de Defensa, Gallant, una de las pocas medidas del Derecho internacional que pueden tener un efecto disuasorio.

Sin embargo, nos encontramos actualmente en un punto muerto: tras esperar mucho tiempo a que llegara la petición del Fiscal Jefe, Karim Khan, la Sala de Cuestiones Preliminares de la Corte Penal Internacional aceptó un escrito de las autoridades británicas que retrasa de hecho la emisión de las órdenes de detención. Londres solicitó a la Corte que volviera a examinar la cuestión de si tiene jurisdicción sobre los nacionales israelíes. La decisión de la Sala de Cuestiones Preliminares de acceder a la petición del Reino Unido resulta muy preocupante: legitima el tipo de injerencia política que no debería permitirse y retrasa la posible emisión de órdenes de detención, a pesar de que en Gaza se está produciendo un genocidio en estos momentos.

Fuente: il manifesto global, 17 de julio de 20024

Haim Bresheeth: “Israel ha convertido al pueblo del Libro en el pueblo del tanque”

Haim Bresheeth

Cuando nos conectamos a Zoom para la entrevista, el profesor Haim Bresheeth acaba de regresar de una manifestación estudiantil propalestina, una de las muchas a las que ha sido invitado en los últimos meses, en el Reino Unido y en otros lugares. Desde que el ejército israelí comenzó su operación genocida contra Gaza, el profesor Bresheeth se ha esforzado por explicar y contextualizar lo que está ocurriendo como parte de un largo proyecto colonial; sin embargo, su voz de judío israelí antisionista no está suscitando ningún interés entre los medios de comunicación de masas. «La BBC me entrevistó cuatro veces durante las manifestaciones de Londres. No emitieron ninguna de las entrevistas. No quieren oír lo que tienen que decir los judíos como yo».

Hay muchas razones por las que la perspectiva del profesor Bresheeth merece tomarse en serio. Profesor de medios de comunicación y cine ya jubilado, cineasta, fotógrafo, historiador y autor de varios libros sobre Israel y Palestina, ha pasado los últimos 50 años tendiendo puentes entre culturas, trabajando en universidades británicas e israelíes, y más recientemente en la Escuela de Estudios Orientales y Asiáticos (SOAS) de Londres.

Nació en Roma en 1946, en un campo de refugiados en el que encontraron cobijo sus padres, judíos polacos que habían sobrevivido a Auschwitz. «Pero como apátridas no podían obtener un visado, ni para quedarse ni para ir a otros países. Las únicas soluciones que se nos ofrecían eran volver a Polonia, donde los sentimientos antijudíos no habían disminuido, o ir a Israel». Desde la conferencia de Evian, sionistas como Ben Gurion se habían opuesto a la política de visados para los refugiados judíos. No teníamos elección».

El profesor Bresheeth y sus padres llegaron a Israel poco después de la fundación del Estado. «Como muchos de los recién llegados, mis padres no eran sionistas. Mi padre era pacifista y fue encarcelado nada más bajar del barco por negarse a alistarse en el ejército. Posteriormente lo reclutaron como médico». Cuenta cómo las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se convirtieron en una forma de educación para su padre, igual que para millares más. Las FDI fueron objeto del último libro del profesor Bresheet, An Army Like No Other (Ed. Verso, 2020), con un subtítulo revelador: «Cómo crearon una nación las Fuerzas de Defensa de Israel». Max Mauro entrevista al profesor para el diario italiano il manifesto.

El punto central de su libro es que las FDI no son simplemente un ejército, sino la esencia misma del proyecto sionista. ¿Qué quiere decir con esto?

Creo que hay que entender esta institución y su papel en la estructura social de Israel para comprender lo que está ocurriendo en Gaza, y lo que lleva ocurriendo desde 1948. Israel nació con la Nakba, la expulsión de 800.000 palestinos de sus hogares, de sus campos, ciudades y pueblos. Sin entender lo que son las FDI, no se podría comprender lo que ocurrió después. Las FDI son Israel, pura y simplemente.

Primo Levi, un judío moderado, llamó a Israel un «Estado militar». ¿Cuáles son sus rasgos definitorios?

La identidad de este pueblo y la identidad del Estado son producto de las FDI. En la mayor parte de los demás estados, es al revés: es el Estado el que crea un ejército y el ejército sirve al Estado. En el caso de Israel, fue el ejército el que creó el Estado y definió su identidad sionista. Muchos de los que fueron a Palestina en 1948 no hablaban hebreo y tampoco eran sionistas. En aquellos primeros años, Ben Gurion, el primer líder político de Israel, solía decir: «tenemos un Estado, tenemos un ejército, pero no tenemos un pueblo». Gurion utilizó el ejército para convertir a una población con muchas identidades diferentes en una nación. El ejército les enseñó hebreo, creó su identidad, y también se lo enseñó a sus hijos, en los pueblos de los recién llegados, al menos hasta mediados de los años 60.

Fue un proyecto de ingeniería social…

Así es: un gran proyecto de ingeniería social que se promulgó a costa de las identidades y culturas que la gente traía consigo. Por ejemplo, como mis padres, el 90% de los judíos que llegaron de Europa hablaban yiddish, pero eso no estaba bien para el nuevo Estado. En los años 50, no se permitía la producción de obras de teatro en yiddish, y las publicaciones de periódicos y libros en yiddish estaban sujetas a un impuesto especial, un impuesto punitivo. Muchos israelíes de hoy todavía lo ignoran.

¿Cuáles han sido las consecuencias del papel del ejército para la historia de Israel?

Israel ha conseguido convertir al pueblo del Libro en el pueblo del carro de combate, del fusil, del misil. En mi libro trato de analizar el papel desempeñado por las FDI, centrándome en las particularidades sociales, políticas, culturales y raciales del proyecto colonial israelí, porque eso es lo que es, un proyecto colonial que toma forma en un momento en que el colonialismo estaba en decadencia en todas partes. Mediante el uso de mitos bíblicos, consiguió crear una sociedad ultramilitarista y opresiva, y las consecuencias son las que estamos viendo hoy.

Ilan Pappé cree que la guerra contra Gaza llevará a la caída del proyecto sionista, ¿está de acuerdo?

El proyecto sionista está en las últimas, pero no se agotará mañana ni el año que viene. Al contrario, historiadores y activistas están viendo ahora que el sionismo se ha superado a sí mismo: Israel es el único país que está siendo objeto de investigación por la Corte Internacional de Justicia, la Corte Penal Internacional, la ONU y muchas otras organizaciones a la vez. Esto no había ocurrido nunca antes con ningún otro país. Es un resultado que pone de relieve la gravedad de los crímenes cometidos, hasta el punto de que estamos hablando de judíos implicados en un caso de genocidio. Para alguien como yo, eso es lo peor que se puede imaginar: ¡Judíos implicados en un genocidio! No hay nada judío en el genocidio, no hay nada judío en el apartheid y no hay nada judío en el colonialismo. Y no hay nada judío en el Estado judío. El judaísmo lleva 2000 años de historia, experiencias, tradiciones y condiciones de vida en la diáspora. Las comunidades judías en Europa y en los países árabes no estaban militarizadas. ¡Esto es una desviación de la historia judía!

Usted insiste en la historia, pero el discurso público en torno a los acontecimientos actuales se limita al 7 de octubre

En Occidente, los medios de comunicación y el discurso público se han centrado en el 7 de octubre, pero hay una trayectoria, una historia detrás, y esto también tiene implicaciones para los jóvenes. Cuando me reúno con estudiantes, les pregunto: ¿cuándo decidisteis que Palestina era una causa con la que merecía la pena comprometerse? Algunos dicen que en diciembre de 2023, otros que en marzo de 2024, después de que algunos [trabajadores humanitarios] occidentales fueran asesinados. Se quedan atónitos al oír a un judío israelí hablar de la historia de estas cuestiones. Nadie les habló, por ejemplo, del infame gesto de la mano de Ben Gurion. En una reunión del gabinete, le preguntaron a Gurion: «¿Qué hacemos con los árabes?» y él hizo un gesto con la mano que indicaba «fuera con ellos». Así es como han ido las cosas; lo que estamos presenciando no empezó con el 7 de octubre.

¿Cuál sería la salida?

Un alto el fuego es sólo el primer paso; necesario, pero sólo el primer paso. Se necesita una solución política. Esta situación dura ya 76 años. Pero el sionismo no permitirá una solución política, porque su objetivo es vaciar Palestina de sus habitantes árabes autóctonos. Ese ha sido su objetivo desde el principio. Pero ha fracasado. Al cometer genocidio, se ha convertido en un Estado paria.

Al mismo tiempo, no faltan opiniones críticas dentro de Israel

El país está muy dividido, entre las viejas y las nuevas élites. Estamos al borde de una guerra civil. Muchos dicen estas cosas y escriben sobre ellas abiertamente, pero eso no sale de Israel y es un tema incómodo incluso entre los críticos de Israel. No se trata de una división puramente política, aunque, a grandes rasgos, se pueden describir dos bandos: la «izquierda» asquenazí, por un lado, y la derecha religiosa, por otro. Estas dos realidades no pueden coexistir en el mismo país: tienen valores y visiones diferentes, y lo único que les une es el odio a los palestinos. Son facciones armadas, y me temo que, como resultado de este conflicto interno, los territorios palestinos serán una vez más los que paguen el precio. Mientras la atención se centra en lo que ocurre en Gaza, en Cisjordania se cometen a diario crímenes terribles. Si la comunidad internacional no pone freno a los crímenes de Israel, tendremos una Nakba 3 después de esta Nakba 2. La Nakba 2 ya se ha cobrado el triple de víctimas que la primera Nakba.

Entonces, ¿no es optimista respecto a que la presión interna pueda conducir al fin de la guerra?

El genocidio que Israel está llevando a cabo es perfectamente democrático, porque casi todos los judíos de Israel lo apoyan. Una encuesta de la Universidad de Tel Aviv reveló que sólo el 3,2% de los judíos israelíes no apoyan el genocidio. La apoya hasta el personal académico, que escriben sobre ello. Para mí, una sociedad que comete genocidio no es sostenible, no tiene futuro. En Israel, de hecho, están hablando de continuar la guerra durante décadas; y si el resto del mundo se lo permite, eso es exactamente lo que harán.

¿Qué opina del doble rasero de los medios de comunicación occidentales a la hora de informar sobre la guerra en Ucrania y la guerra en Gaza?

Empecé como historiador de los medios de comunicación, pero hoy en día me cuesta escuchar los medios occidentales, con todas sus mentiras. Es horrible, pero no es tan difícil de explicar. Hay una guerra de la OTAN en Ucrania. Aunque formalmente Ucrania no forma parte de ella, la OTAN es la que mantiene esta guerra. A la semana de la invasión rusa, hubo un bloqueo acordado por todo Occidente. Una vez que calificas a Rusia de Estado terrorista, todo lo que puedas hacer contra ella se convierte en justificable. Nada de esto ocurrió en el caso de Israel: ni sanciones, ni boicot, ¡apoyo total de Occidente al genocidio! Un ejemplo aterrador del doble rasero de los medios de comunicación occidentales.

¿Y Gaza?

Israel no es miembro de la OTAN, pero constituye una parte importante del campo occidental; se le considera un puesto avanzado de Occidente en Oriente Medio. Lo que estamos viendo es un conflicto entre Occidente y el resto del mundo. Italia, Alemania y el Reino Unido se encuentran entre los principales proveedores de armas de Israel; por supuesto, junto con los Estados Unidos. Occidente apoya a Israel con armas, dinero, diplomacia y mentiras, sobre todo con mentiras. Todos los principales medios de comunicación mienten, porque defienden a Israel, lo que no es difícil de entender. Gaza no sólo se está viendo atacada por Israel: es un ataque de Occidente contra el pueblo más desfavorecido del planeta, para darle una lección: «¡Ni se te ocurra resistirte a nosotros!». Como otras operaciones de Occidente, ésta es brutal e injusta, y está condenada al fracaso.

Fuente: il manifesto global, 4 de julio de 2024

Tsedek, colectivo judío anticolonial: “Instrumentalizar el antisemitismo contra la izquierda nos pone en peligro”

Simon Assoun

El colectivo de judíos franceses descoloniales Tsedek («justicia» en hebreo) nació en 2023 y se ha convertido rápidamente en uno de los referentes de los movimientos antirracistas en Francia, movilizándose durante mucho tiempo en apoyo de Palestina. Tsedek apoya al Nuevo Frente Popular, así como a multitud de movimientos, colectivos y asociaciones diversas que luchan contra todas las formas de racismo y xenofobia. Para Simon Assoun, uno de sus portavoces, la cuestión del antisemitismo se ha utilizado para «descalificar» moralmente a la izquierda francesa, en una campaña mediática que considera «catastrófica».

En su discurso al cierre de las urnas el domingo por la noche, Marine Le Pen fustigó a una «izquierda extrema, violenta y antisemita». ¿Cómo interpreta estas palabras viniendo de un partido históricamente antisemita, cuyo fundador -Jean-Marie Le Pen- es un notorio negacionista de la Shoah?

Es una catástrofe. Una catástrofe que resume efectivamente 25 años de paso franco a la extrema derecha francesa y otros tantos de instrumentalización del antisemitismo. Hay una pérdida de referentes. Pero la retórica del Reagrupamiento Nacional (RN) es como una trampa que se cierra sobre los judíos, ya que ese partido está lejos de haber ajustado cuentas con la página antisemita de su historia, que sigue estando en el corazón de su ideología. Es decir, una lectura profundamente racista del mundo.

En términos más generales, ¿cómo se explica el coqueteo entre una parte de la comunidad judía francesa y extrema derecha lepenista?

A lo largo de los años, las instituciones de la comunidad judía francesa se han desplazado hacia la derecha, siguiendo el deslizamiento reaccionario del Estado y de la política, tanto en Francia como en Israel. La «derechización» del debate público y la islamofobia rampante en el país explican gran parte de este flirteo. Así, por ejemplo, en 2002, el presidente del CRIF (la institución comunitaria más importante del judaísmo francés, ed.), Roger Cukierman, declaró que el paso de Jean-Marie Le Pen a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales era positivo porque constituía «un mensaje a los musulmanes para que mantuvieran la calma».

Las acusaciones de antisemitismo contra Jean-Luc Mélenchon y La France Insoumise (LFI) han dominado la campaña electoral tanto de las elecciones europeas como de  las legislativas. ¿Qué opina usted al respecto?

La cuestión del antisemitismo se utiliza en el marco de esta campaña como medio para descalificar a la «izquierda de ruptura» y su solidaridad con Palestina. Toda frase de los miembros de La France Insoumise se saca de contexto y se tergiversa hasta hacerles decir cosas absurdas, con el único objetivo de justificar la acusación de antisemitismo. Pero cuando uno se toma la molestia de analizar realmente las declaraciones acusadas, se da cuenta de que no hay nada de eso. De hecho, el antisemitismo es estructural en nuestras sociedades. La izquierda no es impermeable, como tampoco lo es al sexismo, al racismo, a la homofobia… Pero estas instrumentalizaciones nos impiden mantener un debate serio y sereno sobre la cuestión. Dicho esto, no existe un problema específico de antisemitismo en el seno de LFI ni, más en general, en la izquierda. No hay nada en su programa, en sus discursos, que vehicule antisemitismo.

¿Qué efecto tienen estas acusaciones en la izquierda con respecto a la lucha contra el odio antijudío?

Son instrumentalizaciones que nos ponen en peligro como judíos. Porque si no se deja de difundir la idea de que la izquierda es antisemita, que los musulmanes son antisemitas, que los inmigrantes son antisemitas, significa que para luchar contra el antisemitismo sólo nos queda el Estado y Marine Le Pen. Es una forma de aislarnos de nuestros aliados, que son las personas que sufren el racismo, creando una situación de «pánico moral». Por estas razones, en nuestra opinión, la lucha contra el antisemitismo sólo puede inscribirse en el marco de la lucha antirracista.

Fuente: il manifesto, julio de 2024

Gran Bretaña: Las acampadas estudiantiles no han sido más que el principio

Stella Swain

Acampar en el campus no era la forma en que muchos estudiantes planeaban terminar el año académico. Pero en los últimos nueve meses se han producido movilizaciones sin precedentes para exigir el fin del continuado genocidio israelí contra el pueblo palestino. A finales de abril y principios de mayo llegaron a Gran Bretaña las inspiradoras acampadas estudiantiles que comenzaron en los Estados Unidos y desde entonces se han extendido por todo el mundo. Una ola de protestas estudiantiles, de unas dimensiones como no se habían visto en decenas de años, barrió la educación superior británica. Los estudiantes de al menos 35 instituciones levantaron sus tiendas en los jardines de las universidades y en espacios públicos, con pancartas pintadas con sus reivindicaciones colgadas de sábanas entre los árboles. Por encima de todo, les unía un mensaje sencillo: que las instituciones académicas deben desinvertir sus fondos de empresas cómplices del régimen colonial de asesinato y opresión de Israel.

Muchas acampadas se prolongaron durante meses, y algunos estudiantes siguen acampados. Si bien algunos campamentos los han disuelto a la fuerza agentes judiciales convocados por administradores que prefieren proteger sus inversiones antes que escuchar a sus estudiantes, la mayoría han hecho verdaderos progresos en sus reivindicaciones. Ahora es el momento de hacer balance de lo conseguido, de plantearnos cómo hemos llegado hasta aquí y cómo avanzar cuando se reanude el curso en otoño.

Las campañas estudiantiles en solidaridad con Palestina no empezaron con las acampadas.

Los estudiantes llevan años dándose cuenta de que las instituciones británicas no sólo ofrecen un apoyo tácito al régimen israelí, sino que lo financian. Una investigación llevada a cabo por la Campaña de Solidaridad con Palestina (PSC) ha descubierto que las universidades de este país invierten casi 430 millones de libras esterlinas en empresas cómplices de las violaciones israelíes del derecho internacional. El movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), liderado por palestinos, reconoce el carácter esencial de la complicidad internacional para que Israel mantenga su sistema de opresión y nos pide que rompamos estos lazos de apoyo al apartheid. A modo de respuesta, mucho antes de octubre, se habían establecido campañas en toda Gran Bretaña para presionar a las universidades con el fin de que cortaran los lazos financieros con aquellos vinculados a las violaciones de los derechos humanos y del Derecho internacional por parte de Israel. Estas demandas recibieron un nuevo impulso con el inicio de la última embestida genocida de Israel contra el pueblo palestino.

A principios de este año, estudiantes de Goldsmiths, Leeds, Bristol, Nottingham y UCL ocuparon edificios universitarios, exigiendo a sus instituciones que hicieran declaraciones exigiendo un alto el fuego, pero también que se pusiera fin a la inversión de dinero universitario en el genocidio.

Cuando charlé con los estudiantes de estas ocupaciones, había un verdadero sentimiento de expectación. En las hojas de papel A4 pegadas a la pared del edificio Stuart Hall de Goldsmiths se podía leer: «Universidades ocupadas: Goldsmiths, Leeds, Bristol». Les hice una foto mientras un estudiante añadía «UCL» con rotulador rojo, con la esperanza de que siguieran más. Sabíamos que era el principio de algo grande.

A medida que se extendían las acampadas estudiantiles, el interés de los medios de comunicación se centró en si se repetiría aquí la violencia contra los estudiantes que vimos en los Estados Unidos.

Afortunadamente, y en general, esto no se materializó. Los campamentos fueron decididamente pacíficos y muy disciplinados, como lo demuestra la acampada de Cambridge, que se negó a interactuar con Suella Braverman [intemperante exministra del Interior británica caracterizada por criminalizar a los manifestantes propalestinos]. En un vídeo desternillante, se ve a los estudiantes que en silencio le dan la espalda a la ex ministra, de pie bajo la lluvia, negándose a interactuar con su equipo de filmación y los vergonzosos extremos a los que llegaría para conseguir un “clip” que usar de ciberanzuelo. Cuando estuve por allí, bromeamos diciendo que el Daily Mail estaba retransmitiendo en directo el desayuno de los acampados, para acabar descubriendo más tarde que mismo periódico nos hacía fotos con una cámara telescópica. Pero los estudiantes se negaron a distraerse de su propósito: tal como rezaba una aleccionadora pancarta colgada entre dos árboles en el campamento de Oxford, «Israel ha destruido todas las universidades de Gaza». Los estudiantes son muy conscientes de la razón por la que están actuando, y de las razones por las que deben seguir organizándose hasta que se satisfagan sus demandas.

La verdad que la cobertura sensacionalista de los medios de comunicación ha ocultado parcialmente es que muchas acampadas han conseguido al menos algunos de sus objetivos.

La Universidad de Swansea logró una victoria temprana: en junio, los estudiantes recibieron el compromiso de la administración de la universidad de que desinvertirían los 5 millones de libras que poseían en Barclays Bank. La campaña contra Barclays se basó en una investigación realizada por PSC, War on Want y CAAT, según la cual Barclays invierte más de 2.000 millones de libras en acciones y proporciona 6.100 millones de libras en préstamos y garantías a nueve empresas cuyas armas, componentes y tecnología militar utiliza Israel en sus ataques contra los palestinos. La decisión de la Universidad de Swansea se produjo tras 28 días de acampada y supuso un momento de energía muy necesario para los estudiantes que emprendían acciones en todo el país.

Los activistas estudiantiles llevaban siete meses tomando como blanco al Trinity College, el más rico de Cambridge, y justo una semana después de la acampada, el Trinity anunció que iba a desinvertir su cartera de millones de libras en fabricantes de armamento. Trinity poseía 61.735 libras en Elbit Systems, fabricante de los mortíferos aviones no tripulados Hermes 450 y 900, entre otras armas. Los estudiantes señalaron la hipocresía de una universidad que afirma «hacer su contribución a la sociedad merced a la educación, el aprendizaje y la investigación al más alto nivel internacional» mientras invierte en armas utilizadas para asesinar palestinos a diario.

La desinversión total, no sólo de los fabricantes de armas sino de todas las empresas que contribuyen a la ocupación israelí o se benefician de ella, sigue siendo la exigencia definitiva.

Pero aun allí donde las administraciones se han mostrado reacias a comprometerse con la desinversión, los campamentos han conseguido concesiones que demuestran que las universidades pueden -y deben- tomar medidas para apoyar a los palestinos. Goldsmiths se ha convertido en el primer centro universitario del país en ofrecer becas de licenciatura  a estudiantes palestinos; la Universidad de Cardiff ha duplicado el número de becas para solicitantes de asilo; y en junio, la Universidad de Aberdeen se comprometió a unirse al plan de Becas de Educación Superior para Palestinos.

Numerosas acampadas han seguido también la táctica de presionar para que sus universidades adopten nuevas políticas de inversión ética, que impidan futuras inversiones en empresas cómplices y obliguen a investigar los vínculos actuales. Cardiff, Aberdeen y Goldsmiths también acordaron aplicar una nueva política de inversión ética que excluiría la financiación de empresas vinculadas al apartheid.

Los estudiantes de la acampada de Cardiff están especialmente satisfechos de haber conseguido que la universidad haga pública por vez primera su cartera de inversiones, lo que les permitirá preparar campañas de desinversión en el próximo curso académico. Cada una de estas victorias demuestra -en contra de los intentos de la prensa dominante de desestimar a los manifestantes estudiantiles- que la presión puede obligar a las universidades a introducir cambios.

Estas victorias han preparado el terreno para campañas de desinversión aún mayores y más eficaces en el próximo curso académico.

Y quienes levantan el campamento este verano se marchan con un mensaje contundente: «Volveremos».

Fuente: Tribune, 18 de julio de 2024.

profesor de Derecho en la Universidad John Moores de Liverpool, especialista en Derecho internacional humanitario y justicia penal internacional, es miembro del equipo legal que representa a las víctimas de Gaza en el Tribunal Penal Internacional. Ha sido investigador de la Universidad Humboldt de Berlín y participa en el proyecto que analiza la situación de los beduinos palestinos en riesgo de desplazamiento forzoso.
cineasta, fotógrafo y profesor investigador de la Escuela de Estudios Orientales y Asiáticos (SOAS) de Londres, es autor, con Nira Yuval-Davis, de “The Gulf War and the New World Order” y, con Stuart Hood, de “The Holocaust for Beginners”. Colaborador de medios como Ha´aretz y Al-Ahram Weekly, entre sus documentales más conocidos se cuenta “State of Danger” (1989, BBC2), sobre la primera Intifada y “London is Burning”, sobre los disturbios de 2011.
es portavoz del colectivo Tsedek, así como miembro de la UJFP (Unión Judía Francesa por la Paz) y el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista).
es responsable de las campañas para jóvenes y estudiantes de la Campaña de Solidaridad con Palestina británica.
https://sinpermiso.info/textos/ante-las-incesantes-atrocidades-israelies-en-gaza-dossier

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