Cuando João Lourenço, presidente de Angola, fue elegido por primera vez en septiembre de 2017, pocos podrían haber predicho que seis años después lo invitarían a la Casa Blanca para posar para fotos con el presidente estadounidense Joe Biden y, un año después, lo recibirían en Luanda. Lourenço, graduado de la Academia Político-Militar Lenin, había pasado toda su vida en el MPLA, otrora un partido comunista con fuertes vínculos con la Unión Soviética y sus aliados. En el momento de su elección, Rusia seguía siendo el mayor proveedor de armas de Angola y China era, con diferencia, su mayor acreedor, con importantes intereses en la economía del país.
En una entrevista durante un viaje privado a Madrid poco después de su elección, a Lourenço le preguntaron si le gustaría ser recordado como un reformista como Mijail Gorbachov. “No como Gorbachov”, respondió riendo. “Como Deng Xiaoping. Prefiero que me comparen con él”. Deng Xiaoping dirigió China de 1978 a 1989, reformó radicalmente la economía del país, elevó el nivel de vida y marcó el comienzo de un período de crecimiento sostenido impulsado por las exportaciones. Lourenço, ansioso por diversificar la economía de Angola para que no dependiera demasiado de las exportaciones de petróleo, se veía a sí mismo de una manera similar. Sin embargo, no veía al país de Xiaoping como la clave para la diversificación económica de Angola.
Incluso antes de asumir el poder, João Lourenço ya había mostrado su interés por mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Angola. En 2017, cuando era ministro de Defensa y tras ser designado sucesor del entonces presidente Dos Santos, realizó una visita oficial estratégica a Estados Unidos; durante este viaje, fue recibido calurosamente por el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, y dirigió una presentación en el prestigioso centro de estudios Atlantic Council. Tras asumir la presidencia, Lourenço rápidamente buscó ganarse el favor de la administración Biden e hizo que el gobierno angoleño contratara una firma de lobby para mejorar la reputación del país en la circunvalación de la capital.
Al principio de su mandato como presidente, Lourenço manifestó su preferencia por fortalecer los lazos con los EE. UU. (y la UE) en lugar de mantener las alianzas tradicionales de Angola con Rusia y China, lo que señala un cambio en las orientaciones políticas, militares y económicas del país.
Varios factores impulsaron este cambio: la campaña anticorrupción de Lourenço, sus esfuerzos por repatriar fondos supuestamente robados de las capitales europeas, sus críticas a los costosos pero mediocres proyectos de infraestructura chinos y su objetivo de reducir la dependencia de Angola de los préstamos chinos respaldados por el petróleo. Angola es, con diferencia, el mayor deudor africano de China. Además, China se había asociado estrechamente con el régimen de su predecesor. El Fondo Internacional de China, propiedad de Sam Pa, cuyo paradero actual se desconoce, controlaba en su día una parte importante de los proyectos de reconstrucción de Angola y era una de las empresas más influyentes del país. Lourenço buscaba, y sigue promoviendo, una ruptura decisiva con el legado de Dos Santos.
Es revelador el número de viajes al exterior que ha realizado Lourenço desde que asumió la presidencia, aparentemente para atraer inversión extranjera directa a Angola, y cuántos de esos viajes han sido a países del G7. En siete años, ha visitado China sólo dos veces, mientras que ha realizado al menos tres visitas oficiales de Estado a los Estados Unidos. Su esposa, Ana Dias Lourenço, trabajaba para el Banco Mundial, y la pareja todavía posee una casa en Bethesda, Maryland. Además, Lourenço ha hecho tres visitas a Portugal, dos a Francia y una a cada uno de los restantes países del G7, excepto Canadá.
Los estadounidenses han acogido con entusiasmo el cambio de actitud de Lourenço. Dado que las dos últimas administraciones presidenciales, tanto republicanas como demócratas, han descuidado en gran medida a África, Biden y su gabinete han aprovechado con entusiasmo las oportunidades de diálogo. Varios funcionarios estadounidenses de alto rango, entre ellos el secretario de Estado Antony Blinken, el secretario de Defensa Lloyd Austin y el asistente adjunto del presidente Amos Hochstein, han visitado Luanda en los últimos dos años. La visita de Lourenço a Washington durante su etapa como ministro de Defensa dio sus frutos: entre 2020 y 2023, Estados Unidos proporcionó más de 18 millones de dólares en asistencia militar al gobierno angoleño, un aumento sustancial respecto de años anteriores. Es importante señalar que esta será la primera y única visita de Biden a Angola como presidente, y lo hará como presidente saliente.
La apertura de Lourenço a las naciones occidentales no se produce en el vacío, ni debería sorprender. Ha sido un esfuerzo concertado a lo largo de su presidencia, no solo en lo económico, sino también en lo político y lo social. El Corredor de Lobito se ha convertido quizás en su carta de triunfo más importante, ya que ofrece una oportunidad para que el presidente dé la bienvenida a la inversión y la financiación occidentales mientras maniobra hábilmente entre las superpotencias mundiales. La visita de Biden a su palacio es la guinda diplomática.