Fuente: Portal Libertario OACA https://periodicogatonegro.wordpress.com/ 19 Mar 2020 10:06 AM PDT
Hay que construir un complot contra el complot
Ricardo Piglia
Intentamos un análisis mínimo de esta situación casi inédita. Casi inédita porque Black Mirror y las miles de series apocalípticas ya nos preparaban para lo que nunca ha sido. El gobierno del miedo, las hipocondrías, las paranoias, los individualismos del sálvese quien pueda. Ya lo anticiparon los linchamientos de justicia por mano propia y las bullyingneadas de rugbiers y otros arrogantes y los femicidios, infinitos y casi imparables.
Ya la biopolítica sabía de la regulación poblacional a través de pestes varias, negras y de laboratorio. De la tuberculosis a esta coronación, pasando por el ántrax, el VIH, la gripe A y sobretodo la raza. Y esa búsqueda imperial de pureza. Luego, esta relación entre vida y política, también erigió un nuevo adversario: el terrorismo. En este contexto, Agamben nos dice: “Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites”.
Entonces, ahora pareciera que la regulación poblacional arranca con la eliminación del sector social que ya produjo y que ahora es improductivo pero come plata de los Estados (siempre codiciosos y venales). Para los Estados, la longevidad es un peligro, un costo1. Primero serán los ancianos (especialmente en Europa y Asia, regiones envejecidas y con baja tasa de natalidad). Luego lxs refugiadxs migrantes, a quienes ya están eliminando, pero que ahora quedan más expuestxs con la radicalización del cierre de fronteras. No hay a donde ir ni a dónde quedarse.
No se puede obviar también que quedan más expuestxs quienes están sujetos a trabajos informales, del mismo modo que feriantes, manteros y quienes eligen trabajos autogestivos ajenos a la regulación estatal. ¿Qué angustias calan en qué cuerpos? ¿Angustia por no poder viajar al paraíso Disney del Capital? ¿Angustia porque el papel higiénico que acopiamos no será el suficiente? Angustia por no poder alimentar.
¿Puede ser que este virus deje al desnudo privilegios coagulados en pieles medias? ¿A qué clase trabajadora contiene las medidas de prevención implementadas por los Estados?
La lógica capitalista de acumulación hace creer que existe gente que posee un privilegio o un derecho nato basado en su poder adquisitivo que les permite impunemente maltratar y hostigar. Por lo tanto, el mundo pareciera dividirse en amos y esclavos, en estatales e independientes, asalariadxs y trabajadorxs temporales.
Dice Piglia en la conferencia dictada en el ciclo Plácidos Domingos en otro año apocalíptico, el 2001:
Y esa derrota que Klossowski2 lee en la enfermedad y en el aislamiento extremo de Nietzsche en Turín es un efecto del triunfo del cálculo económico por encima de cual estado, la maquinación económica como práctica que repite en otra dimensión e invierte las predicciones de Nietszche (…) Escribe Klossowski: ´La idea del complot como práctica de experimentación sobre los sujetos, la idea del aislamiento de un grupo humano como método para crear una serie de plantas raras y singulares, una raza que tuviera su propia esfera de vida libre de todo imperativo de virtud, ese carácter experimental del proyecto constituía el propósito mismo de un complot para Nietzsche. ¿Qué planificación podía prever un invernadero de este tipo?
Confinamiento que se extrema para aquellxs migrantes que pudieron elegir dónde vivir, interpeladxs ahora por el mandato de revalorizar la patria latinoamericana, siempre menos hostil que las soberbias soberanas de Europa. Muchxs se encuentran compelidxs a pedir repatriación. Y la patria queda revalorizada. Patria paranoide. Patria mutilada y ventajera.
Plantea Piglia:
Siempre digo en broma que los llamados científicos sociales o analistas de la política aprenderían más sobre la política argentina leyendo estas novelas3 que trabajando sobre el discurso explícito de los políticos. La sociedad capitalista no es lo que ella dice que es. Cuando denuncia lo que se supone que funciona mal (la corrupción, el fraude, el delito político) está reforzando la idea de que se trata solo de anomalías en una lógica que tiene la garantía de su propia autorregulación y de su visibilidad.(…) Estos textos que trabajan el complot como nudo enseñan, digamos así, a percibir la presencia de la ficción en lo real, la ficción en la política, la manipulación de la creencia, las historias que se vuelven reales.
Y, como siempre, morirán lxs pobres. Expatriadxs de su patria por insuficientes económicos. Población que, desde siempre, sabe que sobra. Sabe de sobras.
Biopolítica que busca paralizar revueltas, desmovilizar movimientos, encerrar rebeldías con el cerco del miedo al contacto al que ya vienen ofreciendo entrenamiento.
A este capítulo de este mundo inmundo se superponen viejas capas de consabidas estrategias ahora en esta nueva coyuntura. Gobierno económico, desabastecimiento, encierro, massmedia, guerras químicas y gobierno del miedo. Todo mixturado.
Piglia nos dice:
Por un lado la economía es pensada bajo la forma del complot, una conspiración que mueve masas y territorios y por otro lado lo que podríamos llamar la respuesta conspirativa a la conspiración, el intento de integrar pequeños círculos que buscan construir una economía cerrada, una economía utópica, digamos así, una economía regulada por el goce y por los intercambios improductivos, la definición de un teoría económica potencial que define toda una línea del pensamiento contemporáneo.
Si las revueltas sorprendieron, estas formas de biopolítica también.
Sólo cabe confiar en que siempre y a pesar de todo, ante cada forma de dominación hemos logrado parir y oponer formas de lucha y resistencia. Aunque, esta vez, radicalicen cierre de fronteras, evitación de contacto entre cuerpos, profundización del otro como amenaza.
Piglia se pregunta cómo se construye un complot, ¿cómo podríamos pensar las formas anti-sociales y anti-estatales y anti-artísticas de conspiración?:
En principio el complot supone una conjura y es ilegal porque es secreto, su punto de ilegalidad no debe atribuirse a la simple peligrosidad de sus métodos sino al carácter clandestino de su organización. Como política postula la secta, la infiltración, la invisibilidad. Intenta modificar relaciones de fuerza que le son adversas y tiene a la huida como condición. El complot implica una política basada en la debilidad extrema y en la amenaza continua de ser descubierto. Su política es una política basada en la inminencia de una derrota y en la construcción de redes de fuga y de repliegue.
Podemos afirmar que el sistema capitalista no está creado para proteger y resguardar a la población sino para utilizarnos y desecharnos según su conveniencia. Eso lo vemos reflejado en lo que está pasando en Europa con esta nueva crisis sanitaria. ¿De qué le sirve al “primer mundo” la tecnología, la moderna medicina y farmacología que tanto pregonan, si las políticas públicas de salud no pueden realizar algo tan básico y fundamental como es la prevención de la salud? ¿Será que no les importa? ¿Será porque lo intocable es el eterno dios moderno: el indefinido crecimiento y progreso económico, la rueda de la productividad imparable?
El capital anula cuidados colectivos, desecha improductividades. Las aniquila.
Así de frágil, es este sistema que nos explota y pareciera que no nos damos cuenta.
Somos números, sujetxs sujetadxs, producto bruto interno, ciudadanxs al cuidado del Estado de Derecho que suben y bajan en la marea siempre inestable de la sagrada democracia.
Somos estadísticas y algoritmos.
Estamos ahora en momentos de reflexión y cuidado. ¿Cómo nos cuidan los Estados? ¿Realmente los necesitamos? ¿Son ellos los que necesitan de nuestra espalda para que el mundo no se caiga? ¿Dónde y cómo pariremos resistencias ante esto que nos está pasando? ¿A qué insurgencias estamos dispuestxs?
Comenta Piglia:
(…) intenta pensar una economía dionisíaca, una economía del derroche y del gasto, y hace una exaltación de la noción de crisis como un punto de ruptura del funcionamiento normal del sistema, y por lo tanto, un momento donde se ve funcionar aquello que no es tan racional como a primera vista parece el sistema querer decirlo. El sistema dice de sí mismo lo que realmente es, sólo en tiempos de crisis.
Derroche de fuerzas que escapan a la explotación, evasión de energías que se liberan de algunas opresiones y hacen trampa a algunas alienaciones.
¿Esta crisis sanitaria nos llevará a radicalizar la solidaridad? ¿Se expandirá el punitivismo? ¿Las crisis pandémicas nos unen? ¿Nos dividen?
Sabíamos que el capitalismo era (es y será) una enfermedad. Podemos pensar, entonces, que el coronavirus se constituye como una de las manifestaciones del Capital. Mientras, otras manifestaciones invisibilizadas siguen vigentes: el hambre, la guerra, el progreso, el trabajo, la precarización de vidas. Pandemias como radicalización del acto de globalizar que aniquilan cuerpos, restringen encuentros, producen muertxs.
Esto que podría ser el fin o no del capitalismo, del Estado, de una forma de vivir, una forma de relacionarse, se presenta como la vacilación de la vida tal y como la conocemos. La pregunta que asalta es: ¿cómo no vimos que el sistema no es inmune?
El control es incapaz de capturar lo vital. El virus que vive quiere vivir, contagia vitalidad. Se expande como la revuelta. De Hong Kong a Haití, de Honduras a Ecuador, de Chile a Irak. La revuelta y el contagio muestran la punta del iceberg de lo posible, de los mundos que podrían o no ser. En 14 días que es el tiempo que tarda en morirse el virus COD-vid19, ¿cuántas cosas pueden morir?
Se saturan los sistemas sanitarios, se cierran las fronteras, colapsan las guardias, se afectan los mercados, desaparecen los supermercados, se paraliza el sistema educativo, se ordena quedarse en las casas. Se rompe en mil pedazos la paradoja de los supuestos implícitos para vivir en sociedad. La gente podría ir a trabajar mucho menos. Se puede estar en el espacio que llamamos hogar y no salir por más de 24 horas sin enfermedad.
Si nadie fuera a trabajar, ¿quién produce?
¿Quién consume?
¿De qué vivirá el dinero?
Sabemos que el humor, los encuentros, la invención, los cuidados, la solidaridad y el complot por vidas vivibles siempre nos han funcionado como antídoto contra todo virus.
Confiemos en que también radicalizaremos las luchas.
Las luchas por lo improductivo e inútil de vivir por vivir, sin más.
¿Cómo se autorregularía la vida si toda esta farsa colapsa?
Gato Negro. Periódico Anarquista de Agitación Cotidiana.
https://periodicogatonegro.
Notas
1 https://elpais.com/economia/
2 Pierre Klossosky (1905 – 2001) “Inversión, agresión: transgresión. La obra de Klossowski se consolida desde la mirada paródica que pretende resolver el problema platónico del privilegio del original sobre la copia desde su reversión irreverente. Klossowski es el pensador del simulacro, de la sucesión de copias que borran decididamente el ser, el origen, la mismidad que entrampa a nuestro pensamiento. Es el filósofo de la parodia, porque parodiar es ya de entrada construir simulacros, (fragmento del texto Pierre Klossowski: La pornografía del pensamiento escrito por Jorge Fernández Gonzalo.
3 Se refiere a Los siete locos (1931) de Roberto Arlt, los cuentos del libro Ficciones (1944) “Tlon Uqbar Orbis Tertius”, “Tema del traidor y del héroe” y “La lotería en Babilonia” de J. L. Borges y El museo de la novela de la Eterna (1967) de Macedonio Fernández
Referencias
Piglia, Ricardo (2001). Teoría del complot. Editorial Mate. Buenos Aires, 2016.