American curios: Saldos de la desilusión

David Brooks

 

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▲ Simpatizantes de Donald Trump hace unos días en un acto de campaña en Doylestown, Pensilvania. Nadie en EU ha podido explicar el respaldo de la ciudadanía al candidato republicano a la presidencia, quien enfrenta varias acusaciones judiciales.Foto Afp
La contienda presidencial sigue muy cerrada y la elección promete ser un caos en este supuesto faro democrático del mundo. La mayor pregunta a unas cinco semanas de la elección es ¿cómo es posible que haya un empate técnico? Una y otra vez se intenta analizar y entender cómo un convicto criminal, abusador sexual, empresario culpable de fraude, quien dice que no respetará las reglas electorales e incluso que ha intentando un golpe de Estado, pueda estar empatado y tiene posibilidades de ganar. Pero tal vez no tiene qué ver con él.

La razón por la cual muchos dicen que votarán por él, a pesar de sus pecados, es justo porque no respeta el juego, y el juego es algo que ya hartó a amplios sectores del país; mayorías no tienen confianza en su gobierno, ni en muchas de las llamadas instituciones democráticas. Es un juego democrático que ha desgastado su credibilidad desde hace tiempo, al prometer tanto para todos, sólo para acabar entregando tanto a unos cuantos. No es tan complicado: en los sondeos, las mayorías desean buenas escuelas, acceso a servicios médicos, empleos con salarios dignos, un manejo humano de la migración, aire y agua pura, servicios básicos e infraestructura que funcione. En los hechos, todo político ha prometido todo esto sólo para que a lo largo de los años y décadas, no cumplan.

Aquí, en el país más rico de la historia, la avaricia ha envenenado casi todo. Los últimos 40 años de neoliberalismo practicado tanto por republicanos como por demócratas, han dejado el saldo tan conocido en tantos países que han aplicado la misma receta. Y todo se resume en algo muy sencillo: hay unos pocos ricos más ricos que nunca, y hay más pobres, o los que están al borde de la pobreza, que nunca. Aquí la desigualdad económica nunca ha sido más extrema en un siglo desde justo antes de la Gran Depresión.

En el país más rico del mundo, más de una de cada ocho personas (unos 47 millones) no tienen acceso a suficiente alimento para ellos o sus familias, según cifras oficiales. Los multimillonarios han gozado de un incremento de 88 por ciento en su fortuna colectiva sólo en los últimos 4 años para llegar a 5 billones 529 miles de millones. En el país más rico del mundo, cuatro administradores de fondos de especulación ganan más que 120 mil maestros de kínder combinados, reporta Robert Reich, quien concluye: algo está terriblemente mal.

Para millones, este país no cumple con sus promesas, ya no funciona. Y un candidato presidencial lo dice una y otra vez. Eso resuena, a pesar de que quien lo está diciendo es un multimillonario cuyo objetivo es hacer aún más ricos a sus cuates. Nadie ha podido explicar bien cómo es posible que millones le crean, pero es indudablemente parte del fenómeno de la ira y hasta la locura que genera la desilusión, y de tanta mentira también. En la Convención Republicana de 2016, cuando Trump fue primero coronado candidato presidencial en una elección que ganó, un par de delegados que eran abogados neoyorquinos y republicanos centristas de por vida explicaron a La Jornada por qué estaban apoyando a Trump. Claro que es un mentiroso y un hombre con todo tipo de defectos, pero ya no nos importa. Estamos hartos de toda la clase política. Él es la bomba que queremos enviar a Washington para que haga estallar a todo ese mundo político.

Eso no ha cambiado. Pero es alarmante –aunque históricamente no sorprendente– que esa desilusión encuentre expresión en un payaso peligroso con un proyecto neofascista. La pregunta aquí es: ¿dónde está la alternativa? La consigna de la candidata demócrata es: no vamos a regresar a ese pasado que representa Trump, pero tampoco ofrece qué hay de diferente adelante. Por ahora, en gran medida la apuesta de los antitrumpistas es que suficientes votarán en contra de un mal ya muy conocido. Sería ofrecer algo así como esa frase famosa de la gran actriz cómica Mae West: Cuando tengo que elegir entre dos males, siempre prefiero el que aún no he probado.

Manu Chao y Willie Nelson. Heaven’s Bad Dayhttps://www.youtube.com/watch?v=oupiUy4_CcI

https://www.jornada.com.mx/2024/09/30/opinion/031o1mun

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