Fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/07/03/opinion/025o1mun David Brooks 03.07.23
Durante los últimos días, millones de habitantes entre Chicago, Nueva York y Washington una vez más fueron alertados de que estaban viviendo con una calidad de aire peligrosa a la salud. Sólo hace un par de semanas, las imágenes del perfil de Nueva York y otras ciudades cobijadas en un ambiente anaranjado dieron la vuelta al mundo. Se detectaron algunos de los peores niveles de calidad de aire jamás registrados, y por un tiempo estas ciudades más la propia capital y otras lograron ser líderes en el aire más contaminado del mundo. Salas de emergencia recibieron a los que padecen problemas respiratorios, se cancelaron clases, los habitantes de nuevo se pusieron máscaras que habían usado para la pandemia, se suspendieron vuelos. A los ciudadanos se les aconsejó permanecer lo más que pudieran dentro de sus hogares, con las ventanas cerradas. Esta segunda vuelta no fue tan extrema, y todo indica que mejorará por ahora, pero el origen del humo –cientos de incendios forestales en Canadá– aún no han sido controlados, mucho menos sofocados.
Mientras tanto, una ola de calor incesante horneó con temperaturas mucho más elevadas de lo normal a más de 100 millones en el sureste, de Texas a Florida, causando por lo menos una decena de muertes.
Científicos indican que estos tipos de fenómenos, directamente vinculados al cam-bio climático, serán la nueva anormalidad
, o sea, éstos apenas son preludios del futuro.
Estos fenómenos a consecuencia de continuar con un mundo dependiente de los combustibles fósiles fueron pronosticados hace décadas, y aunque algunos de sus peores impactos son en países en desarrollo o pobres, ni los más ricos del planeta pueden escaparse de las consecuencias (a fin de cuentas, hasta los multimillonarios tienen que respirar, hasta donde se sabe). Y queda claro que las fronteras son inútiles ante este fenómeno –si el vecino maneja bien, mal o regular sus políticas energéticas, las consecuencias afectarán a todos, la contaminación, calor, sequías y tormentas no requieren visas ni pasan por aduanas ni son obstaculizados por muros.
Todo esto son sólo algunas de las consecuencias de décadas de políticas económicas basadas en combustibles fósiles, y durante décadas ya se sabía a dónde llevaría la continuación de éstas. Pero eso se enterró, se disfrazó, se ignoró a propósito por las cúpulas económicas y políticas.
Guterres afirmó hace un año y lo ha repetido desde entonces que, según el consenso científico mundial, “estamos sobre un vía rápida al desastre climático. Ciudades mayores bajo agua. Olas de calor sin precedente. Tormentas espantosas. Falta de agua por dondequiera. La extinción de un millón de especies y animales. Esto no es ficción o exageración. Es lo que la ciencia dice que resultará de nuestras políticas de energía actuales…. Esta es una emergencia climática”.
Hoy ya no hay manera de ocultar ni pretender disfrazar las consecuencias de este tipo de desarrollo, y mucho menos de pretender que sin acciones valientes y honestas que se requieren ya, en este instante, no habrá futuro para las próximas generaciones.
Los políticos continuarán usando su gran talento de hablar la verdad y mentir a la vez sobre el cambio climático. Ya han tenido mucha práctica en estos últimos años, muchos gobiernos y sus políticos, incluyendo los estadunidenses, han anunciado grandes iniciativas y acuerdos mundiales, pero no han cumplido con su palabra.
Ante ello es cada vez más urgente la demanda de los jóvenes del derecho a respirar el futuro.
Joe Strummer & The Mescaleros. Johnny Appleseed. https://open.spotify.com/track/3Hk17IYSTvZU3YU2Q7Ur01?si=ff95c29e4267479c